Los fenicios

sábado, 29 de febrero de 2020

Los fenicios, ¿fueron grandes comerciantes que jugaron un papel clave como intermediarios entre el mundo oriental y el mundo mediterráneo? o, por el contrario ¿astutos comerciantes que aprovechaban cualquier oportunidad para enriquecerse, incluso practicando la piratería?. Quizá un poco de ambas cosas. Sea como fuere, en su afán por descubrir nuevas fuentes de aprovisionamiento de materias primas, los fenicios recorrieron enormes distancias, abriendo rutas de navegación cuyo alcance todavía sorprende hoy en día. Los griegos utilizan el termino phoinikes para designar a este pueblo semita de comerciantes procedentes del levante Mediterráneo,termino que deriva directamente del vocablo phoinos que entre otros significados significa rojo o púrpura (“los de purpura”), haciendo alusión, entre otras cosas al color de sus famosas telas. El término griego se generalizó y popularizó. Los romanos llamaron poeni (punicos) a los cartagineses para diferenciarlos de los fenicios orientales. Pero los fenicios se llamaron a sí mismos caanani (cananeos) o kinanu (púrpura). 

A pesar del carácter marinero de sus gentes, de los que se puede decir que vivían de cara al mar, los fenicios tenían una procedencia muy distinta: procedían de la península de Sinaí, donde se organizaban en pequeñas comunidades nómadas dedicadas al pastoreo. Autores griegos como Herodoto, Estrabon o Plinio, sitúan su origen en la zona del Golfo Pérsico, mientras que Filón de Biblos les confiere un origen cananeo. En un determinado momento, en torno al IV milenio a.C, se producirá un movimiento migratorio que llevará a estas poblaciones a desplazarse hacia el norte, estableciéndose definitivamente en la región de Canaán,estando ya plenamente establecidos en torno al III milenio a.C. De esta forma, en una serie de sucesivas migraciones, los antiguos moradores de Sinaí se fueron estableciendo en diversos puntos de de la franja costero sirio-libanesa, interrelacionándose con la población indígena, con los que se fusionarán a lo largo del II milenio a.C otros grupos semitas, como los amorreos, arameos o israelitas, así como otros pueblos de origen hurrita. Este proceso de transformación dio lugar con el transcurrir del tiempo a una cultura protofenicia, hacia el segundo milenio a.C, hasta constituir una cultura plenamente fenicia tras la invasión de los Pueblos del Mar. Con el paso del tiempo, estos primitivos establecimientos se fueron transformando en florecientes centros urbanos. 

En general las ciudades fenicias se alineaban a lo largo de la costa cananea, en una estrecha franja costera encajonada entre el Mar Mediterráneo al oeste y los Montes Líbano y ríos Jordán y Orontes al este. Las principales ciudades fenicias: –Arados, Biblos, Beirut, Sidón, Sarepta o Tiro– no estaban agrupadas en un único estado sino que cada una estaba organizada independientemente bajo la autoridad de un rey que controlaba un cierto territorio en el interior. A pesar de rivalizar entre sí, todas estas ciudades compartían una misma cultura y una lengua, el fenicio, y de la misma manera se vieron sometidas a las interferencias políticas y militares de los grandes reinos e imperios vecinos como Asiria o Egipto. En esta orografía tan montañosa, las tierras aptas para el cultivo eran escasas, aunque de extraordinaria calidad, pero insuficientes para atender las crecientes demandas de una población demográficamente en alza, por lo que pronto se dieron cuenta que sus posibilidades de desarrollo pasaban necesariamente por la expansión marítima. Fue especialmente el intervencionismo asirio lo que más dificultó el comercio terrestre fenicio, forzando gradualmente a este pueblo a centrase en el mar.

Los fenicios fueron los primeros en explorar a fondo las costas del mar Mediterráneo hasta la Península Ibérica y los primeros también en atravesar las míticas columnas de Hércules para penetrar en el Océano Atlántico, llevando consigo una sofisticada cultura oriental que ya había madurado durante milenios.Durante sus viajes de exploración en busca de metales preciosos y mercancías exóticas para los mercados del Oriente, fundaron colonias como Cádiz en el sur de la Península Ibérica, Mogador y Lixus en la costa de Marruecos, Útica y Cartago en Túnez o Mozia en Sicilia, por mencionar sólo algunas. Estos asentamientos fueron construidos siguiendo el modelo de las ciudades orientales fenicias, estableciéndose sobre promontorios o en islotes situados delante de la costa, espaciadas a intervalos bastante regulares, que permitían a las naves fenicias estar siempre cerca de un puerto donde poder anclar, reabastecerse de comida o de agua fresca, reparar daños y comerciar con la población local.

Siempre que fuera posible, los marinos fenicios navegaban a lo largo de la costa, de día y sin perder de vista la tierra firme aunque también eran capaces de cruzar estrechos de mar abierto y de navegar de noche orientándose por la constelación de la Osa Mayor, conocida en el mundo antiguo con el nombre de “estrella fenicia”. La navegación comercial tenía lugar casi exclusivamente entre los meses de marzo y octubre, durante el buen tiempo aunque la inconstancia de los vientos mediterráneos y su orientación variable obligasen a hacer paradas que podían llegar a durar semanas. Para viajes de largo recorrido de una punta a la otra del Mediterráneo, para un barco cargado con mercancías que fuera parando de puerto en puerto, lo normal eran unos sesenta días, para cubrir una distancia de dos mil millas. El barco mercante fenicio estaba perfectamente adaptado al tipo de rutas y regiones marinas más transitadas. El barco mercante fenicio era el considerado como golah, el gaulos griego, que significaba literalmente «bañera» y que se caracterizaba por ser un barco barrigón. Un modelo estándar de estos golah podría ser un barco de hasta unos veinticinco metros de eslora —aunque normalmente eran más cortos—, siete u ocho metros de manga y cuatro metros de puntal, con un calado de unos dos metros y en el cual se podría llegar a desplazar no menos de ciento cincuenta toneladas. La roda y el codaste —las prolongaciones de la quilla— podían sobresalir sobre la cubierta, y en la proa es probable que se instalase algún tipo de recipiente anfórico destinado a servir de faro tanto para marcar su posición como para iluminar parte de la cubierta durante las travesías nocturnas. Las cubiertas estarían parapetadas por unas bandas destinadas a poder sujetar y atar las mercancías.

En el centro del buque se levantaría un palo de entre nueve y once metros que generalmente estaría sujetado a proa y popa a través de estayes y sobre el cual habría una especie de cofa para que se pudiera situar un vigía, papel importante cuando la navegación era de altura. Este palo servía para sostener el principal motor de la nave, la vela cuadra, cuya navegación requería de técnicas y herramientas especiales para poder aprovechar la dirección de los vientos. La forma más óptima para navegar era hacerlo a través de vientos largos de popa, una circunstancia que lógicamente no se daba en todos los momentos. A la vela se sumaba el remo como fuerza motriz, pero este se usaba solamente en casos de necesidad imperiosa o de aproximación a los puertos, y no era la fuente de propulsión principal. Hay que tener en cuenta que los remeros eran ciudadanos libres especialistas en su trabajo, por lo que resultaría antieconómico su papel en los barcos mercantes.

Las distintas rutas debieron de tener en algunos de sus tramos una navegación de altura.Buena parte de los tramos de las rutas fenicias discurrían por zonas de mar de altura donde la costa no se ve a simple vista, por lo que perderían esta referencia geográfica para sus viajes. Entonces, ¿qué referencias tomaron los fenicios para orientarse en mar abierto?.Cuando en alta mar se tiene el agua por horizonte, la única forma de guiarse es a través del cielo, tanto de día como de noche. Un método muy antiguo y que no requería de muchos conocimientos técnicos era la orientación a través de pájaros. Estos volarían siempre en dirección a la tierra, y en caso de que no la encontrasen volverían al barco desde donde salieron.Pero, de entre todas las formas de orientación, la más usada por los fenicios fue la de guiarse a través de la Estrella Polar, único punto fijo del firmamento y que permite delimitar los puntos cardinales y sus direcciones. Con las condiciones de viento y corrientes, los barcos alcanzarían como mucho una media de cuatro nudos (7,4 km/h), que les haría recorrer una distancia media de unas sesenta millas diarias navegando en alta mar, el doble de trayecto que si se realizaba bordeando la costa. A ello ayudaría la existencia de cartas de navegación, que, aunque no han llegado hasta nosotros, se entiende comprensible su existencia.

Debemos tener en cuenta que en el mundo fenicio existia un comercio dirigido por el monarca, es decir público, con sede en el palacio, y un comercio de carácter privado. En el primer caso es el propio rey el que gestiona la empresa, dando las órdenes pertinentes, siendo un comercio interestatal. En el segundo caso, se puede afirmar que existían especies de compañías privadas, cuyo propósito era la gestión y transporte de mercancías por vía marítima.

Pronto fundaron y organizaron nuevos asentamientos por todo el Mediterráneo. Es muy posible que en un principio, dado el carácter migratorio de estas empresas, la expedición fuera dirigida físicamente, por miembros de la clase aristocrática, que además pretendían que no se produjera una desvinculación de los nuevos asentamientos respecto de la metrópoli y así controlar los medios de producción. También muchos de estos aristócratas, interesados en influir en la vida política de sus metrópolis, se veían atraídos a encabezar y participar en estas expediciones ambicionando méritos, que les consolidara en la vida política de su ciudad. Sea como fuere, en uno y otro caso, la búsqueda o el incremento de la fortuna, constituía también, un factor motivador, a la hora de involucrarse en dichas actividades.Todo el programa comercial ultramarino que llevan a cabo los fenicios, estaba orquestado por el Estado y más concretamente por la clase aristocrática, a la cual no le interesaba la situación de inestabilidad social que se vivía en las metrópolis en las que día a día, iban acrecentando las desigualdades sociales, generando tensiones internas, preferibles evitar en la medida de lo posible.

Estos colonos, dirigidos por miembros de la aristocracia, crearan en los nuevos asentaientos un modelo heredado de la metrópoli, reproduciendo el modelo político de esta y estableciendo en el nuevo espacio urbano, la misma diferenciación social que imperaba en la metrópoli de procedencia.Igualmente se traslada a la colonia el mismo modelo religioso, heredando el panteón de la ciudad madre, así como los ritos funerarios que se practicaban en la metrópoli. Los recién llegados obtenían materias primas, principalmente metales y otros recursos, a cambio de las manufacturas de escaso valor que recibían los lugareños. Una vez establecidos, debìan buscar tierras de cultivo que les permitieran desarrollar las actividades agrícolas necesarias para la subsistencia, por lo que paralelamente a la colonización comercial, se produce una colonización agrícola igualmente compleja. A esto debemos unir una dependencia tecnológica por parte de la población autóctona, con respecto a los recién llegados, con la consiguiente subordinación económica que condujo a una desigual distribución de la riqueza produciendo como resultado final una esquilmación de los recursos por parte de los nuevos pobladores.

Sin embargo, las actividades de los navegantes fenicios no se limitaron al Mediterráneo. Bajo el reinado del rey Hiram de Tiro, que subió al trono entre el 969 y el 936 A.C., esta ciudad mantuvo na estrecha relación con los soberanos de Jerusalén David y Salomón dieron lugar a expediciones marítimas conjuntas entre Tiro e Israel al país de Edom, en Arabia, desde donde se traía oro, madera de sándalo, piedras preciosas, monos y pavos reales. Sin duda estas expediciones no parecen haber sido concebidas como aventuras esporádicas debido al gasto tan considerable que habría supuesto el acondicionar un puerto en el Mar Rojo y la construcción o el transporte de una flota desde el Mediterráneo. Las actividades fenicias en el Mar Rojo parecen haberse extinguido después de la campaña militar egipcia liderada por el faraón Sheshonq, que invadió Palestina y saqueó Jerusalén alrededor del año 930 A.C. cortando el acceso a las rutas del Sinaí y del Golfo de Eliat.

Según Herodoto fueron navegantes fenicios, por encargo del faraón egipcio Necao, hacia finales del siglo séptimo A.C., los primeros en circunna vegar el continente africano de oriente a occidente, casi dos mil años antes de que los portugueses doblasen el cabo de Buena Esperanza. En su libro Historia Natural el escritor romano Plinio el Viejo hace referencia a dos viajeros cartagineses del siglo V A.C.: El primero, Himilcón, realizó un viaje a lo largo de la costa Atlántica de Europa hasta alcanzar la Bretaña y quizás incluso las islas Casitérides (Gran Bretaña e Irlanda) en busca de estaño, un mineral muy apreciado ya que era clave, junto con el cobre, para la fabricación de bronce.

El segundo, Hannón,rey de los cartagineses, se embarcó desde Cartago rumbo al oeste con sesenta barcos y treinta mil personas incluyendo hombres y mujeres, con la intención de fundar nuevas colonias. Después de atravesar las columnas de Hércules la expedición fundó varias ciudades a lo largo de la costa africana incluyendo un santuario dedicado a Poseidón. Después de varias semanas de navegación a lo largo de la costa Africana la expedición se dio media vuelta debido a la falta de suministros, no sin que antes desembarcaran para un último reconocimiento del terreno durante el cual se produjo un curioso encuentro con los gorilas, cuyas pieles transportaron a Cartago.

Hipotética ruta sobre el Periplo de Hannón. Este tipo de viajes y expediciones eran muy frecuentes en la literatura fenicio-púnica como guías de viaje para siguientes exploradores. Se describían de esta forma los accidentes geográficos más importantes o señalados (golfos, desembocadura de ríos, montañas) y daban información sobre las tierras exploradas. Por desgracia, la mayoría de ellos se han perdido.

En el año 1874 se publicó una copia de una inscripción fenicia cuyo original aparentemente se había encontrado cerca de Parahyba (Joao Pessoa), en Brasil, cerca de la costa del Atlántico. En la actualidad existe un consenso casi unánime entre los especialistas dedicados al mundo fenicio sobre la falsedad de esta supuesta inscripción cuyo original nunca ha sido hallado.Aunque técnicamente sería posible el hecho de que un barco pudiera alcanzar la costa brasileña desde el continente africano arrastrado por las corrientes y los vientos es improbable que una tripulación resistiera semanas o incluso meses en alta mar sin haber tenido la oportunidad de prepararse para tan larga travesía.

Tiro y Sidon, fueron las ciudades precursoras y dominadoras de una industria muy rentable, el comercio de la púrpura .Este tinte púrpura con el que teñían los paños lo obtenían de dos especies de gasterópodos muy abundantes en esa zona del Mediterráneo, el Murex trunculus y el Murex brandaris. Este procedimiento de teñido, de posible procedencia ugarítica, solo era conocido por los fenicios los cuales se mostraban celosos de ella y procuraban mantenerla en secreto. Dada la complicación que suponía obtener fácilmente grandes cantidades de púrpura, esta industria solo estaba al alcance de una elite y nunca destinada a la gente corriente. La producción de telas y paños teñidos de púrpura, fueron considerados artículos de lujo en todo el Mediterráneo.

Aunque inicialmente se limitaban a actuar como puros tratantes de productos y objetos artesanos ajenos, que acumulaban procedentes de los mas diversos lugares, con el tiempo se dieron cuenta de lo rentable que era este comercio y se dedicaron a perfeccionarlo, con el objeto de hacerlo más rentable si aun si cabe, comenzando a producir una artesanía propia, de gran originalidad y muy diversa, plagada de influencias egipcias, griegas, mesopotámicas etc., dando lugar a un arte ecléctico muy apreciado entre sus clientes. Las ciudades fenicias de oriente, destacaron por tanto, por ser productoras de una suntuosa industria de objetos manufacturados y productos de lujo. Estos objetos, que consistían a grandes rasgos, en tallas de madera, figurillas, ricos ornamentos de lujo, paneles decorados, cerámica, vidrios y marfiles, ricos objetos de marfil, bronces, piezas de oro y plata, así como joyas en las que dejaban constancia de un magistral dominio del granulado y la filigrana, que se destinaban a satisfacer la demanda de una nobleza refinada y amante del lujo; los genicios les proporcionaban los elementos distintivos a través de los que reafirmaban su prestigio y posición social. 

Tiro, que alcanzará su apogeo comercial en el siglo VIII a.C, sabedora de la importancia de los metales y de su enorme demanda, se preocupó de dominar las rutas comerciales donde abundaban los más diversos minerales, como el oro, la plata, el hierro,el estaño, el plomo o el cobre. Logro establecer una extensa red comercial que se extendía a lo largo de Mediterráneo y las costas del Océano Indico controlando el comercio con la Península de Anatolia, Chipre, Etruria, Tartessos o la península de Sinaí.

Pero los fenicios se dieron cuenta de que podían ir más allá y obtener mayores beneficios si además de conseguir la materia prima, la transformaban en productos manufacturados; así además del valor obtenido por la materia en sí, obtenían también el valor añadido de la mano de obra. Para ello se establecieron industrias o talleres a donde llegaba las materias prima para su transformación. Una de las industrias más florecientes en este sentido fue la industria del vidrio, siendo famosas por obtener un vidrio transparente único hasta ese momento en el mundo antiguo. Fue tal el éxito de esta industria que pronto se crearon en torno a ella cadenas comerciales con el único fin de asegurar su buena distribución a gran escala. En la producción del vidrio destacaron tanto Tiro como Sidon, que lo distribuyeron por toda la cuenca Mediterránea.

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