Lusitania era una región delimitada aproximadamente por los ríos Guadiana y Duero un territorio que hoy pertenece en su mayoría a Portugal. Aunque rica en minerales, la tierra era montañosa y su suelo era pobre.Por ello,los pueblos lusitanos vivían en parte a costa de las tribus de las regiones más fértiles.Esta práctica se ajustaba a los valores tribales de los pueblos de la región con influencia celta, cuya principal tribu era la de los lusitanos, de los que la región tomó su nombre. Así pues,los lusitanos se aliaban o enfrentaban alternativamente con los otros grandes grupos tribales de la zona,los vettones y los celtas. Mientras que sus sus vecinos cayeron bajo el dominio romano a comienzos del siglo II a. C, la fiereza de sus hombres y sobre todo y ante todo,la carencia de cualquier posesión que los romanos estimaran de valor, hicieron que Roma se mantuvieran alejada de Lusitania. No obstante, los lusitanos no encontraron ninguna razón para abstenerse de atacar a sus vecinos,como había venido siendo su costumbre y esto llevará a un inevitable enfrentamiento con los romanos, protectores de éstos. Después de un período de conflictos frecuentes en el que los lusitanos aceptaron y violaron repetidamente los tratados de paz, en el año 151 a. C. Roma perdió la definitivamente la pacienciencia y lanzó un ataque a gran escala dirigido por Servio Sulpicio Galba, un antepasado del que será el futuro emperador romano Galba en el 69 d. C.
Severamente derrotados, una vez más, los lusitanos pidieron la paz, pero Galba supuso que la pobreza de sus tierras les impediría mantenerse alejados durante mucho tiempo de los pueblos vecinos, de manera que les propuso un reasentamiento total en tres fértiles llanuras. En una fecha convenida del 150 a. C., los lusitanos se reunieron en tres grupos separados y esperaron su reasentamiento. Galba insistió en desarmarlos, arguyendo que las armas eran innecesarias para la vida del campesino. Entonces, con la nación dividida en tres grupos separados y desarmados, Galba ordenó al ejército romano que rodease a los tres grupos y los matara a todos,hombres, mujeres o niños, sin excepción. Fue una atrocidad que espantó incluso a los brutales romanos; Apiano diría: «Pagó la traición con traición, un romano indigno que imitó a los bárbaros».
Pero no todos los lusitanos fueron sorprendidos por esta treta; entre los que escaparon se encontraba un pastor llamado Viriato, que como el resto de sus compatriotas, prometió venganza eterna contra Roma, y pronto se encontró capitaneando algunas de las bandas de guerrilleros que hostigaban a los romanos desde sus fortalezas en las montañas. Estos ataques se hicieron cada vez más atrevidos y frecuentes, hasta que en el año 147 a. C. los lusitanos lanzaron a una ofensiva sobre la vecina Turdetania, en la que se enfrentaron al ejército del pretor romano Vetilio. Los lusitanos combatían con una armadura ligera, protegidos especialmente por un escudo que podía ser el característico escudo celtibérico con pinchos, o bien otros más pequeños y redondos llamados «targes». La principal arma ofensiva era una lanza,el saunion y una formidable espada del tipo conocido como falcata, cuya hoja curva parece un kukri gurkha de gran tamaño. Combinada con su fiereza natural, esta espada hacía de los lusitanos una formidable fuerza de combate, aunque no estaban a la altura de las disciplinadas legiones del mejor ejército de la Antigüedad y así, en poco tiempo, los romanos empujaron a la mayoría de las tropas lusitanas hasta una plaza fuerte, para sitiarla a continuación. Viriato se opuso con vigor a la rendición y, cuando se ofreció a
mostrar a sus compatriotas una salida, éstos lo aclamaron como su líder.
Al día siguiente, dispuso a sus tropas en formación para entablar batalla; entonces, en el momento en que los romanos formaron frente a ellos, los lusitanos se dispersaron en todas direcciones, y cada uno buscó un lugar donde ponerse a salvo. Poco heroico, pero efectivo. Vetilio llamó a toda prisa a su caballería, pero resultó imposible perseguir a los fugitivos, porque Viriato había conservado a 1000 de sus mejores caballos y jinetes para cubrir la retirada de sus hombres. La caballería romana se vio obligada a vencer primero la resistencia de éstos, pero los lusitanos permanecieron fuera de su alcance, jugando al ratón y al gato con los romanos hasta que los soldados de a pie hubieran puesto tierra de por medio y se encontraran en lugar seguro. Vetilio prosiguió la persecución, por lo que Viriato intentó organizar la retirada mientras conducía a los romanos a un lugar apropiado para una emboscada. La maniobra fue un éxito absoluto. Atrapados entre los lusitanos y el borde de un acantilado, murieron unos 4.000 romanos, incluido el propio Vetilio. Un joven oficial romano asumió el mando de los supervivientes y, con sus hombres demasiado desmoralizados para luchar, recurrió al soborno de los celtíberos, de manera que 5000 de éstos fueron enviados contra Viriato. Eufóricos por su anterior victoria, los lusitanos dieron buena cuenta también de los celtíberos; según Apiano, después de una breve batalla, todos ellos perdieron la vida. A continuación, Viriato se dispuso a llenar las despensas de su pueblo rapiñando de forma exhaustiva la Carpetania (alrededor de la moderna Toledo).
Poco se sabe del Viriato hombre, en contraste con el Viriato comandante, con el mito. Sabemos que tuvo un yerno a quien, al parecer, mató antes que verlo rendirse a los romanos y, por tanto, debemos inferir que tuvo una esposa y una hija. Nada sabemos de su aspecto físico, y para su carácter debemos basarnos en las informaciones de los romanos, quienes parecen haber admirado bastante a su enemigo.
El año 146 a. C. Viriato se retiró de nuevo a su tierra natal ante la llegada de un nuevo ejército romano, al mando de C. Plaucio; cuando los romanos se disponían a establecer su campamento en una colina llamada la Montaña de Venus, en medio de un olivar, fueron aplastados por el ataque sorpresa de los hombres de Viriato. Plaucio quedó tan impresionado que condujo su ejército hasta la seguridad de los cuarteles de invierno y no se movió ni siquiera cuando Viriato se paseó a su antojo por las tierras de los aliados de Roma, confiscando y destruyendo las cosechas y saqueando la gran ciudad celtibérica de Segóbriga. Pero Roma no se rendía fácilmente y al año siguiente Quinto Fabio Emiliano, hijo del conquistador de Perseo de Macedonia, llegará al frente de un ejército de unos 15.000 infantes y 2.000 jinetes. Mientras estas tropas se estaban reuniendo en Urso (moderna Osuna), llego la noticia de que Viriato había atacado al sucesor de Plaucio, Claudio Unimano y había barrido su ejército casi por completo. Las insignias de mando de Claudio fueron llevadas como trofeos a la fortaleza de los lusitanos.
Fabio era muy consciente de que sus tropas eran inexpertas y carecían del entrenamiento preciso por lo que rehusó entablar ningún combate importante, a pesar de que varios de sus legados habían sido derrotados por los hombres de Viriato. Toda Hispania era testigo del insólito espectaculo en el que los soldados lusitanos ofrecían constantemente batalla al ejército consular romano que, sin el menor complejo,rehusaba enfrentarse a ellos. Aunque en el año 144 a. C. Fabio se arriesgó finalmente a un enfrentamiento y, aunque consiguió hacer retroceder a los lusitanos, el daño al prestigio de Roma ya estaba hecho y los celtíberos se rebelaron contra Roma, iniciándose de este modo la larga y amarga Guerra Numantina.
El suguiente comandante romano, Q. Pompeyo. se lanzo al ataque sobre Viriato, que repitió su patrón habitual de ataque y rápida retirada a las montañas. Escogió para su ataque la misma Montaña de Venus que había presenciado la caída de Plaucio y el resultado será el mismo,Pompeyo perdió unos 1000 hombres y regresó con los supervivientes a su campamento. El año 142 a. C. trajo consigo un nuevo ejército romano, esta vez bajo el mando de un hermanastro de Fabio Emiliano, Fabio Serviliano. Como prueba de la seriedad con la que Roma estaba comenzando a tomar en consideración las actividades de Viriato, Serviliano llegó acompañado por dos legiones completas 1600 jinetes y varios elefantes regalo del rey Micipsa de Numidia. Serviliano aisló y exterminó algunas bandas de guerrilleros que operaban al margen de las principales tropas de Viriato, que nuevamente se había refugiado en sus tierras. Con el líder lusitano en plena retirada, Serviliano recuperó varias ciudades que habían estado bajo control lusitano, y en el año 141 a. C. tomó la fatídica decisión de sitiar una ciudad llamada Erisone, cuya localización exacta se desconoce.
El asedio no se llevó a cabo con rigor, y Viriato consiguió introducirse de noche dentro del recinto amurallado junto con un gran contingente de hombres. Por la mañana, estos refuerzos y la guarnición salieron de la ciudad y cogieron a los romanos de sorpresa. Los romanos se retiraron en completo desorden, perseguidos por la caballería de Viriato y con la infantería pisándoles los talones. La batalla terminó en un valle, cuyo paso Viriato había tenido la precaución de taponar con una poderosa fortificación. Los romanos cayeron exactamente en la misma trampa que Fabio Máximo había tendido a Aníbal unos ochenta años atrás, pero en esta ocasión Fabio Serviliano no era Aníbal…. y ahora él y su ejército se enfrentaban al exterminio. Así que optó no sin grandes temores, por la única salida posible: la rendición incondicional ante los lusitanos. Para su sorpresa y alivio, Viriato impuso únicamente unas condiciones muy moderadas a su enemigo vencido. Los romanos deberían retirarse de Lusitania y reconocer la independencia de sus tierras. Además, el propio Viriato pasaría a ser considerado amigo y aliado del pueblo romano. Sus condiciones fueron aceptadas, aunque a regañadientes.
El nuevo gobernador romano, Servilio Cepio era hermano del general derrotado recientemente, y mantenía la firme opinión de que Viriato y los lusitanos eran un problema pendiente de solución definitiva. Había muchos más lusitanos de los que podía alimentar aquella tierra, y para sobrevivir ellos y sus familias, acabarían por saquear las provincias vecinas y Cepio estaba convencido de que los lusitanos estaban condenados a volver a sus antiguos vicios, especialmente si tenían la sensación de que podrían derrotar a los romanos siempre que se lo propusieran. Así que Cepio comenzó a poner en práctica una serie de calculadas provocaciones para poner aprueba la tolerancia del senado por una parte, y la paciencia de Viriato por la otra. Aunque Viriato hizo caso omiso de las provocaciones algunos lusitanos más impulsivos tomaron cartas en el asunto y acabaron por proporcionar a los romanos la excusa que necesitaban para iniciar las hostilidades. En el año 140 a. C. se reanudó la guerra.
Aunque escaso de moral, el ejército romano era enorme y peligroso, de manera que Viriato recurrió a su táctica habitual de dar un paso atrás ante un enemigo agresivo. Se había vuelto reacio al empleo de las armas, y seguía creyendo que era posible llegar a un acuerdo. Por consiguiente, envió a sus consejeros más cercanos, tres hombres llamados Audax, Ditalco y Minuro, para que indagaran qué términos estarían dispuestos a aceptar los romanos. Los enviados de Viriato fueron tratados con lealtad, y quedaron muy impresionados por la suntuosidad del campamento de Cepio. Éste les aseguró que aquel nivel de vida podría ser suyo. Todo lo que debían hacer era matar a Viriato y obtener por ello una enorme recompensa. Dada la frecuencia de las alarmas nocturnas, Viriato dormía con la armadura puesta. Por otro lado, el líder lusitano recibía a los mensajeros y a sus capitanes a todas horas, por lo que, a su regreso, los enviados fueron recibidos en la tienda de su jefe sin problemas. Una vez allí, apuñalaron a su líder en la garganta, el único punto que no estaba protegido por la armadura, y huyeron hasta las líneas romanas antes de que se descubriera su crimen. Y la traición de los iberos tuvo como recompensa a su vez la traición romana; con enorme sangre fría, Cepio aseguró a los asesinos que habían malinterpretado sus palabras, y que él nunca les hubiera animado a matar a su jefe. La leyenda nos cuenta que Cepio les habría negado su recompensa con esta con la frase: «Roma traditoribus non praemiat«, esto es, «Roma no paga a traidores«, cita que probablemente no fuese mas que una invención posterior. Así que sin más, los romanos enviaron a los asesinos de vuelta al campamento lusitano, sin recibir por su acción una sola moneda de recompensa.
Los lusitanos estaban apesadumbrados y desmoralizados por el asesinato de su líder. Le ofrecieron unos magníficos funerales y eligieron a un hombre llamado Tántalo como su sucesor. Pero había desaparecido el alma de la causa, y además se había elevado la moral de los romanos. Cepio obtuvo fácilmente la victoria que se le había escapado a sus predecesores, y los lusitanos fueron obligados a pedir la paz. Haciendo gala de una gran sabiduría, Cepio hizo lo que Galba había prometido en el año 150 a. C. Una década de guerra había despoblado considerablemente el territorio, y Cepio pudo cumplir ahora la promesa de asentar a los lusitanos en una tierra suficientemente fértil para alimentarlos sin necesidad de recurrir al bandidaje. Iberia occidental estaba en paz. Lo que varios generales honorables no habían conseguido en años de guerra abierta, lo consiguió en una
sola campaña un matón tramposo por medio de la traición.
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