En el año 1492, pero antes de Cristo, la reina egipcia Hatshepsut organizó una gran expedición para viajar al País de Punt, célebre por sus riquezas y productos exóticos, el auténtico Dorado de los antiguos. Varias generaciones de faraones continuaron comerciando con este mítico país, símbolo de prosperidad y de riqueza.
La localización de Punt ha sido objeto de numerosas hipótesis y debates. Recientemente, la combinación de los datos arqueológicos con otros de índole zoológica, botánica y mineralógica han identificado Punt con la zona sudoriental del actual Sudán, es decir, el Delta del Gash. En este lugar se dieron las condiciones favorables para la creación de una sociedad compleja que supo capitalizar el comercio de numerosas materias y productos de ese área muy preciados en Egipto. Aunque esta identificación es la más probable, quizás Punt sea un topónimo que designe un área geográfica extensa y no un estado o un organismo político concreto. De este modo Punt pudo comprender también algunas regiones de la Península Arábiga bañadas por el Mar Rojo, donde también crecen de forma natural los árboles de la mirra. Las investigaciones arqueológicas están demostrando que desde muy antiguo hubo una estrecha relación entre los diferentes pueblos que habitaron a ambos lados del mar.
Por sus características ( lejanía, riqueza y amistad con Egipto) Punt fue considerada por los egipcios como una tierra casi legendaria que gozaba de una especial consideración. Buena prueba de ello es la designación de sus productos como «maravillas», la existencia en la región de un culto a una diosa Hathor «señora de Punt», y su identificación con la «Tierra de dios», un nombre genérico que los egipcios parecen haber empleado para designar de forma vaga a aquellas tierras no hostiles que poseían productos y materiales exóticos.
La fama de Punt como lugar de riqueza llevó al Antiguo Egipto a organizar varios viajes para entablar relaciones comerciales o intentar conquistarlo. La más famosa fue la misión comercial ordenada por la reina Hatshepsut durante el Imperio Nuevo reanudando así unos contactos comerciales que habían cesado más de dos siglos antes, al final de la dinastía XII. Esta expedición fue también uno de los acontecimientos más importantes de su reinado. De hecho, todo el pórtico sur de la segunda terraza de su templo «de millones de años» de Deir el-Bahari está ocupado con inscripciones y relieves que describen este evento. La misión debió de realizarse entre los años 8 y 9 del reinado de Hatshepsut y estuvo motivada, según los textos de Deir el-Bahari, por una orden oracular que el dios Amón de Tebas en persona dio a la reina. La expedición permitió restablecer los contactos directos con Punt y obtener lo que los egipcios llamaban «las maravillas de Punt». Éstas eran una serie de materias primas y de productos exóticos propios de esa tierra o de las regiones vecinas, tales como diferentes tipos de resinas aromáticas, ébano y otras maderas preciosas, marfil, oro y electro de «Amu» (una región de la Alta Nubia), especias, diferentes animales salvajes vivos y pieles de felinos. Entre todos estos productos destacaba la mirra, una resina aromática característica de Punt que era utilizada por los egipcios en los rituales religiosos. La misión también logró traer algunos árboles de mirra vivos con el objeto de replantarlos en Egipto y de este modo asegurar el suministro de la resina para el culto de Amón. Hatshepsut llegó a afirmar que creó un Punt en el interior del templo de Amón por los árboles de mirra plantados, aunque es probable que estas plantas no prosperasen en suelo egipcio ya que los sucesores de la reina mantuvieron los contactos directos con esa región con el fin de seguir abasteciéndose de este preciado producto.
Los relieves de Deir el-Bahari ofrecen numerosa información sobre la expedición que, al parecer, estuvo formada por cinco naves de grandes dimensiones. Su responsable fue Nehesy, que en las escenas de Deir el-Bahari aparece como el encargado de negociar con el gobernador de Punt, Parehu. En un relieve del templo este personaje pregunta a los egipcios: «¿Por qué habéis llegado hasta aquí, a esta tierra extranjera ignorada por los hombres (es decir, los egipcios)? ¿Habéis descendido por las rutas superiores? ¿habéis viajado por agua y por tierra?«. Estas interrogantes todavía se las hacen los investigadores. Hay diferentes hipótesis sobre la localización de Punt – la más probable, como veremos, la sitúa en el Sudán Oriental – y sobre el trayecto del viaje. Su punto de partida debió de ser algún paraje de la costa egipcia del Mar Rojo. Desde allí los barcos debieron de bordear el litoral africano de dicho mar hasta llegar a un lugar no precisado en la zona costera de los actuales Sudán o Eritrea.
Las escenas que representan la expedición documentan un contacto pacífico y de tú a tú entre los egipcios y los habitantes de Punt. En un relieve se observa el trueque que los egipcios realizan con el gobernador Parehu. Un epígrafe describe la escena: «preparando la tienda del emisario real y de su ejército en las terrazas de mirra de Punt, junto al Gran Verde (el mar) para recibir a los príncipes de esta tierra extranjera, presentándoles pan, vino, carne, harina y cada producto de Egipto, tal como había sido ordenado en la corte». En otros relieves los egipcios aparecen recogiendo los cepellones de los árboles de mirra de forma pacífica, con la colaboración de los habitantes de Punt. Todas estas representaciones recogen numerosos detalles de la tierra y de los habitantes de Punt que a los ojos de los egipcios resultaban pintorescos y, en algunos casos, cómicos: la flora y fauna de ese territorio, los vestidos y peinados de sus habitantes, sus casas cónicas que se alzaban por encima del suelo apoyadas por pilotes o, sobre todo, la esposa de Parehu, Ity, y su hija, que fueron representadas con una gordura extrema. Djehuty también participó de forma indirecta en la expedición. Un pasaje de la estela Northampton menciona como él fue el contable de los productos de Punt que recibió el templo de Amón en Karnak. Además, en Deir el-Bahari – donde su figura parece haber sido borrada por los partidarios de Tutmosis III – aparece contando «las maravillas de las tierras extranjeras de Punt» ante la presencia de su dios epónimo, Tot (en egipcio Djehut).
Las razones por las que la reina decidió poner en marcha tal empresa, que llevaba estancada desde hacía dos siglos, no se conocen con exactitud pero debían de tener tanto sentido económico como político. Se puede conjeturar sobre la importancia para Hatshepsut de afirmar su poder como faraón de las Dos Tierras y para ello ¿qué mejor que reunir hombres de todo el país bajo una misma empresa y enviarlos a un punto donde podría obtener productos con los que seguir acrecentando el esplendor de Egipto? Así lograba demostrar que era capaz de gobernar un país en calma y próspero e incluso contaba con los recursos necesarios para extenderse más allá de las fronteras egipcias. Al mismo tiempo hacia propaganda como hija legítima del dios Amón, el cual le había marcado el camino para llegar hasta el País de Punt, cosa que a sus predecesores no les había ocurrido ni tampoco a su hijastro y sucesor Tutmosis III.
0 comentarios