Babilonia

miércoles, 29 de agosto de 2018

Establecer cuál ha sido la ciudad más hermosa de la Historia es complicado pero, sin duda, Babilonia sería una justa aspirante a ese título. Pocas de las grandes urbes antiguas superaron en monumentalidad, espectacularidad y en magnificencia a la gran ciudad que fue Babilonia entre los siglos VII y V a. C. Se hallaba situada en un punto estratégico de la antigua Mesopotamia, ubicado a unos 110 kilómetros al sur de la actual Bagdad. Al fértil y rico suelo que producía generosas cosechas, se unía el hecho de ubicarse en un punto de paso en las rutas comerciales que unían oriente con occidente, gracias a todo lo cual la ciudad progresó enormemente durante más de dos mil años.

La primera mención atribuible a Babilonia con total seguridad la encontramos entorno al año 2340 a. C. cuando aparece citada como una ciudad provincial tributaria del rey Sargón de Acad. Poco tiempo después, la ciudad se rebeló contra el rey, y este ordenó su destrucción. Sería el inicio de una lamentable tradición, que con el tiempo llevaría a arrasar y a reconstruir la urbe, varias veces a lo largo de su dilatada historia. Pocos años después de su primera destrucción, se iniciaron las labores de reconstrucción, para hacer de ella un conjunto mucho mayor de lo que era el primer pueblucho que hasta entonces había existido. Hacia el año 2200 a. C. comenzó la erección de un primer templo dedicado a la diosa Ishtar, una de las principales de la ciudad, y que con el tiempo daría lugar a la construcción de otro templo mucho mayor y más conocido, el del Esagila o Esagil, al que comúnmente conocemos, gracias a la denominación que de él se da en la Biblia, como la Torre de Babel. Al igual que sucedió con otras grandes ciudades de la antigüedad (Tebas o Jerusalén) la construcción de un enorme santuario dedicado a un dios de gran importancia tuvo como consecuencia que la ciudad se convirtiera, además,en un centro religioso. Desconocemos exactamente cuál era la altura de este primitivo santuario pero parece que no debió de ser pequeña; quizás este hecho está en relación con el del propio nombre de la ciudad, ya que su denominación en esta primera etapa de su historia era la de Bab Ilum, o Bab Ili, que quiere decir «Puerta del cielo» o «Puerta de Dios», según otras transcripciones. Esta historia sería después recogida por los judíos cuando sufrieron el cautiverio en la ciudad y de ahí procede casi con toda probabilidad el nombre con el que hoy la conocemos.

Poco después del año 2100 a. C. el rey Shulgi de Ur saqueará totalmente el templo, ya enormemente rico y un siglo después, Babilonia que había recobrado nuevamente su esplendor, será ocupada por los martu (hacia el año 2000 a. C.),que convertirán a la ciudad su capital, reconstruyéndola y embelleciéndola en la medida de sus posibilidades. Un siglo mas tarde era otro pueblo nómada el que tomaba el control de la ciudad: los amorreos, que se asentaban en ella fundando una dinastía de soberanos. Pero Babilonia seguía creciendo y desarrollándose como una ciudad que poco a poco iría alcanzando mayor importancia.

Este ciclo de conquistas no iba a detenerse hasta un siglo después, en el XVIII a. C., cuando el primer gran soberano de Babilonia y uno de los más importantes de los que habían existido hasta entonces en el mundo acceda al trono: Hammurabbi. Reinó entre el 1792 y el 1750 a. C. Es conocido principalmente porque redactó un código de leyes, el cual mandó que se esculpiera sobre un monolito de diorita negra, de casi dos metros y medio de altura, que originalmente se situó en el templo de Sippar. En él se conserva una de las redacciones más completas del Derecho que poseían los pueblos mesopotámicos, y en general es considerado el código más importante del mundo antiguo. Hammurabbi convertirá a Babilonia en la capital de su imperio, y en pocos años, en la ciudad más poblada del mundo en su época. Tras su muerte la ciudad siguió siendo durante más de un siglo una gran concentración humana en la que quizás podían llegar a vivir unas 60 000 personas. Seguirán décadas de luchas, asaltos y saqueos de la ciudad por parte de los asirios que portaban armas construidas con un nuevo y revolucionario material, el hierro. El uso de este los hacía casi invencibles frente al resto de los pueblos de la región, que aún utilizaban armas de bronce, mucho menos duras y resistentes. Con tanta lucha y tanto ataque, la población declinó. Se calcula que hacia el año 1100 a. C., la población de Babilonia debía haber descendido a menos de la mitad de la que hubo en la época de Hammurabbi.

En el año 689 a. C., se produjo una rebelión contra los conquistadores asirios. Sargón II (asirio) había apoydado el crecimiento de Babilonia, y durante más de veinte años esta volvió a ser la ciudad más importante de Mesopotamia. Hay que señalar que los asirios no eran un pueblo que se caracterizase, precisamente, por su tolerancia y comprensión hacia los territorios invadidos. Y ya estaban candados de los levantiscos babilonios. Senaquerib, el soberano asirio, con el fin de evitar una nueva rebelión en el futuro, decidió darle un escarmiento tan severo a la ciudad que esta no lo volvería a olvidar jamás: demolieron el templo de Marduk y el antiguo zigurat del Esagila,fue despojada de buena parte de su antiguo conjunto monumental y Senaquerib hizo que se arrojaran los restos de los materiales de los edificios destruidos al canal de Arakhtu, para cegarlo y perjudicar aún más a la población de la ciudad. El sucesor de Senaquerib, Asarhaddón, decidió solo ocho años después del castigo salvaje de su antecesor, iniciar la reconstrucción de lo destruido, por lo que a mediados del siglo VII a. C., Babilonia se había recuperado con una inesperada rapidez de la destrucción sufrida solo cuatro décadas antes.

En 626 a. C., un personaje llamado Nabopolasar dirigió una cuarta insurrección contra el poder asirio, aprovechándose de los problemas que aquellos tenían. A lo largo de los veinte años que estuvo en el poder, Nabopolasar no solo derrotó por completo a los asirios, sino que también centró sus esfuerzos en continuar embelleciendo la capital de su reino, ahora que se había librado definitivamente de la terrible amenaza del norte. Para evitar nuevos ataques y disuadir a futuros enemigos, decidió construir una muralla mucho más poderosa que todas las que hasta entonces había contado la ciudad. A lo largo de un perímetro de ocho kilómetros y medio, se levantó un muro que en algunos lugares alcanzaba los 25 metros de altura, y que además contaba con un amplio foso de unos cincuenta metros, para disuadir a cualquier atacante que quisiera penetrar en la ciudad por la fuerza. Esta muralla constaba de ocho puertas para acceder al interior de la población. También inició la construcción de la maravillosa puerta de Ishtar, que aún se conserva en Berlín, ordenó la construcción del templo de Emakh, así como la restauración de muchos otros templos que habían sufrido daños durante la dominación asiria. Construyó un zigurat nuevo, y dio la orden para que se erigiera un imponente complejo palatino que sirviera como residencia para los futuros monarcas babilonios. En esa época la población creció de forma muy importante acercándose a los 200 000 habitantes en Babilonia y en los barrios periféricos que estaban surgiendo en ese momento.

A Nabopolasar le sucedió su hijo, que adoptó el nombre de Nabucodonosor II, el soberano más importante de toda la Historia babilónica. Con él la ciudad alcanzó su máximo apogeo, hasta convertirse quizás en una de las ciudades más maravillosas e impresionantes que han existido en todos los tiempos. Hacia mediados del siglo VI a. C., superara los 350.000 habitantes, o que se acercara incluso a los 400.000, la metrópolis más rica y más importante del mundo de su tiempo; su población solo fue claramente superada por la de Roma cinco o seis siglos después. Pero la Historia ha conservado una imagen distorsionada de Babilonia debido a la información que nos ha transmitido el Antiguo Testamento de la Biblia :un auténtico centro de perversión, de ahí que se la califique en ocasiones como la «Gran Ramera» o la ciudad de todos los vicios. Los judíos sufrieron entre el año 587 y el 538 a. C. exilio y cautiverio en la ciudad, ya que, al negarse a pagar tributo a Nabucodonosor, Israel fue conquistada por los ejércitos del rey caldeo, hecho que pesó negativamente sobre la opinión del pueblo hebreo y que estos transmitieron en Biblia al resto de la humanidad. Buena parte del Antiguo Testamento se redactó allí a mediados del siglo VI a. C., en pleno cautiverio babilónico.Lo cierto y verdad es que Babilonia fue, por el contrario, una de las ciudades más tolerantes y cosmopolitas del mundo antiguo, y los judíos pudieron dedicarse en ella a sus negocios, a sus trabajos y a la adoración de su dios con mucha más libertad de la que probablemente gozaron a lo largo de su dilatada Historia, incluso en su propio reino.

La ciudad era un centro comercial y cultural en el que vivían personas de nacionalidades muy diferentes y que empleaban lenguas muy extrañas para comunicarse dentro de cada grupo social o étnico.En ella cohabitaban caldeos, persas, asirios, griegos, amorreos, judíos, sirios, egipcios, árabes y, probablemente, gentes venidas de tierras muy lejanas como indios o incluso procedentes de civilizaciones del Extremo Oriente. De ahí también otra de las leyendas que rodean a la ciudad, la de la Torre de Babel, en realidad el gran zigurat de Etemenanki, que se alzaba cerca del gran templo de Esagila. Su nombre, Etemenanki, significa en sumerio «la Casa del Cielo y de la Tierra». Su anchura y su altura eran de unos noventa metros, y constaba de siete cuerpos escalonados que a su vez se componían de un total de veinte pisos. En el último de los siete pisos se encontraba el templo propiamente dicho.

En época de Nabucodonosor II, Babilonia llegó a constar nada menos que con tres recintos amurallados.El primero era el que su padre había construido y del que antes se ha hablado. El segundo corresponde a la ciudadela interior, el conjunto de palacios, templos y fortalezas que el rey construyó en el centro de la ciudad. La muralla era en realidad un sistema de muros dobles. El exterior se componía de ladrillos cocidos de gran calidad unidos con betún, formando un espesor de unos cuatro metros. Mientras que el interior de la misma, estaba construida de muros de adobe de casi siete metros de espesor.los ladrillos de la muralla debían ser de tal calidad que fueron saqueados durante los siglos siguientes, con el objeto de servir como materiales de construcción en otras ciudades que se levantaron, aprovechando los despojos en los que se acabaría convirtiendo Babilonia.La muralla debió de descuidarse paulatinamente después de la muerte de Nabucodonosor II, y ello permitió que un cuarto de siglo después, en el año 539 a. C., los persas de Ciro II pudieran tomar la ciudad.

La ciudad disponía de trece grandes puertas de acceso, entre las que destaca la archiconocida puerta de Ishtar, con una altura de 27 metros y unos cimientos de quince metros. En el Museo de Pérgamo de Berlín, se encuentra una reproducción reducida de la misma que, aun así sigue causando asombro y admiración, tanto por sus dimensiones como por su riqueza decorativa. Estaba realizada con ladrillos vidriados con un esmalte de color azul intenso, de una calidad asombrosa. También constaba de decoración en forma de dragones en rojo y blanco, y relieves de toros. Por desgracia, esta misma calidad ha evitado su conservación, ya que el expolio al que han sido sometidos estos monumentos a lo largo de muchos siglos ha acabado con casi todos ellos.Tras pasar por la puerta de Ishtar se accedía a la gran avenida de las Procesiones, la calle principal de la ciudad, flanqueada a ambos lados de la misma por muros de ladrillo con relieves de leones y con otros tipos de decoración, así como con 120 estatuas que representaban a este mismo animal. Por ella transcurrían las imágenes de los dioses durante la Fiesta de Año Nuevo, de ahí su nombre.Esta avenida,pavimentada y enlosada en todo su recorrido, articulaba el espacio viario de la ciudad, y a ella accedían otras vías o avenidas de menor tamaño e importancia, formando una red estructurada mediante ejes perpendiculares entre sí.

Puerta de Ishtar

El complejo de edificios que constituía el palacio de Nabucodonosor II debía tener también unas dimensiones impresionantes, pues se calcula que la superficie del mayor de todos los palacios debía ocupar más de 52 000 metros cuadrados, con unas medidas de 322 metros de largo por 190 de ancho. Estaban edificados en la colina más elevada de la ciudad.Existían seis grandes patios. En el interior de este complejo palatino, concretamente en el patio situado al norte de los palacios, los arqueólogos hallaron restos de construcciones que debieron estar en su tiempo cubiertas con plantas y con tierra, según demuestran los restos encontrados. En este recinto se descubrió también un complejo sistema de esclusas y de palancas, que sin duda servía para facilitar la conducción del agua destinada al riego artificial de árboles y de flores. El agua se almacenaba en depósitos elevados desde los cuales se abastecía a todo este sector: los Jardines Colgantes de Babilonia quizás se ubicaron en este espacio del palacio. Nabucodonosor II mandó construir otros dos grandes palacios-fortalezas, situados al norte y al sur de la ciudad, a los que se dio el nombre de palacio de verano y de invierno. Se encontraban a unos tres kilómetros el uno del otro. El que estaba más al norte era una gran torre defensiva con unos muros ciclópeos de 25 metros de anchura, pero el meridional era realmente un auténtico museo, ya que en él se conservaban los trofeos arrebatados a los enemigos.En este mismo palacio, y protegida por una fortificación enorme, se hallaba la cámara del tesoro real.

Igualmente, Babilionia era conocida por sus magnificos templos, de entre todos los cuales el más importante sin duda es el que conocemos con el nombre de Esagila o Esagil. En él se ubicaba el lugar de culto del panteón de los dioses babilonios, y en especial el del principal dios de la ciudad, Marduk. El templo estaba situado un kilómetro al sur de los palacios reales.En su sala principal, de cuarenta metros de largo por veinte de ancho, se conservaba la estatua de oro del dios Marduk. Si hacemos caso a la información de Herodoto, se trataba de la mayor estatua construida en este metal, pues según nos informa el historiador griego, su peso alcanzaba la asombrosa cifra de 22.000 kilos, es decir, cuatro veces más que la estatua más grande que existe actualmente en ese precioso metal, la del Buda de Oro del gran templo de Bangkok en Tailandia, construida en el siglo XV, que pesa 5500 kilos.

La lista de casas señoriales, canales, mausoleos, teatros, ciudadelas, templos o puertas sería interminable. construir esta joya del urbanismo fue preciso hacer un gigantesco desembolso de dinero. Nabucodonosor II había heredado de su padre una economía boyante basada, entre otras cuestiones, en la sumisión de numerosos pueblos que le pagaban tributos y que él acrecentó considerablemente al engrandecer su imperio.La abundante mano de obra gratuita en forma de esclavos, favoreció también sus proyectos megalómanos para engrandecer su capital desde todos los puntos de vista.

Babilonia, además, fue también el centro intelectual del mundo de su tiempo, conviertiéndose en punto de referencia para todos aquellos que quisieran ampliar su saber, mejorar su formación e investigar sobre determinados temas.lustres griegos como Tales de Mileto, Pitágoras o el historiador Herodoto, la visitaron y se formaron en ella.En Babilonia se fomentó el conocimiento y el estudio de la arquitectura, de la medición con la creación del sistema sexagesimal (que todavía utilizamos para el cómputo del tiempo) de las matemáticas, pero sobre todo de la astrología y la astronomía.Sus conocimientos cambiaron el modo de pensar del mundo occidental del que desciende nuestra cultura, y buena parte de la misma, es por tanto, de alguna manera herencia babilónica. Tras la muerte de Nabucodonosor II se iniciaron los problemas, pues comenzó a abrirse una etapa de convulsiones políticas y religiosas.

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