Entre 1958 y 1962 China descendió al infierno. Con su gusto por las metáforas y los eslóganes, Mao Zedong sintetizó a finales de 1957 en la consigna del Gran Salto Adelante la necesidad de que China se industrializara y avanzara económicamente.Según Mao,la economía china «caminaba sobre dos piernas, la industrial y la agrícola, y toda la sangre de la segunda debía pasar a la primera». El Gran Salto Adelante se convirtió en el Gran Salto Mortal para los chinos que padecieron aquella iniciativa delirante. Al contrario que en la Rusia Soviética, la industrialización de China se llevaría a cabo en el campo. El método: colectivización de la tierra y organización del campesinado en comunas militarizadas. El desbarajuste provocado en la economía por esa colectivización forzosa e irracional de la tierra causó una hambruna que ha quedado registrada como la mayor de la historia de la humanidad: 45 millones de cadáveres (según las últimas estadísticas recogidas por Frank Dikötter, autor del estudio más minucioso y reciente sobre el asunto, «La gran hambruna en la China de Mao. Historia de la catástrofe más devastadora de China (1958-1962»).
Mao veía a China como un país pobre, inclinado, por tanto, a la revolución y «en blanco»,ideal para escribir en él. La colectivización de 1955-1956 había sido aceptada más bien por la mayoría de los campesinos: los agrupaba en base a su aldea, y el derecho a retirarse de la cooperativa no era una expresión vana (70.000 hogares lo aprovecharon en Guangdong en 1956-1957, y numerosas unidades fueron disueltas). Este aparente éxito y los buenos resultados de las cosechas de 1957 impulsaron a Mao en agosto de 1958 a imponer a los reticentes tanto los objetivos del «gran salto adelante» (anunciados en diciembre de 1957, precisados en mayo de 1958) como el supuesto medio para alcanzarlos, la comuna popular.
El proyecto de adelantar a Gran Bretaña en 15 años (luego serían menos), síntesis del Gran Salto, llega en un ambiente de autocríticas humillantes, «seminarios de rectificación», purgas sistemáticas y culto a la personalidad y terminó en tragedia: lejos de catapultar a China al club de los países más desarrollados, la arrastró hacia la hecatombe absoluta. Mao quería emular a Stalin; humillado por los soviéticos, que lograron en 1957 lanzar el Sputnik al espacio, el «gran timonel» impone la industrialización masiva y la destrucción de la propiedad privada, así como la militarización y la residencia en comunas. Las casas fueron confiscadas. Muchas de ellas se derribaron para utilizar sus materiales en la construcción de cantinas, dormitorios y fábricas, o producir fertilizante. Las familias rurales fueron destruidas y sus miembros separados para siempre. Se trata, simultáneamente y en poquísimo tiempo, «tres años de esfuerzos y privaciones, y mil años de felicidad» asegura un lema de moda, de alterar el modo de vida de los campesinos, obligados a agruparse en gigantescas unidades de miles e incluso de decenas de miles de familias, donde todo se vuelve común, empezando por las comidas; de desarrollar la producción agrícola en enormes proporciones, gracias a trabajos faraónicos de regadío y a nuevos métodos de cultivo; y por último, de suprimir la diferencia entre trabajo agrícola y trabajo industrial mediante la instalación en todas partes de unidades industriales, en particular de pequeños alto hornos artesanales (la calidad del acero era tan baja, que el 80% del material producido no servía para nada). El objetivo era al mismo tiempo asegurar la autosuficiencia de cada comunidad local y permitir el crecimiento acelerado de la industria, tanto mediante las nuevas empresas rurales como mediante los considerables excedentes agrícolas que debían pagar las comunas en provecho del Estado y de la gran industria controlada por él.
Durante algunos meses, todo parecía marchar a la perfección.Gran Bretaña, a la que el «gran salto» debía permitir superar en quince años, ahora deberá ser alcanzada en dos. «La voluntad es dueña de las cosas», había titulado ya la prensa china. Pero los dirigentes chinos cayeron entonces en su propia trampa, la del optimismo de mando, del éxito obligatorio y de la omnipotencia supuesta de los dirigentes míticos salidos de la Larga Marcha, habituados a gestionar la economía y a los trabajadores como ejércitos en campaña. Así se puso en marcha el proceso, tratando de sustituir el capital por el trabajo (que llegaría a ser esclavo), dado que las masas constituían la verdadera riqueza del país. China cayó presa de una fiebre por los objetivos, con cifras de producción estratosféricas e irrealizables, mientras los campesinos eran encuadrados en comunas y el país se militarizaba. La trampa se cierra entonces sobre los mentirosos, o mejor dicho, por desgracia, sobre sus administrados: en el distrito considerado modelo de Fengyang (Anhui), en 1959 se anunciaron 199.000 toneladas de grano,un progreso en comparación con las 178.000 toneladas del año anterior; de hecho, la producción real era de 54.000 toneladas,frente a las 89.000 de 1958; pero el Estado exigió su parte completamente real de la cosecha fantasma: ¡29.000 toneladas!. Al año siguiente, por tanto, habría régimen de sopa aguada de arroz para (casi) todo el mundo, y el lema de moda será uno surrealista del Diario del Pueblo de finales de 1959: «vivir de un modo frugal en un año de abundancia». La prensa nacional empieza a jalear entonces los méritos de la siesta, y profesores de medicina insisten en la fisiología particular de los chinos, que les vuelve superfluas grasas y proteínas… Cuando Mao se enfrentó a la catástrofe generada, por un momento, quedó claro el inmenso error cometido. Pero, según él, no era suyo. Por razones de pura táctica política, se negó a reconocer la menor dificultad para evitar admitir así el menor error. El demasiado lúcido ministro de Defensa es sustituido por Lin Biao, que se revelará como una criatura servil del timonel que tratando de transformar su ventaja, impuso en agosto de 1959 un relanzamiento y una profundización del «gran salto adelante», dado que desde entonces las comunas populares iban a extenderse a las ciudades (en última instancia, no se llevará a cabo).
Los activistas estaban convencidos, como Mao, de que todas las dificultades provenían de los campesinos, que escondían el grano y así en el otoño de 1959, contra el conjunto de los habitantes rurales (por el momento quedan olvidados los «rangos de clase»), se desencadena una ofensiva de estilo militar, en la que los responsables utilizan los métodos de la guerrilla antijaponesa. En la provincia de Henan, no menos de 10.000 campesinos son encarcelados, y muchos morirán entonces de hambre. Se ordena romper todos los utensilios de cocina de los particulares (aquellos utensilios que no han sido ya transformados en acero inutilizable), para impedir de este modo la autoalimentación y cualquier deseo de «meter la mano en los bienes de la cooperativa». Incluso se prohíbe cualquier tipo de fuego, ¡cuando el rudo invierno se acerca!. Los excesos de la represión son terroríficos: torturas sistemáticas a millones de detenidos, niños muertos, puestos a hervir y luego utilizados como abono.Y en ese momento, una campaña nacional incita a «aprender de Henan». En Anhui, los mandos del partido comunista recuperan las antiguas tradiciones del enterramiento en vida y de la tortura con hierro candente. Los funerales quedan prohibidos: se teme que su número enloquezca a los supervivientes y que terminen transformándose en protestas de hecho. Se prohíbe recoger a los numerosos niños abandonados: «Cuantos más se recojan, más serán abandonados», aseguraban. Los aldeanos desesperados que intentan trasladarse a las ciudades son recibidos en estas con metralla. Y, como en Henan, son numerosos los casos de canibalismo (63 oficialmente reconocidos por los chinos), en particular a través de «permutas» donde se intercambian los niños para comerlos. Las cosas adquieren proporciones de una auténtica guerra anticampesina.
Al hambre se sumó la feroz represión política para todo el que no cumpliera los objetivos, flaqueara o fuera sospechoso de «desafección». Que el desatino fue político lo prueba el que el mayor número de muertos se diera en las zonas dirigidas por maoístas radicales. Para la industrialización fulgurante del país, hubo que importar grandes cantidades de maquinaria y China se endeudó, de manera que en los años más críticos del Gran Salto Adelante, mientras millones de personas morían de hambre, el país exportó miles de toneladas de grano requisado en aldeas que apenas podían abastecerse a sí mismas. La presión por cumplir las ilusorias cuotas de producción que solo los planificadores estatales veían posible alcanzar, llevó a los cuadros locales a apretar constantemente las tuercas a obreros y campesinos, que a menudo eran objeto de palizas, torturas y humillaciones si flaqueaban: 2,5 millones del total de víctimas del Gran Salto Adelante perecieron a causa de malos tratos. Henan, primera provincia en declararse «hidrolizada al 100 por 100», será también una de las castigadas con mayor dureza por la hambruna,entre dos y ocho millones de muertos, según las estimaciones. Pero la hambruna afectará a todo el país: por ejemplo, un terreno de baloncesto se transforma en Pekín en huerto, y dos millones de gallinas invaden los balcones de la capital; ninguna provincia está a salvo, a pesar de la inmensidad del país y de la extrema variedad de condiciones naturales y de culturas. El dogma maoísta duplica el desastre: dado que las comunas populares deben permitir la autosuficiencia, los traslados interprovinciales de víveres quedan drásticamente reducidos. Sufren además la penuria de carbón (los mineros hambrientos se han ido a buscar comida o cultivan huertos), y la tendencia general a la apatía y a la disolución suscitada por el hambre. La mortalidad por hambre supera el 50 por 100 en cientos de pueblos. Cientos de miles de personas intentan comer caldos de hierba, de cortezas de árbol, de hojas de álamo, en las ciudades, vagando por los caminos en busca de comida, buscando granos de maíz no digeridos en los excrementos de los caballos, y gusanos en las boñigas de las vacas, tratando de saquear los convoyes de víveres, lanzándose llegado el caso a motines de desesperación (distritos de Xinyang y de Lan Kao en Henan).
Como parte del proyecto del Gran Salto Adelante y dentro de la denominada «Campaña de las cuatro plagas» (por la cual el gobierno chino decretaba que fueran completamente eliminadas cuatro especies consideradas letales para las cosechas: ratones, moscas, mosquitos y gorriones), los planificadores del partido comunista chino le declararon la guerra a los gorriones. Si, a los gorriones, ha leído bien. Según sus sesudos estudios, se obtendrían más toneladas de grano al desaparecer el ave que se alimentaba de ellos, los gorriones. Se publicaron cálculos según los cuales cada gorrión comía de media 4,5 kg de grano al año. Por lo tanto, matando a un millón de gorriones, se podría alimentar a 60 000 personas más. Centenares de miles de chinos se lanzaron entonces a la caza del gorrión; se movilizó a la población para que golpease ollas y sartenes hasta que los gorriones y otros pájaros cayeran muertos de agotamiento.Literalmente, caían muertos de los arboles. Sin embargo, el procedimiento más frecuente era la eliminación por envenenamiento. Los nidos fueron destruidos, los huevos rotos y los polluelos acabaron muertos al no haber adultos que los alimentasen. La campaña supuso un éxito y estuvo a punto de aniquilar por completo a los gorriones. El ave fue prácticamente extinguida de China y su desaparición provocó la aparición de plagas de insectos, como la langosta, que asolaron los cultivos y obligando al gobierno chino a rectificar, importando gorriones desde la URSS.
Destruida la agricultura, interrumpido el comercio, se desarrolló una industria depredadora que consumió muchos más recursos de los que era capaz de producir. El hambre atroz que se extendió por el país fue ignorada, porque los cuadros del partido no se atrevieron a decir la verdad. Las requisas no se detuvieron, tampoco el hambre en niños, mujeres y ancianos. La esperanza de vida, que era de 50 años en 1958, cayó por debajo de 30 en 1960. El resultado de esta combinación de «delirio económico y de mentira política» son esas cosechas de 1960, que los campesinos no tienen siquiera la fuerza de recoger. Mientras tanto, el líder de la revolución, el «Gran Timonel, disfrutaba en su habitación del tamaño de un salón de baile de una corte de chicas jóvenes que le quitaban con toallas húmedas la porquería del cuerpo (no era muy aficionado a bañarse…). La cosecha de 1960, con 143 millones de toneladas de grano, será un 26 por 100 inferior a la de 1957 (la de 1958 la había superado un poco); se ha caído al nivel de 1950 con 100 millones de chinos más.
El Gran Salto Adelante era también una huida hacia adelante de un tirano para someter a sectores críticos que cuestionaban su liderazgo y reivindicaban una dirección colegiada del partido. Fuera de China, a finales de los años cincuenta, en plena guerra fría, todavía parecía que China estaba muy lejos de todo. Al igual que en la Unión Soviética previa a las purgas estalinistas, existía un turismo «chic» de políticos e intelectuales occidentales que «comprobaban sobre el terreno» los supuestos logros revolucionarios. «Desde luego, China no era un modelo de democracia, pero por lo menos Mao ha conseguido dar un tazón de arroz a cada chino», repetían una y otra vez en los medios de comunicación occidentales.Todo era mentira. Lo cierto y verdad es que las modestísimas disponibilidades alimentarias por cada chino no aumentaron de forma significativa entre el principio y el final del «reinado» de Mao y ello pese a los esfuerzos titánicos que raramente se impusieron a campesinado alguno en el curso de la historia. Esto pone de relieve con toda crudeza la incompetencia económica, el desconocimiento del país, y el aislamiento en la suficiencia y el utopismo voluntarista de la dirección del Partido Comunista y singularmente, de su jefe. China tendrá su gran hambruna pero Mao sobrevivirá y tendrá su lugar en la Historia; como pretenderá Lin Biao poco más tarde, son los genios los que hacen la historia.
Para el conjunto del país, la mortalidad salta del 11 por 1.000 en 1957 al 15 por 1.000 en 1959 y 1961, y sobre todo al 29 por 1.000 en 1960. La natalidad baja del 33 por 1.000 en 1957 al 18 por 1.000 en 1961.Las pérdidas ligadas a la sobremortalidad de hambre pueden evaluarse, de 1959 a 1961, entre 20 (cifra cuasi oficial en China desde 1988) y 43 millones de personas. La hambruna más grave de la historia del mundo. La hambruna que, en un contexto político económico más o menos parecido, había afectado a la URSS entre 1932 y 1934, había causado cinco millones de muertos aproximadamente.
La gran hambruna fue, durante mucho tiempo, el gran secreto del maoísmo. Sólo en 1988 el régimen se atrevió a dar la cifra oficial de 23 millones de muertos. «El libro negro del comunismo», apunta un máximo de 43 millones para el periodo 1959-61; David Priestland, autor de una historia del comunismo, «Bandera roja», entre 20 y 30 millones para el periodo 1958-61. El trabajo de Dikötter, profesor de las universidades de Hong Kong y Londres, en 45 millones. El Gran Salto adelante constituye uno de los mayores asesinatos en masa de la historia humana. Mao, en un discurso que pronunció en Gansu el 25 de marzo de 1959, dijo: «Cuando no hay comida suficiente, la gente muere de hambre. Merece la pena que la mitad muera para que la otra mitad pueda comer bien».
0 comentarios