A finales del siglo XVI, la mayoría de los comentaristas militares calculaba el resultado de un enfrentamiento no por el número de muertos, sino por el de estandartes que habían cambiado de mano. Sin embargo, hasta entonces no se había realizado ningún esfuerzo para regular la indumentaria. Ningún ejército del momento, ni siquiera España, tenía la capacidad de vestir a 20.000 hombres con un único color, por no hablar con un solo estilo, pues la producción masiva de atuendos uniformados constituía un imposible.En cualquier caso, aunque los hombres iniciaran una campaña con ropa de igual color y diseño, serían pocos los que siguieran llevándola al final de la misma. Estos ejércitos debían realizar marchas de miles de kilómetros y no se tardaba mucho en echar a perder casacas, botas y bombachos y unos hombres vestidos con ropas raídas o dañadas como éstas necesitaban sustituirlas tomándolas de cualquier procedencia a su alcance: camaradas caídos, civiles (por compra o saqueo), y hasta el propio enemigo.
Era imprescindible, por tanto, que los comandantes proporcionaran oficialmente a sus tropas marcas distintivas, habitualmente bandas de colores, una cinta o una pluma. Así, los soldados de los Habsburgo, tanto españoles como austríacos, llevaban siempre una insignia roja, mientras que los de Francia la llevaban azul, los de Suecia amarilla, y los de la República de Holanda naranja. Cuando se unían tropas de más de un ejército se requería algún denominador común adicional: en la batalla de Breitenfeld (1631), los aliados sajones y suecos tomaron una rama con hojas o un helecho de un bosque que atravesaron de camino al campo de batalla y se colocaron aquella señal en el sombrero. Pero la situación cambió pronto. Cuando, en 1645, el comandante en jefe de los ejércitos imperiales cursó a los pañeros austriacos una orden para suministrar uniformes a 600 de sus hombres, adjuntó una muestra del material exacto y especificó el color que debían copiar. También envió modelos de cuernos para pólvora y cartucheras a fin de que los proveedores locales los manufacturaran en masa. Tras la creación de regimientos permanentes que generaron una demanda constante y predecible, fue posible, por fin, imponer la uniformidad.
Aunque los uniformes pueden hacer que los hombres se vean desde intimidantes, como un uniforme de las SS, a elegantes, como sucedía con los uniformes del siglo XVIII, a un nivel fundamental, estaban destinados a diferenciar a los combatientes sobre el campo de combate y a proteger a los hombres del clima, las balas y las otras duras realidades de la guerra.La vanidad o la burocracia han costado la vida de muchos soldados a través de generaciones.
A lo largo de los siglos, algunos uniformes han costado muy caro a los soldados que los vestían debido a la forma en que fueron diseñados y fabricados. La Europa del siglo XVIII marcó el punto culminante de los uniformes poco prácticos. Las reglas sobre peinados, cascos altos, chaquetas ajustadas y botas muy abotonadas contribuyeron a uniformes que ayudaron a mantener la disciplina, pero que eran muy poco prácticos. Incluso la elección del color pudo ser mortal. La «culata», que era una cubierta para el cuello muy alta y rígida, no era adecuada para peleas en terrenos de América del Norte. Esto no fue un gran problema en los campos de batalla masivos del viejo mundo, pero para las tropas europeas destinadas en ultramar, era un problema serio; no podían responder adecuadamente a los movimientos del enemigo y girar sus cabezas rápidamente. Muchos hombres pagaron por esta limitación con sus vidas.Durante la guerra de los Siete Años, sus acuciantes problemas económicos llevaron a los prusianos a usar uniformes hechos con el mínimo de tela y los abrigos eran tan delgados que casi no servían para nada;se encogían cuando estaban mojados y estaban tan mal confeccionados que muchos soldados no podían cerrarlos. En consecuencia, en lugar de morir en la batalla, se congelaron hasta morir.
Muchos ejércitos han usado tocados para indicar el rango de sus oficiales o la pertenencia a determinadas unidades; pero esto a menudo podría funcionar en su contra. Por ejemplo, los mercenarios de Hesse contratados por los británicos durante la guerra de independencia de los Estados Unidos, pagaron un alto precio por sus altos tocados espectaculares sombreros altos decorados con insignias de plata. Estos quedaban atrapados en los árboles, dificultando el movimiento y siendo derribados por las ramas bajas.Además, las insignias brillantes los convertían en blancos perfectos para los francotiradores.
Los célebres uniformes rojos de los británicos tuvieron un efecto similar. Los soldados no podían escabullirse ni camuflarse a través del terrenos porque sus casacas eran tremendamente fáciles de detectar. Las fuerzas británicas utilizaron el rojo desde el siglo XVII; el uniforme rojo agregó un nivel de uniformidad que no había existido previamente y permitió una visión intimidante ante el enemigo. El ejército británico a menudo ha hecho uso de bandas blancas en sus uniformes. En los siglos XVIII y XIX, tales bandas que corrían sobre sus célebres casacas rojas proporcionaron a los francotiradores enemigos una forma fácil de apuntar. La inclinación británica por el blanco también funcionó contra ellos durante la campaña en Gallipoli en la Primera Guerra Mundial; a los soldados se les dieron brazaletes blancos para que los usaran en sus brazos, una señal para que los diferenciaran otros camaradas que estaban en el mismo bando. Desafortunadamente para ellos, el efecto conseguido es que fuesen mas fácilmente distinguibles para los turcos.
Antes de la invención del rifle moderno a mediados de la década de 1800 (los primeros rifles se utilizaron durante el siglo XV), los militares de todo el mundo vestían a sus soldados en brillantes tonos de color. Los tiradores de todos los ejércitos comenzaron a usar vestimentas más discretas para ocultarse mientras seleccionaban sus objetivos. Así ,los Jägers («cazadores») austriacos vestían de color gris claro, mientras que el 95º Regimiento Británico de Rifle llevaba verde dun. ¿Por qué los militares eran tan reacios a adoptar uniformes más oscuros? La respuesta se encuentra en la naturaleza evolutiva de la guerra: además de las consideraciones prácticas como la durabilidad y la visibilidad, los uniformes cumplían la función psicológica de hacer que los soldados se sintieran listos para la batalla. Las líneas ordenadas de soldados bien vestidos que marchaban en formación, una característica clave de la guerra impulsada por mosquetes, dieron paso a la guerra de guerrillas. Para luchar y ganar en esta nueva era,el sigilo era una ventaja fundamental.
A medida que los tiempos cambiaban, los uniformes rojos se volvieron menos ventajosos y más peligrosos para sus portadores y no fue hasta finales del siglo XIX cuando serán sustituidos por por el caqui, que le daba al soldado británico un camuflaje perfecto o al mayor que otros uniformes de esta misma época. La palabra «caqui» proviene de la parte persa de la lengua hindustani. Se cree que el uso del caqui para el camuflaje militar comenzó con Harry Lumsden, quien constituyó el Cuerpo de Guías en 1846, un regimiento del Ejército Británico de la India. Compró un paño de algodón blanco en el bazar de Lahore, que luego fue llevado a la orilla del río, donde sus tropas empaparon el paño en agua y lo frotaron con barro. El segundo al mando de Lumsden estaba convencido de que el caqui haría a sus hombres «invisibles en una tierra de polvo». En la Primera Guerra Mundial, el ejército británico había pasado de rojo a caqui en respuesta a las nuevas tecnologías: el reconocimiento aéreo y las armas sin humo estaban haciendo que la visibilidad de los soldados fuera un problema real en el campo de batalla. Durante la primera guerra mundial, los alemanes quedaron sorprendido al verlos pues parecía que estos desaparecían entre la vegetación. Pero curiosamente, Alemania era el centro mundial de la industria de los colorantes sintéticos. En 1913 estaba exportando más de 20 veces el volumen de tintes que salían de Gran Bretaña. Al iniciarse la Primera Guerra Mundial, el único tinte de color caqui disponible para los uniformes del ejército británico se fabricaba en Alemania, por lo que este tuvo que recurrir inicialmente a importarlo en secreto.
El ejército francés también uso colores brillantes durante varios siglos, sobre todo el blanco o el azul. Sus uniformes eran más aptos para las celebraciones que para el combate y a pesar de esto se resistieron a este cambio hasta el final. Solo tras la Guerra de los Balcanes de 1912-13, Adolphe Méssimy, el Ministro de Guerra, reconoció que sus elegantes uniformes, incluidos sus pantalones rojos brillantes, estaban matando a soldados franceses. Pero cuando trató de cambiar los uniformes, la prensa provocó una tormenta de indignación por su falta de buen gusto y orgullo nacional y así los franceses entraron en la Primera Guerra Mundial desfilando con sus rojos pantalones. Solo después de miles de muertes más aceptaron finalmente el cambio.Sin embargo, en Rumania, el general Ion Emanoil Florescu, a cargo del ejército rumano, se preocupó de equipar a sus tropas para un buen desfile, mas que para el combate y así, vistió a los ejércitos del país con elaborados uniformes ricos en charreteras y tocados. A medida que el resto de Europa se movía hacia uniformes discretos y mas seguros, él estaba convirtiendo a sus hombres en blancos ambulantes.
Los uniformes evolucionaron y en muchos casos cambiaron con la estabilización de los frentes; en la guerra de trincheras de la Primera Guerra Mundial, el romanticismo textil desaparece rápidamente, imponiéndose una realidad mucho más funcional.Para finales de 1914, la mayoría de los países de Europa habían cambiado sus tradicionales uniformes de colores brillantes a kakis, grises y otros colores neutros que se mezclarían.Esto evitaba que los soldados fueran blancos fáciles para armas de gran precisión y alcance.
En ocasiones, el error no estaba en el diseño o en los colores elegidos, sino simplemente en pura y simple ineptitud burocrática. Durante la Guerra de Crimea, las tropas británicas se morían de frío a pesar de que más de 12,000 abrigos se encontraban almacenados cerca. Según la normativa del ejército ,los hombres solo obtendrían un abrigo nuevo cada tres años, por lo que miles permanecían almacenados mientras eran necesarios;fue necesario que estallase un escándalo en la prensa en 1854 para que finalmente se distribuyeron los abrigos entre las tropas. La misma ineptitud ocurrió durante la guerra civil de Estados Unidos. La Confederación no tenía suficiente calzado o ropa para sus tropas, aunque Carolina del Norte era un productor textil masivo. Tras la Batalla de Shiloh el 60% de los hombres vestían uniformes pertenecientes al enemigo, lo que los convirtió en un blanco fácil para el fuego amigo.
Durante la Primera Guerra Mundial, las heridas en la cabeza por metralla fueron una de los mayores causas de mortandad entre la tropa. Al principio del conflicto, los alemanes recubrieron sus pickelhauben (hechos de cuero con un acabado brillante, con adornos metálicos dorados o plateados) con forros de tela que los hacían menos brillantes y reducían su visibilidad. Pero no cumplía los requisitos de protección del soldado en una guerra de trincheras. Sin embargo, el problema más grave era la escasa protección ofrecida por el cuero o el fieltro a las balas y la metralla. Además, otro de los defectos de diseño era que el pincho sobresalía en la trinchera, convirtiéndose en un indicador fiable para los francotiradores.Los alemanes trataron de paliar esto pronto, cambiando sus inútiles pickelhaube por sus célebres Stahlhelms, cascos que protegían la mayor parte de la cabeza y el cuello sin ocultar la vista del soldado. Los cascos británicos, mas pequeños y que no protegen tan abajo, dejaban una mayor zona expuesta, lo que incrementó mucho las bajas. Pero lo peor estaba reservado para las fuerzas francesas, que inicialmente estaban equipadas no con cascos de acero sino con sombreros blandos y elegantes.
Al iniciarse la Primera Guerra Mundial, los soldados estaban equipados con un abrigo que era demasiado pesado para la lluvia y el barro. Una serie de proveedores de servicios civiles comenzaron a suministrar prendas producidas en serie para los oficiales y así fue como varias firmas, incluidas Burberry y Aquascutum, comenzaron a vender versiones de la gabardina, abrigo deportivo resistente a la intemperie había existido desde finales del siglo XIX. Así pues, inicialmente era un artículo opcional del equipo militar para oficiales en el frente occidental.Era una prenda práctica para los oficiales británicos que soportaban las condiciones fangosas de las trincheras y era una gran mejora en el pesado y engorroso abrigo.La tela liviana les dio movilidad a los soldados, mientras que el material repelente al agua los protegió del clima húmedo: los bolsillos grandes mantenían los mapas secos y las aletas colocadas inteligentemente ofrecían ventilación. Proteger el cuerpo y mantener la movilidad al máximo fue vital en las condiciones de la zanja: esta chaqueta deportiva liviana e impermeable era la solución ideal.
A medida que la guerra progresaba, quedaba claro para las autoridades del ejército británico que los uniformes de los oficiales tendrían que ser subsidiados. Muchos nuevos oficiales del ejército solicitaban un subsidio para cubrir el costo de hacerse un uniforme. Las fuertes pérdidas significaron que los oficiales estaban siendo reclutados de una gama más amplia de clases sociales que antes de la guerra, y muchos de estos hombres no podían pagar el tradicional viaje al sastre. La introducción de una subvención de equipo aseguró su reclutamiento continuo. Esta podría ser la razón por la cual la clase de oficiales establecidos se apresuró a etiquetarlos de «oficiales improvisados» o, peor aún, de «caballeros temporales».
Legalmente, un hombre no podía usar su uniforme más de 28 días después de su licenciamiento por lo que al desmovilizarse, el Departamento de Ropa del Ejército Real les suministraba trajes civiles. Antes de abandonar su unidad, a cada hombre se les daba un traje sencillo y un certificado de empleo. El ejército emitió un total de 1,413,760 trajes a los hombres desmovilizados al final de la guerra, en azul oscuro, marrón o gris. Sin embargo, la prensa especializada se apresuró a criticar la calidad de los trajes, que se pensaba que eran un insulto a los héroes de guerra que regresaban.
La adopción del casco de acero por la mayoría de los ejércitos en 1916, a modo de protección, la progresiva simplificación de los uniformes, no sólo para hacerlos más prácticos, sino para favorecer la producción masiva de los mismos y la introducción de los primeras prendas con camuflaje, terminan por desvanecer la pompa y el esplendor de los ejércitos anterior al verano de 1914.
Muchas cosas de uso cotidiano en la vida civil, tuvieron su origen en la vida militar y los uniformes no son una excepción a esta regla. Así, los trajes cruzados de seis botones descienden de los uniformes de la marina y los de una sola fila de botones de los de caballería. El pantalón chino de algodón también procede de los uniformes militares. Los primeros en utilizarlos fueron los británicos en la India en el siglo XIX, elaborados con algodón chino.Pero el nombre de «pantalones chinos» no surge hasta el siglo XX, cuando los soldados americanos destinados en Filipinas empezaron a utilizarlos. Como China exportaba a Filipinas estos pantalones fabricados en Inglaterra, se denominaron así, atendiendo a su procedencia. En época de Napoleón Bonaparte, los marinos de la flota francesa acostumbraron a tejer tantas rayas blancas en su uniforme como batallas ganadas. Una Ley francesa de 1858 instituyó la camiseta Breton (blanca de rayas azules, de la región de Bretaña) como uniforme reglamentario de la Marina gala. ¿El motivo? Las rayas de colores facilitaban la búsqueda de un marinero cuando se caía por la borda. La popularidad de su uso actual se basa en una anécdota. La diseñadora Coco Chanel paseaba por Deauville, sintió frío y su acompañante le cedió su camiseta marinera para taparse. Acabó convirtiéndose en su prenda favorita y uno de los emblemas de la Maison francesa.
0 comentarios