En todas las guerras existen sobrados ejemplos de cómo se ha buscado, de manera directa, lograr atacar al enemigo desde una posición o de una forma inesperada. Sun Tzu, Napoleón, Clausewitz, Jomini, Rommel, Nimitz, Patton, Brown, entre otros, consideraron a la sorpresa o el engaño como uno de los principios de la guerra y atacar a un cazador desprevenido fue una de las consignas fundamentales de los “barcos de servicios especiales”. Pero… ¿qué fueron e hicieron los buques “Q”?.
En 1915 en plena I Guerra Mundial, la campaña de la flota submarina alemana comenzó a mostrarse como una seria amenaza paran el mantenimiento de la línea logística inglesa, debido a los estragos que le ocasionaba a su cuasi indefensa flota mercante. 880,000 toneladas de mercancias y todo tipo de materiales fueron enviados al fondo de los mares en solo un mes. Esto motivó al Almirantazgo a estudiar detalladamente cuál podría llegar a ser la mejor manera de enfrentar a esta nueva amenaza y una de las formas adoptada fue la de alistar buques-trampa, o «buques Q», uno de los secretos mejor guardados de la guerra. También conocidos como Q-boats, Navíos Señuelo, Buques de Servicios Especiales o Buques misteriosos, se trataba de buques mercantes especialmente seleccionados, adaptados para el combate y con tripulaciones especiales,todo ellos con un objetivo específico,enfrentar a un enemigo particular: el submarino. Su nombre en clave, «Q», hace referencia al puerto de origen de los buques, Queenstown, en Irlanda y fueron conocidos por los alemanes como un U-Boot-Falle («trampa para submarinos»).
El criterio de selección de los “Q” incluía que tuvieran una silueta similar a los mercantes que surcaban los mares. Unos 200 barcos fueron camuflados y enviados a la acción contra la amenaza submarina alemana. En los puertos del Suroeste de Inglaterra, barcos de todas las formas y tamaños se transformaron en buques de guerra: arrastreros, barcos de vapor,goletas y buques de carga. Las principales modificaciones practicadas fueron las de artillar el buque, mejorar su estanqueidad y aumentar su flotabilidad. Para ello se llenaron las bodegas de madera liviana (balsa o corcho) y de barriles de madera, de modo que, aunque fueran torpedeados, permanecerían a flote. Se reforzaron mamparos y se subdividieron los compartimentos, asumiendo desde un comienzo que al menos un torpedo haría impacto sobre ellos. La artillería de los “Q” era disimulada tras cortinas, falsas embarcaciones menores o chapas rápidamente rebatibles y se instalaron cañones de cuatro y tres pulgadas, cargas de profundidad y hasta tubos lanzatorpedos.
Debían cumplir con una derrota coherente con su apariencia de mercante. Se debía evitar por todos los medios despertar las sospechas del escurridizo submarino y con este objetivo, las dotaciones eran instruidas y adiestradas casi hasta el agotamiento, se las vestía tal cual lo hacían los marinos mercantes y debía mostrarse desaliñada,irrespetuosa, siendo un cuadro normal ver a un marinero escupir o se dirigirse a sus oficiales displicentemente, con las manos en los bolsillos, tras recibir una orden. Estas dotaciones eran más numerosas que la de aquellos barcos a los que pretendían imitar (se dividían en dos grupos, el grupo de Pánico y la dotación de combate), por lo que también debían extremar las precauciones y no exponer a la vista de un atento periscopio a un inusual número de tripulantes. Asimismo debían abandonarse las prácticas de arrancho características de la marina de guerra e incluso modificar la forma castrense de impartir las órdenes en cubierta.
Una de las características más singulares de los “Barcos Q” fue sin lugar a dudas el denominado “Grupo Pánico” o “Panic Party”: normalmente,cuando un buque mercante era atacado por un submarino, su tripulación abandonaba rápidamente la nave en sus botes ya que era sabido que los alemanes lo rematarían normalmente a cañonazos para ahorrar sus valiosos torpedos (debido al escaso número de estos que podían transportar,hasta diez por submarino, además de por el alto coste que individualmente tenían).El torpedo era utilizado únicamente para detener el avance del barco, ya que en este momento estos submarinos desarrollaban mucha más velocidad en superficie que en inmersión. Dicho de otro modo, los mercantes sabían que la velocidad era una parte vital de sus defensas frente a las limitaciones en cantidad y precisión de los torpedos alemanes. En ciertas ocasiones y ante la imposibilidad de poder tomar prisioneros, partía del submarino una pequeña dotación para obtener pruebas que certificasen la identificación y el tonelaje de su presa para presentar posteriormente ante las autoridades y así lograr avalar el ataque recientemente concretado. Más tarde, terminaban de hundirlo mediante el empleo de bombas colocadas manualmente sobre el casco o simplemente efectuando la apertura de las válvulas de casco. Este requerimiento de pruebas de los hundimientos fue impuesto por el Alto Mando alemán ante el problema que se presentaba cada vez que el comandante de un submarino se adjudicaba un hundimiento. Recordemos que condecoraciones, honores, ascensos y otros premios eran otorgaban en base al tonelaje hundido. Y los ingleses,que se percataron rápido de este hecho y lo aprovecharon en su contra, siendo este el momento más vulnerable del submarino. Así pues, cuando «el buque Q» encajaba su primer torpedo, el “Grupo de Pánico” debía crear la impresión realista de estar abandonando realmente el buque.Tenían que exteriorizar el temor propio del momento, desplazarse de manera desordenada, regresar al sector de alojamientos en búsqueda de un objeto olvidado, arriar la embarcación sin haber completado la totalidad de la dotación, arrojarse desesperadamente sobre ella mientras era arriada, inclusive algunos llegaron a tumbarla y finalmente, bogar de manera descoordinada. En definitiva, el pánico propio de los tripulantes de buques mercantes reales.
El comandante del submarino oteaba el horizonte en búsqueda de algún buque de escolta que hubiera respondido una llamada de auxilio y sólo si consideraba que el área estaba despejada y segura, ordenaba emerger para completar su tarea. Mientras tanto, en el “Q” que lentamente se hundía y escoraba por la vía de agua producida por el torpedo o cañoneo, nadie se movía; agazapados en sus puestos de combate, el resto de la tripulación esperaba la orden de su capitán, que solía observar los movimientos del submarino por medio de un artilugio óptico disfrazado en las tuberías de ventilación, próximo a la bocina de órdenes, actualizando los datos a sus jefes de pieza de manera tal que, al ordenar abrir el fuego, éstos lograran aprovechar al máximo la oportunidad antes que el submarino se sumergiera y escapara. Si sucedía esto un nuevo torpedo no se haría esperar. Una vez que el submarino era vulnerable, los paneles de la nave Q se desplomaban para revelar los cañones de la cubierta, que abrirían fuego inmediatamente. Al mismo tiempo, se izaría la bandera blanca (bandera de la Royal Navy). Hundir un buque “Q” era una excelente y preciada conquista. Aunque su desplazamiento casi carecía de valor,enviarlo al fondo del mar y regresar para contarlo aumentaba enormemente la fama y el prestigio de estos marinos que no luchaban desde poderosos cruceros o acorazados.
El buque Q Prince Charles,reclamó para sí el primer éxito al hundir el U-36 el 24 de julio de 1915. Los ánimos se caldearon mucho inmediatamente después del hundimiento por parte de un submarino alemán, del transatlántico Arabic (19 de agosto de 1915) frente a las costas de Irlanda,donde las víctimas humanas ascendieron a cuarenta y cuatro.El encono dio lugar al lamentable incidente del Baralong, que tuvo lugar ese mismo día. El Baralong apareció cuando el U-27, al mando del teniente Bernard Wegener, se disponía a hundir a un vapor inglés, el Nicosian. A bordo del barco iba un cargamento de mulas con destino al Frente Occidental. Wegener permitió a sus tripulantes y a los mulateros americanos subir a los botes salvavidas, pero cuando se disponía a hundir el vapor a cañonazos, entró en escena el buque Q Baralong. Disfrazado de mercante y navegando con bandera norteamericana (recordemos que en este punto de la guerra, los Estados Unidos eran neutrales), se acercó tras comunicar por radio que su intención era rescatar a los tripulantes del Nicosian. En el último minuto el Baralong se quitó la máscara y mostró los cañones de 15 pulgadas que llevaba ocultos.
» Vimos al submarino parado sobre la superficie del agua. Nuestro capitán ordenó al artillero jefe abrir fuego, tras lo cual nuestro barco disparó tres proyectiles contra el submarino alemán. El primero le arrancó el periscopio. El segundo cayó en el agua a casi cinco metros del submarino. El segundo impactó en el depósito de gasolina, que explotó, hundiendo el submarino. Mientras tanto, su tripulación, tras el segundo disparo, empezó a arrojarse al agua. Había unos quince hombres y todos empezaron a nadar hacia el Nicosian. Mientras estaban en el agua nuestro artillero lanzó contra ellos por orden de nuestro oficial al mando bombas de 15 pulgadas y también se efectuaron disparos de fusil. Por lo poco que pude ver algunos tripulantes del submarino alemán murieron a consecuencia de las bombas y de las balas de fusil cuando estaban en el agua. Otros murieron cuando intentaban trepar por las cuerdas que les habían lanzado desde el Nicosian. Juraría que tres o cuatro o cinco de ellos fueron asesinados cuando estaban agarrados a las cuerdas. Algunos de nuestros disparos dieron en el costado del Nicosian. Cuando nuestra tripulación subió a bordo del Nicosian encontró en cubierta al único tripulante del submarino que había logrado escapar, y comprobó que era su capitán. Nuestro capitán y otros miembros de nuestra tripulación le pidieron información acerca de otros submarinos alemanes.Pero él se negó a dar semejante información. Le preguntaron también si su barco había hundido al Arabic. No recuerdo con seguridad lo que respondió. Le ordenaron que se alejara y levantara las manos. Cuando hubo dado unos cuantos pasos hacia atrás con las manos arriba, preguntó: «¿Por qué vais a dispararme?». Uno de nuestros soldados de infantería de marina, llamado nuestro maquinista, tiró un tiro con su pistola al cuerpo del capitán alemán. El hombre cayó boca abajo sobre la cubierta. Tras comprobar que estaba muerto, nuestros tripulantes lo levantaron y lo arrojaron por la borda.». Marinero Larimore Holland, buque Baralong.
Reina una confusión considerable acerca de lo que ocurrió realmente a bordo del Nicosian (llegaron a circular incluso historias atroces acerca de un marinero alemán al que mataron metiéndolo en la caldera).No cabe, sin embargo, la menor duda de que el episodio fue un acto de venganza innecesario y brutal. Pero la intensa oleada de protestas norteamericanas por lo ocurrido en el Lusitania y en el Arabic acalló el escándalo relativamente menor suscitado por el crimen manifiesto perpetrado durante el incidente del Baralong.
Sin embargo, el cazador también podía convertirse en presa, como le sucedió al buque Q Dunraven que se enfrentó al U-71 al mando del Teniente de Navío Reinhold Salzwedel el 8 de agosto de 1917 quien, para entonces, ya tenía conocimiento de las tácticas de los “Q”. Navegando en superficie pero a gran distancia los artilleros del submarino acertaron con su cañón sobre el mercante, haciendo estallar una carga de profundidad y una de las santa-bárbaras, inutilizando prácticamente la estación popel y destruyendo uno de los montajes de 105 milímetros. Su capitán, Gordon Campbell, un «as» de los buques Q, simuló averías en sus máquinas soltando deliberadamente “vapor de engaño”, disminuyó su velocidad para lograr reducir la distancia al submarino y ordenó entrar en acción al “Grupo de Pánico” e irradiar el habitual mensaje de socorro. Salzwedel intuyó que algo estaba mal y se sumergió asumiendo que el blanco era uno de los buques-trampa,mientras Campbell que permanecía expectante, con su buque ardiendo ordenó que un segundo “Grupo de Pánico” abandonara el buque en el último bote, algo muy inusual.La maniobra estaba siendo observada atentamente a través del periscopio; el capitán alemán pensó que esta vez sí habían abandonado completamente al “Q” y contemplaban su hundimiento, lanzando un segundo torpedo que impacta y detiene al Dunraven. Sin embargo, a bordo del buque-trampa la situación era bien distinta a lo que pensaban los alemanes. El buque estaba prácticamente partido y aún se mantenía a flote gracias a la madera abarrotada en sus bodegas. Una reducida dotación permanecía pacientemente apostada, esperando que el U-71 emergiese y cuando lo hizo, Campbell ordenó lanzar sucesivamente sus dos torpedos; el primero falló por poco sin ser detectado por los alemanes, mientras que el segundo fue esquivado gracias a una acertada maniobra evasiva conducida por su capitán. El combate terminó con el hundimiento del “Q” y el escape del submarino. Campbell se retiró con el grado de Vicealmirante, condecorado con la V.M.C (Victory Mistery Cross) y Salzwedel falleció a bordo del U-81 en diciembre de 1917 habiendo acumulado en su haber unas 150.000 toneladas enemigas hundidas.
Trece fueron en total los submarinos hundidos por los buques “Q” y varios otros dañados. El más famoso de los “Q” fue el Farnborough (Q-5) comandado por el Capitán de Fragata Gordon Campbelln con dos submarinos hundidos en su haber, el U-68 y el U-83. Convertido en buque de servicio especial en septiembre de 1915, desplazaba cerca de 2.500 toneladas. A lo largo de la Primera Guerra Mundial, se produjeron 70 duelos entre buques Q y submarinos alemanes;44 barcos Q fueron destruidos por los U-boot alemanes, algunos hundidos sin dejar rastro. Su entrada en servició fue progresiva: en 1914 entraron en servicio 3 de estos buques,29 en 1915 (9 barcos perdidos vs. 2 U-boots destruidos), 41 en 1916 ( 11 buques perdidos) ,95 en 1917 (23 buques perdidos vs. 6 U-boots destruidos),25 en 1918 (1 perdido), sumando un total de 193 Barcos Q en servicio a lo largo de la guerra.
Como hemos visto, Alemania no fue el único país que se mostró dispuesto a quebrantar las leyes internacionales de la guerra en el mar. Los buques Q fueron una medida profundamente abusiva, basada en que los submarinos respetaban las leyes de la guerra y en que, engañados por su apariencia de buques mercantes desarmados,incluso con bandera de países neutrales, se decidieran a salir a la superficie. Esta fue una lucha a muerte y la mayor víctima fueron las reglas tradicionales de guerra que se hundieron sin dejar rastro. Sin embargo,no fueron los barcos “Q” los que permitieron ganar esta contienda mundial y ni mucho menos fueron los submarinos alemanes los que la perdieron; al finalizar la Primera Guerra Mundial, las flotas inglesa y alemana estaban aún notablemente bien constituidas, incluso después de las bajas sufridas en las batallas de Coronel, Malvinas y Jutlandia. Hoy en día, solo uno de estos barcos sobrevive: el HMS President, amarrado en el Támesis.
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