Italia entró en la Segunda Guerra Mundial con la cuarta armada (la Regia Marina) más grande del mundo y sus buques, en general, estaban bien diseñados y equipados. Sus efectivos eran incluso superiores a los de su aliada, la Kriegsmarine alemana, a la que duplicaba en número de submarinos y destructores. Si además tenemos en cuenta que tanto Francia como Gran Bretaña debían dispersar sus unidades para dar cobertura a sus extensos imperios ultramarinos mientras que Italia concentraba su flota en el Mediterráneo, el peso de la misma debería verse reforzado en este escenario. Mussolini vio el control del mar Mediterráneo como un requisito previo esencial para ampliar su ” nuevo imperio romano ” a Niza, Córcega, Túnez y los Balcanes, así como para asegurar el suministro a sus tropas en las colonias de África Occidental y eliminar el puesto de avanzada inglés de Malta.
El Duce estaba convencido de que la península italiana constituía un verdadero portaaviones natural, “insumergible” y que, por lo tanto, no era necesario malgastar el poco dinero y recursos disponibles en unidades que no tendrían relación con operaciones futuras. El almirante jefe del Estado Mayor de la Regia Marina, Cavagnari, había declarado en 1938, en relación a la construcción de portaaviones para Italia, que «no ofrecían interés en la zona de operaciones más importante para Italia, ya que esta podría siempre concentrar rápidamente en ella, partiendo de bases terrestres,las fuerzas aéreas que quisiera hacer intervenir en la batalla». Pero los altos mandos de la armada italiana demostrarán su absoluta inoperancia, basando sus operaciones procedimientos arcaicos: el alto mando de la armada, la Supermarina, con base en Roma, se encargaba de la dirección de las operaciones navales. Desde allí se coordinaban las operaciones de la flota y allí llegaban las solicitudes de los comandantes de campo que sólo podían actuar según sus indicaciones, ralentizando y burocratrizando en exceso las operaciones. Además, no existía un mando conjunto o combinado entre la armada y las fuerzas aéreas. De esta manera se condenaba a la flota ya que iba a carecer de apoyo aéreo en sus operaciones, algo que se demostrará fundamental posteriormente. La carencia de una adecuada cobertura aérea y del radar serían fatales, como veremos, para la armada del Duce.
Hacia finales de 1940 la permanente actitud defensiva de la Fuerza Operativa italiana incentivó al almirante Cunningham a planificar una osada operación y atacar la base naval italiana de Tarento en en una acción nocturna, con su Fuerza Operativa y la modesta aviación naval embarcada, obteniendo una sorpresa táctica y estratégica sin precedentes. Los resultados del ataque significaron para Italia perder el 50% de sus buques capitales y desplazar el resto a refugiarse en las bases del Oriente (Nápoles, Génova y La Spezia). La operación sobre Tarento es un rotundo éxito que servirá de modelo para el ataque japonés de Pearl Harbor. Así pues, las enormes pérdidas padecidas por la Marina italiana a lo largo de 1940 (Tarento y cabo Teulada), tendrán como consecuencia el relevo del jefe del Estado Mayor de la Regia Marina y con el, una reorganización que pretendía imbuir a la marina de guerra italiana de un «nuevo espíritu». La situación era complicada, ya que al ejercer Inglaterra el control sobre mar prácticamente sin restricciones, los ejércitos en Libia y los Balcanes quedaban prácticamente aislados.
Será Hitler quien deba acudir en socorro de su aliado en el norte de África, desplegando la Luftwaffe X Cuerpo Aéreo (X Fliegerkorps), especializado en ataque contra buques, en los aeródromos de Sicilia y Catania ( quinientos aviones compuestas por bombarderos Ju87, Heinkel 111-H y cazas Me 110 ), proveniente de la exitosa campaña noruega. La prioridad para Alemania se centraba en Alejandría, el Canal de Suez y el canal de Sicilia. Para contrarrestar esta gran concentración aérea, los británicos sólo disponían de 15 Hurricanes estacionados en Malta, a los que se añadieron rápidamente otros 18. No obstante, la desproporción de fuerzas al comenzar 1941 se mantendría durante algún tiempo. El 6 de enero de 1941, un convoy británico denominado «Excess» inició el paso del Mediterráneo, desde Gibraltar, con destino a Malta y Grecia. Iría escoltado hasta el Canal de Sicilia por la Fuerza H que allí fue relevada el 10 de enero por la Flora del Mediterráneo. Todo había transcurrido con normalidad, hasta que a medio día de ese 10 de enero, un grupo de aviones torpederos italianos Savoia-Marchetti SM-79 lanzó un ataque, seguido de un ataque en masa de Ju87 alemanes. En tan solo unos minutos, los Stuka lograron 6 impactos directos sobre el portaaviones británico «Illustrious». Sólo las corazas de tres pulgadas que cubrían la cubierta de vuelo le salvaron de la catastrofe aunque en llamas y sin gobierno, se debió alejar en dirección a Malta (debió permanecer en reparaciones hasta finales de 1941).
El 11 de enero de 1941, el crucero Southamton era alcanzado por los Stukas y los bombarderos italianos; abandonado por su dotación, debió ser hundido por los propios ingleses. Hasta el mes de mayo,no volvió a pasar ningún convoy aliado con destino a Egipto. Gracias a la decisiva intervención alemana, se había invertido la situación causando graves daños a las LCM inglesas y a su Fuerza Operativa, entre ellas, al único portaaviones de ataque presente en el Teatro, vi endose Cunningham obligado a retirarse hacia Alejandría, dejando mayor libertad de acción al Eje en el mar. La larga «batalla de los convoyes» (Operaciones Excess, Substance, Arpón, Pedestal…) alternó éxitos y fracasos, pero al final, tras los desembarcos aliados en Argel y Orán y posteriormente la derrota del Eje en Túnez, la amenaza sobre Malta quedó diluida y la batalla por el Mediterráneo definitivamente ganada.
La vulnerabilidad de los transportes del Eje en la zona, que eran incapaces de abastecer debidamente a las tropas destacadas en el norte de África al carecer de apoyo aéreo y naval italiano, llevará a Alemania a presionar a su aliado para que su Fuerza Operativa efectúe un contraataque mayor o acciones de ejercicio de control del mar. Durante los meses de enero y febrero de 1941 la Regia Marina consiguió mejorar la cooperación con la Regia Aeronautica, la Fuerza Aérea y con el X Fliegerkorps alemán, buscando la cobertura aérea que necesitaba para para una operación contra el tráfico británico en el Mediterráneo: atacarían los convoyes ingleses que abastecían Creta y Grecia con el apoyo del acorazado Vitorio Veneto, más veloz que los acorazados ingleses. Con este fin, el 27 de marzo se reunió una fuerza naval compuesta por el Vitorio Veneto, seis cruceros y once destructores que puso rumbo hacia Creta.
Una torpe planificación de la exploración aeroestratégica sobre la base naval inglesa de Alejandría y el hecho de que la orden de operaciones que recibió el almirante Angelo Iachino fue transmitida radio, fuese cifrada con la clave de la máquina Enigma, al X Grupo Aéreo alemán, que debía colaborar en la cobertura aérea de la operación, alertó a Cunningham; interceptada y descifrada por los británicos, el almirante supo con suficiente antelación cuales eran los planes italianos y ordenó salir de Atenas a una fuerza compuesta por cuatro cruceros y cuatro destructores, que situó al sur de Creta en espera de los italianos. En la tarde del 27 de marzo, un avión Sunderland confirmó los movimientos italianos, por lo que zarpará de Alejandría la flota del Mediterráneo, compuesta por el portaaviones Formidable, los acorazados Warpite, Valiant y Barham y nueve destructores. Al día siguiente, un avión del Formidable localizó a los italianos al sur de la Isla de Gaudo y desde ese momento, los británicos siempre tendrán referencia exacta de la situación de las fuerzas enemigas, mientras que esta permanecerá a ciegas.
La aviación que debía dar cobertura a los italianos, no se presentó en la zona y durante el día 28 de marzo de 1941, del Formidable despegaron aviones torpederos swordfish para atacar al Vittorio Véneto, que al final logró escapar. Iachino no pudo hacer otra cosa más que escapar aprovechando su mayor velocidad, acosado por los aviones del Formidable; un segundo grupo aéreo causó graves daños en el crucero pesado Pola, obligándole a detener sus motores. La Fuerza Operativa italiana se negará una y otra vez a dar la batalla, retirándose a toda máquina, siendo una constante en esta acción la permanente persecución a los buques italianos.
Iachino ordenó a los cruceros Zara y Fiume y a cuatro destructores que se dirigieran hacia el Pola para remolcarlo,brindando así una nueva oportunidad a los británicos y provocando el encuentro con los acorazados ingleses, que disponían de radar frente a los italianos que no habían desarrollado ese sistema. Gracias al radar, los acorazados británicos pudieron acercarse a los italianos en la oscuridad de la noche y batirlos a placer con su artillería. El Zara y el Fiume fueron fulminados en un auténtico tiro al pato y hundidos en pocos minutos, al igual que el maltrecho Pola y dos destructores.
Mientras el Veneto navegaba hacia Tarento con el resto de la fuerza italiana, Cunningham reunía a la suya sin más pérdidas que un avión Swordfish derribado durante las 15 horas de continuos ataques británicos. Los italianos habían perdido tres cruceros de 10.000 toneladas y dos destructores. Aunque Cunningham sintió una profunda decepción porque se le había escapado de las manos el Vittorio Véneto, la batalla del cabo de Matapán supondría una gran victoria psicológica para los hombres de la Marina Real británica. Las consecuencias de este único intento de actuar con su Fuerza Operativa por parte de los italianos son desastrosas para el Eje, ya que la Regia Marina no volverá a salir de sus bases, adoptando a una actitud defensiva durante el resto de la contienda y permitiendo a la flota británica hacerse con el control naval del Mare Nostrum.
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