Cientos de miles de miembros del Partido Comunista Soviético, socialistas, anarquistas y opositores fueron perseguidos, juzgados y, finalmente, desterrados, encarcelados o ejecutados en los campos de concentración gulags. Se llevaron a cabo juicios públicos, se envió a cientos de miles a campos de concentración gulags y otros fueron ejecutados: la » Gran Purga» de Stalin.
Inspirados por el ejemplo jacobino de la Revolución francesa, tras el triunfo de la revolución rusa, los bolcheviques anunciaron el «terror rojo» para oponerse al que denominaban «terror blanco». La represión contra los enemigos del régimen se desplegó en su máxima expresión a partir del verano de 1918, tras la insurrección de los socialrevolucionarios de izquierda de Moscú. Millares de presos y de sospechosos fueron masacrados a lo largo de toda Rusia, siendo el primer acto de una Guerra Civil entre los bolcheviques y el resto de fuerzas que se cobró alrededor de nueve millones de vidas, entre muertes directas y las provocadas por la ruina y la hambruna generalizada.
Stalin, que ocupó distintos puestos en el régimen leninista, será nombrado Secretario General del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética desde 1922.Una secretaría que empleó para extender su poder a otras instituciones soviéticas y para, tras la muerte de Lenin en 1924, sofocar gradualmente a todos los grupos opositores dentro del Partido Comunista. Esta primera purga incluyó a León Trotski, que fue desterrado de la Unión Soviética en 1929. Stalin no inventó nada en cuanto a represión, simplemente continuó con la obra bolchevique allí donde la dejó Vladímir Lenin, cuyo exitoso golpe de Estado en 1917 fue seguido de la creación de la «Comisión extraordinaria de lucha contra el sabotaje y la contrarrevolución», comúnmente conocida como Checa.
La “Gran Purga” o “Gran Terror”, también conocida en ruso como “Yezhovschina” en honor a Nilolay Yezhov, líder del NKVD comenzó el 30 de Julio de 1937 tras la emisión de la orden operativa número 0047 por la que se asignaba a un comisario político a cada zona geográfica del país como responsable para llevar a cabo los arrestos y ejecuciones. Las represalias, que se extendieron a todas las regiones y a todas las capas sociales sin excepción. La magnitud de las acusaciones falsas no ha tenido precedentes en la historia mundial. En 1937-1938, la probabilidad de ser arrestado dependía, principalmente, de la pertenencia a una categoría de la población que figurase en una de las «órdenes operativas» del NKVD, o de los vínculos con aquellas personas que habían sido arrestadas con anterioridad. Toda la campaña fue planeada concienzudamente y con antelación por los altos dirigentes de la URSS (la camarilla de Stalin) y se llevó a cabo bajo su permanente control. Las órdenes secretas del NKVD fijaban los plazos para llevar a cabo operaciones concretas, los grupos y clases de la población que iba a someterse a la purga, así como los llamados límites o cuotas; es decir, las cantidades planificadas de detenciones o fusilamientos en cada región.
1937 verá el restablecimiento en el siglo XX de las normas del proceso inquisitorial medieval, con todos sus atributos tradicionales: procedimientos seudojudiciales que (en la gran mayoría de los casos) se realizaban en ausencia del procesado, sin defensor y con la práctica unificación de las funciones de instructor, acusador, juez y verdugo en un mismo organismo. El afán de conseguir semejante confesión, combinado con las fórmulas arbitrarias y fantásticas de las acusaciones, llevaron al empleo masivo de la tortura; en el verano de 1937, las torturas fueron oficialmente aprobadas. Las órdenes secretas del NKVD fijaban los plazos para llevar a cabo operaciones concretas, los grupos y clases de la población que iba a someterse a la purga, así como los llamados límites o cuotas; es decir, las cantidades planificadas de detenciones o fusilamientos en cada región.
Moscú y las ciudades adyacentes fueron las primeras en ser abordadas por las escuadras del NKVD, procediéndose a la ejecución inmediata de 22.500 sospechosos y a la deportación a gulags de 16.800 detenidos. Posteriormente la represión se trasladó al resto de la Unión Soviética que a finales de 1937 alcanzó unas cifras de 259.440 personas encarceladas y 72.950 asesinadas ante pelotones de fusilamiento o la horca. Ucrania fue otro gran foco de la “Gran Purga” porque 106.000 afiliados del Partido Comunista Ucraniano fueron ejecutados, así como 197 de los 200 representantes del Comité Central Ucraniano. Igual de intensa fue la persecución en la ciudad de Leningrado con la eliminación del 90% de los miembros del PCUS; lo mismo que Orenburg donde 7.500 personas fueron fusiladas (3.290 acusados de “kulaks”, 1.500 cosacos, 1.399 sospechosos de delincuencia y 1.138 disidentes).
Todo ello sirvió a Stalin para consolidar su poder y limpiar la «disidencia trotskista y leninista» de todos los órganos soviéticos. De los seis miembros del Politburó original (el máximo órgano de gobierno), únicamente Stalin sobrevivió a su ascenso, mientras cuatro fueron ejecutados y Trotsky, desterrado, sería asesinado en México en 1940. A su vez, de los 1.966 delegados del XVII Congreso del Partido Comunista celebrado en 1934, 1.108 fueron arrestados y encarcelados para ser ejecutados en la mayoría de casos.Otro grupo que fue objeto prioritario de la represión estalinista fue el constituido por los numerosos dirigentes y simples miembros de partidos comunistas extranjeros refugiados en la URSS, así como los cuadros del Komintern (la Internacional comunista). Dirigentes como el húngaro Béla Kun (famoso por las atrocidades que cometió en Crimea durante la Guerra Civil rusa), el yugoslavo Milan Gorkić o el alemán Heinz Neumann fueron ejecutados sin juicio en compañía de miles de camaradas anónimos, la mayoría de los cuales desaparecieron sin dejar rastro. Stalin llegó al extremo de convocar en Moscú, con cualquier pretexto, a militantes que residían en el extranjero, con el objeto de arrestarlos a su regreso y, acto seguido, ejecutarlos. Por esta razón en aquellos tiempos, normalmente una orden de regreso a la patria era considerada con terror, ya que solía ser la antesala de la muerte. Los que, desobedeciendo las órdenes recibidas, decidieron resistirse a acudir voluntariamente fueron perseguidos con saña por escuadrones especiales de asesinos del NKVD especialmente encargados de ejecutar en el extranjero a estos desertores.
Esta política de gulags también afectó al mismísmo Ejército Rojo. La purga se inició con la aparición de documentos,que previamente el Kremlin había falseado, sobre una conspiración del mariscal Mihail Tujachevsky y otros oficiales del ejercito para derrocarle. Evidenciaban la existencia de correspondencia entre el Mariscal Mijaíl Tujachevski y miembros del OKW (Oberkommando der Wehrmacht, Alto Mando de la Wehrmacht), el Alto Mando alemán. En los juicios, las cartas fueron convenientemente dejadas de lado y no fueron utilizadas como evidencia, sino solamente las confesiones de los militares. Es sobradamente conocido como se conseguían estas confesiones. Tres de los cinco mariscales; 13 de los 15 comandantes de ejércitos; 8 de los 9 almirantes; 50 de los 57 generales de los cuerpos de ejército; 154 de los 186 generales de división; todos los comisarios del ejército y 25 de los 28 comisarios de los cuerpos de ejército, de la Unión Soviética fueron juzgados y condenados por razones políticas. De los mandos de la Marina Roja un total de 8 almirantes fueron depurados. También se fusiló a 30.020 oficiales y suboficiales desde comandantes a sargentos.
El resultado fue la disminución del poder operativo de las Fuerzas Armadas a cambio de un aumento de la fidelidad ideológica de cara a la inminente Segunda Guerra Mundial. Comandantes fanáticos, pero inexpertos. Algo que la Unión Soviética pagaría muy caro en el verano de 1941 al producirse el ataque alemán.Si bien los soviéticos justificaron posteriormente esta cruenta medida, argumentando que se limpió el camino de elementos «saboteadores» o disidentes para la futura guerra con la Alemania Nazi, una gran cantidad de las víctimas eran miembros del Partido Comunista y líderes de las Fuerzas Armadas.
La represión sangrienta contra las figuras conocidas por todo el país (los periódicos informaban sobre ellas en primer término), y cuya lealtad estaba fuera de duda, hacía que cundiese el pánico y se agravase la psicosis masiva.Para el grueso de la población, que desconocía el contenido de las órdenes secretas, la lógica de las detenciones resultaba enigmática, inexplicable y ajena al sentido común.
Generalmente todos los ámbitos de la sociedad soviética y sectores de la vida pública fueron alcanzados en mayor o menor medida por la “Gran Purga”. Por ejemplo miles de profesores y docentes de universidades, institutos, colegios y academias sufrieron muerte o deportación, siendo únicamente en Bielorrúsia depurados el 87% de los maestros. De hecho, cualquier foco de intelectualidad fue erradicado, incluyendo todas las ramas de la ciencia, como le sucedió al personal del Observatorio Astronómico de Pultovo o a los diseñadores de aviones Andrei Tupolev y Sergei Korolev.Intelectuales, periodistas, escritores y publicistas sufrieron persecución a niveles alarmantes durante la “Gran Purga”. Un ejemplo de ello fue el arresto de los 2.000 autores de la Unión de Escritores, el asesinato del novelista Isaak Babel que había publicado obras como Cuentos de Odessa y Caballería Roja o la muerte de Ossip Mandelstam fallecido por las condiciones insalubres a bordo de un tren mientras era deportado. Entre los muchos encarcelados destacaron los escritores Boris Pilniak, Yuri Olesha y Panteleimon Romanov; los poetas Titsian Tabidze, Gurgen Maari, Nikolay Klyuev y Nikolay Zabolotsky; el compositor de música Andre Zheliayev y varios directores de orquesta. También respecto al famoso Teatro Meyerhold, el edificio fue enteramente clausurado, toda la plantilla fue detenida, el realizador Vsevolod Meyerhold ejecutado y su esposa la actriz Zinaida Raij brutalmente asesinada a puñaladas en los ojos.
La religión fue el último sector azotado por la “Gran Purga”;Solamente en 1938 se cerraron 19.000 iglesias y mezquitas, siendo ejecutados a continuación un total de 5.665 oficiantes entre sacerdotes cristianos e imanes islámicos. Fuera de estas dos religiones mayoritarias, ciertas sinagogas fueron clausuradas con sus rabinos asesinados; mientras que en las zonas periféricas del Lejano Oriente como la Mongolia Exterior y Tannu Tuva fueron masacrados en una auténtica limpieza antirreligiosa más de 35.000 lamas budistas.
Oficialmente el 17 de Noviembre de 1938, la “Gran Purga” se dio por finalizada tras la sustitución de Nikolay Yezhov por Lavrenti Beria como líder del NKVD. El “Gran Terror” como muchos denominaron a esta etapa histórica de la Unión Soviética, terminó tras más de un año y medio de fusilamientos y detenciones. Según las estimaciones actuales, aproximadamente perdieron la vida 1 millón de seres humanos por diversos motivos.
Como colofón, en 1939 las autoridades soviéticas entregaron a la Gestapo nazi a aquellos refugiados comunistas alemanes, polacos y húngaros que habían huido de la persecución buscado refugio en la Unión Soviética. Esta entrega fue una consecuencia del pacto de no agresión germano-soviético ( antesala a la invasión soviética de Polonia, la ocupación soviética de los países bálticos, de la Besarabia y norte de Bucovina y el ataque a Finlandia ) y supuso, para sus víctimas pasar del atroz sistema represivo de la NKVD y las redes de capos del «Gulag» a los campos de concentración nazis dirigidos por las SS, donde la mayoría de ellos terminaron siendo ejecutados.
Alexánder Solzhenitsyn en su libro «Archipiélago Gulag», estimó en 66,7 millones de víctimas del régimen soviético entre 1917 y 1959.
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