Filipo II de Macedonia fue uno de los grandes soberanos de la antigüedad. Se le conoce por ser el padre de Alejandro Magno, pero quizá la historia sería más justa si Alejandro Magno fuera famoso por ser el hijo de Filipo II. Su figura, un personaje trascendental y tremendamente interesante, apenas ha llegado a nuestros días y de él se hubiera escrito mucho más si su hijo, Alejandro no se hubiera convertido en el fenómeno mediático de la cultura popular que todos conocemos. Filipo II fue quien hizo que su reino dejara de ser una tierra desprestigiada y desgarrada por los conflictos internos para convertirse en la primera potencia política y militar de la Helade. Incluso estuvo a punto de unificar a todos los pueblos griegos para empezar una campaña militar contra el imperio persa que sólo su asesinato abortó cuando los preparativos estaban finalizados. Filipo sentó las bases del poder militar que heredó Alejandro; sin Filipo, Alejandro nunca habría sido Magno. ¿Cómo lo consiguió?.
La antigua Macedonia, situada en el nordeste de Grecia, alejada de los grandes centros de la cultura griega, se extendía desde las laderas septentrionales del monte Olimpo, en el sur, hasta los lagos Licnítide y Prespa y el monte Orbelo en el Norte, y desde la cordillera del Pindo en el Oeste hasta la orilla derecha del río Estrimón en el Este. Sus treinta mil kilómetros cuadrados se dividían en tres grandes regiones: la Baja Macedonia, con sus ricas llanuras aluviales en la costa y los macizos del Bermión y el Olimpo, la Alta Macedonia, la zona montañosa al Oeste y las tierras situadas al Este del río Axio.
Era una tierra muy rica en recursos. Sus montañas tenían frondosos bosques, repletos de pinos, robles, abetos y cedros, un auténtico filón de madera, el más rico que pudiera desear cualquier ciudad aspirante a controlar el mar. Y esto es así dado que la madera y el alquitrán eran dos recursos estratégicos, pues e ellos dependía la construcción de barcos y de estos a su vez, el control del mar. Estos bosques proporcionaban combustible y materiales de construcción en abundancia y eran un recurso de exportación muy valioso; cualquier gran proyecto de construcción requería de grandes vigas de madera para los tejados, madera que no estaba disponible en la mayor parte de Grecia. Madera y alquitrán que eran un monopolio real, que proveerán a la corona de abundante recursos.. Estos bosques estaban repletos de una rica fauna (osos, lobos, toros salvajes, panteras, leopardos y leones).
Sus extensas llanuras proveían al reino de abundante grano y de una gran variedad de pastos que alimentaba grandes rebaños de ovejas, cabras, vacas y caballos. Grandes extensiones de esta tierra también eran propiedad del rey. En sus ríos caudalosos y sus lagos, abundaba la pesca. También abundaban el hierro, la piedra y el fino mármol. Las minas de la cadena montañosa del Pangeo, rendían una gran cantidad de plata y oro y la población macedonia, asimismo, era tan numerosa que se prefería una relación amistosa a una hostil. Pero Macedonia no aprovechaba todos estos generosos recursos.
Los macedonios constituían un grupo grecohablante de pastores trashumantes, que se movían desde los pastos de la Alta Macedonia a los pastos estivales de las llanuras litorales. Se suponían descendientes de un antepasado común, Macedón y de acuerdo a la tradición de los propios macedonios, recogida por Tucidides y Herodoto, situaban en origen de sus ancestros en la Alta Macedonia, a ambos lados del Haliacmón; desde allí, bajo la dirección de los reyes de una dinastía denominada argeada o teménida, a finales del siglo VIII o principios del siglo VII a.C., habrían empezado a extenderse hacia la Baja Macedonia, expulsando progresivamente a sus antiguos habitantes. Se trataba de un territorio periférico para el mundo griego antiguo, que había sido colonizado por estos en algunos puntos, presentando su costa multitud de colonias griegas, cuya población procedía de asentamientos de ciudades del sur de la península helénica. Los antiguos dudaban que los macedonios fuesen griegos; para muchos, no eran más que bárbaros, aunque en este aspecto no debemos menospreciar el poder de la propaganda anti macedonia al servicio de los atenienses, que estarán enfrentados a las ambiciones de Filipo II.
Ciertamente, su aspecto y sus costumbres a finales del siglo VI y principios del siglo V a.C, eran bastante diferentes a los del resto del mundo griego. Para un griego procedente de Corinto, de Tebas o de la misma Atenas, los macedonios resultaban peculiares ya que no vestían, ni se comportaban como el resto de los griegos. Estaban gobernados por reyes, cuando el resto de Grecia ya se regía por otros sistemas de gobierno (a excepción de Esparta, con su diarquía). Y para colmo, estos reyes eran tradicionalmente polígamos, costumbre que resultaba extraña y aberrante al resto de los griegos. Además, en el mundo griego, la poligamia era la marca del tirano y de los monarcas extranjeros, como el Rey Persa, que tendían a ser polígamos, algo que reforzaba la sensación de barbarie. Aunque no hay pruebas directas de poligamia entre los macedonios en general, si se trató de una costumbre exclusiva del rey. Ciertamente, no eran iguales que el resto de los griegos, pero ellos siempre se consideraron helenos. Los macedonios, hablaban un dialecto griego, adoraban a los mismos dioses del panteón olímpico y sus templos eran totalmente griegos, como el de Zeus en Dión. Precisamente en Dión se celebraba el festival religioso más importante de los macedonios, de 9 días de duración, dedicado al Zeus del monte Olimpo. Y desde el reinado de Alejandro I, habían sido admitidos en los juegos olímpicos, por lo que, para una parte de Grecia, los macedonios sí que eran considerados griegos. Así pues, podríamos concluir que ser macedonio era una forma muy particular de ser griego.
La Casa Real macedonia, la dinastía Argéada, contaba con un doble mito fundacional; el primero nos cuenta que Temeno, hijo de Heracles y mítico fundador de la ciudad de Argos, había tenido un hijo, Pérdicas, que fundará la casa real macedonia. En el segundo, Carano se agregó a la genealogía macedonia como hijo de Temeno. Ambas, destacan la descendencia de los reyes macedonios del mismísimo Zeus, dotando a la monarquía de un aurea sagrada que legitimaba el papel de los reyes. Dada esta naturaleza sagrada de la familia real, la aristocracia nunca cuestiono su derecho único a convertirse en reyes. A los antiguos les gustaban estas historias y se las inventaban alegremente cuando les resultaban convenientes; quizás los Argéadas proviniesen de otro lugar, quizás un jefe de guerreros obligados a abandonar su patria o emigrantes en busca de oportunidades; sea cual fuese su origen, solo un Argéada podría ser rey de Macedonia y esta norma se cumplió siempre hasta la extinción de la dinastía con el asesinato de Alejandro IV, hijo de Alejandro Magno en el año 310 a.C. Dado su origen divino, el rey era el nexo de unión entre la comunidad étnica de los macedonios y los dioses y, en consecuencia, ofrecía sacrificios en nombre de los macedonios y organizaba y dirigía las principales fiestas religiosas. Las tareas reales de cada día comenzaban con el soberano en persona degollando a un animal en sacrificio.
Así púes, aunque los Argéadas eran especiales, al ser los únicos poseedores del derecho a reinar, lo cierto es que este hecho no le garantizaba una gran estabilidad a Macedonia, ya que cualquier varón argéada podía aspirar al trono si una gran parte del pueblo lo apoyaba o cuando menos, lo aceptaba. Como hemos indicado, los reyes macedonios eran polígamos por tradición y como resultado de esto, a menudo había muchos reyes en potencia dispuestos a desafiar al rey de turno. Y la mayoría de los reyes macedonios tuvieron muertes violentas a manos de alguien muy cercano. Aunque no había una ley que regulara la sucesión , a la muerte del rey, si su primogénito era adulto, se necesitaría un buen motivo para no elegirlo como nuevo rey, pero no era algo imposible. Podían elegir a sus hermanos o a otros miembros de la dinastía; no existía el concepto de “elección” para los candidatos reales, simplemente un hombre se proclamaba rey y ya se vería si tenía el apoyo necesario y era capaz de sobrevivir.
Todos los macedonios estaban obligados a reconocer el dominio del rey, pero, en realidad, el soberano sólo ejercía su poder de manera directa sobre la Baja Macedonia y el este del Axio. Los pueblos de la Alta Macedonia conservaban sus propios reyezuelos que en teoría se hallaban sometidos al rey argéada, pero que en la práctica se comportaban con bastante independencia. Si el poder real se debilitaba, estos dinastas tendían a ejercer como soberanos independientes, desarrollando sus propias políticas y estableciendo vínculos con sus vecinos ilirios del oeste del Pindo. Una vez que Macedonia se liberó del dominio persa en 479, a lo largo de los siglos V y IV a.C., los reyes, en medio de períodos recurrentes de luchas dinásticas, trataron de controlar a los dinastas de la Alta Macedonia, de asegurar las fronteras de su reino frente a la periódica amenaza de otros pueblos balcánicos (ilirios, tracios, dardanios, epirotas y peonios) y de limitar las apetencias de atenienses y calcidios y las presiones espartanas.
La organización interna de Macedonia, especialmente en la época anterior a Filipo, es bastante mal conocida. El reino tenía su capital en Pela (anteriormente la capitalidad había estado en Egas, “el lugar de las cabras”, que permaneció como centro religioso de reino y necrópolis real). Los macedonios se veía a sí mismos como descendientes directos de los héroes homéricos, por lo que tanto el régimen monárquico como la composición de la nobleza, identificada con un grupo militar aristocrático, conservaban todavía rasgos plenamente arcaicos: un Consejo de Ancianos nombraba a los nuevos reyes o legitimaba a los usurpadores del trono mientras que la Asamblea del pueblo se limitaba a acatar las decisiones del rey o a ratificar las decisiones del Consejo.
El rey controlaba el reclutamiento y la movilización del ejército, y solía mandarlo y luchar personalmente. Se encargaba de la política exterior, convocaba a la asamblea y ejercía en ella la acusación en los procesos capitales. El rey se rodeaba de una serie de consejeros o amigos (philoi), elegidos personalmente por él, que formaban el consejo real, asesoraban al monarca, ocupaban puestos destacados en la administración (como tesoreros) o en el ejército (generales), desempeñaban misiones diplomáticas y servían como guardias reales (somatophylakes). Sin embargo, los levantamientos de la nobleza y las frecuentes sublevaciones de las poblaciones sometidas (peonios, tracios e ilirios) hacían muy inestable la estructura de poder macedonia y cada rey, a su llegada al trono, tenía que recurrir a diferentes estrategias para consolidar su poder, pero aun así las usurpaciones siguieron siendo frecuentes.
Se conocen los nombres de todos los reyes de Macedonia, pero el primer rey indiscutiblemente histórico es Amintas I, rey de Macedonia en el momento en que se produce la campaña de Dario I sobre los escitas. Su sucesor, Alejandro I (495-454 a.C), se verá sometido por los persas, a los que pagará tributo y junto con quienes participará en las Guerras Medicas como aliado, formando parte del alto mando persa, aunque como un comandante de segundo rango. Alejandro I aprovechará la derrota de los persas para extender su reino haciéndose con el control de todas las tierras al este del rio Axio, apoderándose de las minas en esta región. Alejandro I también afianzó sus vínculos con el resto de Grecia, consiguiendo participar en los juegos olímpicos.
Tras la muerte de Alejandro I, el reino se sumió en un largo periodo de declive y debilidad que perduraría hasta la llegada al trono de Filipo II, en octubre del 360 a.C. El sucesor de Aleandro I, Perdicas II (454-413 a.C), debió de enfrentarse al desorden interno, el independentismo de los dinastas de la Alta Macedonia y a las ambiciones de su propia familia, especialmente de su hermano Filipo, que había constituido su propio dominio en el valle del Axio. También hubo de enfrentar la amenaza exterior de los tracios, que invadieron y arrasaron macedonia en el 429 a.C. y de los atenienses, que aspiraban a controlar los grandes recursos madereros y metalúrgicos macedonios, ocupando la ciudad de Anfípolis.
Perdicas II fue sucedido por su hijo Arquelao I en 413 a.C., uno de los reyes más importantes de Macedonia hasta el ascenso al trono de Filipo II. Arquelao es consciente de que su pueblo debe cambiar e ir adoptando progresivamente las costumbres del resto de los griegos. Moderniza enormemente su país; ordenará la construcción de una serie de ciudades y fortalezas, así como una red de caminos que permitan la comunicación de sus ciudades y abrirlas al mar, al comercio y a la cultura. Su corte se convertirá en un foco de atracción de los mayores intelectuales y artistas del mundo griego, entre ellos, dramaturgos como el ateniense Eurípides, el pintor Zeuxis de Efeso o el poeta Timoteo de Mileto. Y con toda probabilidad es Arquelao quien traslada desde Egas la capital del reino a una nueva ciudad, Pela, situada entonces al borde del mar, frente a la vieja capital, en el interior. Más accesible y mejor comunicada, desde Pela podía dirigir mejor el reino, convirtiéndose en el punto focal para todos los macedonios, frente a una Egas que quedará relegada a un papel de centro religioso y de necrópolis real. Arquelao mantendrá buenas relaciones con Atenas e intervendrá en Tesalia, ocupando la ciudad de Larisa, aunque duramente enfrentado a los ilirios, en el norte, debió buscar la alianza de los dinastas de la Alta Macedonia. Arquelao I será asesinado en el año 399 a.C. durante una cacería. Aristóteles nos cuenta que habría muerto a manos de un joven amante decepcionado, aunque sin duda la política también jugó un papel importante y los conspiradores no conseguirán hacer pasar el asesinato por un accidente. El mismo había llegado al poder mediante asesinatos y ejecuciones: mató a su tío, al hijo de su tío y también a un medio hermano para poder llegar al trono.
Tras la muerte de Arquelao, regresa el caos a Macedonia, sucediéndose en el trono siete reyes en cuatro años; este periodo de inestabilidad finalizará cuando Amintas III, ascenderá al trono tras asesinar a su predecesor, Pausanias. Amintas III, bisnieto de Alejandro I, reinara durante 23 años, siempre presionado por los ilirios al norte, que ocuparon parte de la Alta Macedonia llegando a saquear la propia Pela y por la Confederación Calcídica al sur. Amintas III se vio obligado a abandonar su reino y solo pudo regresar gracias al apoyo tesalio. Dado que los ilirios estaban más interesados en el saqueo y la extorsión que en la ocupación permanente del territorio, Amintas no tuvo que expulsarlos. Una década después, se producirá un nuevo ataque ilirio, seguido por la hostilidad de las ciudades griegas de la Calcídica, encabezadas por Olinto, una ciudad que Amintas había intentado apaciguar. Nuevamente, Amintas se verá obligado a huir y esta vez serán los espartanos quienes le recuperen su trono en el 382 a.C.
Amintas tendrá dos esposas, ambas simultaneas y tendrá tres hijos, Alejandro, Perdicas y Filipo, nuestro protagonista. Amintas murió en el año 370 a.C, aparentemente de causas naturales, después de una larga vida (para un argéada) sobreviviendo a amenazas procedentes de todas partes, habiendo efectuado importantes concesiones a potencias extranjeras y dejando su reino débil y vulnerable. Será Alejandro II, con apenas 18 años, quien ascenderá al trono tras su muerte, comprando la paz con los ilirios y entregando a su hermano, el príncipe Filipo como rehén para garantizar la paz. Eurídice, una de las esposas de Amintas III dio a luz a Filipo, el hijo más joven del rey, en el año 382 o 383 a.C. Filipo el príncipe que no estaba destinado a reinar, será utilizado como una moneda de cambio en el juego de la diplomacia internacional, siendo entregado como rehén, primero a los ilirios (algo que le será muy útil más adelante cuando deba someterlos, ya que conocerá muy bien las tácticas ilirias de combate) y posteriormente a los tebanos, siguiendo una costumbre muy extendida por aquellos lares para garantizar los acuerdos de paz de su hermano.
El heredero al trono era su hermano mayor Alejandro II, que reinará apenas dos años, siendo asesinado en el 368 a.C. por Tolomeo de Aloro, probablemente uno de sus parientes. El segundo hermano, Perdicas, no era lo bastante mayor para hacerse cargo del trono por lo que Tolomeo asumirá como regente. Probablemente, se casó con la madre del rey asesinado, Eurídice que tuvo un perfil bastante público durante estos años. Pero la posición de Macedonia seguía siendo débil. En el 367 a.C. Pausanias, un argéada exiliado perteneciente a otra rama de la familia real, atacó con un ejército mercenario y se encontró con importantes apoyos. Tolemeo, que carecía de las fuerzas necesarias para enfrentarlo solicitará la ayuda de Atenas que a su vez estaba buscando la manera de reestablecer su presencia en la Calcídica y asi, el general ateniense Ificrates expulsará a Pausanias. Tolomeo a su vez será asesinado en el año 365 a.C por el hermano de Alejandro y Filipo, Perdicas, que ascenderá ahora al trono como Perdicas III. El nuevo rey busco la alianza con Tebas, la potencia hegemónica en la Grecia del momento y como parte del acuerdo, Filipo regreso a casa. Nunca volvería a estar en manos de enemigos ni de ninguna potencia extranjera.
La irresistible personalidad de Filipo II se forjó en los tres años de su adolescencia, de los 14 a los 17 que pasó como rehén en Tebas. Una Tebas hegemónica por aquel entonces, que había derrotado a los invencibles espartanos, con personajes tan sobresalientes como Pelopidas, Pammenes o Epaminondas, Precisamente allí, en la casa de Epaminondas, se educó como un miembro más de su familia, y allí adquirió conocimientos sobre la cultura griega y estrategia militar que le ayudaran a ser uno de los grandes comandantes y estadistas de la historia, y a convertir a la, hasta su llegada al poder pobre e irrelevante Macedonia, en el ariete que sometió a toda Grecia. Así pues, el joven Filipo tendrá una educación totalmente griega, algo muy importante posteriormente ya que sabía muy bien como pensaban los griegos; cuales eran sus fortalezas, pero, sobre todo, cuáles eran sus debilidades. Y esto jugará a su favor a lo largo de toda su vida.
Al regresar de su cautiverio en Tebas, su hermano el rey dispuso que el joven Filipo asumiese algunas responsabilidades de gobierno; probablemente, el gobierno de alguna provincia. Posiblemente en el este, en la frontera con los tracios y las colonias griegas de la costa. Posiblemente, se le entregó también el mando de un ejército para defender la zona de posibles amenazas. Pero entorno al año 359 a.C., el rey Perdicas III caerá en combate, junto con 4.000 macedonios, haciendo frente a una nueva invasión iliria de la Alta Macedonia. El primer monarca macedonio en caer a manos de un enemigo extanjero. En este momento, el grueso del ejercito estaba compuesto por la caballería, que a su vez estaba integrada por la élite, por los nobles macedonios, por lo que esta derrota tendrá un impacto tremendo, con la perdida de gran parte de la aristocracia del país y colocará al reino prácticamente al borde de la desaparición. Es en este momento, en el año 359 a.C. cuando Filipo, con tan solo 22 o 23 años se hace cargo de las riendas del país, asumiendo la regencia de su sobrino Amintas IV, menor de edad, al que posteriormente derrocara para convertirse en rey desde el 356 a.C. Además de su sobrino, había otros argéadas que considerar para el trono: sus tres medios hermanos, hijos de la otra esposa de su padre. Rápidamente fueron quitados de en medio; el mayor, Arquelao, fue ejecutado por orden de Filipo y los otros dos huyeron raudos al exilio.
La transformación de Macedonia en la década que siguió a la muerte del rey Pérdicas III no fue prevista por nadie y no podía resultar previsible; y esta metamorfosis es el testimonio más claro de la extraordinaria capacidad de Filipo II, por encima incluso de sus éxitos militares. No se trata tan solo de que Filipo accediera al poder en un momento en el que Macedonia sufría una tremenda presión militar, sino que tuvo que enfrentarse a las tensiones históricas entre la Macedonia inferior y la superior, con modelos diferenciados de asentamiento y cultivo agrícola, así como entre la casa real y las ciudades meridionales, que pretendían conservar la independencia. También a las póleis griegas situadas al este del río Axio (esto es, dentro de Macedonia), que no carecían de ambiciones. Pues bien, al cabo de tan solo cinco años de haber accedido al poder, Filipo había repelido la amenaza exterior y había convertido Macedonia, antes muy regionalizada, en una unidad política con todos sus recursos a la disposición de un gobernante único: él. ¿Cómo logró Filipo llevar a término esta transformación?
Así pues, cuando Filipo accedió al poder, Macedonia atravesaba un momento crítico de debilidad interna y de amenazas exteriores. Los ilirios ocupaban gran parte de la Alta Macedonia; los peonios habían invadido el norte del país; los tracios ambicionaban parte del reino; Atenas intentaba recuperar Anfípolis; los calcidios apetecían nuevos territorios en la Macedonia oriental; los dinastas locales se independizaban y por doquier surgían nuevos pretendientes al trono entre sus hermanastros y otros pretendientes apoyados por Atenas y por los tracios. Ciertamente Filipo heredaba un reino abatido y asediado, al borde de la descomposición. Pero Filipo demostró ser tanto un hábil negociador, como un gran estratega; así, compró la retirada de los peonios y la alianza de los tracios y retiró su guarnición de Anfipolis para evitar conflictos con Atenas, lo que le dio el tiempo suficiente para acabar con todos los pretendientes al trono y reconstruir y reformar un ejército desmoralizado por las derrotas hasta convertirlo en el mejor ejercito de la época. Su primera prueba seria la invasión de Peonia, sometiendo toda la región; a continuación, marchará contra los ilirios, los derrotará y los expulsará de Macedonia. Para sellar la paz, Filipo se casará con Eurídice, nieta del rey ilirio Bardilis.
Seguidamente unificará efectivamente el reino, integrando los territorios de la Alta Macedonia y aboliendo sus monarquías locales. La tarea principal de Filipo consistió en reconocer las ambiciones de todos al ampliar el cuerpo de Compañeros, una suerte de consejeros que además acompañaban al rey en los combates, como jinetes. Estos dinastas serán incluidos ahora entre los amigos y consejeros del rey, quedando convertidos así en una nobleza cortesana. Filipo se había asegurado de esta forma que su ambición tuviera como meta prioritaria la incorporación a este grupo, al ofrecer a sus Compañeros una cierta igualdad, reflejada en la combinación de favores recíprocos y obediencia al rey. Así, el que ingresaba en el cuerpo de Compañeros del Rey adquiría una posición que demostraba su mérito personal y le permitía ejercer cierta influencia; pero no existían ningún consejo formal, ni ninguna institución semejante, y el número de Compañeros garantizaba que la relación entre la sugerencia informal de estos y la decisión finalmente tomada por Filipo nunca necesitara de más clarificaciones.
Para consolidar este proceso, creó la Escuela de Pajes, donde todos los jóvenes macedonios de linajes nobles se educaban junto con el príncipe heredero. Los pajes eran los asistentes personales del rey, compartían su mesa, le custodiaban y combatían a su lado. Algunos también compartían su cama. Esta educación reforzaba la fidelidad al rey y creaba el círculo de amigos íntimos y compañeros del futuro soberano. Y de paso, pasaban a ser también rehenes que aseguraban la fidelidad de sus padres. Además, otorgó a los habitantes de la Alta Macedonia los mismos derechos y privilegios existentes en el antiguo reino. Fundó en la región varias ciudades y alentó a la población a asentarse en ellas. Las fronteras de Macedonia quedaron así no solo restauradas, sino también aseguradas.
También dividió el reino en distritos administrativos y de leva militar, que habrían de perdurar hasta la época romana. Filipo acrecentó de forma considerable los ingresos de la monarquía y sus conquistas ampliaron el patrimonio real, ya de por sí extenso. Se hizo también con el control de las minas tracias (sólo las del monte Pangeo le reportaban mil talentos anuales) y su política de fundación de nuevos centros elevó la recaudación de la hacienda real. Este fortalecimiento económico aportó a Filipo recursos muy superiores a los que contaban los estados griegos de la época e hicieron posible financiar sus continuas campañas militares y la propaganda favorable a Macedonia en la Hélade.
Transformó buena parte de las estructuras sociales y demográficas, especialmente de la Alta Macedonia y de otras zonas adyacentes al reino, creando colonias y fortalezas en las zonas más expuestas o en las áreas más ricas, donde asentó campesinos de la Baja Macedonia y también poblaciones nómadas. Estos nuevos asentamientos impulsaron el desarrollo agrícola y comercial y, sobre todo, facilitaron el reclutamiento militar y la fusión cultural entre las poblaciones macedonias, quizá los dos objetivos más importantes perseguidos por Filipo. Con el alejamiento de las amenazas externas, el botín de las expediciones militares y la colonización de nuevos territorios, la política de Filipo favoreció al campesinado macedonio y solidificó la unión entre el pueblo y su rey, la verdadera base del Estado.
Y, en último lugar, estaba el ejército. En último lugar, y no en el primero, porque sin haber asegurado antes el poder político, un ejército potente hubiera representado más una amenaza para el monarca, que una ventaja. Y Filipo era muy consciente de esto. Una vez satisfecha la condición previa de consolidar su control interior, el ejército sirvió para unificar Macedonia y amenazar al resto del mundo griego. Filipo no sólo era un astuto político y un gran estadista, también era un brillante general; siempre tuvo claro que el medio para conseguir sus fines era el ejército y como hemos visto, desde el principio de su reinado fue configurando las bases territoriales, humanas y materiales para la creación de este ejército permanente.
La calidad del ejército macedonio era irregular; durante más de un siglo, Macedonia había disfrutado de la reputación de tener unos muy buenos jinetes, pero en contraste, su infantería era vista con desprecio al estar pobremente armada y formada por plebe sin cualificar. Arquelao I había intentado solucionar esto dándoles un equipamiento estándar a cargo del estado, pero la iniciativa no prosperó. Alejandro II, hermano de Filipo, organizó su infantería en una falange cerrada del tipo hoplítico, pero sufrió demasiadas derrotas y fue asesinado muy pronto como para que supusiera una mejora duradera. Los 4.000 soldados que se habían perdido con el rey Perdicas representaban una tercera parte del ejercito real y los supervivientes, estaban comprensiblemente desmoralizados. Diodoro Siculo afirmo que Filipo comenzó por hablar “uniendo a los macedonios en una serie de asambleas, exhortándolos con elocuentes discursos a que fuesen hombres. Fue cortés y pretendía ganarse a las multitudes mediante regalos y promesas”. Incluso los enemigos de Filipo admitirían que el rey era cautivador y carismático y esta fue una muestra temprana de la fuerza de su personalidad.
Incrementó notablemente el tamaño del ejército: en el transcurso de su reinado, los infantes se multiplicaron por tres, pasando de 10.000 a 30.000, y los jinetes por más de seis, de 600 a 4.000. Unos salarios atractivos y la perspectiva de convertirse en un profesional a sueldo, favorecían la ambición de los soldados; a ello debe añadirse la repartición de haciendas en los territorios conquistados. Así, aumentó considerablemente el número de la caballería aristocrática de los hetairoi, que pasaron de seiscientos en 358 a.C. a dos mil ochocientos en 336 a.C. La caballería estaba dividida en escuadrones (hilas) de unos ciento cincuenta jinetes cada uno; uno de los escuadrones de caballería formaba la guardia real (hila basiliké). Sera Filipo quien convierta a la caballería, un cuerpo marginal en el modelo clásico de la batalla hoplítica, en una fuerza capaz de decidir el curso de los combates al penetrar como una cuña en las brechas de la infantería enemiga.
Pero el cambio fundamental estará en la infantería, ya que Flipo comienza a utilizar como fuerza de combate principal a los infantes; esto supondrá una auténtica revolución en el mundo macedonio, una sociedad profundamente aristocrática, que hasta ese momento había basado su ejército entorno a la caballería, los nobles que combatían junto con el rey, los compañeros del rey. Ahora Filipo hará que el peso recaiga sobre la infantería. De esta manera, se incrementó enormemente la infantería pesada de los pezhetairoi que sumaba diez mil infantes en 358 a.C. y que contaba ya con veintisiete mil en 336 a.C. Pero, además, transformó el armamento y la disposición de la falange, en una formación mítica que pasaría a los anales de la Historia, la falange macedonia. En esta unidad, los infantes pesados contaron a partir de entonces con una enorme lanza (sarisa) de unos seis metros de longitud y de siete kilogramos de peso que se llevaba con las dos manos y, además, un pequeño escudo redondo, más pequeño y ligero que el hoplon, sujeto al antebrazo por la guarda y al cuello por un tirante de cuero, casco, coraza de lino o metal, grebas y espada.
Los soldados de la falange se distribuían en batallones (taxeis) de mil quinientos infantes y éstos a su vez en compañías (lochoi) de cien hombres y se disponían normalmente en dieciséis filas en fondo. Esta formación, compacta, apoyada por infantería ligera y caballería en sus flancos, era prácticamente imbatible y estaba diseñada para atacar al enemigo de frente y chocar con él con apretadas filas de picas. Además, esta formación tenía la virtud de dar una sensación de seguridad a hombres que no estaban acostumbrados a combatir o que siempre lo habían hecho como infantería ligera. Con esta disposición masiva, muy compacta y gracias a las larguísimas sarisas, el enemigo se mantiene alejado unos 5 o seis metros de la primera línea, a diferencia de lo que sucedía en la falange hoplítica. Los hombres colocados en la quinta fila colocaban sus lanzas en ángulo para ofrecer una proyección adicional contra proyectiles arrojadizos. Así, la sarisa mantenía al enemigo a distancia; incluso si un enemigo conseguía romper o esquivar la primera fila, las puntas de acero de las siguientes cuatro filas proyectadas por delante de la formación lo mantendrían a raya.
El simple acercamiento de una apretada falange con sus picas relucientes resultaba de por sí muy intimidante. Un experimentado jefe militar romano del siglo II a.C. lo describió como lo más aterrador que había visto nuca. Esta formación no requería que los soldados tuviesen una gran destreza con el arma, lo que importaba era la fuerza de la embestida y sobre todo, mantener la formación sin huecos en la falange.
Constituyó, asimismo, un cuerpo de infantería escogida, los hipaspistas, divididos en quiliarquías de mil hombres (quizá había tres quiliarquías) dotados posiblemente del mismo armamento que la falange hoplítica. Una de las quiliarquías de hipaspistas componía la guardia real de infantería (agema). Además, Filipo empleó también bastantes tropas auxiliares de los pueblos que fue sometiendo: jinetes tesalios, contingentes tracios, peonios, ilirios; contrató mercenarios griegos y usó tropas especializadas (caballería auxiliar, arqueros, honderos, dardistas) y grupos de artillería (catapultas) y asedio (arietes, torres, tortugas).
La infantería macedonia, armada y equipada por el rey, suponía una excepción en el mundo griego. En las ciudades estado, cada ciudadano debía costearse sus armas y equipo militar, por lo que únicamente podían combatir aquellos ciudadanos que contaban con los recursos para pagar el costoso armamento hoplítico. El resto se debían conformar con combatir como infantería ligera, tropas poco especializadas empleadas en escaramuzas y para hostigar al enemigo, principalmente. Hasta Filipo, los macedonios de a pie combatirían como infantería ligera. Lógicamente, y esto es una constante a lo largo de la Historia, siempre ha habido mucha más gente con escasos recursos que acomodada. Ahora, equipados y armados por el rey, Filipo tenía a su disposición una enorme reserva de tropas con la que poder configurar un gran ejército. Estas innovaciones materiales y tácticas fueron posibles solo gracias a la creación de un ejército esencialmente profesional y entrenado con todo rigor.
Filipo II siempre estaba al frente de sus tropas sin rehuir nunca los peligros que se presentaban, aún a riesgo de perder la vida. Su valentía tuvo un alto coste físico, acumulando sobre su cuerpo las huellas de las distintas batallas que lideró. Perdió un ojo en el asedio de Metone al ser alcanzado por una flecha o un proyectil de catapulta, los historiadores no se ponen de acuerdo sobre la procedencia; durante un motín de sus mercenarios sufrió la rotura de una clavícula, un golpe de lanza en una batalla contra los llirios casi acaba con una de sus manos y además padeció una grave lesión en una pierna que le produjo a una cojera permanente. No obstante, en todo momento permaneció impasible ante las calamidades. “Ofrecía a la fortuna la parte que preferirse de su cuerpo, siempre que le dejase vivir gloriosamente por el resto”, según relatan los historiadores de la época.
Dado el alcance de la transformación de Macedonia, no debe extrañarnos que las ciudades de la Grecia meridional tardaran en darse cuenta de que representaba una amenaza muy diferente a las que estas representaban entre sí. Filipo empleó las fuerzas de Macedonia en tres teatros de operaciones principales: los pueblos balcánicos que rodeaban a Macedonia; las ciudades griegas del Norte, aliados de Atenas o miembros de la Confederación calcídica bajo la hegemonía de Olinto; y, por último, Tesalia y Grecia central.
Como ya hemos visto, en el año 359 a.C. invadió y ocupó la Peonia y, acto seguido, obligó a los ilirios a evacuar la Alta Macedonia, que quedó estrechamente sometida a Filipo. Si en este momento alguien albergaba aun alguna duda sobre quien debía ocupar el trono macedonio, Filipo o su sobrino Amintas IV, estas desaparecieron completamente. Lo cierto es que Amintas vivió el resto de su vida en la corte de Filipo hasta su asesinato tras la muerte de Filipo, por orden de su primo Alejandro. El propio Filipo lo caso con una de sus hijas y desempeño diversos cargos en servicio de su tío.
Quizá entorno al 358 a.C. firmó una alianza con el Épiro por la cual se casaba con la princesa Olimpíade, la futura madre de Alejandro, matrimonio mediante el cual estabilizaba la frontera occidental del reino. Como dote, Olimpíade aportó la Tinfea, que amplió el sudoeste del reino macedonio (357 a.C.). Filipo dio mucha importancia a su política matrimonial. Los reyes macedonios eran polígamos por tradición y Filipo se casó, al menos que sepamos, siete veces y tuvo cinco hijos que llegarán a edad adulta. También tendrá muchas aventurar románticas, tanto con hombres como con mujeres; muchos reyes y aristócratas macedonios tomaban amantes de ambos sexos. Sus matrimonios siempre fueron de carácter político ya que, con cada matrimonio, afianzaba una alianza. Con los ilirios, con la Alta Macedonia, con Tesalia, con el Epiro, con los tracios, etc. Tubo varios hijos y curiosamente, Alejandro no fue su hijo varón mayor, su hijo mayor fue Arrideo. Este, tenía un problema, no está muy claro de qué tipo, físico o mental, motivo por el cual desde muy temprano quedo descartado en la línea sucesoria. Con la muerte de Alejandro, Arrideo ocupará brevemente el trono como Filipo III Arrideo, compartiendo la corona con el hijo póstumo de Alejandro.
En 356 a.C., Filipo penetró en Tracia donde fundó Filipópolis, lo que le aseguró el control de las minas de oro del monte Pangeo; después derrotó a los peonios e ilirios que habían formado una alianza urdida por Atenas. En 351 a.C., sometió nuevamente a los ilirios e intervino en el Épiro, que quedó convertido en un Estado dependiente, al que además arrebató la Paravea. Nuevas campañas en Tracia tuvieron lugar en 351 y 346 a.C. En los años 345 y 344 a.C. Filipo atacó a los ilirios y dardanios y en 343 destronó a Aribas, el rey del Épiro, entronizando a su cuñado Alejandro (El moloso), que se había educado en la corte de Pela y que era favorable a los intereses macedonios. Finalmente, entre los años 342 y 339, los macedonios emprendieron la conquista de toda Tracia hasta la línea del Danubio y la costa del Mar Negro con la intención de asegurar definitivamente las fronteras orientales del reino. Filipo batió a los escitas en la desembocadura del Danubio, pero fue derrotado por los tríbalos que permanecieron independientes.
En 358, Atenas contaba con la alianza de un buen número de póleis situadas en las costas de Macedonia y Tracia y llevaba largo tiempo tratando de hacerse con Anfípolis, puerta de salida de las mercancías tracias, especialmente metales preciosos y madera. Filipo atacó en el momento en que los atenienses tenían comprometidas el grueso de sus fuerzas en Eubea y en la guerra contra sus aliados. En 357, ocupó Anfípolis, al año siguiente (356) tomó Pidna y dos años más tarde conquistó Metone, Abdera y Maronea expulsando así a los atenienses de las costas macedonias en el 354 a.C. Tiempo después, en 349 y 348, ocupó la Calcídica. La toma de Olinto en el año 346 a.C. y la esclavización de todos sus ciudadanos supondrá el fin de la Confederación Calcídica y el control total de toda la costa macedonia. Los repetidos éxitos de Filipo obligaron a los atenienses a firmar la llamada Paz de Filócrates, en el 346 a.C., por la cual Atenas conservaba únicamente el Quersoneso tracio. Filipo convirtió en súbditos a peonios, ilirios y tracios, grupos hasta entonces no integrados en el reino. Con el debilitamiento de la oposición de la nobleza y el reforzamiento de su poder militar Filipo II puso las bases para una posible expansión territorial de Macedonia sobre suelo griego.
Intervino por primera vez en Tesalia, en 358 a.C., con la intención de frenar la amenaza que el expansionismo de los tiranos de Feras podía suponer para la frontera sur de Macedonia. Filipo acudió en ayuda de la llamada de socorro de la Confederación Tesalia y gracias a su intervención, de paso, se granjeó el apoyo de los tesalios, alianza que sello por medio de un nuevo matrimonio con Filina de Larisa. La denominada Tercera Guerra Sagrada que libraron entre 356 y 346 a.C. Tebas, Tesalia y La Focide, le dio a Filipo el pretexto que necesitaba para intervenir en la Grecia Central, en la que entró como aliado de la Anfictionia délfica y como enemigo de los focidios. Enfrentará a tebanos y focidios por el control del santuario de Delfos y de la anfictionía délfica; el pretexto era el deseo de varias ciudades de controlar los cuantiosos tesoros del templo de Apolo en Delfos y de dirigir la Anfictionía guardadora también de considerable cantidad de dinero. La Anfictionía, una liga de ciudades estado era la protectora del santuario y la responsable de la organización de las fiestas religiosas y de los edificios sagrados del santuario, de los mercados y de la seguridad de los peregrinos. Estaba compuesta por 12 tribus cada una de las cuales contaba con dos representantes en el consejo; la mayor parte procedía de los minúsculos estados de la Grecia central, pero también de Tesalia, Beocia, Atenas y Esparta. Los anfictiones prestaban un juramento mediante el cual, si alguno de ellos violaba el santuario del dios, seria castigado por el resto.
La guerra se desencadenó en el año 356 a. C. cuando los focenses se apoderaron de Delfos. En el año 353 a.C. Filipo penetró en Tesalia, pero fue rechazado por los focidios. En esta primera campaña el ejército macedonio, en uno de sus primeros combates en campo abierto con un ejército griego, resulta seriamente derrotado; cuando los macedonios cargaron se vieron bombardeados por una lluvia de piedras lanzadas por catapultas que los focidios habían escondido en las laderas de unas colinas. Las falanges macedonias, en formación compacta, eran una diana fácil. Tras el bombardeo, la infantería focidia se lanzó al asalto. Prácticamente cercado en un valle sin salida, Filipo consiguió retirarse in extremis dejando sobre el campo de batalla un gran número de muertos, constituyendo la mayor derrota de todo su reinado, haciendo tambalearse la confianza que sus soldados tenían depositada en él. Filipo justificará posteriormente su retirada de esta manera: “no hui, sino que retrocedí como los carneros, para hacer de nuevo más fuerte la embestida”.
Filipo convenció a los tesalios para que confiasen en el de nuevo y regresó al año siguiente al mando de un ejército de 20.000 soldados de infantería y 3.000 de caballería para derrotar a los focidios en la batalla del Campo de Azafrán, donde sus tropas envolvieron por los flancos a los focidios, que hubieron de lamentar la pérdida de 6.000 hombres y 3.000 prisioneros, que serían posteriormente ahogados como ladrones del templo. Había logrado establecer su dominio sobre la totalidad de Tesalia (352 a.C) y consolidado a Macedonia como el poder militar dominante en la Grecia Central. La nueva situación obligará ahora a los atenienses a ocupar el paso de las Termópilas para cerrarle el paso hacia el Sur. El ejército macedonio marcho entonces hacia las Termópilas, pero al encontrar el paso bloqueado por los atenienses, regreso a Macedonia.
Siempre en lucha por la hegemonía, Tebas y Tesalia invitaron a Filipo II a que interviniera nuevamente en el conflicto, en el 347 a. C. En el año 346 a.C., Filipo atravesó las Termópilas y provocó la rendición de los focidios y a partir de este momento fue admitido en el consejo de ciudades, es decir en la Anfictionia. Utilizando el Consejo anfictiónico de Delfos, el macedonio forzó la disolución de la Confederación focidia y la destrucción de todas las póleis focidias. Sus ciudades fueron arrasadas y sus habitantes confinados en pueblos de no más de cincuenta casas. No se les permitía adquirir ni armas, ni caballos hasta que el pillaje cometido fuese restituido. Los dos votos focidios del Consejo anfictiónico fueron traspasados a Filipo, que selló así su control de la Grecia central. La derrota de los sacrílegos focideos supondrá un enorme golpe propagandístico para Filipo que puede presentarse ahora como el salvador y protector del santuario de Apolo, uno de los principales santuarios del mundo griego.
Pero la larga y sangrienta guerra trajo consigo el agotamiento de los recursos de Tebas y erosionado grandemente la posición de Atenas, las dos grandes potencias que combatían por la hegemonía en Grecia. Y, por el contrario, había permitido al macedonio intervenir en el curso principal de los asuntos griegos y a construir una reputación como benefactor de los griegos, aliado deseable y líder fiable. Para Filipo, la victoria también trajo consigo su elección como arconte de la Confederación Tesalia, una posición única para un extranjero en una confederación griega que le permitirá vincular Tesalia con los reyes macedonios durante siglo y medio. Nuevamente, un matrimonio le ayudará a reforzar esta posición, casándose con Nicesípolis, sobrina de Jasón, antiguo tirano de Feras. Será pues Filipo quien pondrá fin a la Guerra Sagrada, algo que no habían conseguido ni tesalios ni tebanos. Y algo que Atenas, no pudo evitar.
Desde este momento, aunque habían firmado la Paz de Filócrates (346 a.C.) que había supuesto el reconocimiento de las conquistas de Filipo, macedonios y atenienses se dirigieron hacia el enfrentamiento decisivo. La expansión macedonia en la región de los Estrechos alarmaba a los atenienses; Demóstenes que ansiaba la guerra contra los macedonios a quienes consideraba unos bárbaros, solivianta la enemistad de Atenas con Macedonia con sus encendidos discursos, las famosas Filípicas, una serie de discursos pronunciados ante la asamblea de Atenas y los tribunales. La madre de Demóstenes era de origen tracio y éste habría conservado lazos personales con esta región particularmente amenazada por Filipo.
Los repetidos éxitos de Filipo, a los que Atenas se enfrentaba siempre demasiado tarde, habían constituido un rudo golpe para el prestigio de Eúbulo, representante del partido moderado ateniense, que abogaba por la paz. El partido moderado no había conseguido resolver las dificultades materiales de Atenas, y sus vacilaciones frente a las intrigas de Filipo habían agravado la situación. Esto, a los ojos de la opinión pública ateniense, fortalecía a los que habían denunciado desde el principio los proyectos de Filipo, y sobre todo al belicista Demóstenes.
En el año 340 a.C. tuvo lugar en Atenas un congreso en el que se reunieron delegados de Corinto, de Megara, de la liga aquea y de las ciudades de la isla de Eubea. Se acordó una alianza que decidió equipar una flota de cien trirremes y reunir un ejército de diez mil hombres, a los que se añadirían mil jinetes. En este mismo año, Demóstenes emprendió también viaje a la región de los Estrechos con el fin de captar para Atenas a las grandes ciudades que se habían separado de ella a partir del año 356, Bizancio y Abidos, así como las grandes islas de Rodas y de Quíos. Desde el año 342, en efecto, Filipo constituía una grave amenaza para esas regiones, particularmente para el Quersoneso de Tracia, antigua posesión ateniense. Pero La mayoría de griegos no creían que Filipo pudiera suponer una amenaza. Algunos incluso eran partidarios de Macedonia, con la esperanza de sacar provecho de esta posición. Otros se felicitaban de incluir a Filipo entre los griegos, como el hombre que podría devolver a Grecia un vigor suficiente para enfrentarse a los auténticos bárbaros, sobre todo a los persas. Así en el año 346 a.C., cuando Atenas y Filipo acordaron una paz temporal, el orador ateniense Isócrates publicó un opúsculo, el Philippus, en el que animaba al rey macedonio a erigirse en paladín de la concordia y liderar una expedición de los griegos contra los persas.
Demóstenes, inasequible al desaliento, no cejó en su enemistad hacia Filipo y dedicaba todos sus esfuerzos a organizar una nueva guerra, que tuviese más éxito, contra Macedonia mientras Filipo ocupaba lo que quedaba de Tracia. En 341 a.C. Demóstenes logró persuadir a las ciudades griegas de la Propóntide, incluida Bizancio, a que se rebelasen contra Filipo y a la ciudad de Atenas a apoyar a Bizancio. Tras varios años de tensión, ambos estados entraron oficialmente en guerra en el año 340 a.C. cuando Macedonia ataca Bizancio y Perinto, a la vez que capturaba los 230 barcos que forman la flota que transportaba el trigo desde el Mar Negro hacia el Ática, acción que le supone a Filipo un beneficio de 700 talentos. Estas acciones amenazaban directamente a Atenas, que no producía prácticamente cereal, por lo que requería de un abastecimiento regular de cereales provenientes del Mar Negro. Pero también amenazaban al Imperio Persa, por lo que Artajerjes III apoyará a los perintios con mercenarios y dinero para que se puedan defender de los macedonios. De esta manera, cuando Filipo comienza a desarrollar sus campañas militares en las fronteras del imperio, los persas intervienen; no directamente, sino apoyando a los enemigos de Filipo.
Con Filipo inmerso en las operaciones del sitio de Bizancio, el joven príncipe Alejandro, de 17 años de edad, asumirá la regencia del reino. Durante su regencia, desarrolla una campaña para aplastar la rebelión de los maidos y tomar su capital de la que son expulsados para fundar su primera ciudad, Alejandropolis, repoblando la ciudad con gentes de varias procedencias. Los atenienses y sus aliados del norte del Egeo obligaron a Filipo a levantar los asedios de Perinto y Bizancio en la primavera del año 339 a.C., que emprende entonces una campaña contra los escitas llegando hasta el Danubio, en la que captura veinte mil mujeres y niños, gran cantidad de ganado y veinte mil yeguas. Cuando volvía de Escitia recibe una herida gravísima; un lanzazo en el muslo de una forma tal, que a través de su herida mataron a su caballo.
Este será el mayor fracaso de Filipo, que después de un largo asedio se vio obligado a renunciar a su intento de tomar Bizancio. Su prestigio cayó en la medida que en la que subía el de Demóstenes, aunque este no disfrutaría su victoria durante mucho tiempo, debido a un nuevo enredo de las levantiscas ciudades griegas. Así, la ciudad de Anfisa, en la Fócida, estaba cultivando unos campos que habían formado parte de Crisa dos siglos antes y habían sido objeto de una maldición después de la Primera Guerra Sagrada. Los sacerdotes que regían Delfos se escandalizaron por esto y así comenzó la “Cuarta Guerra Sagrada”. Filipo fue llamado una vez más y pronto su ejército acampó en las costas del golfo de Corinto. Los tebanos, que hasta ahora habían apoyado los proyectos de Filipo, empezaron a inquietarse por una vecindad tan potente y Demóstenes, siempre atento, aprovechará la ocasión para convencer a Tebas de que se aliase con Atenas contra Filipo; después de todo, los tebanos se consideraban a sí mismos una importante potencia militar.
Atenas, entretanto, reunió una coalición de estados griegos para resistir la invasión macedónica de Grecia Central, formada en este momento por la propia Atenas, junto a sus aliados Corinto, la Confederación Aquea, Mégara, Acarnania y Eubea. Las operaciones militares se desarrollaron en Beocia. Nada se decidió durante el invierno del 339-338. Pero Filipo no esperará la llegada de los meses hábiles para la guerra y se anticipa a los movimientos enemigos presentándose en Elatea, tras atravesar la Dóride con rapidez, utilizando el factor sorpresa y la velocidad de su experimentado ejército. Allí pide paso a la Confederación beocia para marchar contra Atenas, pero los beodos deciden apoyar a ésta (entrando así en la Confederación anti macedónica) y envían un ejército mercenario para bloquear el paso de Gravia (que conducían a Anfisa), mientras otro ejército, este de ciudadanos, es enviado al de Parapetamos (que conducía a Beocia). Filipo, aprovechando la noche, toma por sorpresa el paso defendido por los mercenarios, derrotándolos y ocupando a su vez Anfisa. Los aliados deciden retirarse y concentrar sus fuerzas en la llanura de Queronea, punto fuerte y bien defendido en el norte de Beocia; era el 2 de agosto del 338 a.C.
Aquí tendrá lugar la batalla decisiva; Alejandro, con 18 años, manda el ala izquierda del ejército. Filipo, al mando del ala derecha, retrocede en orden, hasta subir a una pequeña colina fingiendo retirarse ante el empuje de los tebanos; los atenienses rompen la formación y se lanzan entonces a la carga, perdiendo la línea su cohesión. En ese momento, Filipo carga cuesta abajo. El resultado fue desastroso para la coalición. Los atenienses, que habían dejado sobre el campo de batalla 1.000 muertos y más de 2.000 prisioneros, se dispersaron y huyeron sin mirar atrás; entre ellos estaba Demóstenes, que no se hallaba muy dispuesto a morir heroicamente por sus creencias. Después de la batalla se le reprochó que hubiese huido, a lo que respondió con una frase que se hizo famosa: “Quien combate y huye vive para combatir otra vez.” Gracias al hueco dejado por los atenienses, la caballería macedonia, bajo las órdenes de Alejandro, puede flanquear ahora a los tebanos, logrando una victoria decisiva y causando un gran número bajas al enemigo. Filipo había derrotado de manera aplastante a los atenienses y sus aliados y aniquilado por fin, toda resistencia.
Demóstenes, no había demostrado tanto valor en el combate como lo había manifestado en sus encendidos discursos. Cuando su sobrino, Demócares encargó al escultor Polieuctos una estatua en bronce de su famoso tío (que se ha perdido, pero de la que queda una copia en mármol en el Vaticano), se grabó al pie de la estatua la siguiente inscripción: “Si tu fuerza, oh Demóstenes, hubiera igualado a tu genio, el Marte de Macedonia no hubiera sometido jamás a los griegos”.
Los tebanos lucharon en Queronea más honorablemente que los atenienses; el Batallón Sagrado se desangró contra la falange macedónica, pero no huyó, manteniéndose firme y pereciendo en el combate todos sus soldados, como los espartanos en las Termópilas, con el rostro frente al enemigo. Filipo permitió que se les diera sepultura a los cuerpos sin vida de los integrantes del Batallón y en el lugar donde dicha formación militar cayó en combate, en su honor, erigió una estatua de mármol llamada el León de Queronea. Gracias a ellos, para Tebas fue una derrota, pero no un deshonor. Éste fue el fin de la hegemonía tebana y el comienzo de la macedónica, que iba a perdurar más de un siglo.Tras la batalla, Filipo envía a Atenas a Antipatro, su mano derecha, y a su hijo Alejandro, con los muertos y los prisioneros en la batalla, sin pedir por ellos rescate alguno, porque Filipo quiere la paz de una vez por todas. En este momento, derrotada y sin tropas que oponer al macedonio, Filipo podría haber arrasado la ciudad y, sin embargo, le ofrece una paz honrosa. Para celebrar su victoria, manda erigir un monumento en Delfos, corazón del mundo griego, al lado del templo de Hera, el Filipeo, en las que se colocarán las estatuas de la familia real macedonia: Filipo y Alejandro, y junto a ellos, Amintas III, padre de Filipo, todos ellos en estatuas crisoelefantinas (en marfil y oro) obra de Leócrates. La sucesión dinástica macedonia. También sitúa las imágenes de Olimpia, madre de Alejandro y Euridice, su propia madre.
Ahora toda Grecia estará sometida al macedonio y Filipo fue sorprendentemente indulgente no solo con Atenas, sino con Tebas y con el resto de Grecia; necesitaba aliados para su próxima campaña contra Persia.
Así pues, en la primavera de 337, todos los estados griegos, salvo los lacedemonios, fueron convocados en Corinto por Filipo para sumarse a un acuerdo de paz general y establecer una alianza militar, la llamada Liga de Corinto. La paz de Demades fue ratificada y Atenas debió aceptar la pérdida del Quersoneso, la disolución de la confederación y la adhesión a la liga de Corinto. Pero Filipo es consciente de que mantener la paz, en abstracto, en una sociedad tan belicosa como la griega, no será algo duradero, necesita un enemigo común que aglutine a todos los griegos. Y la primera decisión que hubo de afrontar el concilio, a iniciativa de Filipo, fue organizar una nueva expedición contra Persia, con el pretexto de vengar la invasión de ciento cincuenta años atrás. No parece que fuese algo que Filipo hubiese pensado antes y seguramente, la intervención de Artajerjes III en la campaña de Perinto le hace ver la peligrosidad de los persas. Visto en retrospectiva, no deja de resultar un tanto cínico que un rey macedonio organizase y encabezase una expedición de castigo contra Persia, precisamente cuando un antepasado suyo, el rey Alejandro I, había formado parte del ejército persa que marchó contra los griegos. Y esta circunstancia tampoco pasó desapercibida para sus contemporáneos.
Desde este momento, la preparación de la expedición contra Persia será su gran proyecto y ocupará una gran parte de su tiempo y de sus recursos. La sacerdotisa pítica de Delfos había predicho “adornado está el toro. Todo está hecho. También está aquel que lo golpeará”. Filipo no tenia duda de que el toro era el rey persa y el aquel que lo golpeara. En la primavera del año 336 a.C., un cuerpo expedicionario bajo el mando del general macedonio Parmenio, cruzó el Helesponto y estableció una cabeza de puente en Asia Menor. La respuesta persa fue lenta y torpe ya ninguno de los sátrapas contaba con un ejército importante a su disposición, por lo que las ciudades griegas de la región rápidamente se unieron se unieron a los invasores, ya que tampoco podían enfrentarse a ellos. En Éfeso, un nuevo régimen democrático se hizo con el poder y erigió una estatua de Filipo dentro del recinto del gran templo de Artemisa. El comienzo de la expedición no podía salir mejor.
Pero la campaña contra Persia no coronó la extraordinaria carrera de Filipo, sino que fue la carrera completa de su hijo Alejandro, por entonces un joven príncipe de veinte años. El propio rey debía seguir a Parmenio ese mismo año, pero fue asesinado en Pela en octubre de aquel año, en el transcurso de las ceremonias nupciales entre su hija Cleopatra y Alejandro el Moloso. Los conflictos dentro de la casa real, debido a los matrimonios y amoríos de Filipo eran constantes. Filipo se encapricha de la joven Cleopatra, sobrina del noble macedonio Atalo, algo que no soporta Olimpia. En el año 337 a. C., repudia a Olimpia y vuelve a casarse en el que será su ultimo matrimonio, con Cleopatra. Durante la celebración de la boda, los parientes de la novia se mofan de Alejandro, dando a entender que ahora sí tendrán un heredero verdaderamente macedonio. Cabe recordar que la madre de Alejandro, no era macedonia, sino epirota. Alejandro, ofendido, le arroja una copa de vino a Atalo y tras la discusión que se produce, Alejandro debe abandonar la corte junto con su Madre, pasando un tiempo en el exilio.
Antes de que partiese la expedición contra Persia, tendrá lugar en la corte un episodio que será decisivo, en el que, no obstante, no participará Filipo. Átalo celebró una fiesta en la que uno de los invitados era Pausanias, que procedía de la Orestide, en la Alta Macedonia. Probablemente, cuando era paje en la corte años antes, había sido amante de Filipo, que siempre caprichoso, habría fijado su atención pronto en otro jovenzuelo, casualmente, también llamado Pausanias. El amante despechado, estaba celoso y lo pagó con el nuevo favorito, al que llamó “fácil” y del que dijo que era tanto hombre como mujer. La convención decía que un joven debía ser cortejado antes de entregarse a un amante mayor y este debía enseñarle. La reputación y el honor era muy importante para los aristócratas, especialmente para los jóvenes deseosos de hacerse un nombre. El nuevo amante del rey decidió demostrar su hombría salvando al rey durante una batalla en Iliria; Filipo había caído con la clavícula rota, siendo salvado por este Pausanias que murió en el combate.
Atalo, era amigo del joven muerto y decidió vengarse; durante esta cena, emborracho al otro Pausanias y le dieron una paliza; probablemente, también lo violaron. A continuación, lo entregaron a los muleros de Atalo que lo violaron en grupo. Además, se ser una venganza, también era un gesto de poder por parte de Atalo, que no tuvo ningún empacho en ocultar lo que había hecho. El agraviado Pausanias se quejó a Filipo, que se mostró reacio a castigar al tío de su embarazada nueva esposa y uno de los generales de su próxima avanzada sobre Persia. Para aplacarlo, lo ascendió y lo nombró para uno de los siete puestos de escolta real, una posición de confianza del rey, muy honorable. Y aunque Atalo partió a cumplir con sus obligaciones militares, sus partidarios, incluida Cleopatra, permanecieron en la corte, favorecidos por el rey y desdeñosos con Pausanias. Olimpia y Alejandro le ofrecieron su simpatía, bien fuese por interés verdadero o por antipatía hacia Átalo y alimentaron la sensación de indignación y de lo equivocado del castigo, mientras Pausanias rumiaba enfurecido, no solo contra el hombre que lo había castigado, sino también contra Filipo, que no había hecho justicia.
Para aplacar el descontento de los nobles de Molosia causado por repudio de Olimpia, Filipo organizará un matrimonio entre su propia hija Cleopatra y un hermano de Olimpia, Alejandro de Epiro, que era rey vasallo en Molosia y tío de la novia. La boda se celebraría probablemente durante el festival Olímpico, alrededor del mes de octubre y se organizaron grandes fiestas en Egas, la vieja capital de la antigua Macedonia. Acudirán invitados de toda Grecia, delegados oficiales, toda la nobleza macedonia y amigos del rey. Y Filipo aprovecho ambos eventos para hacer ostentación de su éxito de y de su popularidad; se trataba de demostrar su generosidad y de exhibir su imagen de líder panhelénico. La delegación ateniense anunció la concesión a Filipo de nuevos honores, incluyendo el juramento de no ayudar ni dar refugio a quien hubiese conspirado contra el rey. También le entregaron una corona dorada, como hicieron los representantes de otras ciudades, igualmente aduladores que competían a codazo limpio en su afán por asegurarle su lealtad.
Se celebraron sacrificios de animales, seguidos de grandes banquetes, ya que era común en el mundo griego servir la carne de los sacrificios en un banquete ceremonial. Un actor muy popular entretuvo a los invitados con una selección de obras. Al dia siguiente tuvo lugar el comienzo del festival propiamente dicho en el que se celebrarían competiciones de artistas de teatro, por lo que la multitud se reunió antes del amanecer y ocupo sus asientos. Desde el amanecer avanzaban en procesión solemne las estatuas de los doce dioses olímpicos, sentados en tronos lujosos muy adornados, que debían ser testigos y aprobasen esta expresión de tan alta cultura Griega. Una estatua hacía el número trece, la efigie del gran Filipo, no para reivindicar un estatus divino, sino para mostrar que contaba con el favor de los dioses. La culminación de la procesión fue la llegada de Filipo en persona, quien lo había organizado todo con gran cuidado para ser precisamente el último en aparecer. No llego a caballo ni rodeado de apretadas filas de guardias y cortesanos. Solo los siete guardias reales, Pausanias entre ellos, permanecían a su lado. Finalmente, en el momento preciso, Filipo entro en el teatro con Alejandro a un lado y Alejandro de Epiro, al otro. Filipo se detuvo y los dos jóvenes se adelantaron hasta sus asientos.
Filipo II, rey de Macedonia, archon de Tesalia y hegemon de los griegos, se erguía solo, majestuoso, de un blanco resplandeciente, disfrutando de los vítores de la multitud. Nunca se habían reunido los representantes de tantas ciudades griegas para agasajar a un hombre, solo Filipo lo había conseguido. Filipo, que había convertido a la pueblerina Macedonia en una gran potencia. Entonces, Pausanias salió de la formación de escoltas y corrió hacia la solitaria figura de Filipo, que no tuvo tiempo de reaccionar; Pausanias soltó la jabalina y saco un puñal que llevaba oculto bajo la capa. Golpeó al rey una vez, apuñalándolo en las costillas. Antes de que nadie pudiese reaccionar, Filipo cayó y murió en cuestión de segundos. Murió allí mismo, a los 46 años de edad, habiendo reinado brillantemente durante 25 años.
Inmediatamente intentó escapar y alcanzar a sus compañeros en la conspiración, que le esperaban con caballos en la entrada de Egas, perseguido por tres de sus compañeros guardaespaldas de Filipo. Pausanias llevaba una considerable ventaja a sus perseguidores, hasta que tropezó y cayó y allí murió alanceado por los escoltas que lo alcanzaron. Crucificaron su cadáver. El cruel tratamiento que había sufrido por Atalo y los suyos era bien conocido por todos y todos entendieron que había actuado por venganza.Rápidamente, el nuevo rey fue presentado por Antípatro ante un grupo de oficiales y soldados que lo proclamaron rey a la manera tradicional. Con Parmenio y Atalo lejos, en Asia, era el más prominente de los subordinados de rango superior de Filipo que estaba presente.
Mucho se ha escrito sobre la muerte de Filipo II de Macedonia y sin embargo, quedan aún cuestiones por resolver. El asesino fue muerto convenientemente rápido por los soldados que debían haber protegido al rey, y ello nos ha privado de conocer más detalles del crimen. Las razones de Pausanias son difíciles de responder completamente, dado que existió controversia incluso entre los historiadores antiguos y el único relato contemporáneo que ha llegado es el de Aristóteles. No obstante, el motivo de Pausanias parece bastante claro y según los estándares macedonios, más que adecuado para provocar un regicidio. Arquelao I había sido asesinado en circunstancias similares. Y, a fin de cuentas, el asesinato era la causa más habitual de muerte en la dinastía argéada. La venganza personal empujo al asesino, pero ¿lo animó alguien más?, ¿había motivos políticos tras el crimen pasional? El autor material del asesinato, obviamente, fue Pausanias. Ahora bien, ¿Quién o quiénes fueron los autores intelectuales del magnicidio?
Puede que los tres escoltas que mataron al asesino lo hiciesen llenos de furia porque no habían salvado el rey a quien debían proteger; también puede que hubiesen matado a Pausanias para asegurarse de que no hablara y no implicase a nadie más, lo que le convertiría en un peón de un complot mas amplio. Antipatro estaba muy bien situado para mover los hilos, fuese de acuerdo con Alejandro o por su cuenta y actuó muy deprisa, sospechosamente deprisa; su respaldo aseguró la aclamación inmediata de Alejandro y este le favorecerá por ello durante todo su reinado. Podía desear la muerte de un hombre al que había servido letalmente creyendo que le iría mejor con su hijo. Seguramente, no se trate más que de un político pensando sobre la marcha en sacar el mayor partido. En el caso de Alejandro, suponiendo de que la muerte de su padre le pillase por sorpresa, Macedonia necesitaba un nuevo rey y era normal que, desde ese momento, hiciese cuanto pudiese para asegurarse el trono. Sin duda fue el más beneficiado. Olimpia, su madre, también disfrutó de un cambio positivo en su estatus, pasando de ser la esposa repudiada a la posición de madre del rey. Algunos historiadores como Marco Juniano Justino, sugieren que Alejandro o su madre Olimpia eran conocedores de la intriga, o incluso eran los instigadores. Al parecer, Olimpia habría agradecido a Pausanias su acción poniendo una corona sobre el cadáver crucificado del asesino, erigiendo un monumento en su memoria y ordenando sacrificios anuales en su honor. Para Alejandro y sus partidarios, había varios sospechosos: el hijo de Perdicas III y sobrino de Filipo, Amintas IV, casado con una hija de Filipo, ejecutado inmediatamente por orden de Alejandro; Darío III de Persia o el mismísimo Demóstenes. Para los enemigos de Alejandro, detrás del complot estaban el propio Alejandro y su madre.
De lo que no hay ninguna duda es que el mayor beneficiario de este suceso fue, por supuesto, el joven Alejandro, que había mantenido con su padre airadas discusiones relacionadas con las diferencias conyugales entre Filipo y su esposa Olimpia. Parece probable que Alejandro y Olimpia empezasen a temer por el futuro, estuviese o no justificado su temor.
Pero las habladurías debieron durar poco: ante el cadáver de su padre, Alejandro fue reconocido como rey y cualquier acusación de asesinato en su contra suponía ahora enfrentarse al nuevo soberano. El rey había muerto y Macedonia tenía un nuevo rey. Pero como hemos visto, en la casa argéada, la sucesión raramente era fácil o quedaba sin contestar. El adivino real que había supervisado el sacrificio el día del asesinato y proclamado que los augurios eran buenos, fue ejecutado, aunque más por su clara incompetencia profesional que por cualquier sospecha de participación en el asesinato. Amintas, el sobrino al que Filipo había desplazado del trono y había mantenido en su corte en una cómoda oscuridad, fue asesinado y su viuda Cinane, disponible para un nuevo matrimonio. Otros argéadas cayeron víctimas de la purga de Alejandro, quizás algunos hijos ilegítimos de Filipo. Arriedeo sobrevivió, probablemente porque se le consideraba incapaz de gobernar, por lo que no constituía una amenaza. Cleopatra, la nueva esposa de Filipo que había dado a luz una hija, Europa fue asesinada. Su hija, también.
Atalo se encontraba en Asia con la avanzada del ejército. Estaba casado con una hija de Parmenio y lo que ahora decidiese Parmenio, sería fundamental. Alejandro envió a Asia un grupo encabezado por Hecateo para traer de vuelta a Atalo o bien, organizar su muerte. Aunque Parmenio era el general más prominente de Filipo y era tremendamente popular entre los soldados, solo estaba al frente de una pequeña parte del ejército y se encontraba en territorio enemigo. Desafiar a Alejandro, respaldado por Antípatro era una jugada arriesgada y Parmenio prefirió sacrificar a su yerno, al que Hecateo asesino rápidamente. Al fin y al cabo, es más fácil encontrar un nuevo yerno que conseguir el favor real y pingues beneficios y puestos importantes para su familia.
Las inesperadas circunstancias del regicidio motivaron la necesidad de construir una tumba real con urgencia. Pese a las prisas, el mausoleo de quien había sido el más grande de los reyes de Macedonia tenía que ser excepcional y por ello se edificó en Egas (actual Vergina), ancestral capital macedonia en la que tradicionalmente se enterraba a los reyes. Pero con el tiempo, la gloria de Filipo se fue difuminando y hasta la misma Egas cayó en el olvido. Ni siquiera los saqueadores recordaban el lugar donde descansaba Filipo II. Hasta que, en 1977, el silencio de la cripta se rompió cuando el arqueólogo Manolis Andronikos descubrió la sepultura del monarca.
Arriano nos cuenta como años después en el año 324 a.C., en Opis, cerca de Babilonia, Alejandro pronuncia un emotivo discurso cuando su ejército se subleva: “Filipo os encontró siendo unos vagabundos indigentes; muchos de vosotros, mal cubiertos con unas burdas pieles, erais pastores de unas pocas ovejas allá en los montes, ovejas que tenías que guardar de los ilirios, tríbalos y vuestros vecinos tracios. Fue Filipo quien os facilitó clámides en vez de vuestras toscas pieles, os bajo del monte a la llanura, os hizo contrincantes capaces de pelear con vuestros vecinos barbaros, de suerte que pudierais vivir confiados, no tanto en la seguridad de vuestras fortalezas del monte, como en la capacidad de salvaros por vuestros propios méritos. Os hizo habitar las ciudades y os proporciono leyes y costumbres en extremo útiles. Os dio el mando de aquellos pueblos barbaros (por quienes antes estabais dominados y a quienes vivíais sometidos vosotros y vuestros bienes), haciéndoos sus dueños en vez de sus esclavos y servidores”.
El éxito de Filipo sorprendió a todo el mundo, quizá incluso a el mismo. La escala de su éxito no tenía precedentes y solo en un mapa se puede percibir la abrumadora escala sus conquistas: del reino que recibió en el año 359-360 a.C a la Macedonia que heredará Alejandro en el 336 a.C. Aunque el imperio que creo Filipo y amplió Alejandro no les sobrevivirá como una entidad única.
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