La expedición perdida de Franklin

jueves, 10 de octubre de 2019

Pasar del océano Atlántico al Pacífico en barco era una misión complicada. Había que bordear el sur del continente americano, siguiendo la ruta de Magallanes en un rodeo largo que llevó a buscar una ruta alternativa por el norte de América, el llamado paso del Noroeste, y aquello no era nada fácil.Una vía llena de canales angostos bajo el frío y el hielo, que era impensable abordar fuera del verano, convertía esa búsqueda en una empresa imposible que llenó la Historia de intentos inútiles -cuando no fatídicos- durante cientos de años. Fue Inglaterra el país que más se empeñó en encontrar una ruta alternativa hacia las Indias para lograr ventaja sobre España y Portugal. Hubo muchos exploradores ingleses que lo intentaron, como Henry Hudson en 1610 o Robert Bylot y William Baffin en 1616, pero los intentos cesaron hasta el siglo XIX, cuando el dominio inglés de Canadá hizo que se reanudara.

Sir John Franklin

En 1845 se organizó una gran expedición para conquistar el paso noroccidental, y la misión se le encargó al contraalmirante sir John Franklin, que había dirigido misiones similares aunque con desiguales resultados. A sus casi 60 años, Franklin partió de Londres en mayo de ese año, con dos embarcaciones: el Erebus y el Terror, buques de tres palos con cascos forrados de planchas de cobre que les daban gran resistencia. Francis Crozier, un oficial de Irlanda que había viajado exitosamente a la Antártida fue el segundo al mando. Se esperaba que el viaje fuera el definitivo, y se estimaba que duraría un año.Fueron vistos por última vez por los balleneros europeos en Baffin Bay, un área entre Groenlandia y Canadá, a la espera de buenas condiciones para entrar en el laberinto ártico, pero tras ese momento, desaparecieron.

El HMS Erebus y el HMS Terror

El HMS Erebus, de 378 toneladas, y el HMS Terror de 331 toneladas eran barcos sólidamente construidos, equipados con los últimos avances técnicos de la época. Sus motores de vapor permitían a los barcos navegar por sus propios medios a una velocidad de 7,4 km/h. Otros avances tecnológicos incluían refuerzos hechos con vigas arqueadas y placas de hierro y un dispositivo interno de calefacción por vapor. Además, las hélices llevaban protecciones de hierro para evitar que se dañaran con el hielo. Cada barco llevaba una biblioteca de 1.000 libros para entretener a la tripulación, que entre los dos sumaba 129 hombres.

Francis Crozier (1796-1848?)

Llevaron consigo víveres y provisiones para tres años, tanto conservas tradicionales como en el sistema más moderno de conservación en latas. Desafortunadamente, los alimentos en lata se pidieron a última hora y a bajo precio a un proveedor, Stephen Goldner, al que se le adjudicó el contrato el 1 de abril de 1845, sólo siete semanas antes de que Franklin zarpase.

Goldner fabricó precipitadamente 8000 latas, que según se supo más tarde habían sido soldadas con plomo, además de que se hicieron de una forma burda y descuidada, haciendo que el plomo gotease al interior de la lata como cera derretida.La mayoría de los miembros de la tripulación eran ingleses a los que se sumaba un pequeño número de irlandeses y escoceses. Además de Franklin y Crozier, los únicos oficiales con experiencia en el Ártico eran el cirujano y los dos capitanes de los hielos.

La expedición zarpó de Greenhithe (Inglaterra) la mañana del 19 de mayo de 1845; se detuvieron brevemente en el Puerto Stromness en las islas Orcadas, en el norte de Escocia, y de allí navegaron a Groenlandia junto al HMS Rattler y un buque de transporte, el Barretto Junior.En la bahía Disko de la isla Whale Fish, en la costa oeste de Groenlandia, se sacrificaron los diez bueyes que llevaban los barcos de transporte como provisión de carne fresca; los suministros fueron transferidos al Erebus y al Terror y los miembros de la tripulación escribieron sus últimas cartas a casa. Antes de la partida definitiva de la expedición, cinco hombres fueron dados de baja y enviados a casa en el Rattler y el Junior Barretto: con estas bajas, el número de miembros de la expedición quedó fijado en 129. La última vez que fue vista la expedición, fue a principios de agosto de 1845, cuando el capitán Dannett del ballenero Prince of Wales y el capitán Robert Martin del ballenero Enterprise, encontraron al Erebus y al Terror en la bahía de Baffin. Los barcos de Franklin estaban allí a la espera de condiciones meteorológicas favorables para entrar en el estrecho de Lancaster. Y después de eso desaparecieron sin dejar rastro.

Presionado por la esposa de Franklin y por los familiares de los desaparecidos, el Almirantazgo inició en 1848 la búsqueda de la expedición perdida. Durante los siguientes 12 años partieron muchas expediciones tras los pasos del Erebus y el Terror con la esperanza de encontrar algo de información, ya que el gobierno británico ofrecía una recompensa para el que pudiera encontrarlos. En 1850, un equipo de búsqueda compuesto por más de una docena de barcos llegó a la isla Beechey (que pronto se convirtió en un importante punto de partida para investigaciones posteriores sobre la desaparición de la expedición de Franklin); allí encontraron tres tumbas con lápidas grabadas que identificaban a los muertos como John Torrington, William Braine y John Hartnell, todos miembros de la tripulación de Franklin. La basura dejada por la tripulación en la isla indicaba que los hombres de Franklin habían pasado el invierno allí en 1845-1846.

En 1852, la embarcación Resolute del almirante Edward Belcher también se quedó atascada en el hielo, pero lograron zafarse, y además encontró a otro grupo, encabezado por Robert McClure, que también había ido en misión de búsqueda algunos años antes y se presumía muerto. En sus intentos por escapar del hielo, McClure terminó descubriendo y cruzando el Pasaje del Noroeste accidentalmente, por lo que se le otorgó el título de caballero, aunque algunos tramos los recorriera a pie.

No fue hasta 1859 cuando el explorador irlandés Francis McClintock descubriera algunos esqueletos de miembros de la tripulación, así como un escrito sobre lo que sucedió durante la expedición hasta 1848. Según la nota, los barcos se quedaron atrapados en el hielo en septiembre de 1846, y poco más de un año y medio después, Sir Franklin y otros 23 hombres ya habían muerto. Los supervivientes decidieron viajar al sur a pie, pero las temperaturas bajo cero y el suministro de alimentos menguante hicieron la travesía imposible, por lo que fueron muriendo, uno a uno, en un viaje de pesadilla. En una de las partidas de rescate, unos inuit de la zona que aseguraron haber visto a un grupo de 40 hombres blancos arrastrando un bote hacia el río Great Fish. En su relato contaban que estaban muertos de hambre e iban cayendo mientras caminaban. Pero los restos de hasta 30 de los hombres de Franklin, entre ellos Crozier, aparecieron con signos de antropofagia, según lo comprobado en el contenido de varias ollas y los cortes de los cuerpos mutilados. Junto a los cadáveres de estos hombres desesperados había una montaña de enseres -botas, pañuelos de seda, jabón perfumado y una pila de libros- que habían sido rescatados de la nave. También en las cercanías había dos esqueletos humanos desplomados sujetando pistolas cargadas, con libros religiosos esparcidos a su alrededor.

En 1981, un equipo de científicos dirigido por Owen Beattie —profesor de antropología en la Universidad de Alberta— comenzó una serie de estudios científicos de las tumbas, los cuerpos, y otras pruebas materiales dejadas por los miembros de la tripulación de Franklin en las islas de Beechey y del Rey Guillermo. Llegaron a la conclusión de que los miembros de la tripulación cuyos cuerpos habían sido enterrados en la isla de Beechey habrían muerto probablemente de neumonía y tuberculosis, aunque también señalaron la posibilidad de que hubiesen fallecido a causa de un envenenamiento por plomo, proveniente de las soldaduras de las latas de conservas. Más recientemente se ha sugerido que la causa principal no fue la comida enlatada —habitualmente utilizada en la Royal Navy en aquella época— sino las conducciones del sistema de agua potable de los barcos. Cuando un grupo de arqueólogos canadienses se topó con el Erebus en 2014, mientras buscaban el famoso vuelo MH370 de Malaysia Airlines en el golfo Queen Maud, encontraron la nave en ruinas también rodeada de esqueletos humanos con marcas de cuchillo en los huesos, lo que confirmaba que sus compañeros de tripulación habían utilizado sus cuerpos como alimento. El terror fue encontrado en buenas condiciones en 2016 en el fondo de una bahía del Ártico, 168 años después de que partiera en su viaje al Ártico.

Cuerpos de John Torrington, John Hartnell y William Braine exhumados en Beechey Island.

Después de la pérdida del grupo de Franklin, los medios de comunicación victorianos retrataron a Franklin como un héroe, minimizando el fracaso de la expedición y los informes sobre canibalismo. Se le dedicaron canciones, se levantaron estatuas en su honor en su ciudad natal, Londres, y en Tasmania se le atribuyó el descubrimiento del Paso del Noroeste, aunque en realidad este no fue atravesado hasta la expedición de 1903–06 de Roald Amundsen.

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