El bombardeo de Dresde

martes, 19 de marzo de 2019

La ribereña ciudad alemana de Dresde, conocida como «La Florencia del Elba», no se podía esperar aquella noche del 13 al 14 de febrero de 1945 la destrucción que la iba a llegar desde el cielo en forma de miles de toneladas de explosivos en lo que pasaría a la historia como el peor ataque aéreo de la Segunda Guerra Mundial. 773 bombarderos británicos cayeron por la noche sobre la ciudad, sin protección antiaérea y atestada de refugiados de Silesia que escapaban del avance soviético en el este, en dos olas de ataque con el único objetivo de desmoralizar al pueblo alemán, llevando no sola a la destrucción de una localización de incalculable valor arquitectónico y artístico, sino también al asesinato de más de 25.000 civiles inocentes que nada tenían que ver con las acciones del gobierno de Adolf Hitler.

Los bombardeos aliados sobre ciudades alemanas fueron constantes desde el principio de las hostilidades. Para el año 1945 prácticamente todas las poblaciones alemanas se habían visto afectadas por la ofensiva aérea aliada. Especialmente la zona noroeste del pais, ya que se encontraba más cerca de las posiciones británicas. En 1943, durante un ataque aéreo a Hamburgo (conocido como Operación Gomorra), la RAF había causado la muerte de unos 45.000 civiles y había herido a otras 37.000 personas. El mariscal del aire británico Arthur «Bomber» Harris (a cargo de los ataques aéreos sobre el Reich desde 1942 y conocido por sus hombres como «El Carnicero») envió 800 aviones que -durante cuatro noches- arrasaron la localidad lanzando sobre sus distritos residenciales 8.344 toneladas de bombas incendiarias y explosivas. Los bombardeos sobre ciudades se fueron multiplicando anualmente según iba avanzando la contienda y la Luftwaffe perdía pujanza en los cielos europeos. De este modo, durante los meses que duró la guerra en europa en 1945, los aliados lanzaron sobre el país más del doble de explosivos (471.000 toneladas) que durante todo 1943. Dentro de la lista de enclaves alemanes arrasados por las bombas aliadas al final de la contienda se encuentran -a parte de Dresde- localidades como Pforzheim (17.600 víctimas) o Wurzburgo (4.000 muertos dentro de una población de 107.000 habitantes) entre otras muchas. El objetivo de estos ataques aéreos contra ciudades era claro: Había que llevar a los civiles y las tropas alemanas a la desmoralización más absoluta.No obstante, los informes de las fuerzas comandadas por «El Carnicero» Harris mostraban que no había ningún indicio de que la moral de los alemanes se hubiese visto afectada por sus bombardeos.

A pesar de que el objetivo principal del ataque sobre Dresde era que cundiese el derrotismo, los aliados tenían la necesidad de justificar dicha acción de alguna forma. El objetivo «oficial» de la ofensiva habría sido causar una avalancha de refugiados que estorbase los movimientos de las fuerzas alemanas hacia el frente ruso,práctica que también había llevado a cabo la Luftwaffe en Bélgica y en Holanda durante los ataques aéreos de 1940. Pero tanto Churchill como «El Carnicero», querían realizar una demostración de poderío frente a sus aliados comunistas hostigando un enclave que se había visto prácticamente libre de hostilidades durante toda la guerra. Es así como la RAF y la USAAF acordaron el 1 de febrero situar las ciudades de Berlín, Leipzig y Dresde en la lista de objetivos prioritarios. La ofensiva recibió el nombre de Operación Trueno. Las condiciones para el ataque sobre Dresde no podían ser mejores: había buenas condiciones meteorológicas, ausencia casi total de defensas aéreas, escasez de refugios adecuados y una gran población de mas de 640.000 habitantes. La primera oleada lanzó cantidades masivas de explosivos de alta potencia, que destruyeron techos y ventanas para que a continuación, la segunda oleada que arrojaría 650.000 bombas incendiarias fuese más eficaz.Esta enorme tormenta de fuego destruyó 80.000 hogares.

Hacia las 22:03 los «árboles de Navidad» de los pathfinders británicos iluminaron el centro de Dresde y dos minutos más tarde nueve Mosquitos arrojaron sus marcadores rojos sobre el estadio. A las 22:14 cayó la primera bomba. En ocho minutos, los Lancaster lanzaron toda su carga al sudoeste del punto de marcaje formando un abanico de 45 grados desde la gran curva del río Elba al oeste de la ciudad, la zona industrial de Ostragehege y la estación de ferrocarril principal, dos kilómetros y medio hacia el sur en línea recta. Las blockbusters destruyeron los tejados, puertas y ventanas de las casas, generando una corriente de aire que alimentó los fuegos creados por las bombas incendiarias. En menos de 20 minutos, la RAF había incendiado unas tres cuartas partes de la Altstadt de Dresde. Con este ataque nocturno no pretendía ni tampoco hubiera podido destruir lugares o edificios puntuales; al contrario, más bien se pretendía destruir completamente el centro de la ciudad mediante un ataque denominado bombardeo en alfombra. A la 1:05 de la mañana volvieron a sonar las alarmas en Dresde. Como llegado aquel punto ya no había suministro eléctrico, se utilizaron sirenas manuales. Hacia la 1:23 empezó una segunda oleada de ataques realizado por 529 Lancasters británicos, pertenecientes a los escuadrones 1, 3, 6 y 8. En ese momento, el incendio de Dresde se podía ver desde casi 100 km de distancia (800 km desde el aire) y la columna de humo se alzaba ya unos 4.600 metros. Hasta la 1:54 lanzaron en total 650 000 bombas incendiarias —1.500 toneladas— sobre la zona que va desde Löbtau hasta Blasewitz y desde Neustadt hasta Zschertnitz. El incendio monstruoso que siguió al primer ataque sirvió de guía para el segundo, cuyas bombas cayeron sobre los campos que rodean el Elba y el Großer Garten, donde muchos habitantes de la ciudad buscaban refugio. Asimismo se dañaron varios hospitales, como la clínica de Pfotenhauer y el Diakonissenkrankenhaus.

El segundo ataque impidió la continuación de operaciones de extinción de incendios; de este modo, los incontables incendios rápidamente se unieron en uno solo para formar una tormenta de fuego huracanada que destruyó las arterias principales de la ciudad. Las fortísimas temperaturas que se alcanzaron derritieron el vidrio y el metal. El remolino creado por el monstruoso consumo de oxígeno succionó hacia su interior a todo lo que encontraba incluyendo todo tipo de objetos y personas. Estas murieron calcinadas, de shock térmico o de sobrepresión, o bien, asfixiadas en los refugios por los gases de la combustión o la falta de oxígeno.

Este criminal ataque fue seguido al día siguiente del bombardeo de superficie bombarderos estadounidenses. De 12:17 a 12:31 del día 14 de febrero 311 B-17 Flying Fortresses de la 1ª División del VIII Comando de Bombarderos de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, escoltados por varios cientos de cazas, volvieron a lanzar sobre la ciudad 1.800 bombas explosivas y 136.800 bombas incendiarias. Durante los cuatro ataques consecutivos que sufrió la ciudad entraron en acción más de mil bombarderos pesados, que dejaron caer sobre la «Florencia del Elba» cerca de 4.000 toneladas de bombas altamente explosivas y dispositivos incendiarios, arrasando gran parte de la ciudad y desencadenando una tormenta de fuego que consumió su centro histórico. Es difícilmente imaginable el infierno que se desató durante las 40 horas que duró el ataque. Las personas que se refugiaron en los refugios improvisados se asfixiaron. Los que se encontraban en las calles fueron devorados por las llamas; miraras hacia donde miraras, toda la ciudad se encontraba atestada de muertos.Hasta 25.000 personas perdieron la vida. El Reich desplegó al día siguiente dos mil soldados y prisioneros de guerra que se dedicaron a limpiar la muerte que habían dejado atrás los bombardeos. Se estima que más de 10.000 cadáveres fueron enterrados en fosas comunes y otros tantos fueron incinerados en los días posteriores. Los datos oficiales de pérdidas humanas arrojadas por el gobierno alemán hablan de 18.375 muertos, 2.212 heridos graves y 350.000 personas sin vivienda.

Hasta agosto 1944 Dresde se había mantenido como la única ciudad alemana importante a salvo de los bombardeos aliados y hasta principios de 1945, prácticamente intacta, a pesar de que ser un importante centro de transporte entre Praga, Berlín, Leipzig, Nuremberg y Varsovia. Cuando esta política de ataques aéreos masivos salió a la luz pública, Churchill (quien estaba perfectamente informado acerca de la planificación y resultado de los mismos) se vio en la necesidad de enviar una notificación a los jefes de su estado mayor. El Primer Ministro británico afirmaba en la misiva que «la destrucción de Dresde sigue planteando una cuestión muy grave en contra de la forma que tienen los aliados de llevar a cabo sus bombardeos». Esta afirmación resultó sumamente hipócrita a ojos de los mandos de la RAF.
Joseph Goebbles, Ministro de Propaganda del Reich, al enterarse de lo acontecido en Dresde solicitó ejecutar a tantos prisioneros de guerra aliados como civiles habían muerto. Hitler habría estado de acuerdo con esta medida, pero la llamada a la prudencia de otras personalidades como Keitel, Jodl, Donitz o Ribbentrop le hicieron replanteárselo.

Al finalizar la contienda la Unión Soviética trató de incluir los bombardeos contra civiles dentro de la lista de crímenes de guerra juzgados en el proceso de Núremberg, ante lo que Gran Bretaña se opuso terminantemente, puesto que esto hubiese implicado sentar en el banquillo de los acusados a altos cargos de la RAF, entre ellos Arthur «El Carnicero» Harris. «Nos daba igual bombardear Dresde que lanzar las bombas al Canal. Dresde era un simple objetivo sin más» , afirmó un piloto de la RAF con respecto a su participación en el bombardeo. Muy en la línea de las declaraciones propias de los SS acerca del Holocausto, o de los brazos ejecutores de los ataques contra Hiroshima y Nagasaki a propósito del empleo de armas nucleares contra población civil. En octubre de 1992 la reina de Inglaterra, Isabel II, acudió a la ciudad que sus fuerzas aéreas habían destruido hasta los cimientos en 1945, en visita oficial. La respuesta a tan regia visita -que tenía por objetivo ser una disculpa por las tropelías cometidas- no fue tan calurosa como se esperaba desde el Palacio de Buckingham, toda vez que su graciosa majestad fue recibida en un ambiente glacial, incluso hostil en el que le llegaron a arrojar varios huevos

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