Durante varios siglos, París y sus alrededores se infestaron con una multitud de vagabundos y pobres. Tras la muerte de Felipe IV Le Bel y la llegada de la dinastía Valois las condiciones de vida en París empeoraron notablemente, hasta el punto de que durante el siglo XIV y principios del XV la ciudad vivió tres grandes revueltas ciudadanas.
La mayoría, personas sin oficio ni beneficio, mendigos de profesión que se aventuraban a salir por las calles de la ciudad durante el día “disfrazados” de discapacitado físico o enfermos con la esperanza de despertar la simpatía y algo de caridad de los parisinos. Muchos de estos mendigos eran miembros del Argot (corporación de mendigos),organizada y jerarquizada perfectamente, con sus propias leyes y lenguaje: la Corte de los Milagros, una zona del París del antiguo régimen habitada desde el siglo XIII por ladrones, pedigüeños y prostitutas que se extendía en torno al barrio del mercado de Les Halles, entre la rue Montmartre y la rue Montorgueil. La llamaban así porque sus habitantes pasaban el día pidiendo limosna y trapicheando por la ciudad fingiéndose ciegos o inválidos, y de noche, en los callejones familiares de su barrio, recuperaban «milagrosamente» la salud. Esta Corte constituía un mundo aparte, con su propio lenguaje y sus reglas, basadas en la solidaridad entre sus miembros. No era un fenómeno exclusivamente parisino; la mayoría de las principales ciudades tenían una corte de milagros; el mismo París tenía una docena de ellas.
Los miembros de esta «Corte» elegían a un rey de calumnias, «el gran Coësre» o «rey de Thunes «. Este rey, «reinaba» sobre todos los mendigos desde la Gran Corte de los Milagros; el resto de cortes de la ciudad estaban regidas por el «cagous», es decir, los tenientes del gran Coësre. Ellos eran también los responsables de instruir a los mendigos que eran nuevos en el oficio y a quienes enseñaban a preparar un ungüento adecuado para obtener heridas artificiales. Por debajo de ellos estaban los «archisupots», los eruditos del reino de los mendigos, antiguos alumnos que enseñaban la jerga (el lenguaje propio de la corte) a los nuevos mendigos y disfrutaban del privilegio de no pagar impuestos a Grand Coësre.
Según Sauval los mendigos y los ladrones se dividían en una amplia gama de categorías:
-. Los «narquois» o » drilles»: falsos soldados simulando mutilaciones recibidas al servicio del rey.
-. Los «rifodés»: falsas víctimas del fuego del cielo.
-. El » malingreux» o «maligno»: falso enfermo.
-. Los «francs mitoux»: pacientes falsos que simulan ataques epilépticos.
-. Los «piètres: falsos lisiados.
-. Los «marfaux» o «marjauds»: proxenetas.
-. Los «mercandiers» o «Comerciantes»: mercaderes falsos arruinados por guerras, incendios u otras calamidades. Usualmente trabajaban en equipos de dos
-. Los » capons» ejercían la mendicidad en los cabarets y en lugares públicos; instalaban mesas de juego callejaras en las que engañaban a los transeúntes con otros como cómplices que simulaban jugar.
-. Los » courtauds de Boutange»: mendigos que tenían derecho a mendigar solo durante el invierno.
-. Los «millards»: carteristas de provisiones. Eran los proveedores de la sociedad.
-.Los «orphelins» o «Huérfanos»: niños pequeños casi desnudos, cargados para parecer congelados y temblar de frío, incluso en verano.
-. Los «Hubains»: titulares de un certificado que indica que habían sido curados de la rabia por la intercesión de Saint Hubert.
-.Las «prostitutas»
-.Las » coquillards» o «conchas»: falsos peregrinos luciendo una concha de vieira
No todo el mundo podía ser un coupeur de bourse, o cortador de bolsos: para ser admitido en esta profesión, debían realizar dos «obras maestras» en presencia de los maestros. Sauval relata en qué consistieron estas dos obras maestras; en la primera prueba, se adhiere al suelo y a las vigas del techo de una habitación una cuerda donde hay colocadas campanas con un bolso; es necesario que el aspirante que debe tener el pie derecho posado sobre un plato situado en la parte inferior de la cuerda, girando el pie izquierdo y el cuerpo en el aire, corte la bolsa sin mover el cuerpo y sin tocar las campanas; si falta en lo más mínimo, es descalificado y recibe una buena paliza. Si pasa la prueba, los siguientes días es golpeado y continúan con las palizas hasta que se vuelve insensible, dandosele acceso a la segunda prueba. Ahora sus compañeros lo conducen a un lugar público muy concurrido, como el cementerio Saint-Innocent. Si ven a una mujer de rodillas a los pies de la Virgen con su bolso colgando del costado, u otra persona despistada con un bolso listo para cortar, o algo similar fácil de robar, le ordenan que lo haga en presencia y en la vista de todos. Tan pronto como se dispone a ello,todos gritan y lo señalaban: ¡ al ladrón¡, ¡¡ese ladrón va a robar a esa señora¡¡.El desdichado aspirante por lo general recibe una buena paliza de la multitud enfurecida que debe aguantar estoicamente sin denunciar o dar muestra de reconocer a sus hermanos, que aprovechan entonces la confusión para robar a placer entre la multitud y una vez hecho esto, se las apañan para sacar del alboroto al aspirante.
Parece que algunos monjes, queriendo acreditar el valor de sus reliquias, usaron los oficios de la Corte de los Milagros para realizar sus «milagros». «Les puedo asegurar«, dijo Sauval, «que estos pobres pobres contribuyen al mantenimiento de varios religiosos«.
La Gran Corte estaba compuesta por tres plazas sucesivas comunicadas por intrincadas calles; el lugar era tan peligroso para los extraños a la comunidad que la guardia de la ciudad no se atrevían a entrar. En 1630, bajo el reinado de Luis XIII , se proyectará la apertura de una una calle que cruzaría el gran patio de los Milagros de un lado a otro; los albañiles fueron asesinados antes de poder concluir el proyecto.
Sauval, que visitó una de las cortes de los milagros mas famosas de Paris, situada en la rue Neuve-Saint-Sauveur entre el callejón sin salida de l’Etoile y las calles de Damietta y Forges, nos la describió así: » Consiste en un lugar de gran tamaño y un gran callejón sin salida apestoso, fangoso e irregular, que no está pavimentado. Anteriormente se limitaba a las últimas extremidades de París. En la actualidad (bajo el reinado de Luis XIV), se encuentra en una de las zonas más pobres, sucias y remotas de la ciudad, entre la rue Montorgueil, el convento de Filles-Dieu y la calle Neuve-Saint-Sauveur, como en otro mundo. Para ir allí, a menudo es necesario desviarse por pequeñas calles traviesas, apestosas, desviadas; para entrar, hay que bajar una pendiente bastante larga, tortuosa, escarpada, desigual. Vi allí una casa de barro, medio enterrada, tambaleándose con la vejez y la decadencia, que no tiene cuatro puntas cuadradas, y donde, sin embargo, alberga a más de cincuenta hogares acusados de una infinidad de niños pequeños legítimos, naturales o robados. Me aseguraron que, en esta pequeña casa y en las otras, vivían más de quinientas familias grandes amontonadas. Por muy bueno que haya sido este tribunal, antes lo era mucho más. Por todos lados, estaba rodeado de casas bajas, hundidas, oscuras, deformadas, hechas de tierra y barro y todas llenas de pobres «.
Los comisionados de policía y los oficiales de justicia no podían entrar sin recibir insultos y palizas y «se alimentó de robos, se engordó en la ociosidad, en la gula. y en todo tipo de vicios y crímenes: allí, sin preocuparse por el futuro, todos disfrutaban el presente a gusto, y por la noche comían con placer lo que, con muchos problemas, y a menudo con muchos golpes recibidos, ganaron todo el día; porque fue llamado allí para obtener lo que en otros lugares se llama robo y fue una de las leyes fundamentales de la Corte de los Milagros no guardar nada para el día siguiente. Todos vivían allí en una gran licencia; Nadie tenía fe ni ley; No hubo bautismo, matrimonio, ni sacramento. Es cierto que aparentemente parecían reconocer a un dios; y para este fin, al final de su corte, habían erigido, en un gran nicho, una imagen de Dios, el padre al que habían robado en alguna iglesia, y de dónde venían todos los días para hablar de algunas oraciones. Las niñas y las mujeres, las menos feas, se prostituyeron por dos Liards ( fue una moneda de plata antigua de Francia y los Países Bajos), las otras por un doble, dos deniers, (moneda francesa cuyo nombre deriva del denario romano y que fue utilizada en gran parte de Europa. En un principio era de plata pura y después desde Felipe I se aleó con cobre, pasando a ser enteramente de cobre desde Felipe III y valiendo entonces medio sou) , la mayoría por nada. Muchos dieron dinero a quienes habían hecho hijos para sus compañeros, para tener algunos de ellos, para provocar compasión y extraer limosnas«.
Victor Hugo escribirá sobre la Corte de los Milagros: «Inmenso guardarropa, en una palabra, donde se vestían y desvestían en este momento a todos los actores de esta eterna comedia que roban, prostituyen y asesinan juegan en el pavimento de París … La mayoría de las grandes ciudades tenían una corte de milagros y solamente en París del siglo XVII, durante los reinados de Luis XIII y Luis XIV, había nada menos que una docena de ellas : rue Réaumur, rue du Bac, Cour Brissel, rue de la Mortellerie (parte de la rue du Temple actual ),rue Juss, rue des Forges,rue Reuilly,Rue des Tournelles y Jean-Beausire Street y la rue de l’Echelle, entre otras. La mayor de las doce cortes era la llamada Gran Corte de los Milagros, el lugar más peligroso de París y seguramente de Francia, y las historias sobre ese lugar y los lances que en él sucedían sirvieron de inspiración a muchos artistas en los siglos posteriores.
El 15 de marzo de 1667, por el Edicto de Saint-Germain-en-Laye, Luis XIV creó la oficina del teniente general de la policía de París. El rey, mediante este decreto abolió el cargo de teniente civil del preboste de París, que unía a la justicia y la policía en un cargo y en su lugar creó dos cargos separados: uno de teniente general civil y otro teniente general para la policía. El Teniente General trabajó para reducir los centros del crimen: casas arrasadas y delincuentes enviados a galeras. Al mismo tiempo, se llevó a cabo una política de confinamiento sistemático en los establecimientos del Hospital General. Sin embargo, poco a poco, los ladrones y los mendigos tomaron posesión de las instalaciones. A finales del siglo XVIII y principios del XIX, esos grandes barrios convertidos en tugurios fueron demolidos durante la renovación urbana de París posterior a la Revolución Francesa. Pero “La Corte de los Milagros” ya había entrado en la historia inspirando los escenarios de dos famosas novelas de Victor Hugo, Los Miserables y El jorobado de Notre-Dame.
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