Del rey que resistió tres días a decenas de miles de persas en el paso de las Termópilas queda tan solo el mito.De su vida anterior se sabe poco, y de su posterior incluso se desconoce que la suya fue una derrota aplastante que, al menos a medio plazo, no influyó en transcurso de la guerra.
Leónidas era hijo de Anaxándridas II, rey de Esparta, y su nombre significaba «descendiente de león»;el historiador Heródoto entronca su linaje con los Heráclidas, es decir, con los descendientes del héroe clásico Heracles. El joven ascendió al trono de los agíadas de Esparta tras la muerte de su mediohermano Cleómenes, que,según la leyenda,se cortó en pedazos en un arranque de locura y alcoholemia. Lo cual era especialmente grave, dado que la mayoría de los espartanos eran abstemios. Leónidas accedió al trono en torno a 489 a.C. y era uno de los dos reyes de Esparta cuando aconteció la invasión persa a cargo de Jerjes I. Cabe recordar, como ya explicamos en un post anterior dedicado a la diarquía espartana que Esparta tenía una monarquía dual, esto es, era una diarquía con dos familias reales al frente del país. Los agíadas y los euripóntidas compartían antepasados comunes y cada uno tenía su propio rey, tal vez como remanente de dos tribus que se unieron y decidieron compartir el poder en otro tiempo.
Hacia 500 a. C. el Imperio persa había alcanzado su máxima expansión. Cubría una inmensa franja del sur asiático, desde el río Indo hasta Asia Menor, un territorio de unos tres millones de kilómetros cuadrados. El crecimiento de esta potencia durante la dinastía de los aqueménidas había sido raudo y temible, hasta convertirse en el mayor y más poderoso imperio del mundo antiguo. Desde la revuelta jónica un año después, cuando algunas ciudades griegas de Asia Menor se rebelaron contra el dominio persa, se libraba un enfrentamiento entre este imperio y el mundo heleno: fueron las guerras Médicas, que durante años atizaron la diluida frontera entre las civilizaciones de Oriente y Occidente. En esta pugna sostenida, la batalla de Maratón en 490 a. C. había significado una gran derrota para los persas. Entonces reinaba Darío I, pero ahora su hijo, Jerjes I, clamaba venganza. Persia había tomado la determinación de abordar la invasión definitiva hasta el corazón de la Grecia continental, donde se erigían las polis de Atenas y Esparta.Las ciudades griegas, cuando conocieron la magnitud del ataque que se avecinaba, se reunieron en el templo de Poseidón del istmo de Corinto en 481 a. C. Formularon un acuerdo vinculante que sellaba su alianza contra Persia. Pero las polis que se sumaron a este pacto, conocido como Liga Helénica, fueron muy pocas. Esparta quedó al frente de la coalición.
La trayectoria militar de Leónidas antes de las Termópilas resulta desconocida, pero está claro que debió participar en guerras menores, ya fuera contra atenienses o los argivos. Cuando el rey persa Jerjes atacó Grecia, Leónidas marchó al norte con un grupo escogido de 300 soldados espartanos, todos ellos hombres con hijos e incluso ancianos, y lo pudo hacer porque él mismo sobrepasaba la edad militar de 60 años. El rey espartano sabía que se trataba de una misión casi suicida.El plan de la Liga Helénica –formada por Esparta, sus aliados del Peloponeso, Atenas y otros estados de la Grecia central– consistía en combatir con el mayor número de soldados en el estrecho paso de las Termópilas, mientras una flota hacía frente a los persas en Artemisio. ¿Por qué entonces Leónidas se encontró luchando acompañado de una fuerza tan poco numerosa?. Se trataba de una avanzadilla de un ejército mayor procedente de toda Grecia.Las festividades religiosas del festival dórico de las Carneas, que tenían lugar tras el solsticio de verano, impedía que otros griegos se unieran a Leónidas, ya que no estaba permitido a los griegos combatir durante estas celebraciones.Asimismo, los Juegos Olímpicos Panhelénicos, que se celebraban cada cuatro años al final del verano, también entorpecieron los intentos de la Liga Helénica de reunir un número mayor de efectivos. La competición atlética tenía un componente religioso que dejaba en segundo plano las operaciones militares. Incluso cuando los persas incendiaron Atenas, los juegos seguían celebrándose en Olimpia como si nada.Otros factores que explicarían lo reducido del contingente helénico fue sin duda la percepción de una derrota casi segura. Hay que recordar que en el siglo V a. C. no existía una noción étnica o patriótica que abarcara el conjunto de Grecia, y cada polis tenía una política exterior propia.
Leónidas tomó la iniciativa en la Liga Panhelénica. El rey espartano defendía la idea de esperar a los persas en alguno de los pasos de montaña que éstos tenían que atravesar para llegar al Ática y Leónidas consiguió que le dejaran cumplir esa misión acompañado de una guardia personal de 300 espartanos. Pero los 300 espartanos de Leónidas no fueron los únicos que se saltaron las restricciones que marcaban las festividades religiosas. Además de sus respectivos esclavos ilotas, los espartanos contaban en sus filas con 2.120 arcadios, 400 corintios, 200 de Fliunte, 80 de Micenas, 700 tespios, 400 tebanos, 1.000 focenses y 1.000 locrios opuntios que se habían unido a sus filas en su camino a las Termópilas. Además, en paralelo a esta operación terrestre, la Liga reunió 271 trirremes (reforzado más tarde con otras 53) y los dirigieron hacia Artemisio, donde las tormentas estaban destrozando a la flota persa. Dada la desigualdad de fuerzas,los griegos decidieron esperar al inmenso ejército persa en el desfiladero de las Termópilas, un paso estrecho que da entrada natural a la Grecia continental desde el norte y que se sitúa a 150 kilómetros de Atenas. Aunque el paso del tiempo lo ha agrandado ostensiblemente por la erosión en ese momento el paso no debía medir más de 30 metros de ancho por 1.5 kilómetros de largo. Allí se situaron en agosto del 480 a.C. Atrapado entre el monte Calidromo y el mar, este paso angosto permitía anular la efectividad de la temida caballería persa, que le concedía gran superioridad en campo abierto. Allí debían retrasar a los persas todo lo posible hasta la llegada del grueso del ejercito griego.El desfiladero tenía tres puntos particularmente estrechos. Además del escogido finalmente, la Puerta Central, existían también la Puerta Oriental y la Puerta Occidental, que eran pasos incluso más angostos, pero no cerrados por paredes de tanto desnivel. En la Puerta Central, además, había un antiguo muro que los focenses habían construido para defenderse de sus enemigos del norte, los tesalios, y que ahora Leónidas reconstruiría ante la inminente batalla. Si los dos ejércitos se encontraban en un paso tan constreñido, las líneas de cada oleada ofensiva serían iguales en número de efectivos.
Leónidas logró resistir durante dos días el avance del ejército del Gran Rey, que se estima en torno a 80.000 hombres, valiéndose de las ventajas que ofrecía el terreno. Sin embargo, su flanco sur fue finalmente superado el tercer día por una fuerza que accedió a esta posición a través del sendero de Anopea. Tras ver partir al grueso de sus fuerzas, el rey permaneció en las Termópilas con 700 tespios, 400 tebanos y los famosos 300 espartanos. Mientras encabezaba un contraataque suicida, el rey espartano fue ensartado por las lanzas persas. Los espartanos no estuvieron dispuestos a abandonar el cadáver del rey y lucharon hasta el final a su lado. En la batalla, los espartiatas llevaban el orgullo militar hasta el extremo. Su mayor virtud era la lealtad al colectivo durante la lucha y su falta de temor a dar la vida por Esparta. La sociedad espartana consideraba vergonzoso regresar a casa tras una batalla perdida y, como refirió siglos después Plutarco, las madres despedían a sus hijos con un simple “Vuelve con el escudo o sobre él”, que exigía el regreso victorioso con una sola alternativa: la muerte. Una vez masacrados los últimos helenos, Jerjes identificó el cuerpo de su rival, Leónidas, y ordenó que le cortaran la cabeza para colocarla en una pica. Pretendía así hundir la moral de las filas griegas, que en Termópilas perdieron más de 1.500 hombres. No en vano, el 50% de las bajas de ese día las las representó los tespios, que lucharon con igual arrojo pero menos propaganda. En contrapartida, Jerjes perdió probablemente más de 1.000 hombres.
Los propios helenos comentan en sus textos que fue una derrota demasiado rápida e inesperada; la Grecia central quedó a merced de los persas. El plan de la Liga Helénica había fracasado casi antes de empezar, por lo que los helenos procedieron a evacuar Ática y Beocia. Los persas atravesaron Beocia y capturaron la ciudad de Atenas, que previamente había sido evacuada. Un ejército griego se concentró en el ismo de Corinto bajo el mando del hermano de Leónidas, Cleómbroto, y empezaron a construir un muro fortificado para contener al enemigo en su avance. El fracaso de Leónidas obligaba a asumir decisiones drásticas y a mirar al mar como única esperanza.
Con el fin de alcanzar una victoria decisiva sobre la flota persa, la flota aliada se había apostado en Salamina, donde tendría lugar el primer encuentro realmente decisivo de la guerra. La derrota naval persa en Salamina, sobre todo propiciada por los atenienses, supuso el principio del fin de la invasión persa. Temiendo quedar atrapado en Europa, Jerjes se retiró con la mayor parte de su ejército a Asia, dejando al general Mardonio al mando de las tropas restantes para completar la conquista de Grecia. Aunque la guerra aún se alargó debido a las eternas diferencias entre las distintas ciudades estado, en verdad los persas erraron en sus siguientes movimientos terrestres y Grecia pudo expulsar al fin a los bárbaros.Al año siguiente, los aliados consiguieron la victoria decisiva en la batalla de Platea, que puso fin a la invasión persa.
La leyenda sobre las Termópilas hace referencia a la imagen de los hombres libres, los griegos, enfrentándose a los bárbaros esclavos de Jerjes. Por supuesto no se menciona la presencia 300 ilotas masacrados junto a sus 300 amos espartanos. Los ilotas sustentaban la economía espartana y los acompañaban a la batalla en calidad de asistentes. Plantaban las tiendas, cargaban los equipos, cocinaban, buscaban el agua e incluso cuidaban de las armas de los espartanos. La sociedad espartana poco podía reprochar en este sentido al rey persa.
Pasados 40 años, por orden de otro rey agíada de Esparta, Pausanias, los restos del rey fueron recuperados y llevados a Esparta para ser enterrados de nuevo según los ritos griegos y para que se le construyera un mausoleo acorde a su leyenda. A esas alturas, Grecia le había elevado a la categoría de héroe por su sacrificio.
muy buena la narracion historica…felicidades…espero sigan enriqueciendo nuestros conocimientos avidos de la Historia anatigua..que es fascinante…..gracias
Muchas gracias Pedro por leer nuestro articulo y por comentarlo¡ Estas en tu casa¡¡¡