La intervención italiana en la Segunda Guerra Mundial estará impulsada por motivos de prestigio, cinismo y sobre todo, de un oportunismo inoperante. Mussolini se propuso conquistar el Mediterráneo y convertir a Italia en una potencia mundial con un imperio que iría desde Gibraltar hasta el Golfo Pérsico; sería el Imperio Romano del siglo XX. En su propaganda, los fascistas glorificaban el espíritu de lucha italiano, su disciplina “romana”, su fuerza de voluntad sobre humana y su lealtad inquebrantable al Duce. Pero la realidad era bien distinta; el país no estaba preparado para la guerra y el ejército italiano carecía de la preparación y el equipamiento necesarios. La moral italiana durante el conflicto nunca fue alta siendo muy común que los soldados italianos se rindieran a la primera oportunidad propicia que tuvieran para salir de la guerra.
Durante una conferencia diplomática antes de la guerra, ya con las nubes de tormenta oscureciendo el horizonte, Winston Churchill se sentó frente al Ministro de Asuntos Exteriores de Alemania, Joachim von Ribbentrop. Rebosante de confianza, Ribbentrop proclamó que, en caso de guerra con Gran Bretaña, los italianos serían un firme aliado alemán; Churchill le respondió tranquilamente: “se ha hecho justicia, ya los tuvimos la última vez”…. Se estaba refiriendo al desempeño militar notoriamente pobre de Italia en la Primera Guerra Mundial. Durante la carrera por la colonización de África, Italia fue el único estado europeo en ver sus ambiciones coloniales frenadas por un estado no europeo. Tras la derrota en la Batalla de Adua, Italia será expulsada de Etiopía en 1896. Un ejército de compuesto por 5.000 soldados, 56 piezas de artillería y alrededor de 20.000 askaris eritreos al mando del general Baratieri había sido derrotado estrepitosamente por las fuerzas nativas (las bajas italianas alcanzaron, aproximadamente los 5.900 entre muertos y desaparecidos, y cerca de 4.000 prisioneros). Como consecuencia, diversos motines estallaron en varias ciudades italianas, desencadenando la dimisión del gobierno de Francesco Crispi, dos semanas más tarde, en medio del desencanto con las “aventuras extranjeras”. Por medio del Tratado de Addis Abeba en octubre de 1896, Melenik II había garantizado la delimitación estricta de las fronteras de Eritrea y obligando a Italia a reconocer la independencia de Etiopía.
La participación del país en la Primera Guerra Mundial fue igualmente catastrófica; Italia llevaba décadas pactando con Alemania y Francia alternativamente sin importarle en modo alguno los efectos que esto podría tener en caso de conflicto. En 1882 Italia pactó con la Alemania de Bismarck y Austria-Hungría, formando la Triple Alianza; veinte años después, en 1902, Italia acordó en secreto con Francia mantener la neutralidad en caso de guerra entre Alemania y Francia. De este modo, en 1914, Italia era aliada de los Imperios Centrales al mismo tiempo que tenía un pacto con Francia para mantenerse neutral. Durante los primeros 10 meses de la guerra, Italia permanece neutral pero en abril de 1915, la expedición contra Gallípoli, junto con sus propios errores de cálculo, indujo a los dirigentes italianos a creer que la guerra estaba a punto de concluir y que los Aliados iban a ganar. Cuando los aliados le ofrecieron el Trentino, Trieste, el sur del Tirol, Istria, algunos puertos en Dalmacia, territorios en Asia Menor y las colonias alemanas en África a cambio de su participación en la guerra contra Alemania y Austria, Italia declarará la guerra a los Imperios Centrales. Aunque sus ejércitos estaban mal preparados, confiaban, sin ninguna base racional, en una victoria rápida sobre las fuerzas austro-húngaras. Un error del que, como veremos, no aprenderán.
Su avance inicial en la frontera con Austria pronto se vio detenido y a partir de entonces, Italia tuvo importantes dificultades para avanzar. Doce batallas tuvieron lugar entre 1916 y 1917 en el valle de dicho río Insonzo, que marcaba la frontera entre Italia y el Imperio de los Habsburgo y una y otra vez los italianos se estrellaron contra las fortificaciones austriacas al tiempo que las tropas se desmoralizaban.
En 1917 una Alemania triunfante en el frente oriental se verá libre para concentrar las tropas necesarias en el frente occidental, acudiendo en ayuda de los austriacos que se dispusieron a lanzar una contra ofensiva. Esta se inició el 24 de octubre de 1917 y culminó con la Batalla de Caporetto donde las tropas aliadas sufrieron una de las peores derrotas de la guerra: las Potencias Centrales, considerablemente superadas en número, tomaron aproximadamente 300.000 prisioneros italianos. La ofensiva austro alemana destruyó a un ejército italiano que se hallaba ya en un estado desesperado: los continuos fracasos militares, el trato atroz dado a los soldados y el derrumbamiento de la moral nacional habían creado una situación propicia para el desastre. La línea del frente se vino abajo en un solo día en Caporetto, en el valle del Isonzo, y el avance de austríacos y alemanes alcanzo en algunas zonas, la distancia inaudita para el frente occidental, de 16 kilómetros. Los italianos, en franca retirada, fueron cediendo terreno y las tropas germanas y austriacas, dirigidas por el general Otto von Below, llegaron a las puertas de Venecia. Por un momento parecía que Italia tendría que solicitar la paz. Fue entonces cuando el ejército italiano sólo pudo contener el avance enemigo en Treviso gracias a dos factores: la ayuda de gran cantidad de refuerzos británicos y franceses y a que los alemanes fueron incapaces de mantener un esfuerzo prolongado en el teatro de operaciones.
La guerra que libraron los ejércitos italianos entre 1915 y 1918 se caracterizó por unas condiciones muy locales, que no volverían a repetirse durante la Segunda Guerra Mundial: el escenario fue muy reducido y el número de combatientes, más limitado; aliados de Francia y con Suiza neutral, el frente de combate era reducido y estaba claramente definido. Estratégicamente hablando, para Italia fue una guerra en un único teatro. Así Italia salió victoriosa de su participación en la Gran Guerra después de unos años angustiosos, aunque su victoria fue realmente pírrica y sus intereses fueron ignorados completamente por sus aliados en los tratados de paz, donde no se conseguirá nada de lo prometido a Italia para su entrada en la guerra. Se llegó al extremo de que, durante las conversaciones para la firma del tratado de Paz de Paris de 1919, sus propios aliados calificaron las reivindicaciones territoriales de Italia como codiciosas y cínicas. Habían muerto 650.000 italianos y no habían conseguido nada. Después de la guerra, tanto Georges Clemenceau como David Lloyd George, denigraron el historial militar italiano. Este último llego a afirmar que, comparados con sus compatriotas, los italianos no tenían ni idea de lo que era combatir.
En el período de entreguerras, las ambiciones imperiales de Italia la llevaron a la invasión de una serie de naciones mucho más débiles y significativamente menos desarrolladas que ella misma. Si bien estos ataques resultaron ser exitosos en última instancia para Italia, hicieron poco para reparar la maltrecha reputación de sus fuerzas armadas. En octubre de 1935, Italia lanzará una nueva invasión sobre Abisinia. Por primera (y única vez) el armamento del ejército italiano será muy superior al de sus enemigos, los abisinios, un ejército tribal liderado por un emperador de ideas relativamente avanzadas, Haile Selassie, que apenas contaba con entre doscientos ochenta y trescientos cincuenta mil soldados, faltos de preparación y adiestramiento y equipados con un millar de ametralladoras y fusiles ametralladores con abundante munición, doscientas piezas de artillería en general muy anticuadas, algunos tanques y una docena de aviones y algunas docenas de cañones antiaéreos y antitanque; curiosamente, los etíopes disponían de una docena de anticarros Pak 35/36 suministrado por un Hitler receloso en ese momento por la protección italiana sobre Austria.
En esencia la situación militar ejército etíope se resume claramente en las palabras del enviado del Times londinense, George Steer, que escribió sobre los etíopes: «Carecen de artillería, no tienen fuerza aérea y la proporción de armas y fusiles automáticos modernos es patética».
Los italianos reunieron en la frontera de su colonia Eritrea cuatro divisiones italianas y dos divisiones coloniales eritreas, unos 110.000 hombres. En el frente Sur, en la Somalia italiana, dadas las condiciones del terreno, casi mil kilómetros de desierto abrasador, tanto italianos como etíopes contaban con un despliegue mas reducido. En total, en la conquista de Abisinia desplegarían 18.000 oficiales y 447.000 soldados, apoyados por 1.500 piezas de artillería, 500 carros de combate, 450 aviones y 19.000 vehículos. El coste se cifró oficialmente en 12.111 millones de liras y se llevo un tercio de las reservas de oro y divisas extranjeras del país. En 1940, el coste del nuevo imperio colonial en África Oriental ya ascendía a los 46.000 millones de libras. Pero la guerra sirvió para demostrar, nuevamente, la poca cualificación de las tropas italianas, que necesitaron de medio año para vencer a un pueblo semi primitivo con escasos recursos, además de resultar un auténtico desastre diplomático.
Una vez ocupada y desmembrada Checoslovaquia, Mussolini se había visto impulsado a emular la política expansionista de su aliado alemán y decidió la ocupación de un territorio exterior cuya conquista no supusiese un problema para su ejército. El Reich, por su parte, no mostraba ningún interés en el ámbito mediterráneo, por lo que Italia contaba con una absoluta libertad de acción sobre el mismo. La elección de Albania suponía de hecho la vertiente política de una situación material ya existente, dado que el pequeño país se encontraba situado en un plano de absoluta dependencia con respecto a Italia. Solamente faltaba, pues, la materialización de una conquista, que fue decidida para los primeros días de abril de 1939. El Gobierno italiano envió el día 6 un ultimátum inaceptable al rey Zog I en el que exigía la plena disponibilidad del territorio albanés por parte italiana. Al día siguiente, Viernes Santo, un cuerpo expedicionario desembarcaba en varios puntos de la costa de aquel país y lo ocupaba en escaso tiempo sin apenas encontrar resistencia. Las fuerzas armadas albanesas, constituidas por apenas 13 000 hombres, infiltradas por docenas de oficiales italianos, y dotadas de tan solo dos aviones, no pudieron resistir el embate de unas fuerzas italianas muy superiores en número y armamento. En la tarde del 9 de abril los italianos habían ocupado todo el país, sin seria lucha, y semanas después Albania fue anexionada a Italia. El día 16, Mussolini proclamaba a Víctor Manuel III rey de Albania. Con ello, la Corona italiana añadía un nuevo título a los que ya poseía y que se debía, como en el caso de Abisinia, a la agresiva política lanzada por el fascismo sobre países prácticamente indefensos.
Mussolini y Hitler se engañaban el uno al otro y los dos se sentían engañados. Hitler nunca comunicó a Mussolini sus intenciones de aplastar a los polacos, pero seguía esperando recibir el apoyo del italiano en su lucha contra Francia y Gran Bretaña, y por su parte, el líder fascista estaba convencido de que no iba a estallar un conflicto general en Europa durante al menos otros dos años. Su posterior negativa a entrar en guerra en septiembre de 1939 en el bando alemán supuso una gran decepción para Hitler. El Duce sabía perfectamente que su país no estaba preparado, y sus excesivas demandas de equipamiento militar como condición para prestar apoyo a los nazis constituyeron su única excusa. La perspectiva de una guerra en Europa fue acogida con poco entusiasmo por los grupos industriales italianos y por buena parte de los mismos líderes fascistas, aunque las más altas personalidades del régimen, sin excluir al soberano, aprobaron la línea trazada por Mussolini en su directiva operacional del 31 de marzo de 1940 que preveía entrar a la guerra lo más tarde posible para explotar la situación y evitar una guerra larga e insoportable para el país.
A pesar de las objeciones de algunos altos mandos, motivadas por la falta de preparación y equipamiento del Ejército, Mussolini, consideraba la victoria alemana del verano de 1940 decisiva y previendo una inminente capitulación de las fuerzas armadas francesas, no atribuyó importancia a las insuficiencias de sus propias fuerzas armadas. Las victorias alemanas eran el claro presagio del inminente final de la guerra, por lo que los alarmantes informes del lamentable estado de las fuerzas armadas y la debilidad económica-industrial de Italia ya no importaban. Por su parte el rey y los altos dirigentes militares, aunque reconocían la falta de preparación del país para enfrentar una guerra, no tomaron ninguna posición antes de la intervención, reafirmando su confianza en el “genio de Mussolini”, plegándose a sus decisiones.
Las fuerzas armadas italianas no contarán con un comando unificado con autoridad efectiva sobre el Duce, que había mantenido a las tres fuerzas armadas autónomas y rivales, sin una estrategia común. Los preparativos para una posible guerra se habían recogido en el plan PR12, desarrollado por el cuartel general del ejército en 1938 y revisado en febrero de 1940; preveía una conducta estrictamente defensiva en los Alpes occidentales, iniciando las posibles acciones ofensivas solo en “condiciones favorables” en Yugoslavia y en Egipto, Djibouti y la Somalia británica. Estas fueron las instrucciones generales para el despliegue de las fuerzas disponibles,pero no había planes operativos, para los cuales se otorgó al Duce libertad de improvisación.El propio Mussolini había asumido el cargo de Ministro de la Guerra en 1933, de Ministro de Marina y de Ministro de la Aviación en 1925. Faltaba una estrategia general, objetivos concretos y una organización para la guerra.
EL EJERCITO ITALIANO
A mediados de 1938, ante la más que probable posibilidad de una nueva guerra en Europa, Italia era consciente del estado obsoleto del equipamiento de sus fuerzas armadas. El 29 de julio de 1938, el Ejercito Real Italiano comenzó un programa de rearme que debía estar completamente finalizado en 5 años, esto es, no antes de finalizar el año 1943. Este programa de rearme requería de un prolongado periodo de paz para que el país mejorara y consolidara su economía, y desplazar sus industrias a zonas seguras al sur de país, lejos del alcance de los bombarderos franceses e ingleses. Al comienzo de la guerra, Mussolini se declaró “aliado no beligerante” de Alemania, manteniendo una neutralidad a la que se veía empujado más por el estado catastrófico en el que se encontraba su ejército, que por sus auténticos deseos expansionistas. El Duce observaba envidioso, desde la distancia, los rutilantes triunfos de su aliado alemán y se sentía deseoso de emularlo. Sin embargo, tras la rápida invasión de Polonia por el Reich, Mussolini fue presionado por los alemanes para mantenerse fuera de la guerra. Pero en el verano de 1940, la situación cambió. Hasta ese momento, la prudencia y el realismo se habían impuesto a los anhelos de grandeza imperial. Todo cambio al ver como el ejército francés era despedazado sin piedad en mayo de 1940 mientras sus aliados británicos huían hacia Dunkerke donde serían evacuados sin mirar atrás. Con el colapso francés, la vulnerabilidad británica y el triunfo de Alemania, parecía haberse abierto por fin una ventana de oportunidad para Italia.
Durante la primavera y el verano de 1940, Mussolini era un mar de dudas; asistía atónito a un espectáculo en el que Alemania estaba a tan solo semanas de derrotar a los aliados totalmente y sin necesidad de la ayuda italiana. Hitler no tendría ninguna razón para ceder o repartir parte del botín de guerra obtenido en la victoria con sus inactivos aliados y Alemania iba a dibujar un nuevo mapa de Europa. Era prácticamente seguro que se convertiría en la potencia dominante en los Balcanes, e Italia corría el peligro de quedar al margen. Su conclusión: Italia tenía que unirse a la guerra de forma activa antes que esta acabara y así podría obtener territorios, ganar mayor influencia y sentarse a la mesa de los ganadores cuando se repartieran el botín de la victoria. “Necesito unos cientos de muertos italianos para poder estar en las conversaciones de paz”, le dijo el Duce a su jefe de estado mayor, General Badoglio.
Mussolini quería desesperadamente ver reconocido su derecho a participar en las negociaciones de paz. La intervención italiana en la Segunda Guerra Mundial estará impulsada por motivos de prestigio, cinismo y sobre todo, de un oportunismo inoperante. Mussolini se propuso conquistar el Mediterráneo y convertir a Italia en una potencia mundial con un imperio desde Gibraltar hasta el Golfo Pérsico, sería el Imperio Romano del siglo XX. En su propaganda, los fascistas glorificaban el espíritu de lucha italiano, su disciplina “romana”, su fuerza de voluntad sobre humana y su lealtad inquebrantable al Duce. Pero la realidad era bien distinta; la moral italiana nunca fue alta siendo muy común que muchos soldados italianos se rindieran a la primera oportunidad que tuvieran de salir de la guerra. Sin embargo, las reservas militares italianas todavía se estaban recuperando de la participación de Italia en la Guerra Civil Española.
Al imponerse la doctrina fascista de la autosuficiencia estratégica el gasto militar aumento durante toda la década de los años 30 y en 1940 era el 80% del de Gran Bretaña, mientras que el ingreso nacional de Italia se mantuvo en alrededor del 25% del de Gran Bretaña.Sin embargo, gran parte de este equipo no se quedaba en Italia, ya que el gobierno de Mussolini comenzó a vender grandes cantidades de equipo militar, incluidos aviones, a compradores extranjeros, a cambio de moneda fuerte y de los recursos estratégicos necesarios en Italia tales como petróleo, hierro, varios tipos de acero, cobre, níquel, máquinas herramienta, diamantes industriales, caucho e incluso productos alimenticios.
Italia decidió entrar en una guerra para la que no estaba preparada y no lo estaría al menos hasta 1943. Aunque el régimen fascista hizo enormes inversiones en sus fuerzas armadas durante los años 20 y 30 su equipamiento era extremadamente obsoleto para 1940. De hecho, sus fuerzas militares eran menores y estaban peor pertrechadas, que las de la Italia de 1915, cuando este país entró en la Primera Guerra Mundial. Aunque la propaganda fascista hacia énfasis en sus fuerzas blindadas, la realidad era que la mayoría del ejército italiano era hipo móvil, es decir, se desplazaba a pie o gracias al caballo. Sobre el papel, Italia disponía de un ejército grande y bien equipado; la potencia del ejército movilizado en 1940 era de 1.630.000 hombres inicialmente, cifra que podía aumentarse hasta alcanzar los 2.500.000 hombres como máximo progresivamente, aunque muchos de ellos carecían de un fusil en el que colocar su bayoneta.
Cuando se inicia la guerra el ejército italiano contaba con 73 divisiones (solo veinte estaban totalmente equipadas) compuestas por 106 regimientos de infantería, 12 regimientos de Bersaglieri (infantería ligera),10 regimientos de alpinos, 12 regimientos de caballería, 32 regimientos de artillería, 19 de ingenieros y 5 regimientos de tanques. Un ejército con mucha infantería, poco motorizado y sin mecanizar, mal equipado (la mayor parte del armamento databa de la primera guerra mundial) para la guerra moderna. La falta de recursos económicos, de materias primas y de vehículos motorizados sera siempre un problema acuciante. Por ejemplo, de las 7.970 piezas de artillería con las que contaban, sólo 246 habían sido producidas después de 1930 y la mayoría de la artillería de campaña procedía del antiguo ejército austrohúngaro, incautada como reparaciones de guerra en 1919. Muchas habían sido reacondicionadas sustituyendo las partes de madera (como ruedas) por metal, lo que estéticamente las hacía parecer modernas, aunque realmente sus tubos tenían más de 40 años en muchos casos.
Algo similar sucedía con su fuerza de tanques; sobre el papel era formidable, con 1320 tanques ligeros y 100 tanques medios en 1940,una cifra que los situaba en línea con las grandes potencias europeas. En realidad, como se puede apreciar por las cifras, la mayor parte de eran pequeñas tanquetas para dos tripulantes armados con una ametralladora. Las cifras de producción de sus tanques y demás unidades acorazadas nunca fueron altas y ya en en 1943 el Ministro de Armamento advirtió que la producción estimada para 1944 no podría ser superior de 150 tanques y 70 vehículos acorazados. Los tanques italianos eran vehículos obsoletos que al inicio de la contienda habían sido superados en casi todos los aspectos. El tanque italiano más efectivo producido, el M14, era mecánicamente poco confiable y su “potencia de fuego” difícilmente podría afectar a los Grants y los a los Crusader III británicos. Un solo impacto de un arma enemiga podía ser fatal, ya que el escaso blindaje hacía que se rompería como un cristal. No contaron con ningún tipo de radio hasta mediados de 1941 y las brújulas necesarias para una navegación efectiva en el desierto nunca se instalaron.
Así, mientras las divisiones de infantería del resto de ejércitos europeos contaban con tres regimientos de infantería y al menos tres grupos de artillería, para aumentar el número de sus divisiones Mussolini redujo la cantidad de regimientos en cada una de ellas de tres a dos, las conocidas como “divisiones duales”. Dos batallones de la MSVN serán agregados a cada división de infantería como base para motivar al resto de la tropa y elevar la moral combativa de la unidad. La Milizia Volontaria per la Sicurezza Nazionale (MSVN) era la fuerza paramilitar del partido fascista italiano. Aunque originalmente cumplía una función policial y de seguridad, para mediados de los años 30 se había integrado dentro de las fuerzas armadas como un cuarto brazo, junto al Ejercito, la fuerza aérea y la marina. Cuatro divisiones del MSVN serán formadas para luchar en el norte de África en 1940 y serán todas destruidas en las primeras fases de la contienda. Tropas del MSVN serán desplegadas en Rusia y en Yugoslavia como fuerzas anti partisanas.
Italia entró en la Segunda Guerra Mundial con la cuarta armada (la Regia Marina) más grande del mundo y sus buques, en general, estaban bien diseñados y equipados. Sus efectivos eran incluso superiores a los de su aliada, la Kriegsmarine alemana, a la que duplicaba en número de submarinos y destructores. Si además tenemos en cuenta que tanto Francia como Gran Bretaña debían dispersar sus unidades para dar cobertura a sus extensos imperios ultramarinos mientras que Italia concentraba su flota en el Mediterráneo, el peso de la misma debería verse reforzado en este escenario. Durante el periodo de entre guerras, el fundamento del plan de construcciones navales italianas no estaba encaminado a competir con los británicos, sino que centraron sus esfuerzos en el Mediterráneo en un esfuerzo por lograr la paridad con los franceses.Con este objetivo a la vista Italia se centrará en un esfuerzo por contrarrestar los acorazados franceses. Los italianos desarrollaron una de las flotas de submarinos más grandes del mundo, con 115 submarinos operaciones. Sus esfuerzos de diseño de submarinos se dirigieron hacia las operaciones en el Mar Mediterráneo contra naves de superficie y no una guerra antisubmarina y contra el transporte comercial en el Atlántico.
Mussolini vio el control del mar Mediterráneo como un requisito previo esencial para ampliar su ” nuevo imperio romano ” a Niza, Córcega, Túnez y los Balcanes, asi como para asegurar el suministro a sus tropas en las colonias de África Occidental y eliminar el puesto de avanzada inglés de Malta. La Regia Marina contaba con seis acorazados (de los cuales tres eran extremadamente modernos con más de 35 mil toneladas ) con los cuales podía competir por el control del Mediterráneo; los cuatro más modernos estaban siendo reajustados al estallar la guerra.
Además tenían 21 cruceros, 59 destructores, 67 lanchas torpederas y 117 submarinos. Pero la Regia Marina carecía de portaaviones, una unidad fundamental para la nueva guerra que estaba a punto de comenzar. A pesar de los repetidos memorandos dirigidos a Mussolini por el almirante Cavagnari, Jefe de Estado Mayor de la Armada y a la insistencia de los líderes de la marina italiana, el Duce estaba convencido de que la península italiana constituía un verdadero portaaviones natural, “insumergible” y que, por lo tanto, no era necesario malgastar el poco dinero y recursos disponibles en unidades que no tendrían relación con operaciones futuras. De esta manera se condenaba a la flota ya que iba a carecer de apoyo aéreo en sus operaciones, algo que se demostrará fundamental posteriormente. La carencia de una adecuada cobertura aérea y del radar serían fatales, finalmente, para la armada del Duce. Además de esta grave deficiencia, los altos mandos de la armada demostrarán su absoluta inoperancia, basada en procedimientos arcaicos:el alto mando de la armada, la Supermarina, con base en Roma, se encargaba de la dirección de las operaciones navales. Desde allí se coordinaban las operaciones de la flota y allí llegaban las solicitudes de los comandantes de campo que sólo podían actuar según sus indicaciones, ralentizando y burocratrizando en exceso las operaciones. Además, no existía un mando conjunto o combinado entre la armada y las fuerzas aéreas.
El rearme de la Regia Marina había sido indudablemente importante desde el punto de vista cualitativo, además de transformar algunas unidades antiguas como el Cavour, el Julio César o el Duilio y Doria, se hicieron algunos acorazados de calidad incomparable: como el Littorio y el Vittorio Veneto, que podían presumir de una asombrosa velocidad (para un acorazado) de 30 nudos y un armamento con 9 piezas de 381 mm. Aunque la Regia Marina tenía varios acorazados y cruceros nuevos y rápidos con un buen alcance en su artillería, las clases más antiguas eran de construcción ligera y tenían un blindaje defensivo inadecuado. Numéricamente, la flota italiana era formidable, pero había una gran cantidad de buques viejos, y el servicio sufría en general de la falta de tiempo en el mar para el entrenamiento de la tripulación y de una carencia crónica de oficialidad y especialistas.
El 10 de junio de 1940, la flota italiana se dividió en dos escuadrones con mandos independientes:
Primera Escuadra: bajo el mando del almirante Índigo, cuya nave capitana era el acorazado Littorio:
- 1) Quinta División: almirante Pellegrino Matteucci
- 2) Primera División: almirante Ferdinando Casari
- 3) Segunda División : almirante Antonio Legnani
- 4) Octava División : almirante Carlo Bergamini
Segunda Escuadra: bajo el mando del almirante Riccardo Paladini, situado en el crucero pesado Pola:
- 1) Tercera División : almirante Carlo Cattaneo
- 2) Cuarta División: almirante Alberto Marengo de Moribondo
- 3) Séptima División: almirante Luigi Sansonetti
Durante el período comprendido entre 1925 y 1940, Regia Marina dedicó grandes recursos al fortalecimiento de su fuerza submarina, lo que resultó en el despliegue de 50 unidades grandes, 89 medianas, 2 de carga y 50 pequeñas. Al comienzo de las hostilidades (10 de junio de 1940), Italia tenía un total de 117 unidades. A partir de la experiencia acumulada durante la Gran Guerra, se incrementó el desplazamiento de todas las unidades, con la clase Tritone (13 unidades) alcanzando 905 toneladas. Los primeros submarinos grandes fueron las 4 unidades de la clase Balilla. Estas unidades de doble casco y 1405 toneladas se desplegaron por primera vez en 1928. Los modelos posteriores se redujeron a aproximadamente 1,100 toneladas, con la única excepción de la clase “Ammiragli” oceánica (4 unidades) y los 2 transportes de la clase “R “.
La mayoría de las unidades medianas y grandes estaban armadas con un solo arma, colocada frente a la torre. Algunos tenían un arma secundaria en la torreta misma o detrás de ella. Los tubos lanza-torpedos se instalaron tanto hacia adelante como hacia atrás. Por lo general, las unidades de tamaño mediano tenían dos tubos en popa y cuatro hacia adelante, en la proa. Algunos tenían una configuración de cuatro y cuatro, con la única excepción de la clase “Bragadin”, que reemplazó los tubos de torpedo de popa por dispositivos de colocación de minas. Las unidades grandes generalmente configuraban sus tubos con cuatro y cuatro, con la excepción de la clase Balilla, que tenía solo dos tubos de popa. La clase Foca, que estaba dedicada a la colocación de minas, estaba equipada con solo dos tubos instalados debajo de los dispositivos de colocación de minas en la popa. La clase “Ammiragli” de alta mar estaba equipada con seis tubos delanteros y cuatro en popa. Estos eran torpedos de 450 mm (apodados silurotti, torpedos pequeños) en lugar de los estándar de 533 mm. La clase “R”, que se usaba exclusivamente para el transporte y no tenía torpedos. El sistema de propulsión estándar consistía en motores diesel para la navegación de superficie y motores eléctricos para el sumergido. Aunque en 1922 la Regia Marina había iniciado la investigación sobre la navegación sumergida con motores diesel, un dispositivo inventado a tal efecto por el comandante Pericle Ferretti nunca se implementó por completo. Incluso mientras colaboraba con la Armada alemana, Italia nunca implementó el schnorchel, lo que obstaculiza enormemente el rendimiento de todos sus submarinos.
Al entrar en guerra la Regia Marina estaba operando bajo una serie de limitaciones. Aunque se dispuso de activos importantes para desafiar a la Royal Navy por el control del Mediterráneo, se había hecho poco hincapié en la incorporación de avances tecnológicos como el radar y el sonar. Esto significaba que en enfrentamientos nocturnos o con mal tiempo, los barcos italianos no podían detectar el acercamiento de sus adversarios británicos y solo pueden alinear sus baterías si son capaces de localizar visualmente sus objetivos. La falta de materias primas en Italia supondrá grandes dificultades para la construcción de nuevos barcos en el transcurso de la guerra. Por lo tanto, los activos que ya se tenían fueron manejados con mucha precaución por la Supermarina. Mientras que los comandantes aliados en el mar tenían un buen grado de autonomía y discreción para luchar con sus buques cuando las circunstancias lo permitían, los comandantes italianos tenían que consultar con su cuartel general antes de comprometer a sus fuerzas en un enfrentamiento que pudiera resultar en su pérdida, algo que no podían permitirse. Esto condujo a retrasos en la toma de decisiones y evitar acciones agresivas incluso cuando los italianos tenían una clara ventaja.
La Regia Aeronautica, las fuerzas aéreas italianas se mostraban en la propaganda del régimen fascista como un ejemplo tangible de la modernidad fascista. Durante la década de los 30, se había transmitido una imagen de fuerza y poder no sólo para impresionar a los propios italianos, sino y mas importante, para intimidar a sus vecinos y a los posibles rivales internacionales.Una investigación interna realizada en noviembre de 1939 para determinar la preparación general para la guerra de la Regia Aeronautica reveló que del total de 2.802 aviones de combate en servicio, solo había 536 bombarderos (388 Savoia-Marchetti SM.79 y 148 Fiat BR.20 ) y 191 cazas ( 143 Fiat CR.42, 19 Fiat G.50 y 29 Macchi C.200 ) que podrían considerarse modernos. El 40% del total de aviones de Regia Aeronautica estaba en una condición no operacional. Así pues Italia contaba con un reducido número de aviones listos para el combate; frente a las listas de las fuerzas aéreas de otros beligerantes, la Regia Aeronautica no estaba en posición de mantener una guerra prolongada con Gran Bretaña y Francia. El resultado de esta investigación le costará el puesto a su comandante, el general Giuseppe Valle, sucedido por el general Francesco Pricolo. Despúes de décadas de intenso rearme, el desorden estratégico y logístico era total. Pero a pesar del peligroso estado de los aviones y equipos y a la falta de preparación general de la Regia Aeronáutica, el Duce estaba ansioso por expandir su imperio fascista.
Durante la década de 1920 y principios de la década de 1930, los fabricantes italianos de motores de aviones continuaron produciendo motores modulares en línea en los cuales se separaron los cilindros, cada uno con su propia carcasa; esto dio lugar a motores más pesados y más largos, en comparación con los motores de bloque fundido, que se introdujeron en el extranjero a mediados de la década de 1920. Para 1933 se habían alcanzado los límites técnicos del diseño modular en línea. El general Italo Balbo, entonces comandante de la Regia Aeronautica, tomó la decisión radical de exigir que todos los diseños posteriores de aviones militares italianos propulsados por motores radiales.Los fabricantes italianos tenían poca experiencia previa con el diseño y la construcción de estos motores y no estaban dispuestos a invertir en un largo proceso de investigación y diseño. Para acelerar el cambio, los fabricantes italianos compraron licencias antiguas a compañías extranjeras como Bristol, Pratt & Whitney y Gnome-Rhône y modificaron estos diseños en un intento por obtener más potencia. Como los motores originales no habían sido diseñados para hacer frente al aumento de la velocidad y la tensión, los motores alterados eran propensos a sobrecalentarse y fallar. Además, al ser las aleaciones de acero ( a partir de las cuales se moldeaban los motores) producidas en Italia de calidad inferior, estos problemas se vieron notablemente incrementados.
La industria petroquímica italiana tampoco adoptó el proceso de alquilación utilizado en el extranjero para combustible de aviación de mayor octanaje, lo que resultó en una menor producción de energía. Muchos lubricantes producidos en Italia para motores aeronáuticos se basaban en productos a base de minerales y no eran lo suficientemente estables para proteger adecuadamente los motores de movimiento rápido. Por otro lado, la fuerza aérea no tenía suficientes mecánicos capacitados capaces de dar servicio a los motores de sus aviones; la Regia Aeronautica generalmente contará con un número insuficiente de personal técnico y la mayoría adolecía de una capacitación inadecuada.
La Regia Aeronáutica, como el resto de las fuerzas armadas, sufrió el ineficiente estado oligopolístico de la industria armamentística italiana, una situación fomentada deliberadamente por el estado fascista.En 1932, varios grandes bancos italianos se enfrentaron a la bancarrota después de haber comprado muchas de las industrias en dificultades de la nación desde el inicio de la Gran Depresión. En 1933 el gobierno de Mussolini fundó el Instituto para la Reconstrucción Industrial (IRI), una holding estatal que rescató y tomó el control de las industrias en crisis de la nación. Pero el gobierno no supervisó de cerca las operaciones financieras de estas compañías ya que su interés principal era mantenerlas. Mussolini temía enormemente que el desempleo afectara a la popularidad de su gobierno, por lo que la fuerza aérea y otros servicios armados,se vieron obligados a repartir entre la industria contratos para armas y equipo. Esto dio lugar a un gran número de diferentes tipos de aviones y por lo tanto, una amplia variedad de motores, piezas, suministros, etc. Una autentica pesadilla logística.
Así mismo, el control de pecios en los materiales que suministraban a las empresas estatales incrementó los costes y supuso que el precio final por aeronave fuese alto, limitando el número de aviones que la fuerza aérea podía adquirir. Esta situación se vio exacerbada aún más por la decisión de Mussolini en 1936 de impulsar la autosuficiencia italiana en la adquisición y producción de material estratégico, elevando aún más el costo de la producción nacional, una reacción exagerada a las insignificantes sanciones internacionales aplicadas a Italia durante la Segunda Guerra Abisinia. Italia y su imperio no tenían depósitos de petróleo doméstico y solo un mínimo de mineral de hierro, carbón y otros depósitos de metales estratégicos; era imposible para la industria del acero y armamentos ser independiente de los recursos naturales extranjeros. Se desperdiciaron grandes sumas de dinero en el desarrollo de recursos alternativos que pudiesen producirse en Italia. Como durante la década de 1930 el resto del mundo también estaba inmerso en un proceso general de rearme el costo de los materiales estratégicos importados aumentó con la demanda mundial y con esto, el precio de sus productos. Sin embargo el control gubernamental sobre los precios de los armamentos era prácticamente inexistente.
En este contexto, con total inmunidad a la bancarrota, sus contratos garantizados, poco miedo a la competencia y con un escaso control organizativo por parte del estado, los fabricantes de armamentos sintieron poca necesidad de invertir en investigación y diseño. La falta de inversión en técnicas modernas de producción en masa, así como la falta de inversión en la capacitación de la fuerza laboral, resultó en tiempos de producción frustrantemente lentos. Fiat fue quizás el ejemplo palmatorio de este desastre;si bien no está bajo el control del IRI, a lo largo de su gobierno, Mussolini había favorecido a la mayor empresa industrial de Italia, protegiéndola contra la competencia extranjera y el resultado sería la fabricación de material obsoleto y de mala calidad.
Por otro lado, la intervención de Mussolini en apoyo del bando nacional en la Guerra Civil española desde el verano de 1936 hasta la primavera de 1939 supuso una merma importante en la cantidad de unidades disponibles en la Regia Aeronautica. El gobierno italiano vendió al Ejercito del Áire del General Franco más de 200 aviones desplazo otros 764 aviones adicionales para servir durante el conflicto en España (de los cuales los supervivientes al final del conflicto serán cedidos a la fuerza aérea de Franco alegando que el costo de traer los aviones de regreso a Italia era demasiado alto). Muchos de estos aviones fueron sacados de las existencias de Regia Aeronautica. Algunos de los tipos de aviones mas modernos que la Regia Aeronautica podría haber usado a fines de 1940 se habían vendido o enviado a España, incluyendo 11 Fiat G.50, 13 Fiat BR.20, 23 Breda Ba.65 y 84 Savoia- Marchetti SM.81. De particular importancia fue la transferencia a España de 153 bombarderos Savoy-Marchetti SM.79, que representaron aproximadamente el 30% de toda la producción de SM.79 hasta septiembre de 1939. Aunque es cierto que aviones como el Fiat CR.32 habían quedado en gran medida obsoletos para 1940, el desvío de tantos aviones para ayudar a Franco mantuvo estos modelos en producción mucho más tiempo de lo que deberían haber sido con el fin de cumplir con otros contratos firmados y de reponer las agotadas listas de la Regia Aeronautica. Entre 1937 y 1939, el Consorcio Italiano de Exportaciones Aeronáuticas organizado por el gobierno había exportado 925 aviones al exterior.
El 1 de octubre de 1939 se habían movilizado 1.300.000 italianos en un proceso que solamente puede calificarse, en el mejor de los casos, de desastroso: se repartían entre 100 hombres los víveres para 10, dado que no había uniformes para todos, muchos soldados iban vestidos de paisano y como no disponían de espacio suficiente en los cuarteles, muchos soldados eran alojados en otros edificios públicos y muchos de ellos simplemente eran enviados de vuelta a sus casas. Tan solo 10 de las 72 divisiones del ejercito estaban completamente equipadas, había gran escasez de oficiales subalternos, de artillería moderna ya que todas las piezas eran de la Primera Guerra Mundial y la entrega de nuevos cañones no estaba prevista hasta mediados de 1940, de vehículos y de carros de combate. El ejército solamente disponía de combustible para 4 meses y medio, la armada para cinco meses a lo sumo (tampoco tenía capacidad para almacenar más…) y la fuerza aérea, para dos meses. Además, no contaban con artillería para organizar la defensa antiaérea de las ciudades y no se había hecho hasta la fecha absolutamente nada al respecto.
A principios de diciembre de 1939, el general Carlo Favagrossa, jefe del Comisionado General para la Producción de Guerra (COGEFAC), elaboro un informe en el que establecía los tiempos y recursos necesarios para poner en combate a las fuerzas armadas italianas. Sus previsiones dependían de hubiese materias primas suficientes para que las fabricas pudiesen trabajar en dos turnos de 10 horas diarias. Y con todo y con esto, los datos eran poco alentadores: la Regia Aeronáutica podría estar lista para operar a finales de 1940, pero hasta mediados de 1941 no estaría en condiciones de poder disponer de los recursos para poder mantener todos sus aparatos operativos durante un año. La Regia Marina estaría en condiciones de poder comenzar a combatir en la segunda mitad de 1941, pero a su programa de construcción no estaría terminado hasta septiembre de 1942.
El Regio Esercito era el que estaba en peores condiciones: el equipamiento de armas cortas y equipos individuales, los morteros y los carros de combate estarían disponibles a lo largo de 1941, las reservas de proyectiles y explosivos estarían al 100% a lo largo de 1942 y las ametralladoras, piezas de artillería y su munición no estarías completos hasta finales de 1943. El parque total de artillería no estaría completo hasta finales de 1944. De acuerdo al informe de Favagrossa, Italia no estaba preparada para combatir y no iba a estarlo hasta 1945; y no estaría plenamente equipada para mantener una guerra durante un año de duración hasta 1949. Si las fabricas no podían trabajar a dos turnos, estos plazos se extenderían al menos 10 años más. Para poner en marcha los trabajos, Favagrossa solicitó 4.000 millones de liras destinados a la compra de materias primas; se le concedieron 2.096, que en mayo de 1940 se redujeron a 700 millones de liras.
“INVASIÓN” DE FRANCIA: JUNIO DE 1940
Todos los planes del ejército italiano desde el siglo XIX hasta la década de 1940 habían previsto una actitud defensiva en la zona de los Alpes frente a una hipotética guerra contra Francia, buscando posibles salidas ofensivas en el Rin en apoyo de los alemanes o en el Mar Mediterráneo. Pero en junio de 1940 con las brillantes victorias alemanas en el norte, un ataque italiano a lo largo del Rin pasó a ser algo inútil. Dos ejércitos se concentraron a lo largo de la frontera con Francia, el 1° Ejército comandado por el general Pietro Pintor se desplegó desde la costa hacia el Monte Granero y el 4° ejército del general Alfredo Guzzoni hasta el monte Dolent; juntos constituían el Grupo de Ejércitos del Oeste bajo el mando del príncipe heredero Humberto (que sería el último rey de Italia, reinando 33 días). El Alto Mando de las operaciones se confió al general Rodolfo Graziani, un oficial experto en guerras coloniales contra enemigos inferiores en hombres y medios, que nunca había disfrutado de un mando en un frente europeo y no tenía ninguna familiaridad con la frontera occidental. Contaba con un total de 22 divisiones con unos 300.000 hombres y 3.000 cañones, con grandes concentraciones de fuerzas de reserva en el Valle del Po sin disposiciones estratégicas específicas.
El 14 de mayo, ante la insistencia de Francia, Franklin Delano Roosevelt dirigió un mensaje conciliador a Mussolini para disuadir al dictador italiano de entrar en la guerra, y dos días después, Winston Churchill siguió el ejemplo del presidente estadounidense, pero con un mensaje mucho menos conciliatorio y más intransigente, en el que advirtió que Inglaterra no desistirá de la lucha, sea cual sea el resultado de la batalla en el continente. El 26 recibió una carta de Hitler y al mismo tiempo un informe enviado a Roma por el embajador en Berlín, Dino Alfieri de su entrevista con Hermann Göring. Ambos produjeron una fuerte impresión en el dictador, tanto que Ciano anotó en su diario “Se propone escribir una carta a Hitler anunciando su intervención para la segunda decena de junio”. El 28 de mayo, Mussolini informó al general Pietro Badoglio de su decisión de intervenir contra Francia y a la mañana siguiente, los mandos principales de las fuerzas armadas, Badoglio y los tres jefes de personal Rodolfo Graziani, Domenico Cavagnari y Francesco Pricolo se reunieron en Palazzo Venezia. Mussolini comunicó su decisión a Alfieri y el 30 de mayo anunció a Hitler oficialmente su decisión de entrar en la guerra el 5 de junio. El Führer le solicitará posponer la intervención unos días y posteriormente en otro mensaje del 2 de junio, von Mackensen le dijo a Mussolini que se había retirado la solicitud para posponer la acción y que, de hecho, se habría apreciado un avance.
Cuando las dos grandes potencias coloniales, Gran Bretaña y Francia, sufrieron la grave derrota de comienzos de junio de 1940, Mussolini no quiso desaprovechar la oportunidad. El 10 de junio a las 4:30 Ciano convocó a los embajadores francés y británico, André François-Poncet y Percy Loraine en el Palazzo Chigi, donde comunicó la declaración de guerra. A las 6:00 pm desde el balcón del Palazzo Venezia, Mussolini anunciaba la declaración de guerra al pueblo italiano:
Italia entraba así en la Segunda Guerra Mundial sin ser atacada y sin saber dónde atacar, reforzando sus tropas en la frontera francesa porque no tenía otros objetivos. Pero el Duce estaba firmemente decidido a no perder la oportunidad de conseguir un beneficio territorial antes de que se llegara a firmar la paz, para obtener más colonias y para que Italia apareciera como una gran potencia. El error de cálculo más grave que cometió Mussolini fue creer, en el verano de 1940, que la guerra estaba a punto de concluir cuando en realidad apenas había comenzado. Un error que a la larga, será fatídico para él y para su régimen. Lógicamente, Alemania no se opuso a que Italia entrara en guerra, por tarde que fuera ya que equivocadamente, Hitler había depositado muchas esperanzas en el potencial bélico de su aliado. Pero en su desempeño habitual, el ejército italiano se caracterizó, en el mejor de los casos, por su incompetencia absoluta.
Al día siguiente de la declaración de guerra los británicos lanzarán una incursión de su fuerza aérea sobre Turín (las bajas por el bombardeo en Turín fueron de 14 civiles muertos y una treintena de heridos). En represalia, la Real Aviación italiana, Regia Aeronautica responderá con una serie de ataques sobre Toulon, Hyeres, Saint-Raphael, Calvi, Bastia y Bizerta; las escuadrillas italianas fueron recibidas con fuego de ametralladoras antiaéreas y el bombardeo resultó impreciso.A la vista de los resultados, Mussolini telefoneó a Hitler solicitándole 50 baterías antiaéreas con sirvientes y municiones para reforzar el Piemonte y la Liguria a cambio de una división blindada italiana. El día 14 de junio, Génova fue bombardeada por una fuerza aeronaval francesa compuesta por 4 cruceros pesados( Foch, Algerie, Dupleix y Colbert) acompañados una escolta de cruceros ligeros. Los italianos sólo lograron hacer blanco en el crucero ligero Albatross, por el fuego de una batería costera de 152 mm, causando daños menores por lo que el buque logró regresar a Toulon. El día que se producía el bombardeo sobre Génova los alemanes entraban triunfalmente en París, para mayor humillación humillación de Mussolini. No empezaba bien la guerra para Italia y sus aspiraciones imperiales cuando al día siguiente, Hitler informó a Mussolini que la ayuda Italiana en el frente francés ya no era necesaria, pero que si Italia quería actuar por su cuenta, eso era decisión del gobierno italiano.
Ese mismo día 15 de junio, Mussolini ordenó al General Badoglio que iniciara inmediatamente el ataque terrestre, a lo que Badoglio respondió informando que serían necesarios no menos de 25 días de preparación. El gobierno francés solicitará el armisticio a Alemania el día 17 de junio de 1940. Al día siguiente, 18 de junio Mussolini se entrevistó con Hitler en Múnich y el Führer le comunicó los términos del armisticio de Francia; el Duce estaba asombrado de que los franceses no hubiesen solicitado el armisticio a Italia por lo que Hitler intercederá por sus aliados para que los franceses solicitaran el armisticio a Italia, como condición para iniciar las conversaciones. El día 21 de junio Mussolini ordenó a sus fuerzas acantonadas en la Liguria y Piemonte que iniciaran la ofensiva contra la Costa Azul francesa sin mas demora; el tiempo se le acababa. Obviando la escasa planificación previa (plan PR) que establecía una actitud defensiva de sus fuerzas, el objetivo de la ofensiva sería ahora la ocupación de una gran franja de territorio cerca a Niza.
El frente alpino francés estaba en este momento completamente deteriorado debido al envío de numerosas fuerzas al norte para reforzar la defensa contra la ofensiva alemana. Cuando se inició la guerra, la Armée des Alpes del general René Olry podía contar con unos 500.000 hombres; en febrero de 1940 este número había disminuído hasta los 300.000 mil y el 10 de mayo se enviaron las últimas reservas al norte, reduciendose el número de efectivos a 176.000 mil hombres. Para el 10 de junio los franceses situaban en primera línea solo unos 85.000 hombres. Otros 30.000 mil habían sido reclutados gracias a la leva en masa ordenada por el comandante Olry y desplegados cerca de Lyon, pero en la práctica no eran unidades operativas debido a la falta total de entrenamiento y de armamento. Así pues, en vísperas del ataque, las tropas del General Olry estaban desplegado como sigue:
-. 14° Cuerpo de Ejército,general Etienne Beynet: desplegado frente al 4° Ejército italiano, contaba con la 66ª y 64ª divisiones de Infantería (generales Boucher y de Saint-Vincent) junto con los sectores fortificados de Saboya y de los Dauphine (Coronel de la Baume y General Cyvoct).
-.15° Ejército del General Alfred Montagne; situado a la derecha del 14° Cuerpo de Ejército, desplegado frente al 1° Ejército italiano el con la 65 División de General de Saint-Julien y las tropas del sector fortificado de los Alpes Marítimos (General Magnien).
Los servicios secretos italianos estimaron con precisión el tamaño de las fuerzas francesas desplegadas en los Alpes pero lo que los mandos italianos no tuvieron en cuenta fue la moral de las tropas enemigas y los franceses estaban lejos de resignarse a la derrota. El aislamiento en las fortificaciones de las montañas hizo que este frente estuviese aislado de lo que estaba ocurriendo fuera y esto junto con el desdén francés por el ataque italiano, jugara un papel fundamental en la moral combativa francesa. Los franceses podían confiar en un sistema de fortificaciones muy sólido a lo largo de toda la frontera de 120 kilómetros de profundidad y articulado en tres líneas defensivas. Podían contar con un terreno montañoso que favorecía a la defensa y con un sistema de defensas fortificadas que corrían por todo el frente y bloqueaba efectivamente los pocos puntos contra los cuales los italianos podían encontrar puntos de acceso.
A pesar de que los franceses ya estaban prácticamente derrotados, fueron un hueso demasiado duro de roer. La ofensiva de los italianos en los Alpes, de la que los alemanes no fueron informados, resultó un desastre. El mando italiano no consideró oportuno revelar el alcance de las defensas francesas a los comandos operativos para no socavar su moral. Un ejército italiano de 32 divisiones sólo logro conseguir ocupar un puñado de villorrios en las montañas; por la costa, apenas consiguieron ocupar la localidad francesa de Menton antes de la rendición. El 23 de junio, las fuerzas francesas siguen conteniendo los ataques italianos, quienes no logran hacer avances importantes. Ese mismo día, hacia las 21:00, llegaron las órdenes de cesar el fuego a partir de las 12:35 hrs del día siguiente.
Los franceses perdieron poco más de doscientos hombres, pero en las filas italianas se produjeron unas seis mil bajas, de las cuales más de dos mil fueron casos graves de congelación. La campaña francesa se caracterizó por la tenacidad de los defensores francés que solo perdieron 40 hombres ,84 heridos y 150 desaparecidos, mientras que los italianos perdieron 631 hombres, además de 2.36, 2.000 casos de congelación y 600 desaparecidos; unas cifras escandalosamente altas para una campaña tan corta. Los soldados italianos combatieron razonablemente bien, aunque toda la campaña fue un desastre de planificación y organización. A pesar de contar con una ventaja de 4 a 1, los italianos sólo lograrán avanzar cuatro kilómetros dentro del territorio francés antes de ser detenidos.
El Führer no quería imponer unas condiciones punitivas a los franceses, por lo que no estaba dispuesto a permitir que Italia se adueñara de la flota de ese país o de alguna de sus colonias, como ansiaba el Duce. Ni siquiera iba a permitir una presencia italiana en la ceremonia de la firma del armisticio. Mussolini quedo humillado. Como compensación a su pobre actuación Italia apenas logró una angosta franja de territorio francés y algunas concesiones en África, aparte de poder utilizar el puerto de Gibuti en la Somalia Francesa. A pesar del mediocre desempeño italiano y para desesperación de sus generales, Hitler demostraba un sorprendente grado de lealtad hacia Mussolini. El Duce por su parte hacía todo lo posible por evitar convertirse en uno de sus subordinados. El líder fascista quería dirigir “una guerra paralela”, independiente de la de la Alemania nazi. Ya en abril de 1939 no había comunicado a Hitler sus planes de invadir Albania, comparando esa empresa con la ocupación alemana de Checoslovaquia. Las autoridades nazis, por su parte, eran reacias a compartir informaciones secretas con los italianos.
LA BATALLA DE INGLATERRA: EL CORPO AEREO ITALIANO (CAI)
Durante la “Batalla de Inglaterra”, la Regia Aeronáutica de Italia contribuyó con una fuerza expedicionaria, el Corpo Aereo Italiano (CAI), que participó en las operaciones desde octubre de 1940 en apoyo de las operaciones realizadas por la Luftwaffe, hasta abril de 1941 momento en el que se retiraron los últimos elementos de la fuerza. Se constituyó el 10 de septiembre de 1940 dentro del 1er Escuadrón Aéreo – SQA1, bajo el mando del general de la fuerza aérea Rino Corso Fougier .
Estaba compuesto por dos escuadrillas de bombarderos (Fiat BR 20M), una de caza (Fiat CR 42 y Fiat G 50) y un escuadrón de reconocimiento (Cant-Z 1007-bis). A estos se agregarán los viejos trimotores Caproni Ca 133 para el transporte. El personal ascendió a 89 oficiales y 69 pilotos de suboficiales, 81 mecánicos y otros 171 empleados con diversas tareas y unos 200 aviones en total. Para mejorar su reconocimiento, los aviones del CAI habían sido pintados con una gran banda amarilla en el fuselaje.
El CAI se integrará en la segunda Luftflotte. Los alemanes establecieron toda la logística para hacer que las unidades funcionaran perfectamente y proporcionarían instalaciones y equipos para que fueran manejados por los italianos. La eficiencia alemana, como de costumbre, fue notable: el personal italiano que llegó a las bases belgas encontró buenas instalaciones con áreas de dispersión bien camufladas. Todos los demás materiales logísticos se enviaron desde Italia en tren o avión de transporte, la transferencia completa se completó el 24 de septiembre. Teniendo en cuenta las más que limitadas características técnicas del avión italiano (los cazas sólo disponían de 10 minutos de autonomía una vez sobre Inglaterra), el alto mando alemán organizó dispuso un área de operaciones especiales, reservado para el avión italiano: un sector al norte del paralelo 53 norte, al oeste del primer meridiano oeste y al sur del río Támesis para las escuadrillas de bombardero; a la caza italiana se le asignaron patrullas desde el amanecer hasta el anochecer, entre 4.000 y 5.000 metros, en la zona de Gravelinas,Dunkerke,Ostende y Nieuport. Muy pronto se hicieron evidentes las deficiencias del equipamiento italiano. Los aviones no tenían ningún tipo de blindaje y las tripulaciones no estaban acostumbradas a las exigentes condiciones meteorológicas imperantes en el Canal, lo que a veces hacía las operaciones extremadamente difíciles. Estas deficiencias se vieron agravadas por la falta de equipo de navegación y de comunicación por radio y la diferencia de idioma con los alemanes.
La primera operación ofensiva se llevó a cabo en la tarde del 24 de octubre. Dieciséis BR.20 despegaron para un ataque nocturno sobre el puerto de Harwich que terminó en un fracaso: un BR.20 se estrelló causando la muerte de toda la tripulación, dos aviones se perdieron y fueron abandonados por las tripulaciones que se lanzaron con el paracaídas y otro realizó un aterrizaje de emergencia en el Aeropuerto francés de Lille. Después de esta primera misión, se decidió operar solo en misiones de bombardeo diurno. En la tarde del 29 de octubre, quince BR.20 despegaron para atacar los puertos de Margate-Ramsgate con la escolta de treinta y nueve CR.42 y treinta y cuatro G.50; este último, sin embargo, regresó debido a su limitado rango de acción. Dos bombarderos se vieron obligados a regresar a Chièvres debido a una avería, un tercero aterrizó en emergencia en Ostende y los doce restantes llegaron a los objetivos donde fueron recibidos por un intenso fuego antiaéreo que dañó varios aviones.
Las incursiones de bombarderos nocturnos en Felixstowe, Lowestoft, Ipswich y Harwich se desarrollaron de forma poco entusiasta hasta el 7 de febrero de 1941.En los diez días en que los bombarderos italianos estuvieron operando ( 315 horas de vuelo) lanzaron un toral de 54,320 kg de bombas, causando la muerte de 15 personas. Toda la actividad operativa en los tres meses que la CAI tenía su sede en Bélgica ascendió a 144 salidas de bombardeos, 1640 salidas de caza y cinco misiones de reconocimiento. Las pérdidas ascendieron a 11 bombarderos y 25 combatientes, de los cuales 26 se debieron a accidentes o fallos mecánicos. Las incursiones de patrulla y caza defensiva continuarán hasta enero de 1941, aunque dos escuadrones de aviones G.50bis permanecieron en Bélgica hasta abril de 1941 en patrullas costeras locales. Inicialmente, se consideró reequipar a los italianos con Bf 109Fs, pero después de un período de entrenamiento inicial, se decidió enviar a los restantes a Italia también.
A pesar de las numerosas peticiones presentadas, el CAI no derribó ningún avión británico, pero perdió dos docenas en una campaña absolutamente inefectiva que causó prácticamente ningún daño con unas tripulaciones sin experiencia y con un entrenamiento limitado en el mejor de los casos, utilizando aviones y tácticas obsoletas. Aunque los vuelos continuaron, el 3 de enero de 1941 el ciclo de operaciones CAI ya se había declarado oficialmente concluido sin pena ni gloria y a partir del 10 de enero siguiente, los hombres y vehículos regresaron gradualmente a su país de origen. En realidad los combatientes de la fuerza aérea italiana a menudo tenían poco que hacer al estaban superados en armas y tecnología por el enemigo y al no contar con ayudas de navegación electrónicas.
No obstante Mussolini verá realizadas las aspiraciones con las que entro en guerra en 1940 cuando en noviembre de 1942, el Ejército Real italiano ocupará el sureste de la Francia de Vichy y Córcega como parte de la Operación Anton o Fall Anton (la ocupación alemana de todo el territorio de la Francia de Vichy como reacción a los desembarcos estadounidenses en África del Norte del 7 de noviembre de 1942). El ejército francés en la metrópoli, el “Ejército del Armisticio”, será disuelto el 27 de noviembre mientras las instalaciones militares existentes en suelo francés fueron ocupadas por la Wehrmacht. Se establecerá Desde diciembre de 1942, se estableció el gobierno militar italiano de los departamentos franceses al este del río Rhône, y continuó hasta septiembre de 1943, cuando Italia abandonó la guerra.
ITALIA EN LA BATALLA DEL ATLÁNTICO
Durante una conferencia militar celebrada el 20 de junio de 1939 en Friedrichshafen, entre el comandante de la Kriegsmarine, el almirante Erich Raeder y el jefe de personal de la Regia Marina, el almirante Domenico Cavagnari, se analizó la participación italiana en un futuro conflicto armado junto a la marina alemana. Apenas un mes después de entrar en la guerra en junio de 1940, los italianos ofrecieron una parte de su vasta flota submarina (115 submarinos operacionales en el momento de iniciarse el conflicto), una de las más grandes del mundo, para el servicio en la batalla en curso en el Atlántico; los alemanes no tenían en este momento suficientes submarinos para interrumpir efectivamente el tráfico comercial británico y el ofrecimiento italianos proporcionaba una ventaja numérica por lo que el Alto Mando alemán aceptó rápidamente la oferta. El 25 de julio de 1940, el Führer (informado por Doenitz) aceptó la oferta de los italianos y se estableció una base operativa en Burdeos,comúnmente conocida como Betasom ( acrónimo de Bordeaux Submarine obtenido de la unión de la primera letra de la palabra «Bordeaux» – expresada con el nombre de la letra del alfabeto griego equivalente desde el punto de vista fonético «beta» y la primera sílaba de la palabra «Submarino»). El 1 de septiembre de 1940 se estableció el mando del grupo de submarinos del Atlántico en Burdeos, que luego fue reemplazado por: “Comando superior de las fuerzas submarinas italianas en el Atlántico” .
En agosto de 1940, el almirante Parona, junto con el almirante alemán Eberhard Weichold (el oficial de enlace de Kriegsmarine en Italia), visitó varios puertos de la costa atlántica y eligió Burdeos como base para los submarinos italianos. Algunos almirantes italianos consideraron excesivamente “pro-alemán” a Parona. La base se inauguró oficialmente el 30 de agosto de 1940 con Parona como comandante de los submarinos italianos en el Atlántico, asistido por un Jefe de Estado Mayor C.F. Aldo Cocchia, (Capo di Stato Maggiore), un comandante de base C.F. Teodorico Capone (Comandante della Base), un oficial de comunicaciones C.C. Bruno de Moratti (Capo Servizio Communicazioni) y un oficial de operaciones C.C. Ugo Giudice,además de otros oficiales y asistentes menores. La base recibió treinta barcos de la Regia Marina desde el otoño de 1940 hasta el 8 de septiembre de 1943, fecha de la entrada en vigor del armisticio de Cassibile.
La base submarina italiana ocupaba una cuenca de nivel constante conectada al río Garonna por dos puertas de esclusa. Consistía en dos muelles de amarre intercomunicados a través de una esclusa; contaba ademas con dos diques secos, uno lo suficientemente grande para los barcos de alta mar, y el segundo capaz de dar servicio a dos submarinos más pequeños a la vez, para la revisión y las operaciones de mantenimiento y reparaciones necesarias. A la derecha de la estación de bombeo de la puerta de la esclusa se encontraban la cafetería y los cuarteles de las tropas pertenecientes al batallón de San Marco. Inmediatamente después, también en el lado derecho de la cuenca, los dos muelles secos y detrás de ellos los talleres de reparación y los depósitos. Toda la base tenía forma de una gran T.
El personal fue alojado en cuarteles obtenidos de la conversión de algunos almacenes y los alemanes asignaron a los italianos dos barcos de pasajeros, el transatlántico francés Almirante de Grasse, de 18.435 toneladas (amarrado a solo unos cientos de metros de la cuenca cerca de la estación transatlántica de pasajeros) y, en octubre, el vapor alemán Usaramo de 7,775 toneladas, como complemento para el alojamiento del personal italiano. El almirante de Grasse además albergaba la estación de radio y la enfermería. El edificio de hormigón armado de la estación marítima de pasajeros se transformó en alojamiento con capacidad para albergar a unos 750 marineros, mientras que otros edificios fueron utilizados para oficinas y almacenes. Cada muelle estaba equipado con la infraestructura necesaria para proporcionar a los buques agua dulce, aire comprimido y electricidad.La energía a la base fue proporcionada por generadores traídos a propósito desde Italia y por la red local. Los talleres de reparación locales no tenían el equipo y la maquinaria necesarios para el trabajo de precisión a bordo de submarinos, y gran parte se envió desde Italia, junto con 70 técnicos especializados.
Más tarde, la base comenzó a utilizar personal francés, pero siempre limitaba el acceso los submarinos solo al personal italiano. A pesar del temor al sabotaje, la relación con la fuerza laboral local fue en general muy positiva; a pesar de las miserables condiciones de vida por la ocupación alemana, la base no experimentó ningún acto de violencia o sabotaje. La vigilancia interna de las instalaciones será confiada a una unidad de carabineros, mientras que la base era custodiada por un batallón del regimiento de San Marco. En total, la fuerzas asignadas a los servicios de la base ascendieron a unos 800 hombres, incluida la compañía de ametralladoras del batallón de San Marco (225 hombres). Además, los alemanes habían garantizado el servicio de defensa antiaérea instalado seis baterías Flak de 88 mm y 20 ametralladoras de 45 mm. Los alemanes también proporcionaron servicios de detección antiaérea y patrullas a lo largo del Gironde y el Golfo de Vizcaya.
Como la base de Burdeos estaba bastante lejos del océano, el comando italiano estableció una base más pequeña en La Pallice, cerca de La Rochelle en el Golfo de Vizcaya, a unas 50 millas al norte del estuario del río Gironda. Estaba equipada con un dique seco y algunos alojamientos temporales para hasta tres tripulaciones de submarinos, y se utilizó solo para reparaciones y ajustes más pequeños. También se utilizó como la última parada antes de partir para una misión y como la primera al regresar.
Aunque Italia disponía de una flota submarina de 117 unidades en el momento de la entrada en la guerra, solo cuarenta de estos eran aptos para operaciones oceánicas. La elección de los medios destinados a BETASOM, por lo tanto, involucró solo a estas unidades. Los informes de la conferencia del Führer con Döenitz del 25 de julio de 1940 sugieren que los alemanes esperaban que los italianos enviarán 36 submarinos al teatro del Atlántico para fines de octubre.A finales de noviembre de 1940 quedaron basados en Burdeos 26 de estos anticuados sumergibles italianos. Para llegar al Atlántico, todos los submarinos italianos se vieron obligados a cruzar el Estrecho de Gibraltar, donde todavía hay una gran base naval de la Royal Navy. El paso no fue nada fácil pero el conocimiento de los marinos italianos de las corrientes marinas les permitirá un cruce sin incidentes. Posteriormente, otros cuatro submarinos se integraron a la flotilla (solo dos de los cuales operaron para Betasom, mientras que los otros dos regresaron al Mediterráneo después de algunas reparaciones), procedentes del África oriental italiana. En vista de la inminente caída de Eritrea (que albergaba la importante base naval de Massawa), se decidió evacuar todo lo que quedaba del componente submarino de la marina “colonial”, para no caer en manos inglesas. Estos barcos llegaron a BETASOM circunnavegando por África con la ayuda del petrolero alemán Northmark, que se encargó del suministro de las cuatro unidades en alta mar.
Ambas partes acordaron que el control de todas las operaciones submarinas estaría a cargo del Comando submarino alemán, bajo el mando del Comandante Supremo de los submarinos o BdU (Befehlshaber der Unterseeboote, ) Almirante Karl Döenitz; se establecerán oficiales de enlace entre el Comando de Operaciones alemán y las unidades italianas, con fines de coordinación táctica y operativa y como un medio para asegurar que los italianos tuvieran la oportunidad de beneficiarse de las experiencias alemanas en en el teatro Atlántico. Las operaciones combinadas comenzaron en octubre de 1940, dos meses después de su llegada inicial a Burdeos. Los buques, equipos y tácticas italianos estaban muy anticuados y la coordinación entre los submarinos alemanes e italianos sería al principio imposible. Las tripulaciones de submarinos italianos no tenían entrenamiento ni experiencia en las tácticas alemanas de combate (“manada de lobos”) ni en las tácticas desarrolladas durante el período de entreguerras necesarias para una estrecha coordinación táctica. Por este motivo, antes de iniciar las operaciones las tripulaciones y los comandantes italianos necesitaban entrenar en los estándares y procedimientos operativos alemanes.
Los submarinos italianos continuaban empleado las tácticas operativas de la era de la Primera Guerra Mundial consistentes en atacar sumergido durante el día, emergiendo por la noche frente a las tácticas de los Uboat de atacar por la noche desde la superficie donde el submarino tenía una mayor movilidad. Así pues, tradicionalmente habían entrenado para operaciones independientes, realizando ataques sumergidos a la luz de día. Desde el principio se mostraron incompetentes en las funciones asignadas; proporcionaban localizaciones erróneas del enemigo y eran incapaces de mantener el contacto con el enemigo hasta que el resto de unidades se agrupasen para formar la “manada” para el ataque. En un esfuerzo por entrenar a las tripulaciones de los submarinos italianos, los alemanes embarcaron en sus patrullas de guerra a los oficiales italianos para que realizasen ejercicios de entrenamiento como miembros integrantes de las tripulaciones de submarinos alemanas.
Decir que al concluir el mes de noviembre de 1940 los esfuerzos italianos en el Atlántico no habían producido los resultados deseados por Doenitz es ser bastante diplomático. Los italianos no sirvieron como multiplicador de fuerza alemana submarina durante y ni tan siquiera fueron efectivos en las misiones de observación para proporcionar a los alemanes los datos sobre los buques enemigos.Así, durante las operaciones en el Atlántico, los italianos no lograron que los submarinos alemanes entraran en contacto con el enemigo, ya que los informes que enviaban eran en el mejor de los casos tardíos y casi siempre inexactos.
Parona, decepcionado por los resultados iniciales de sus submarinos, reprendió duramente a varios de sus comandantes de submarinos de quienes esperaba que pudieran obtener un rendimiento comparable al de los U-Boats, sin tener en cuenta su falta de experiencia, sus tácticas inadecuadas y los defectos técnicos de sus barcos.La excesiva severidad de Parona causó fricciones entre él y algunos de sus comandantes, y con la Supermarina en Roma, que le recomendó “atenuar sus críticas” y “estar menos influenciado por los alemanes”. Los italianos achacarán sus pobres resultados a la negativa del alto mando alemán a destinar oficiales de comunicación alemanes a bordo de submarinos italianos.; después de hacer contacto inicial con el enemigo, los submarinos italianos debían informar a Burdeos, que a su vez informaría a París, lo que provocaba demoras de una hora o más. Sin embargo y a pesar de las justificaciones italianas, en muchos casos los submarinos alemanes entraron en combate durante supuestas operaciones conjuntas en las que los italianos ni siquiera se unieron a estos ataques. Para cuantificar ese fracaso, entre octubre y noviembre de 1940, los italianos operaron 243 días en el mar, con tan solo un barco aliado hundido, con un total de 4886 toneladas. En contraste, durante ese mismo período de tiempo, los alemanes totalizaron casi 380 días en el mar, lo que representa 80 barcos aliados con un total de casi 435.000 toneladas hundidas.
Unas pocas semanas de entrenamiento simplemente no fueron suficientes para entrenar a las fuerzas italianas en la coordinación eficaz de operaciones con sus camaradas alemanes. Además, los submarinos italianos no estaban diseñados para operaciones en el Atlántico; tenían torres de control mucho mas grandes, a diferencia de los submarinos alemanes, y esto los hacía más visibles y disminuía su velocidad (un factor importante para interceptar buques de superficie). Además de sus torres de control inadecuadas, los submarinos italianos no disponían de un sistema de inducción de aire para sus motores diesel integrados en sus torres de control, y por lo tanto tenían que mantener abiertas las escotillas de sus puentes para facilitar el flujo de aire para sus motores mientras estaban en la superficie. Las escotillas abiertas del puente, en los abruptos mares del Atlántico Norte, facilitaban la intrusión de agua de mar y elevaban las tasas de avería de los componentes eléctricos en las salas de control de estos submarinos.
Debido a estas fallos iniciales, en diciembre de 1940, Doenitz asignó los submarinos italianos a operaciones independientes, generalmente al sur y al oeste de las manadas de lobos alemanas. Desde su perspectiva, tras tan solo dos meses de operaciones coordinadas submarinas italiano-alemanas, estas habían fracasado.A fines de 1940, Parona ordenó varias medidas que apuntaban a mejorar el rendimiento de sus submarinos: siguiendo el ejemplo de Kriegsmarine, los comandantes de submarinos italianos más antiguos (algunos tenían mas de 40 años) fueron reemplazados por oficiales más jóvenes, que poseían más agresividad y resistencia; se creó una “escuela submarina” en Gotenhafen, donde los comandantes, oficiales y tripulaciones de los submarinos destinados en Betasom fueron entrenados según el modelo alemán (el submarino Reginaldo Giuliani fue asignado a esta tarea, en cooperación con las unidades navales alemanas). Estas medidas mejoraron significativamente el rendimiento de los submarinos italianos.
En febrero de 1941, una vez que estas deficiencia se habían corregido en Burdeos,Doenitz intentó, a regañadientes, realizar operaciones coordinadas una vez más que se mantuvieron sin éxito hasta mayo de 1941, cuando Doenitz abandonó la idea. Durante este segundo período de operaciones coordinadas, las propias fuentes italianas indican que los alemanes hundieron unas 154,743 toneladas, en comparación con las 12,292 toneladas hundidas por los italianos. El propio almirante Doenitz diría: “Los submarinos italianos mostraron gran gallardía en las operaciones submarinas durante la Primera Guerra Mundial en los ataques a los acorazados británicos. Las batallas de convoyes exigen no solo la galantería y el espíritu ofensivo, sino también la dureza y la resistencia necesarias para llevar a cabo la exigente tarea de permanecer durante horas y días seguidos en una proximidad cercana y peligrosa al enemigo, obligados a abstenerse de participar hasta que el resto de los barcos se han concentrado lanzar los ataques. Los italianos no pudieron hacer esto, y por lo tanto no fueron de gran ayuda para nosotros“.
En consecuencia, a partir de mayo de 1941, los submarinos italianos fueron asignados a operaciones independientes en el Atlántico medio y sur donde tuvieron algunos éxitos moderados.Durante las operaciones coordinadas, los italianos hundieron apenas 2.300 toneladas de envíos aliados por patrulla de guerra, en marcado contraste con las 13.500 toneladas hundidas por patrulla de guerra alemana durante el mismo período. Durante las operaciones independientes en el Atlántico medio y sur, los italianos disfrutaron de mayores tasas de éxito, hundiendo casi 7.000 toneladas de envíos aliados por patrulla de guerra realizada. Esta leve mejora en el rendimiento sugiere que los italianos eran mejores actuando en operaciones independientes. El Da Vinci, comandado por el C.C. Gianfranco Gazzana Priaroggia, será el mejor submarino italiano que más barcos logrará Hundir, 17 con un total de 120.243 toneladas.
En julio-agosto de 1941, debido al desempeño negativo de la guerra en el Mediterráneo, se ordenó el regreso de una docena de unidades (Perla, Guglielmotti, Brin, Argo, Velella,Dandolo, Emo, Otaria, Mocenigo, Veniero y Glauco) a Italia. Durante el paso a través de Gibraltar se perderá el submarino Glaucus. En septiembre de 1941 Parona será reemplazado por el capitán Romolo Polacchini como comandante de Betasom. Con la mitad de los submarinos de Betasom enviados de regreso a Italia, el rango de Parona fuera excesivo para el tamaño de su comando.
La base fue bombardeada por los británicos en varias ocasiones, especialmente en 1940 y 1941, pero no sufrió daños significativos. El almirante Perona, responsable de los más de 1,600 miembros del personal de la base, decidió distribuir parte del personal. Esta decisión fue reforzada por un nuevo bombardeo británico que tuvo lugar los días 8 y 9 de diciembre. Esta vez, más de 40 aviones lanzaron una gran cantidad de bombas y minas. El daño a la base italiana fue limitado, pero la metralla dañó a el De Grass mientras que el Usaramo se hundió. Varios servicios esenciales se dispersaron en un rango de aproximadamente 9 millas de la base. El buque Jaqueline, utilizado como depósito de municiones, fue amarrado más lejos de la base, mientras que parte de la munición de torpedos fue transferida a Pierroton. El De Grasse fue desocupado y se alejó de la base. El Cuartel General se trasladó a Villa Moulin d’Ormon, mientras que los cuarteles de los oficiales se reorganizaron en los castillos de Robat y Tauzien. El resto del personal se alojó en un campamento de verano en Gradignan.
En el momento del armisticio (8 de septiembre de 1943) la base naval de Betasom, comandada entonces por el capitán de la navío Enzo Grossi (el 29 de diciembre de 1942, Grossi había reemplazado a Polacchini como comandante de los submarinos italianos en el Océano Atlántico) se unió a la República Social Italiana.En ese momento contaba con tres submarinos oceánicos,el Cagni, Finzi y Bagnolini. El Cagni, que estaba en una misión, aceptó el armisticio y se dirigió al puerto aliado de Durban. Las tripulaciones de los otros dos sumergibles optaron por unirse a la RSI y los dos submarinos operaron durante un breve periodo de tiempo bajo las banderas de la República Social Italiana; la base asumió el nuevo nombre de “Base Atlántica de la Italia Republicana”. El 14 de octubre de 1943, los dos submarinos supervivientes (Bagnolini y Finzi) se incorporaron a la Kriegsmarine. Los cincuenta especialistas que permanecían en la base regresaron a Italia y fueron incorporados a la Xª Flotilla MAS.
Con buques, equipos y tácticas anticuados, los submarinistas de la Regia Marina no lograrían, en proporción al número de buques utilizados, las cifras de hundimientos conseguidas por sus camaradas alemanes, pero en resumen hundirían en el Atlántico 105 barcos aliados, con 109 buques hundidos y 593.864 toneladas de registro bruto, al precio de 16 submarinos perdidos.
GUERRA EN EL MEDITERRÁNEO, NORTE DE ÁFRICA Y ÁFRICA ORIENTAL
En un primer momento, Hitler no tenía ambiciones en el Mediterráneo, pues consideraba esta región en la esfera de influencia de Italia. A la Royal Navy, la entrada en guerra de Italia le supuso una nueva catástrofe; las costas de Marruecos,Argelia y Tunez habían quedado neutralizadas con el armisticio franco-alemán y ahora las de Libia pasaban a ser hostiles. Además la comunicación marítima Gibraltar-Malta-Alejandría, que sostenía al ejército del Nilo quedó cortada por la aparición en el mismo centro del Mediterráneo de la flota italiana. Aunque la aparente gravedad de la situación indujo al almirantazgo a abandonar el Mediterráneo oriental, concentrarse en Gibraltar y abastecer al ejército en Egipto por la ruta del cabo de Buena Esperanza, Churchill, preveía la escasa capacidad combativa de la flota italiana.
La Marina italiana por su parte, a pesar de haber manifestado anteriormente su disposición a entrar inmediatamente en acción, no se había hecho a la mar, excepto para escoltar los convoyes que iban a Libia. Como no quería enfrentarse con la flota británica del Mediterráneo, dejaba que fueran las fuerzas aéreas las que se encargaran de bombardear Malta. Para defender sus posesiones africanas, Italia parecía tener, sobre el papel, los recursos necesarios con 15 divisiones en Libia y más de 250.000 hombres en el África del este italiana. Este gran ejército estaba apoyado por poderosas fuerzas blindadas y aéreas y parecía representar una seria amenaza a la posición británica en el Medio Oriente, donde los campos petrolíferos persas y el canal de Suez tenían una importancia estratégica vital.
El Alto Mando italiano había establecido que su esfuerzo principal se centraría en el mediterráneo y en el norte de África, desarrollando una guerra paralela a su aliado alemán, es decir, mientras los alemanes construían su imperio en el norte y este de Europa, los italianos conquistarían el suyo en el sur de Europa y África. Mussolini consideraba este teatro de operaciones como su responsabilidad dentro del eje y el mediterráneo como su Mare Nostrum. El ejército italiano llevaba ya 40 años combatiendo en África cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial, estableciendo un imperio que abarcaba Eritrea, Libia, La Somalia Italiana y Etiopía (Abisinia), anexionada en 1936 y la guerra con Francia e Inglaterra parecía la ocasión propicia para la expansión de este imperio. En realidad, el ejército italiano pronto estaría a la defensiva en todas sus posesiones africanas, y para fines de 1941, gran parte de este imperio ya estaría perdido para siempre. Aunque la era imperial, de hecho, terminaría en los próximos 20 años para todas las potencias coloniales, Italia, la última potencia europea en conseguir un imperio de ultramar, sería la primera en perderlo.
Así pues el plan era que sus fuerzas se enfrentaran al imperio británico en el Medio Oriente, primero capturando Egipto y el canal de Suez (comprometiendo seriamente las comunicaciones de los británicos con su imperio asiático y sus aliados) para luego barrer hacia el este para conquistar los campos petrolíferos del Oriente Medio. Pero nuevamente la realidad se imponía a lo que se planificaba en los elegantes despachos de Roma. Una vez declarada la guerra en Junio de 1940, el gobernador general de Libia, mariscal Italo Balbo, permanecía completamente inmóvil, insistiendo en que solo ordenaría el avance contra los británicos en Egipto cuando los alemanes invadieran Inglaterra. Por si acaso….. Contaba con 236.000 hombres, 1811 piezas de artillería y 339 tanques, además de una fuerza aérea compuesta por 150 aparatos de diversos tipos.
Estas fuerzas estaban agrupadas en dos ejércitos (el 5° y el 10° ejércitos), que como era habitual en las fuerzas armadas italianas, carecían del equipamiento adecuado y tenían serios problemas en infraestructuras y en su logística; tenían grandes problemas con sus transportes y su movilidad causados por la severa escasez de vehículos motorizados. Eran tropas esencialmente de infantería, con escaso armamento modernos de apoyo: disponían de pocas piezas de artillería anti-tanque y anti-aéreas, el grueso de su artillería de campaña estaba obsoleto y sus tanques estaban escasamente blindados y aun peor armados. Para empeorar la situación, no se habían dispuesto reservas apropiadas de combustible, municiones y raciones. Para completar el cuadro, los oficiales superiores no tenían costumbre de liderar sobre el terreno, desde el frente, las dotación de radios era insuficiente y el control de las unidades durante el combate dependía demasiado de un anticuado sistema de oficiales de enlace que transmitían las órdenes en persona. Y a pesar de llevar varias décadas en Libia, los mandos italianos tenían ¡ muy poca experiencia de operaciones en el desierto¡.
Con la rápida rendición de Francia, el 5º ejército italiano pronto pudo trasladarse hacia el este desde la frontera de la tripolitania, la provincia más occidental de Libia con la colonia francesa de Túnez, para reforzar al 10º ejército situado frente a los británicos en la frontera de la marmárica, Libia oriental, con Egipto. Las fuerzas británicas en Egipto y Oriente Medio estaban compuestas por tan sólo 31.000 hombres. A pesar de esta enorme superioridad, los británicos no tardaron en darse de cuenta de cuál era el verdadero potencial de su adversario. A última hora de la tarde del 11 de junio de 1940, justo después de que Mussolini declarara la guerra, el 11.º Regimiento de Húsares se dirigió hacia el oeste en sus viejos vehículos blindados Rolls-Royce y cruzó la frontera libia poco después del anochecer. Sus objetivos eran Forte Maddalena y Forte Capuzzo, las dos principales posiciones defensivas que tenían los italianos en la frontera. Tras preparar diversas emboscadas, hicieron setenta prisioneros. Los italianos estaban furiosos. Nadie se había molestado en avisarlos de que estaban en guerra. El 13 de junio los dos fuertes fueron capturados y destruidos. En otra emboscada que tendieron el 15 de junio en la carretera que iba de Bardia a Tobruk, el 11.º de Húsares capturó a cien soldados más. El botín obtenido incluía a un rechoncho general italiano, con su automóvil oficial de la casa Lancia, acompañado de una «amiga» en avanzado estado de gestación, que, como cabe suponer, no era su esposa. Para más abundamiento, dicho general llevaba consigo los planos en los que aparecían indicadas todas las defensas de Bardia.
El mariscal Balbo duró poco en Libia ya que el 28 de junio su avión sería derribado sobre Tobruk por fuego antiaéreo…..italiano. Una semana después su sucesor en el cargo, el mariscal Rodolfo Graziani, recibía con espanto la orden de Mussolini de comenzar el avance inmediato hacia Egipto el 15 de julio; Graziani mostró el mismo ímpetu y diligencia que su antecesor en el cargo haciendo todo lo posible y más por aplazar la operación, alegando que no podía lanzar un ataque en pleno verano y que carecía del equipamiento necesario.
En agosto el virrey del África Oriental Italiana, duque de Aosta, había atacado y conseguido una fácil victoria en su avance desde Abisinia por la Somalia británica, escasamente guarnecida. Los italianos, gozando de una considerable superioridad numérica, progresaron inicialmente y se hicieron con el control de una pequeña parte de Sudán, algunas poblaciones keniatas y, sobre todo, conquistando la Somalia británica. La invasión de Somalia comenzó en agosto de 1940, cuando tres columnas italianas, con unos 25.000 hombres, avanzaron frente a un enemigo, muy inferior en número, que se replegaba ordenadamente, dirigido por Wavell.
En pocas semanas, se hicieron con el control de la colonia, a costa de bajas excesivamente elevadas. Ahora, con una línea de unos 8.700 km que defender ante los ingleses, las líneas de abastecimiento eran cada vez más difíciles de mantener y al dispersar a las fuerzas disponibles, se dejaba la iniciativa al enemigo para concentrar su masa de ataque allí donde la defensa fuese más débil. Rodeado como estaba al oeste por el Sudán anglo-egipcio y la Kenia británica y con la Royal Navy dueña absoluta del mar Rojo y el océano Índico su situación iba a ser desesperada si Graziani no conseguía conquistar Egipto, ya que le resultaría imposible la llegada de provisiones. El mariscal Balbo duró poco en Libia ya que el 28 de junio su avión sería derribado sobre Tobruk por fuego antiaéreo…..italiano. Una semana después su sucesor en el cargo, el mariscal Rodolfo Graziani, recibía con espanto la orden de Mussolini de comenzar el avance inmediato hacia Egipto el 15 de julio; Graziani mostró el mismo ímpetu y diligencia que su antecesor en el cargo haciendo todo lo posible y más por aplazar la operación, alegando que no podía lanzar un ataque en pleno verano y que carecía del equipamiento necesario.
Italia comenzó la guerra en el Norte de África sin suficientes unidades blindadas y de infantería móvil en un escenario donde la movilidad y la potencia de fuego eran críticas para el éxito y carecía de ambas por igual. Graziani seguía mareando a Mussolini al que ya se le comenzaba a agotar la paciencia. Por fin el 13 de septiembre de 1940 los italianos comenzaron su avance sobre Egipto con cinco divisiones, lo que les daba una importante superioridad sobre los británicos; aunque los italianos no supieron orientarse (se perdieron antes de llegar a la frontera con Egipto), finalmente se impuso la superioridad numérica y las tropas británicas emprendieron la retirada sin dejar de combatir. Como estaban a punto de lanzar su invasión sobre Grecia, las fuerzas de Graziani no recibieron los pertrechos necesarios para seguir avanzando y este detuvo la ofensiva en Sidi Barrani para pasmo de Mussolini que insistió en que se debía continuar el ataque a Mersa Matruh. El 9 de diciembre de 1940 los británicos inician su contraataque, la Operación Compass, con el que tomaron completamente por sorpresa a las fuerzas italianas.
En menos de treinta y seis horas, la División India conquistó las principales posiciones italianas situadas en las inmediaciones de Sidi Barrani, que caerá a última hora del 10 de diciembre. Cuatro divisiones italianas se rendirán al día siguiente, Buqbuq también fue capturada, y la División Catanzaro destruida. Solo la División de Infantería Cirene, que se encontraba a unos cuarenta kilómetros al sur, consiguió escapar replegándose a toda prisa al paso montañoso de Halfaya. Las tropas británicas habían sufrido 624 bajas y habían capturado 38.300 soldados enemigos, 237 cañones y 73 carros de combate. Los italianos se salvaron del desastre total solo porque los británicos no continuaron inmediatamente con su avance ya que buena parte de la 4.ª División India fue trasladada a Sudán para repeler el ataque de las fuerzas del duque de Aosta en Abisinia.
El puerto libio de Bardia, situado junto a la frontera con Egipto, era el objetivo principal de los ingleses. Siguiendo instrucciones de Mussolini, el mariscal Graziani concentró seis divisiones en sus alrededores. La infantería del teniente general Richard O’Connor, comandante de la Fuerza del Desierto Occicdental, atacó el 3 de enero de 1941, con el apoyo de sus últimos Matilda. El Matilda MK II era uno de los activos británico más importantes; protegido por una armadura frontal de 78 mm que lo hacía virtualmente invulnerable a los cañones de campo italiano cuyas tripulaciones usualmente morían en vano. Tres días más tarde, los italianos se rindieron a la 6.ª División Australiana, que hizo 45.000 prisioneros y capturó 462 cañones de campaña y 129 carros de combate. El comandante italiano, el general Annibale Bergonzoli, apodado “barba eléctrica” por el erizado pelo que cubría su mentón, consiguió huir dirigiéndose hacia el oeste. Los británicos sólo tuvieron 130 muertos y 327 heridos. Mientras tanto, la 7.ª División Acorazada había comenzado el avance hacia Tobruk, que también cayó, lo que supuso para las fuerzas británicas la captura de otros 25.000 prisioneros, 208 ocho cañones, 87 vehículos blindados y 14 prostitutas del ejército italiano que fueron enviadas a un convento de Alejandría donde languidecerían durante el resto de la guerra.
O’Connor decidió poner el máximo empeño en atrapar al grueso del ejército italiano concentrado en la costa de Cirenaica y con esta finalidad, envió a la 7.ª División Acorazada al golfo de Sirte, al sur de Bengasi y ordenó que la división se detuviera cerca de un bastión italiano en Mechili, al sur del macizo de Jebel Akhdar. Sus patrullas de vehículos blindados y los aviones de la RAF pudieron observar indicios de una gran retirada; el mariscal Graziani había comenzado la evacuación de todas las tropas italianas en la Cirenaica. El 4 de febrero de 1941 comenzará la carrera para atrapar a los hombres que quedaban del X Ejército italiano antes de que lograran escapar. La 6.ª División australiana, tras perseguir por la costa a las fuerzas enemigas en retirada, entró en Bengasi el 6 de febrero.
Cuando se enteró de que los italianos estaban evacuando Bengasi, el general Michael Creagh de la 7.ª División Acorazada ordenó que una columna avanzara para acorralarlos en Beda Fomm. Este destacamento, el 11.º de Húsares, el 2.º Batallón de la Brigada de Fusileros y tres baterías de la Royal Horse Artillery alcanzaron la carretera justo a tiempo. Ante unos veinte mil italianos desesperados por escapar, temieron verse superados por tan gran número de hombres. Pero cuando parecía que iban a quedar aislados en la zona del interior, llegaron los tanques ligeros del 7.º de Húsares. Los carros de combate británicos cargaron contra el flanco izquierdo de los italianos en huida, provocando el pánico y el caos. La intensidad de los combates solo disminuyó cuando comenzó a caer la noche. La batalla se reanudó al amanecer, con la llegada de más tanques italianos. Pero la columna destacada de los británicos también empezó a recibir refuerzos con la aparición de los primeros escuadrones de la 7.ª División Acorazada. En su afán por seguir adelante, más de ochenta tanques italianos fueron destruidos. Mientras tanto, los australianos que avanzaban desde Bengasi comenzaron a ejercer más presión por la retaguardia. El 7 de febrero, después de ver cómo se frustraba su último intento por escapar, el general Bergonzoli se rindió al teniente coronel John Combe del 11.º Regimiento de Húsares (Muerto el general Tellera, «barba eléctrica» era el único alto oficial del X Ejército que seguía vivo). La vista no llegaba a alcanzar hasta dónde se extendía aquel número ingente de soldados italianos que, exhaustos y abatidos, permanecían sentados y acurrucados bajo la intensa lluvia. Cuando le preguntaron por radio cuántos prisioneros habían hecho, uno de los subalternos de Combe respondió, con la flema propia de los soldados de británicos: “¡Oh!, diría que varias hectáreas”.
Cinco días más tarde, llegó a Trípoli el Generalleutnant Erwin Rommel, acompañado por las tropas de avanzadilla de la formación que pasaría a la historia con el nombre de Afrika Korps. Rommel desembarcó en Trípoli el 12 de febrero de 1941 acompañado por el asistente militar en jefe de Hitler, el coronel Rudolf Schmundt.
El día anterior ambos habían quedado sorprendidos cuando el comandante del X Fliegerkorps alemán en Sicilia les informó que los generales italianos le habían suplicado que no bombardeara Bengasi, pues muchos de ellos tenían bienes allí. Rommel pidió a Schmundt que telefoneara inmediatamente a Hitler. Pocas horas después, los bombarderos alemanes habían despegado con destino a Bengasi.
Rommel fue informado de la situación en Tripolitania por un oficial de enlace alemán: los italianos en retirada habían arrojado en su mayoría las armas y habían requisado todos los camiones para escapar. El general Italo Gariboldi, el sucesor de Graziani, se negó a mantener una línea adelantada que hiciera frente a los británicos, en aquellos momentos en El Agheila. Rommel actuó con su habitual determinación y energía: fueron enviadas por delante dos divisiones italianas, y el 15 de febrero ordenó que desembarcaran los primeros destacamentos alemanes, una unidad de reconocimiento y un batallón de cañones de asalto que debía seguirlo. Los vehículos todoterreno Kübelwagen fueron camuflados como tanques en un intento de asustar a los británicos y convencerlos de que no debían seguir adelante. A finales de mes, la llegada de más unidades de la 5.ª División Ligera alemana animó a Rommel a lanzar las primeras escaramuzas contra los británicos. Solo a finales de marzo, cuando Rommel tenía ya veinticinco mil soldados alemanes en suelo africano, se consideró listo para emprender el avance.
El Ejército sufrió un severo impacto por su catastrófica derrota en Libia a manos de una fuerza mucho más pequeña pero mejor entrenada, mejor equipada y mejor dirigida. Ahora, ante la realidad de su situación, muchos soldados italianos se sintieron totalmente desilusionados y un sentimiento de inferioridad en comparación con sus enemigos y sus aliados alemanes los afectó por el resto de la campaña. Después de la entrada del general Rommel en la campaña de febrero de 1941, el papel del ejército italiano en la lucha en el norte de África iba a cambiar. Aunque oficialmente estaban subordinados al Alto Mando italiano antes de diciembre de 1941, desde su llegada hasta la derrota final del eje en Túnez en mayo de 1943, los alemanes iban a ser el socio dominante, aunque los italianos todavía proporcionaban la mayor parte de las tropas en este escenario de la guerra. Rommel asumió cada vez más un mando directo sobre las divisiones italianas; además de la excelencia obvia, en escala y calidad, del equipo alemán, hubo un reconocimiento tácito de la superioridad de DAK en el trabajo diario de los mandos y del personal italiano.
Como en todos los otros teatros de guerra en los que luchó el ejército italiano, en África sufrieron especialmente por su falta de movilidad y su sistema inadecuado de mando y control. Esta escasez de medios de transporte motorizado significaba que las unidades de infantería italiana eran virtualmente formaciones estáticas que no podían desplegarse con la flexibilidad que era tan importante en la guerra del desierto. El Commando Supremo, Alto Mando italiano, estaba obsesionado con disponer de un gran número de tropas sobre el terreno, incluso cuando era obvio que esas grandes unidades inmóviles eran de poca utilidad en el norte de África. A fines de julio de 1942, el Commando Supremo planeaba enviar 67.000 soldados más para añadir a los 150.000 que ya estaban en el teatro. El imperio italiano de África Oriental siguió desmoronándose irremisiblemente.
El 19 de enero, con la 4.ª División India en Sudán dispuesta a entrar, la fuerza del general William Platt se lanzó contra el ejército del duque de Aosta, aislado y mal pertrechado en Abisinia.Así, a principios de 1941, los británicos y los etíopes del Negus contraatacaron en Abisinia y los italianos se retiraron ofreciendo escasa resistencia. Dos días después, se produjo el regreso del emperador Haile Selassie, que llegó acompañado del comandante Orde Wingate para unirse a la liberación de su país. Ante el levantamiento general de los patriotas etíopes, las fuerzas al mando del duque de Aosta establecieron una línea de defensa en las montañas alrededor de Gondar y Amba Alagi. Los aliados, contando también con tropas francesas y de más países de la Commonwealth ( además de un creciente número de milicianos locales, entusiastas y buenos conocedores del terreno, aunque un tanto indisciplinados) siguieron su avance hasta tomar Agordat en febrero, tras recorrer 160 kilómetros en nueve días. A otro centenar de kilómetros más al este se libraría la batalla de Keren, muy sangrienta, pues las bajas entre ambos bandos superaron las 7.000. El progreso aliado era imparable. Su siguiente objetivo fue el puerto de Massawa, base de la flotilla italiana del Mar Rojo, que cayó poco después.
En el sur, un contingente a las órdenes del general Alan Cunningham lanzó un ataque desde Kenia. El ejército del príncipe italiano, ahogado por la falta de provisiones, apenas pudo oponer resistencia; en dos meses el Regio Esercito estaba en retirada general. Addis Abeba cayó el 6 de abril. La mayor oposición tuvo lugar en Amba Alagi, donde 7.000 hombres ofrecieron una encarnizada resistencia hasta el 18 de mayo, en que los supervivientes, al mando del duque de Aosta, sin agua ni municiones y sometidos a un bombardeo abrumador, se rindieron. El propio duque, jefe de las fuerzas italianas en la zona, moriría de malaria en cautividad. El último bastión de defensa fue el campo de Gondar, que cayó el 27 de noviembre tras siete meses de asedio y tras resultar derribados todos los aviones con que contaban los defensores. Así terminaba definitivamente la aventura italiana en el África Oriental. Los británicos hicieron prisioneros a 18.000 hombres, entre ellos el duque y otros cinco generales italianos. El 5 de mayo de 1941 había hecho su entrada triunfal en Addis-Abeba el Negus Haile Selasie en un automovil Alfa Romeo descubierto. Churchill sentenciará en sus memorias ” así terminó el sueño de Mussolini de edificar un imperio africano,conquistado y colonizado a la manera de la antigua Roma”.
GRECIA Y YUGOSLAVIA
El 19 de septiembre de 1940, el Duce le había garantizado al ministro alemán de Asuntos Exteriores Ribbentrop que antes de lanzar un ataque contra Grecia, Italia iba a conquistar Egipto. El 8 de octubre Mussolini se sintió ninguneado al enterarse de que los alemanes estaban trasladando tropas a Rumania, hecho que su ministro de exteriores, el conde Ciano, había convenientemente olvidado de comentarle, a pesar de que Ribbentrop le había informado puntualmente de ello. Humillado (eso creía el) nuevamente por sus aliados alemanes, Mussolini ordenó al Comando Supremo de las fuerzas armadas que planificara de manera inmediata la invasión de Grecia desde Albania. Tanto Yugoslavia como Grecia tenían gobiernos amigos de Alemania.
Llama poderosamente la atención que ninguno de sus altos oficiales informase al Duce de los enormes problemas logísticos que tendría una campaña en las montañas del Epiro en pleno invierno, algo para lo que el ejército italiano no estaba en absoluto preparado. Y en su tónica habitual, comenzó el caos organizativo. El Alto Mando italiano había previsto que serían necesarias veinte divisiones, pero trasladar a la mayoría de ellas al otro lado del Adriático requería tres meses y además, una gran parte de las fuerzas armadas estaban siendo desmovilizadas por razones económicas (siguiendo las órdenes de Mussolini se habían desmovilizado 600,000 hombres tres semanas antes), por lo que hubo que volver a formar aquellas unidades con un escaso número de efectivos. En ese momento, solo había destacadas en Albania ocho divisiones y la preparación adecuada para solucionar en parte las deficiencias de los puertos albaneses y las pésimas infraestructuras de conexión con Italia requeriría al menos de tres meses. Mussolini pretendía lanzar su ataque el 26 de octubre, en menos de dos semanas.
El 28 de octubre de 1940, a las 03:00 de la mañana, el embajador italiano en Atenas presentó al dictador griego, general Ioannis Metaxas, un ultimátum que expiraba al cabo de tres horas. En realidad, Italia no tenía el más mínimo interés en saber si era aceptado o rechazado y la invasión comenzó dos horas y quince minutos más tarde. Ciento cuarenta mil soldados ( 7 divisiones ) del 9° y del 11° Ejército italiano avanzaron sobre el territorio griego en cuatro líneas de avance desde la Albania ocupada. Hitler recibió la noticia de que la invasión italiana de Grecia acababa de empezar a primera hora de la mañana, poco antes de entrevistarse con Mussolini; como era de esperar, el Führer se puso hecho una furia ya que temía, razonablemente, que los ingleses enviaran tropas a Grecia, como sucedería a continuación, lo que les permitiría bombardear los yacimientos petrolíferos rumanos de Ploesti.
Asimismo, esta operación podía poner en peligro el comienzo de la Operación Barbaroja, previsto para mayo de 1941. Los italianos tampoco llegaron muy lejos esta vez; los dos días anteriores había llovido intensamente y los ríos habían derribado varios puentes. Los griegos, que estaban perfectamente al corriente de que aquel iba a producirse gracias a la “poca discreción” italiana, habían volado el resto. Sumemos a eso que las carreteras sin asfaltar resultaron prácticamente intransitables por la gran acumulación de barro. Los italianos avanzarán cinco o seis millas en territorio griego antes de quedar totalmente empantanados y las fuerzas italianas se verán atascadas en los valles mientras las fuerzas griegas se moverán a través de montañas y colinas para rodearlos.
La moral del soldado griego era alta porque confiaba en sus habilidades como resultado de su duro entrenamiento gracias al cual se desarrolló un fuerte espíritu de unidad. Los oficiales superiores griegos de 1940 eran todos experimentados combatientes de guerras anteriores y en gran medida lograron transmitir esta experiencia a los oficiales inferiores y a los oficiales no comisionados a quienes entrenaron antes y durante la guerra. Incluso dirigieron personalmente en algunos casos ataques pistola en la mano, en clara contraposición con sus homónimos italianos. Se formó a los oficiales inferiores para que tomaran la iniciativa cuando fuera necesario. Y por su parte, los griegos no habían permanecido ociosos: habían estableciendo una línea defensiva que, desde los montes Grammos y siguiendo el curso del río Thyamis, iba desde el lago Prespa, junto a la frontera con Yugoslavia, hasta la zona de la costa situada frente al extremo meridional de Corfú. Carecían tanques y de cañones antitanque y tenían escasos aviones modernos pero tenían a su favor el terreno.
Reanudada la ofensiva el 5 de noviembre, los italianos solo consiguieron llegar hasta la costa y el norte de Konitsa, donde la División alpina “Julia” avanzó unos veinte kilómetros. A pesar de este avance esta formación, una de las mejores, no recibió apoyo suficiente y enseguida quedó prácticamente rodeada; solo lograrán escapar una parte de sus efectivos, contabilizando unos 5.000 muertos. El general Prasca ordenó que sus tropas tomaran posiciones defensivas a lo largo de aquel frente de ciento cuarenta kilómetros. Con la ofensiva estancada, el Comando Supremo Italiano debió aplazar el ataque a Egipto para poder enviar refuerzos a Albania. Atrás quedaban las altisonantes declaraciones del Duce de que iba a invadir Grecia en menos de quince días. A Hitler, por el contrario, no le sorprendió en absoluto la nueva humillación a su aliado; ya había pronosticado que los griegos iban a ser mejores soldados que los italianos.
Peor actuación, si cabe, fue la desempeñada por los auxiliares albaneses del ejército italiano. La invasión de Albania en 1939 había permitido la absorción de unos 7.000 efectivos del ejército albanés en unidades militares italianas. También se formará una Legión albanesa de la MSVN que participará en la represión de los partisanos comunistas albaneses. Y mientras tanto, los griegos estaban preparando sus fuerzas de reserva para una contraofensiva aprovechando la decisión de Bulgaria de permanecer neutral; el 14 de noviembre, comenzó la contraofensiva helena, seguros de su superioridad numérica en el frente albanés mientras no llegaran tropas de refuerzo italianas. Los griegos avanzaron con gran valentía y para finales de 1940 habían conseguido no sólo detener la ofensiva italiana, sino también hacerles retroceder al otro lado de la frontera adentrándose setenta kilómetros en el interior de Albania. El avance griego no pudo ser detenido ni siquiera con la llegada de refuerzos, que supuso que el ejército italiano contara con nada menos que cuatrocientos noventa mil efectivos en suelo albanés. Sólo cuando los italianos pudieron establecer la paridad numérica se detuvo la ofensiva griega.
Alemania se había visto obligada entonces a intervenir para impedir el desastre total, esfumándose así las aspiraciones que Italia pudiese tener de erigirse en potencia mundial y de cualquier idea de llevar a cabo una guerra paralela a Alemania, ya un proyecto irrealizable. Mussolini ya no sería aliado de Hitler, sino un simple subordinado. No obstante, una “ofensiva de primavera” italiana lanzada en marzo de 1941 intentó salvar la situación antes de la intervención alemana, sin éxito.
En apenas un año la gran visión de Mussolini se había desvanecido en el aire. Su conquista más significativa resultó ser un rincón polvoriento e inútil de África: la región de Somalia británica. Su ejército se había enfrentado a la derrota absoluta en los Balcanes a manos de Grecia y a punto había estado de lamentar la pérdida de la totalidad del territorio italiano en África ante los británicos, así como la derrota total en el mar. Hitler comentó con aspereza que la catástrofe que se estaba desarrollando “ha tenido el efecto saludable de una vez más comprimir las exigencias italianas dentro de los límites naturales de su competencia“. El ejército italiano todavía estaba inmovilizado en Albania por los griegos cuando los alemanes comenzaron su invasión de Grecia el 6 de abril de 1941 (Operación Marita). De manera crucial, el grueso del ejército griego (quince divisiones) permanecía en lo profundo de Albania cuando se iniciaba el ataque alemán. Las bajas italianas de esta campaña ascendían a 154.000 hombres (14.000 muertos, 25.000 desaparecidos, 115.000 heridos, enfermos o con problemas de congelación).
Inicialmente, la operación Marita comenzará con tropas alemanas e italianas, pero el 11 de abril se les unirá el 3° Ejército húngaro. Conjuntamente con el rápido avance de las fuerzas alemanas, el 2° Ejército italiano atacará Yugoslavia en Dalmacia y avanzando por la costa llegará a la capital eslovena, Ljubljana. El 9° Ejército italiano se reunirá con el tras atravesar, desde Albania, en la región de Dubrovnik. Gracias al empuje germano logrará expulsar finalmente a los griegos de Albania. Unas 28 divisiones italianas participaron en las invasiones balcánicas. La costa de Yugoslavia fue ocupada por el ejército italiano, mientras que el resto del país se dividió entre las fuerzas del Eje y se establecerá el Estado títere alemán de Croacia. El 17 de abril, Yugoslavia se rindió a los alemanes; Grecia le seguiría el 30 de abril (el 18 de abril se había suicidado el Primer Ministro griego), estableciéndose una división para la ocupación entre los sectores alemán, italiano y búlgaro. Los italianos asumieron el control de la mayor parte de Grecia estableciendo allí al 11° Ejército, mientras que los búlgaros ocupaban las provincias del norte y los alemanes las áreas estratégicamente más importantes. Yugoslavia también será dividida y ocupada por las fuerzas del eje: Italia ocupara el sur de Eslovenia, la costa dálmata y Montenegro. Kosovo será integrado en la Albania italiana. En la primavera de 1941, Italia creó el estado cliente montenegrino y anexó la mayor parte de la costa dálmata yugoeslava como Gobernación de Dalmacia (Governatorato di Dalmazia).
Las operaciones culminarán con un éxito absoluto del Eje en mayo de 1941 tras la caída de Creta y así el 3 de mayo, durante el desfile triunfal de la victoria en Atenas, Mussolini presumía ya de un Mare Nostrum italiano. Algo francamente prematuro si tenemos en cuenta que aun en fecha tan reciente como el 11 de noviembre de 1940 la Marina Real británica había humillado a la armada italiana torpedeando a tres acorazados italianos, el Littorio, el Cavour y el Duilio en su porpia base de Tarento, mientras que los ingleses solo tuvieron que lamentar la pérdida de dos viejos Swordfish. A la Royal Navy no le quedó la menor duda de que poco había que temer de la marina italiana. Las tropas italianas permanecerían ocupando Grecia y Yugoslavia hasta el armisticio italiano con los aliados en septiembre de 1943. La resistencia a la ocupación alemana en Yugoslavia tendrá, fundamentalmente dos focos: los partisanos comunistas liderados por Josif Broz Tito y los nacionalistas serbios, los “Chetnik”, dirigidos por el antiguo coronel del ejército yugoslavo Mihailovic. Para julio de 1943, los italianos tendrán desplegadas 14 divisiones de infantería por toda la antigua Yugoslavia en tareas de ocupación y anti partisanas, así como gran número de unidades auxiliares como guardia de Finanzas y Fronteras. Para ayudarles en la lucha contra la insurgencia, los italianos crearán unidades auxiliares yugoslavos desde 1942, la Milizia Volontaria Anti-Comunista o MVAC.
Mientras las tropas británicas y las de la Commonwealth presentes en Grecia esperaban la llegada del invasor alemán, la Kriegsmarine insistía en que la Armada italiana debía atacar la flota británica para distraer su atención de los buques que trasladaban a los hombres de Rommel al norte de África. El 26 de marzo, la Armada italiana se hizo a la mar con el acorazado Vittorio Véneto, seis cruceros pesados, dos ligeros y trece destructores. Enterado Cunningham movilizó sus propias fuerzas: La Fuerza A, con los acorazados Warspite, Valiant y Barham, el portaaviones Formidable y nueve destructores, así como la Fuerza B, con cuatro cruceros ligeros y otros tantos destructores. El 28 de marzo de 1941, un hidroavión del Vittorio Véneto avistó los cruceros de la Fuerza B. La escuadra del almirante Angelo Iachino salió tras ellos ignorando la presencia del resto de las naves de Cunningham al este de Creta y al sur del cabo de Matapán. Del Formidable despegaron aviones torpederos para atacar al Vittorio Véneto, que al final logró escapar. Un segundo grupo aéreo causó graves daños en el crucero pesado Pola, obligándolo a detener sus motores. Otros barcos italianos recibieron la orden de acudir en su ayuda, brindando así una nueva oportunidad a los británicos. El intenso fuego de su artillería mandó a pique tres cruceros pesados, incluido el Pola, y dos destructores del enemigo. Aunque Cunningham sintió una profunda decepción porque se le había escapado de las manos el Vittorio Véneto, la batalla del cabo de Matapán supondría una gran victoria psicológica para los hombres de la Marina Real británica y una nueva derrota para la Regia Marina italiana.
Tras la derrota de la batalla del Cabo Matapán, el alto mando de la Regia Marina es consciente por primera vez de su tremendo error al no equipar a su flota con portaaviones. Mussolini había asegurado que Italia no los necesitaba, ya que la península itálica era un portaaviones en si misma que dominaba el Mediterráneo. Así, en julio de 1941 fue cursada la orden para transformar los trasatlánticos gemelos de la naviera Navigazione Generale Italiana, Roma y Agustus en sendos portaaviones que llevarían los nombres de Aquila y Sparviero. El Aquila sería un portaaviones de escuadra mientras que por razones económicas el Sparviero sería un portaaviones de escolta; ninguno de los dos fue terminado.
Los japoneses participaron y colaboraron con el grupo de diseño y desarrollo italiano para la construcción del Aquila, e incluso es muy probable que pilotos italianos se hubieran adiestrado en portaaviones japoneses. El ala de combate con que iba a dotarse al buque se componía de 51 aviones. Ya que el tiempo apremiaba y no podía esperarse a la fabricación de un diseño propio, se optó por el caza Reggiane Re.2001 en su versión OR Serie II al que se le hicieron las mejoras necesarias para su uso en cubierta. Ademas, con el abandono por parte alemana del proyecto Graf Zeppelin, Italia comprará los bombarderos en picado Stuka navalizados (Ju 87C) para servir en sus portaaviones.
La instalación y ubicación de los 51 aparatos en el buque, constituía un clásico ejemplo del ingenio italiano. Habida cuenta que en los dos hangares situados bajo cubierta solo se podían alojar 36 aviones (26 y 10 respectivamente), el resto, hasta completar los 51 debían ir colgando del techo, lo cual hubiera comprometido su estabilidad caso de ser atacado con su dotación aérea sin haber despegado. En septiembre de 1943, cuando estaba casi totalmente terminado y listo para las primeras pruebas de mar, el Aquila fue incautado por los alemanes en Génova tras el armisticio italiano. En octubre de 1943 fue parcialmente destrozado e incendiado por bombardeos aliados; en junio de 1944 resultó seriamente dañado por nuevos bombardeos aliados y más tarde, el 19 de abril de 1945 fue hundido como consecuencia de las bombas colocadas por miembros de la resistencia italiana, evitando con ello que los alemanes bloquearan el puerto hundiéndolo.
U.R.S.S.: LA ARMATA ITALIANA IN RUSSIA
Cuando Alemania invade la Unión Soviética en Junio de 1941, Mussolini ofrece a Hitler enviar de un cuerpo expedicionario italiano, configurándose así nueva una unidad, el “Corpo Spedizione Italiane in Russia” (CSIR) con un tamaño de Cuerpo de Ejército. Su comandante será el Teniente General Giovanni Messe y tendrá bajo su mando 62.000 hombres agrupados en dos divisiones de infantería motorizada (mas nominales que reales) del viejo tipo de división binaria de 1938 (Divisiones Pasubio y Torino), una división Celere (rápida, de caballería) y la div. Principe Amadeo Duca d´Aosta (que comprendía dos regimientos de caballería, un batallón ciclista de Bersaglieri, un regimiento de artillería y una agrupación de tanques ligeros). También serán añadidas varias unidades de especialistas y de servicios de apoyo para fortalecer el CSIR, sorprendentemente bien equipadas (para los estándares italianos). En total se destinaron a esta unidad 5.500 vehículos a motor, 4.000 caballos y mulas, 220 cañones de artillería y 92 cañones antitanque, apoyados por un componente aéreo compuesto por cuatro escuadrillas de caza con aparatos Macchi MC200 y MC202, tres escuadrillas de reconocimiento aéreo con aparatos Caproni CA311, CA312 y Fiat BR20M, y dos escuadrillas de transporte con aparatos Savoia Marchetti SM 81. Aunque para los estándares italianos, el CSIR era un cuerpo de ejército con un fuerte componente de transporte motorizado, este seguía siendo totalmente insuficiente para mover a todas sus formaciones de combate al mismo tiempo. Y al igual que hemos visto con anterioridad, el CSIR adoleciía de dos problemas principalmente, un escaso e inadecuado equipamiento y armamento y un servicio logístico muy poco eficiente.
El CSIR será desplegado en el sector sur del avance alemán en Ucrania, en Julio de 1941; sus primeras acciones de combate serán exitosas, capturando varias ciudades y causando una buena impresión en sus aliados alemanes. Peo aunque el CSIR gozaba de alta prioridad en la asignación de las mejores armas y equipos disponibles, estos no eran, de hecho, adecuados: los regimientos estaban motorizados solo en teoría, la artillería era una antigualla de la Gran Guerra, las unidades blindadas todavía estaba equipadas con inútiles tanquetas y las armas antitanque eran inadecuadas y poco efectivas. En el frente ruso incluso con una buena logística, las unidades bien equipadas pronto agotaban sus suministros y sustituir o reemplazar los equipos averiados o las pérdidas en combate no fue nada fácil ni rápido. Y el ejército italiano no era precisamente puntero en cuanto a logística se refiere. La magnitud de las distancias y de los combates significaba que un ejército que no disponía de los recursos suficientes estaba pronto en problemas.
Pero Mussolini estaba decidido a aumentar su contribución a la campaña rusa y con ella, su escasa hasta el momento credibilidad y a pesar de las objeciones del general Messe (que se opuso a aumentar el número de tropas hasta que estas contaran con equipamiento militar adecuado y suficiente) en marzo de 1942 envió siete divisiones más al este: cuatro divisiones de infantería( la Sforzesca, la Ravena, la Cosseria y la Vicenza) y tres divisiones de Alpini (de montaña, la Tridentina Alpini, la Cuneense Alpini y la Julia Alpini). La nueva unidad tomó el nombre de 8º Ejército Italiano y comprendería los cuerpos de ejército II y XXXV. Además de estas unidades se le añadieron las divisiones alemanas 298 y 62, una legión de voluntarios croatas y tres legiones de camisas negras. En total el 8º Ejército italiano alcanzaría los 235.000 hombres (con unos 1.400 cañones, 25.000 caballos, 64 aviones (incluían también un contingente de la Regia Aeronautica ) y 22.000 vehículos de todo tipo). Mussolini retiró a Messe de la campaña y entregó el mando del nuevo ARMIR (Armata Italiana in Russia) al general Italo Cariboldi, Gobernador General de la Libia Italiana, el 10 de julio de 1942.
Los italianos contaban no obstante de escasos tanques y continuaban estando muy mal equipados para el invierno; aunque recibieron 12 tanques Mk IV alemanes y habían capturado varios tanques soviéticos, contaban con muy pocos tanques modernos. Sus tanques, los pocos que estaban operativos, eran modelos obsoletos; tanto los tanques ligeros L6 / 40 (armados con un cañón Breda Modelo 35 montado en una torreta de 20 mm) como los cañones antitanques de 47 mm (Cannone da 47/32 M35) estaban muy desfasados ya cuando Italia declaró la guerra el 10 de junio de 1940. En comparación con lo que los soviéticos tenían a su disposición a finales de 1942 y principios de 1943, los tanques y armas antitanque italianas podrían considerarse más peligrosos para sus propias tripulaciones que para el enemigo. Las pequeñas armas de infantería resultaron igual de inadecuadas o incluso inútiles. Los fusiles y las ametralladoras eran terriblemente propensos a atascarse; el fusil Carcano y la ametralladora ligera Breda 30 (armas fueron consideradas las más mortíferas entre el arsenal italiano) debían mantenerse durante mucho tiempo en una fuente de calor para que funcionaran adecuadamente en condiciones climáticas extremas, por lo que a menudo no eran capaces de disparar en medio de los combates. Por el contrario, las alabadas ametralladoras Beretta 38A de alta calidad eran extremadamente raras y se daban solo en pequeñas cantidades a unidades especializadas, como las legiones de Camisas Negras, algunas tripulaciones de tanques o a la policía militar de Carabinieri. Paracaidistas italianos en el norte de África fueron equipados exclusivamente con esta arma, y dieron excelentes resultados de combate. También había una ausencia total de cualquier arma antitanque portátil, por lo que las granadas de mano, las ametralladoras y los morteros eran el último recurso contra los tanques soviéticos, con la salvedad de que las granadas de mano rara vez detonan o detonan de forma impredecible; la munición de mortero Brixia Modelo 35 de 45 mm tenían una carga explosiva inadecuada y estaban mal fragmentadas, y los morteros de 81 mm, más grandes, eran muy escasos El cuerpo aéreo del ARMIR tenía un total de aproximadamente 64 aviones de los siguientes tipos: Macchi C.200 “Thunder” (Saetta), Macchi C.202 “Lightning” (Folgore), Caproni Ca.311 bombardero ligero de reconocimiento, y Fiat Br.20 “Stork “(Cicogna), bombardero bimotor.
Para agosto, los italianos habían avanzado hacia el Don con el Grupo de Ejércitos B bajo el mando del Generalfeldmarschall Maximilian von Weichs que además de las unidades alemanas, comprendía los, 2º, 3º y 6º ejércitos rumanos, 2º ejército húngaro y 8º ejército italiano. Los generales alemanes compartían en su mayor parte la opinión del mariscal de campo von Rundstedt sobre este “ejército perfecto de la Liga de las Naciones”, que incluía rumanos (cuyos oficiales y suboficiales eran en su opinión “indescriptibles”), italianos (“gente terrible”) y húngaros (“sólo deseaban volver a casa rápidamente”). Con un par de excepciones, tales como los eslovacos (“de primera, muy modestos”) y las tropas de montaña rumanas, él y otros comandantes alemanes consideraban que estaban mal equipados, mal armados, poco entrenados y que carecían de toda preparación para la guerra en el Ostfront. Otras fuentes confirman muchas de las arrogantes observaciones de Rundstedt. Diarios, cartas e informes de los interrogatorios soviéticos dejan muy clara la penosa y, a veces, patética suerte de los soldados y suboficiales aliados. La amplia mayoría de los soldados aliados eran reclutas, de los cuales al menos la mitad eran analfabetos. Su falta de familiaridad con el adelanto tecnológico los hacía presas del pánico si eran atacados por tanques o aviones.
El 8° Ejército estaba en el río Chir, al noroeste de Stalingrado en noviembre de 1942 cuando los soviéticos llanzaron la Operación Urano, un gran movimiento en pinza para cortar las fuerzas alemanas en y alrededor de la ciudad. El 8.° ejército italiano, que defendía el flanco del Don entre los húngaros y el 3.er ejército rumano, había preocupado a los alemanes desde finales de agosto. El cuartel general del Führer se vio forzado a aceptar que el XXIX cuerpo del ejército fuera utilizado para reforzar la defensa italiana. Su estado mayor dio el siguiente consejo a los oficiales de enlace: “Deben tratarlos cortésmente, y es necesaria un comprensión política y psicológica… “. Pero la comprensión alemana hizo poco para compensar la manifiesta falta de entusiasmo de los italianos por la guerra. Cuando un intérprete soviético preguntó a un sargento por qué el batallón entero se había rendido sin disparar un tiro, éste replicó con profunda lógica civil: “No disparamos porque pensamos que habría sido un error”.
El ejército rojo, mucho mejor equipado, adaptado y motivado, concentró su poder de fuego contra los sectores del frente sostenidos por los aliados más débiles del eje; los rumanos fueron desbordados, no sin ciertas dificultades; resistieron valerosamente a varias oleadas de infantería soviética y lograron eliminar una serie de tanques, pero careciendo de suficientes armas anticarros, estaban condenados. Los tanques del frente sudoeste de Vatunin y del frente de Voronezh arrasaron a través del sector italiano. En dos días el 8.° ejército italiano se había derrumbado. Las pérdidas en hombres y equipo fueron enormes: de un total de 235.000 hombres, 85.000 murieron o se dieron por desaparecidos y 30.000 fueron heridos. Las pérdidas en artillería fueron igualmente devastadoras, con 1.200 armas de un total de 1.340 destruidas o abandonadas. Los vehículos motorizados siempre escaseaban en el ejército italiano y los 18.200 perdidos en Rusia de un total de 22.000 eran simplemente insustituibles. En enero de 1943, los supervivientes se reagruparon en Ucrania y en marzo, la mayoría comenzó a regresar a Italia dejando una pequeña cantidad de unidades italianas sobre el terreno para ayudar en la lucha anti-partisana. Aunque las pérdidas del 8º ejército italiano en el frente ruso fueron graves, por la gran escala de los combates en el este no fueron significativas para el conjunto de la guerra. Probablemente si en 1941 Italia hubiera enviado a África del Norte la misma cantidad de hombres y, lo que es más importante, la misma escala de equipos, podría haber inclinado la balanza a favor de las fuerzas del eje.
FINAL DE LA GUERRA
Durante los siguientes dos años, a Italia no le fue nada bien siendo expulsados de África (el 12 de mayo de 1943 casi un cuarto de millón de soldados italianos y alemanes se rendían en Túnez, entre ellos doce generales). El 10 de julio los aliados dieron comienzo a la Operación Husky, el desembarco aliado en Sicilia, con lanzamientos paracaidistas poco antes del amanecer, seguidos por la llegada de ocho divisiones a bordo de dos mil seiscientas embarcaciones, más que en Normandía once meses después. Al caer la noche, los Aliados tenían en tierra ochenta mil hombres, tres mil vehículos, trescientos tanques y novecientos cañones. Pillaron a los Italianos y a los alemanes por sorpresa. Independientemente de la confusión que reinó en el bando aliado en los primeros momentos de la operación, lo cierto es que entre los trescientos mil efectivos que componían las fuerzas del Eje en la isla había aún más desorden. La tormenta marina los había convencido de que aquella noche no podía tener lugar invasión alguna. El VI Ejército del general Alfredo Guzzoni probablemente tuviera que contar con trescientos mil efectivos, pero debía de ser en teoría, pues solo disponía de dos divisiones alemanas, la 15.ª de Granaderos Acorazados y la División Panzer Hermann Göring. La primera había sido desplegada al oeste de la isla, por lo que estaba demasiado lejos para contraatacar.
Al llegar las noticias de los desembarcos aliados a Roma, el régimen se derrumbó sin ninguna resistencia real. En la madrugada del 25 de julio de 1943, el Gran Consejo del Fascismo votó, a iniciativa de Dino Grandi, solicitar al rey que asumiese el mando supremo de las fuerzas armadas. Horas más tarde, Víctor Manuel III hacía efectiva la destitución de Il Duce, comunicándole que había decidido sustituirlo por el mariscal Pietro Badoglio. Sorprendido, Mussolini, sin ofrecer resistencia, sólo acertó a preguntar: «Entonces, ¿todo ha terminado?» Acababan así, sin pena ni gloria, sus casi 23 años de dictadura personal. El monarca ordenó a continuación su arresto, siendo trasladado a la isla de Ponza, primero, y a Villa Webber, en la isla de La Maddalena, poco después, para evitar que los alemanes localizasen su paradero. El 26 de julio, ya al día siguiente de que Il Duce hubiera sido destituido, Hitler había ordenado al general Kurt Student, comandante de la 2ª División de Paracaidistas, acantonada al sur de Roma, liberar a Mussolini en cuanto su paradero pudiese ser localizado.
En medio del caos político subsiguiente a la invasión de Italia por los aliados, en julio de 1943, el mariscal Badoglio era nombrado por el rey Víctor Manuel como sustituto de Benito Mussolini. Badoglio había sido jefe de las fuerzas italianas en el África Oriental en 1935 y Virrey de Etiopía tras la victoria. Retornado a Italia como jefe del Estado Mayor del Ejército, dimitió en 1940 tras la derrota en Grecia.
El 3 de septiembre, el impecable y pulcro general Castellano, jefe de estado mayor de Badoglio, y el jefe de estado mayor de Eisenhower, el general Bedell Smith, habían firmado en secreto el armisticio de Italia tras arduas negociaciones. Los alemanes habían aumentado su presencia en el país, y ahora tenían en él dieciséis divisiones. Como cabe imaginar, los italianos estaban aterrorizados por las posibles represalias de los que hasta entonces habían sido sus aliados. El 8 de septiembre, Hitler se enteró de que acababan de anunciar la firma del armisticio de Italia y de que había desembarcado en Salerno, a unos cincuenta kilómetros al sudeste de Nápoles, la primera tanda de tropas del V Ejército estadounidense del general Mark Clark. No es difícil imaginar cuál era su estado de ánimo tras recibir la noticia de la «traición» de Badoglio, por mucho que la esperara. Muchos oficiales alemanes aún recordaban con rencor la deserción de Italia de los imperios centrales a los aliados en 1915.
La Operación Axis (la antigua operación Alarico) fue puesta en marcha con vertiginosa rapidez. Una de las principales prioridades del Generalfeldmarschall Kesselring era capturar la capital italiana. Los paracaidistas alemanes entraron en la ciudad mientras los romanos seguían celebrando lo que creían que era el fin de la guerra para ellos. El rey y el mariscal Badoglio consiguieron escapar por los pelos, raudos como el viento. Las dieciséis divisiones alemanas desarmaron a los soldados italianos y acabaron sin contemplaciones con todo aquel que ofreció resistencia. Unos seiscientos cincuenta mil italianos fueron capturados como prisioneros de guerra. En su mayoría, fueron enviados más tarde a trabajar como mano de obra esclava. Las noticias de la deserción italiana no habían llegado a todas las tropas sobre el terreno, por lo que cuando las unidades alemanas llegaron para desarmarlas, la conmoción será enorme en gran parte del ejército. La responsabilidad personal por el fracaso de la élite militar superviviente se mitigó, y también se evitaron los potenciales juicios penales. En un intento por defender sus legados, su honor y su propio interés, intentaron cargar la mayor parte de la culpa sobre un hombre que ya no podía defenderse: Mussolini.
Por lo tanto, Mussolini y sus principios fascistas proporcionaron un chivo expiatorio a los italianos que miraban hacia un empleo futuro en la Italia dominada por los aliados. Después de la guerra se perpetuo el mito de los mitos de un dictador que empujaba a su nación a la destrucción frente a la negativa de un pueblo a pelear. Mussolini fue descrito después de la guerra por Badoglio como un aficionado militar que se entrometía constantemente en los asuntos de militares profesionales. En un esfuerzo por proyectar sus propios defectos personales en Mussolini, Badoglio calificó a su ex gobernante como un tirano narcisista, incompetente y belicista. Mussolini fue calificado como un hombre que posee “una creencia abrumadora en su propio genio que se creía inmensamente superior al resto de la humanidad“. Según el ex general, Mussolini era el único responsable de la entrada de Italia en la guerra. El Duce, y sus aduladores aduladores fueron los responsables de la falta de preparación de Italia. Como el gobierno británico vio a Badoglio como un estridente anticomunista lo suficientemente alejado del régimen fascista, nunca fue juzgado por los crímenes de guerra cometidos en África bajo su vigilancia. Macgregor Knox en su libro los Aliados italianos de Hitler, asegura que “la irresponsabilidad soberana del dictador italiano y la supuesta ausencia de apoyo popular a la guerra” son, en el mejor de los casos, respuestas parciales.
Mussolini era un “diletante militar”, un aficionado en estas lides. Aunque claramente controlaba la política exterior de la nación, Mussolini era consciente de su propia falta de experiencia y por ende, comprensiblemente reacio a dañar su aura de infalibilidad dictatorial. Las limitaciones bajo las cuales trabajaba Mussolini restringieron severamente su capacidad para actuar unilateralmente. Carecía por completo del control totalitario que Hitler ejercía sobre Alemania y tenía que comprometerse con un orden profundamente arraigado: la monarquía, el ejército, la iglesia y los conservadores fascistas. Limitado en su poder, solo interfirió en asuntos militares cuando la situación lo exigió. El Duce se mostró reacio a gastar su capital político limitado enfureciendo a su ejército y así, tendía a dejar que su establecimiento militar se ocupara de su propia casa, permitiéndoles controlar su propia organización, estrategias, adquisición de material y doctrina táctica. Como ya hemos visto, esto tendría graves consecuencias.
Mussolini actuó en un intento por evitar convertirse en otro estado vasallo alemán. Disgustado por la incompetencia política alemana, el racismo y la brutalidad, y frustrado por su incapacidad para que Hitler apreciara la importancia del teatro de operaciones del Mediterráneo, Mussolini intentó continuamente encontrar una resolución diplomática para la guerra. Aunque los errores en política exterior habían asegurado la derrota definitiva de su país, las razones por la que el ejército italiano era tan ineficaz no son exclusivas de Mussolini; Italia aún podría haber mantenido un grado mínimo de dignidad en su derrota. Los problemas del esfuerzo de guerra italiano serán pues estructurales y tendrán sus raíces en el proceso de unificación del estado italiano en la década de 1870. Italia carecía de una cultura y tradición militar nacional bien desarrollada. El ejército presentó una notable resistencia a la modernidad que llegó a la sociedad italiana y una arraigada y feroz resistencia a la precisión y la planificación racional. Estos factores culturales crearon una estructura sin confianza, sin colaboración y en la que no se “trabajaba en equipo”.
Durante la campaña contra la Somalia británica, el Alto Mando Italiano trató de utilizar las rivalidades interpersonales de sus altos mandos sobre el terreno para su propio beneficio. Situaron a agentes en conflicto en sectores adyacentes al ataque en la idea de que esto los incentivaría. Para para su sorpresa los oficiales se concentraron esencialmente en evitar que el otro llegara primero. Además, las rivalidades entre servicios eran endémicas: cada rama del ejército controlaba el desarrollo y la producción de armas completamente independientes entre sí, y mantenía la cooperación al mínimo. Había un temor subyacente en el ejército italiano de perder poder a través de una aparente subordinación a otra rama. La integración táctica no era mejor. Sin ningún tipo de marco doctrinal o cooperación entre las fuerzas terrestres y aéreas, la capacidad del ejército italiano para ejecutar operaciones ofensivas fue efectivamente obstaculizada. Cada brazo planeaba sus operaciones de forma independiente, frente a lo que estaba sucediendo en la Wehrmacht, que había dominado la cooperación entre las ramas de servicio y con ello había logrado un éxito considerable.
Las fuerzas militares italianas demostraron ser totalmente incapaces de imaginar la guerra moderna y mucho menos de preparar y luchar batallas que dependían del uso de tácticas de armas combinadas y mecanizadas. Como subrayamos al inicio de este artículo, Italia comenzó la guerra en el Norte de África sin suficientes unidades blindadas y de infantería móvil en un escenario donde la movilidad y la potencia de fuego eran críticas para el éxito e Italia carecía de ambas por igual. Tras las primeras campañas exitosas de Alemania, la inteligencia italiana recopiló un informe sobre la exitosa naturaleza de la Blitzkrieg. Badoglio simplemente respondió : “lo estudiaremos cuando termine la guerra”. Una muestra clara del desinterés del alto mando militar italiano por la táctica y las técnicas más modernas de hacer la guerra. La ignorancia negligente y suicida del alto mando italiano impidió la adopción de enfoques más efectivos para la guerra. En lugar de aceptar que la guerra se había convertido ahora en un concurso de máquinas, el liderazgo del ejército puso su fe en formaciones masivas de infantería, ampliado numéricamente el ejército al mayor tamaño posible; los ocho millones de bayonetas de Italia, de los que alardeara Mussolini, superarían todas las resistencias.
Sin embargo, en la vorágine de la guerra moderna la superioridad en los números solo tendía a producir un número superior de mutilados, desaparecidos, muertos y capturados. Esta actitud en la organización de la fuerza del ejército tendrá consecuencias en la adquisición de equipos ya que la mayoría de los recursos se destinaron a equipo básico de infantería, mientras que a las máquinas de guerra más modernas se les dio poca prioridad; la innovación seguía siendo sospechosa. Asimismo, el ejército italiano había creado un sistema de compras militares altamente disfuncional. Los industriales involucrados en la industria de los armamentos estafaban constantemente el esfuerzo de guerra nacional a través de cárteles ilegales y toda clase de métodos y prácticas engañosos. Los principales fabricantes amenazaron sistemáticamente con instigar la agitación laboral y los paros en la producción y el Ejército aceptó la producción continua de armas ineficaces o inútiles por temor a terminar sin armas. Además los fabricantes italianos no actualizaron sus técnicas de producción y control de calidad, negándose a adoptar modelos estandarizados en líneas de producción que permitieron a otros países, como Estados Unidos y Alemania producir de manera mucho más eficiente que la industria italiana. Así pues, la industria de guerra italiana era incapaz de producir las grandes cantidades de material de guerra moderno que se necesitaba desesperadamente. Italia carecía de un gran sector industrial.
Aún en gran parte agraria, la producción del país era solo una fracción de la de su aliado alemán y el más pequeño de los principales estados industrializados. Italia carecía de materias primas básicas para la guerra, una situación que empeoró por el bloqueo naval británico. Aun considerando estos factores y teniendo en cuenta que el régimen fracasó miserablemente en la movilización de los recursos de la nación, una afluencia de materias primas no habría cambiado la estructura organizativa e ideológica profundamente defectuosa de los militares italianos. El ejército italiano era capaz de luchar en una guerra donde todos los esfuerzos del país se canalizaran en un único frente, como había sucedido durante la I Guerra Mundial frente al Imperio Austrohúngaro. Pero ahora debían enfrentarse a una guerra con al menos dos frentes simultáneos, luchando a gran escala el norte de África y en los Balcanes primero, y más tarde también en el frente ruso. Este tipo de guerra total estaba muy lejos de las capacidades italianas y sus limitados recursos. Un ejército más pequeño, más eficazmente entrenado, equipado y móvil podría haberse aprovechado de la comprometida situación aliada de 1940/41, utilizando todo el poder de Italia en una campaña corta y agresiva. Que el Ejército italiano se mantuviera en pie tanto tiempo en realidad fue notable teniendo en cuenta los terribles fallos inherentes a su establecimiento militar.
Bibliografía consultada:
-.Cappellano F and Battistelli PP.”Italian light tanks 1919-1945″.Osprey Publishing (2012).
-.Jowet,Philip S y Stephen,Andrew. “The italian army 1940-45( vol I)- Europe 1940-43. Osprey Publishing (2000).
-.Jowet,Philip S y Stephen,Andrew. “The italian army 1940-45( vol II)- Africa 1940-43. Osprey Publishing (2000).
-.Jowet,Philip S y Stephen,Andrew. “The italian army 1940-45( vol III)- Italy 1940-43. Osprey Publishing (2000).
-.Knox, The Italian Armed Forces: 1940 –3.Cambridge University Press (2010).
-.Knox,MacGregor.” Hitler’s Italian Allies”.Cambridge University Press; 1 edition (February 2, 2009)
-.Moeller, Kevin M. “The italian submarine force in the battle of the Atlantic:left in the dark”.Master of Military art and science Art of War. Faculty of the U.S. Army Command and General Staff College .Fort Leavenworth (2014)Sadkovich,
-.James J. “The Italo-Greek War in Context: Italian Priorities and Axis Diplomacy”.Journal of Contemporary History. Vol. 28, No. 3 (Jul., 1993), pp. 439-464
-.Sadkovich, James J.,”Understanding Defeat: Reappraising Italy’s Role in World War II” . Journal of Contemporary History. Vol. 24, No. 1 (Jan., 1989), pp. 27-61Sadkovich,
-.James J. “Fascist Italy at War”.The International History Review. Vol. 14, No. 3 (Aug., 1992), pp. 526-533
muchas gracias excelente trabajo aprendí mucho sobre la 2WW. atte Luis