Eduardo III de Inglaterra estaba bailando durante una fiesta organizada en el palacio de Eltham con Catherine Montacute, condesa de Salisbury, (según otras versiones con Juana de Kent, que a la sazón llegaría a ser la primera Princesa de Gales) a quien se le cayó una liga azul (“jarretera”) que llevaba en una de sus piernas. El rey, para enmendar la vergüenza de la dama, rápidamente recogió la liga y la colocó en su propia pierna, entre las murmuraciones de los presentes, Para atajar los comentarios, Enrique III pronunció entonces la famosa frase: » Honi soit qui mal y pense «Que se avergüence aquél que de esto piense mal» que se terminó convirtiendo en el lema de una nueva orden de caballería y de la propia monarquía inglesa, hasta el punto de que figura en el escudo de armas británico rodeando sus cuatro cuarteles. Con este acto el rey fundaba en el año 1348 “la nobilísima Orden de la Jarretera” (The Most Noble Order of the Garter), que pasa por ser la orden de caballería de mayor rango, antigüedad e importancia de todo el Reino Unido.
Sin embargo, para muchos historiadores (británicos) esta teoría, parece haber tenido su origen en Francia y con el propósito de desacreditarla, ya que se niegan a creer que su orden de caballería más prestigiosa y antigua haya tenido un comienzo tan frívolo. Algunos especialistas apuntan que Eduardo III tenía la intención de reclamar para sí el trono de Francia y la orden fue creada para respaldar esa aspiración; los miembros de la Orden habían servido a Inglaterra durante la Guerra de los Cien Años contra Francia, apoyando al rey en su pretensión al trono francés y el lema de la misma, «Honi soit qui mal y pense», iba dirigido a cualquiera que se opusiera a la reclamación del rey a la corona de Francia. Mientras, en el imaginario popular, su deseo era emular la épica de los Caballeros de la Mesa Redonda, presidida por su idolatrado rey Arturo. El monarca disfrutaba junto a su corte de festejos que evocaban los tiempos del mítico rey, con torneos de justa incluidos y mesa redonda a la cual los caballeros de la corte se sentaban. La más antigua mención escrita que se conserva de la Orden se encuentra en Tirante el Blanco, la gran novela caballeresca publicada en 1490 en lengua valenciana, que dedica un capítulo a la descripción del origen de la Orden. En esta narración de Joanot Martorell, la palabra «Honi» del lema de La Jarretera aparece como «Puni», de modo que se traduciría: «Castigado sea quien piense mal de esto».
La orden culmina un sistema de honores que busca distinguir a quienes han destacado de forma especial por sus servicios a Reino Unido. La pertenencia a la misma es, realmente, muy limitada. En este sentido, el rey y el Príncipe de Gales son miembros por defecto y a ellos se le suman 24 hombres (denominados “Compañeros Caballeros”) o mujeres (llamadas “Señoras Compañeras”). Entre los miembros también hay aquellos denominados como “extras”, que reciben el título de Caballeros y Damas Reales (si son parte de la Familia Real Británica) y Caballeros y Damas Extranjeros (si pertenecen a Familias Reales de países foráneos). El anuncio de quiénes van a ocupar un puesto dentro de la Orden se realiza el día de San Jorge (23 de abril) por ser este el patrono tanto de esta como de Inglaterra. El príncipe Guillermo de Inglaterra fue el último en convertirse en Caballero de la Orden, en el año 2008. A diferencia de la mayoría de las órdenes, la Orden de la Jarretera no está ligada a la propuesta del primer ministro; solo el soberano británico concede las admisiones por lo que las incorporaciones a la Orden son un regalo personal del soberano. A partir del siglo XVIII, la elección de los miembros empezó a realizarse por sugerencia del gobierno. En 1946 el rey Jorge VI, al ver que la orden se estaba politizando, regresó a la forma original en la que el soberano elige personalmente a sus compañeros.
El Soberano y el Príncipe de Gales son siempre miembros de la orden. La orden medieval original estaba compuesta por el rey Eduardo III, su hijo Eduardo de Woodstock, príncipe de Gales, más conocido como el Príncipe Negro y ambos contaban con 12 compañeros, como si se tratara de un torneo. El título Caballeros Reales fue introducido por primera vez por el rey Jorge III con el fin de poder incluir en la orden a 7 de sus 9 hijos varones, sin que estos contaran en los 24 compañeros. Con la admisión a la orden del emperador Alejandro I de Rusia en 1813, la incorporación supernumeraria se extendió a los monarcas extranjeros. Poco después de fundarse la orden, las damas fueron admitidas como Señoras de la Orden, sin llevar el título Compañeras. En 1488 el rey Enrique VII eliminó directamente la práctica de incluir mujeres en la orden y esta permaneció exclusivamente masculina (salvo en los momentos que el monarca del Reino Unido era una mujer, la cual se convertía en Soberana de la Orden) hasta que en 1901 el rey Eduardo VII nombra a su consorte Alejandra Dama de la Orden. Lo mismo harían luego los reyes Jorge V y Jorge VI con sus respectivas consortes. En 1987, la reina Isabel II decidió que las damas llevasen el título, hasta ese momento negado, de Compañeras, por lo que se convirtieron en Damas Compañeras al igual que los Caballeros, exceptuando a las Damas Reales y Extranjeras que nunca ostentaron dicho título.
La procesión anual del Día de la Jarretera, donde la Reina y los Caballeros desfilan en procesión con grandes túnicas de terciopelo, insignias brillantes y sombreros con plumas, es una de las ceremonias más tradicionales en el calendario de los reyes de Inglaterra. Cada junio, la gran procesión de los caballeros se lleva a cabo en el Castillo de Windsor, acompañada por una banda de música y los oficiales de la Orden, todos vestidos con un gran traje ceremonial. El día comienza cuando el rey inviste formalmente a nuevos Compañeros con las insignias de la Orden en la Sala del Trono del Castillo, seguido de un almuerzo; luego todos se dirigen a pie a un servicio en la capilla de San Jorge del Castillo de Windsor (La capilla de la orden es la capilla de San Jorge del castillo de Windsor) donde se celebra un breve servicio, Cada caballero tiene un puesto asignado a él en esta capilla. Colocados en ella están su estandarte, su casco y una placa de puesto. Las banderas y los cascos de los caballeros se bajan después de su muerte, pero las placas de los puestos, de las cuales las fechas más antiguas probablemente daten del año 1390, permanecen permanentemente fijas en los puestos. Como resultado de esta tradición, los puestos de la Capilla de San Jorge ofrecen una de las mejores colecciones de diseño heráldico histórico de Europa.Tras este servicio, el Soberano y los demás miembros de la Orden regresan al Barrio Superior del castillo en carruajes y coches.
La entrega de la orden conlleva la adopción del título de caballero y el derecho a usar el título «Señor». Los titulares de la orden agregan KG (Knights of the Garter) después de sus nombres. La insignia de la orden comprende la liga con el lema estampado en ella, la estrella con la cruz de San Jorge y un collar con una insignia que representa a San Jorge y el dragón. Todas las insignias se devuelven a la orden a la muerte del titular. La Orden tiene cinco oficiales: el Prelado (que siempre es el Obispo de Winchester), el Canciller, el Secretario (Decano de Windsor desde el reinado de Carlos I), el Rey de Armas y el Caballero Usher de la Vara Negra.
A lo largo de los años, varios miembros han sido expulsados de la orden por crímenes como herejía, traición o cobardía y hasta ejecutados como en el caso de Lord Scrope de Masham (amigo de la infancia del rey Enrique V) y el III Duque de Buckingham en 1521. Edward Stafford, duque de Buckingham y nieto de Eduardo III, fue ejecutado por aspirar a ostentar la corona inglesa, así como por su condición de católico durante las persecuciones religiosas.
Durante la Primera Guerra Mundial, muchos de los Caballeros Extranjeros que eran monarcas de Estados enemigos fueron expulsados. Así, las admisiones del emperador Guillermo II de Alemania y del emperador austríaco Francisco José I fueron revocadas en 1915. Lo mismo ocurrió con el emperador Hirohito de Japón, a quien se le retiró de la orden cuando su país entró en la Segunda Guerra Mundial. En 1971, sin embargo, la reina Isabel II le restableció como miembro, acto recibido con enorme felicidad por el emperador.
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