Desde 1924 los soviéticos aprobaron el uso de perros en el campo de batalla, en labores que iban desde encontrar a soldados perdidos en la nieve o hallar minas enterradas en el suelo por el olor del explosivo que albergaban en su interior hasta la transmisión de mensajes entre diferentes unidades, aunque es un objetivo que se acabó abandonando debido a los múltiples inconvenientes que terminó por demostrar (entre ellos, que el animal regresara junto a sus dueños o que fuese capturado por el enemigo). Algunos años después los soviéticos se plantearon utilizar perros en una serie de experimentos relacionados con su adiestramiento para lograr que estos animales transportaran una correa de bombas hasta la parte inferior de un carro de combate,la zona de un carro en la que el blindaje era menor, un objetivo que no era sencillo.
Los soviéticos se basaron en los estudios realizados por Iván Pávlov y Edward Thorndike, creadores respectivamente de las teorías del condicionamiento clásico y del condicionamiento instrumental. La primera es la que afirma que, mediante entrenamiento, un estímulo puede llevar a una reacción concreta y determinada. Esta se asocia con respuestas automáticas y fisiológicas del cuerpo (oler la comida lleva a salivar) que pueden ser modificadas. Por su parte, la segunda es la que considera que es necesario afianzar la conducta que se pretende enseñar mediante un refuerzo positivo, un premio, cuando el animal hace bien su tarea. Así, se hacía pasar hambre a los perros y tras varios días, se les daba de comer debajo de un carro de combate con el motor arrancado. Esto, en principio, lograría que los canes salivasen al ver los carros de combate pues lo asociarían con la comida. Sin embargo, los soviéticos buscaban que los animales fuesen corriendo hacia los tanques, por lo que todavía tenían que dar un paso más.
Habiendo conseguido que los perros fuesen hasta el carro de combate enemigo, los soviéticos idearon su primer plan: cargar al animal con una mochila llena de TNT que pudiera desprenderse bajo el carro de combate mediante un ingenioso mecanismo. La idea era que el animal mordiera una cuerda o una anilla que llevaba atada al cuello –la cual liberaría los explosivos- y regresara junto a sus amos, quienes activarían la carga de forma remota. El entrenamiento no surtió el efecto que se pretendía, pues los animales no siempre mordían la cuerda o la anilla que dejaba caer los explosivos. Hacía falta más tiempo.
El 22 de junio de 1941 los alemanes iniciaron la Operación Barbarroja, el ataque contra la Unión Soviética ,capturado una gigantesca extensión de territorio ruso junto con una buena parte de sus ejércitos y con ellos, su equipamiento. No disponían de más tiempo para perfeccionar su entrenamiento, por lo que el alto mando soviético cambió de estrategia y decidió que era mucho más sencillo adiestrar a los animales para que se limitaran a introducirse en la parte inferior de los carros de combate. En ese momento, se activaría una carga explosiva que detonara al instante, acabando también con su vida.Así, en otoño de 1941, cuando las divisiones alemanas se encontraban ya en las afueras de Moscú, se empezó a entrenar a los perros para que fueran una mina contra carro guiada y sacrificaran sus vidas durante la misión. Se decidió que se les atarían explosivos en el lomo y una vez en el frente, se les soltaba cerca de los blindados alemanes; los perros se lanzaban rápidamente a buscar su comida bajo el vehículo pero, en este caso, se accionaba una palanca conectada a un explosivo al impactar contra la parte inferior del vehículo para provocar una detonación.
Hans von Luck, as de los panzer alemanes, lo recordaba así en sus memorias tituladas «Panzer Commander»: «Una vez, cuando íbamos a abandonar un pueblo, un perro empezó a correr hacia nosotros. Meneaba su cola y gemía. Cuando intentamos capturarle, se arrastró debajo de un vehículo blindado. Al cabo de unos segundos oímos un “bang” y, después, una severa explosión. El vehículo se dañó, pero por suerte la bomba no causó un incendio. Corrimos hacia el animal muerto y descubrimos que tenía una carga explosiva enganchada que se activaba con un detonador con un pasador. Cuando el perro se arrastró debajo del vehículo, el detonador chocó contra la parte inferior y se activó desencadenando una explosión. El perro había sido entrenado para coger comida debajo de los vehículos blindados«. Esta táctica sólo fue útil al principio, cuando los alemanes pensaban que eran perros de las unidades sanitarias y no sospechaban de la trampa. Más tarde, cuando se comprobó que iban cargados de explosivos, acribillaban a la mayoría de los perros que se les acercaban antes de que pudieran llegar a su objetivo. Hans von Luck afirma en su libro: «Desafortunadamente, en cuanto descubrimos la treta tuvimos que disparar a todos los perros que encontramos«.
Una de sus participaciones más destacadas, según las fuentes soviéticas citadas por Zaloga, fue la batalla de Kursk donde según fuentes soviéticas, 16 perros destruyeron 12 tanques. Sin embargo, las fuentes alemanas afirman que no eran muy eficaces. Eficientes o no a la hora de destruir Panzers, lo cierto es que los perros-bomba destrozaban los nervios de los alemanes, quienes se veían obligados a acertar con sus armas a estos veloces animales dotados con grandes reflejos. En muchas ocasiones, este factor psicológico bastaba para desconcertarles. Aunque la efectividad de los “perros bomba” era modesta, sí que tuvo como consecuencia: minar aún más la moral de las tropas alemanas, que debían permanecer en constante alerta.
Paradogicamente, el entrenamiento de estos animales no era en realidad muy efectivo, pues, lógicamente, los perros no distinguian un carro de combate alemán de uno ruso y muchas veces se metían bajo los blindados del ejército soviético.No faltaban tampoco los casos en los que, simplemente, los animales se asustaban debido al ruido de la batalla y volvían buscando el cariño de sus amos, algo que propinaba más de un sobresalto a los propios rusos.
¿Por qué falló la cruel táctica de los perros-bomba?. Aparte de ser un adiestramiento técnico, ya que el perro tiene que introducirse debajo de un objeto muy grande y con mucho ruido, es bastante difícil -por no decir imposible- por las emociones de los perros. Se ha demostrado científicamente que los perros tienen las mismas emociones que las personas. Aunque el entrenamiento fuera efectivo, los adiestradores tendrían severos problemas para que los animales cumpliesen su función en medio de las balas; cuando el perro se encuentra en una situación de combate, con disparos, explosiones, gritos, personas muertas… en la cual sus emociones se ponen al límite,.emociones como el miedo y el estrés la motivación del alimento pasa a un segundo plano. En medio de la contienda el perro entendería el estímulo de la comida como algo secundario, terciario o que, simplemente no existiría.
La propaganda soviética estimó que los perros habían abatido más de 300 tanques alemanes, pero en realidad no hay constancia fehaciente de estos datos. En 1944 ,ya sólo se utilizaban perros en el rastreo de campos de minas. En total, unos 40.000 perros serían utilizaron por los rusos en diferentes tareas durante la Segunda Guerra Mundial. Existe un monumento a estos perros en Volgogrado, inaugurado en mayo del 2011.
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