Aunque desde antiguo los emperadores chinos habían construido barreras para defenderse de los «bárbaros», fueron los Ming, en los siglos XV y XVI, quienes erigieron una muralla continua de al menos 7.000 kilómetros.Sin embargo, este tipo de estrategia defensiva fue sólo una de las que empleó el Imperio del Centro en las cambiantes relaciones que mantuvo con los pueblos de las estepas.
Desde el siglo IV a.C., las estepas al norte de China fueron ocupadas por pastores nómadas. Éstos dependían de sus vecinos sedentarios del sur para obtener todo lo que no les proporcionaba la estepa, sobre todo productos agrícolas con los que completar una alimentación basada en la carne y los lácteos. Su población era muy inferior a la de China, pero constituían una grave amenaza. Armados con potentes arcos compuestos y a lomos de sus pequeños ponis esteparios, rápidos y muy resistentes, los guerreros nómadas se apresuraron a lanzar ataques sobre los Estados del norte de China.
El primer emperador, Qin Shihuang di (221-210 a.C.), construyó una línea de fortificaciones que unía las levantadas por Estados anteriores y abarcaba toda la frontera. Luego, la dinastía Han trató de controlar a los bárbaros mediante sobornos (camuflados como subsidios) y campañas de conquista en la estepa, a la vez que construía una nueva Gran Muralla. Los nómadas, por su parte, pronto aprendieron que podían utilizar sus incursiones no sólo para obtener botín, sino como método de presión para aumentar el volumen de los subsidios, en forma de objetos de lujo, especialmente seda.Durante los siguientes mil años se mantuvo un cierto equilibrio entre chinos y bárbaros, hasta que a principios del siglo XIII un jefe mongol llamado Temujin consiguió unificar la estepa y reanudó el ciclo de ataques al norte de China para obligar a los chinos a enviar subsidios y a comerciar. La resistencia encontrada llevó a Temujin, convertido en emperador de los mongoles con el nombre de Gengis Kan, a lanzarse a la la conquista de China. Esta empresa sin precedentes para un nómada sería completada por su nieto Kublai Kan, quien además de ser kan de los mongoles fundó una nueva dinastía, la de los Yuan.
Los Yuan fueron destronados por una revuelta campesina, y en 1368 la corte mongol evacuó su capital y se refugió en la estepa. La nueva dinastía reinante en China, los Ming, llevó a cabo una agresiva campaña de ataques a la estepa con el objetivo, primero, de impedir cualquier intento de los refugiados Yuan para recuperar su trono perdido y, después, para mantener a los nómadas a raya. Pero los Ming pronto comprobaron que su poder militar no bastaba para doblegar a los nómadas: en 1449 sufrieron una terrible derrota en la batalla de Tumu, y el mismo emperador, Zhengtong, cayó prisionero de los enemigos.A partir de mediados del siglo XV, los Ming pasaron gradualmente a la defensiva. La estrategia de defensa de los Ming frente a los nómadas había pasado por una de las soluciones clásicas del Imperio chino: la de la barrera defensiva. Los Ming construyeron una nueva Gran Muralla, aunque de características más avanzadas que las anteriores. Mientras que en el pasado las fortificaciones se habían erigido empleando la tierra como materia primera, compactándola en una especie de tapial, ahora se empleó en la mayoría de los tramos una combinación de zócalo de piedra y alzado en ladrillo. Este sistema era mucho más caro que los anteriores –se ha llegado a decir que cien veces más–, pero también resistía las inclemencias del tiempo mucho mejor.
Sin embargo, la eficacia militar de esta barrera fue siempre relativa. La frontera septentrional china sufrió un número de ataques muy alto, a veces por parte de grandes bandas de guerreros, verdaderos ejércitos que podían alcanzar los 100.000 efectivos, pero también por pequeños grupos de nómadas. Los soldados chinos destacados en la Gran Muralla vivían en unas condiciones muy duras, expuestos al viento y al frío. Como vigías en las torres de señales o como guardias en los pasos podían estar fuera durante meses o años sin regresar a su base, y sin ver a sus familias e hijos. Recibían un salario mensual, pero muy a menudo tenían que gastarlo en armas, comida o caballos. A pesar de la oposición de sus superiores los soldados chinos comerciaban frecuentemente con sus enemigos, actividad que era especialmente importante para los nómadas, y en situaciones extremas los soldados podían llegar incluso a desertar. En numerosas ocasiones los funcionarios del gobierno demostraron una gran desconfianza hacia el comportamiento de sus propios soldados. En 1554, uno de ellos acusó a las tropas fronterizas de tener tanto miedo a los mongoles que, cada vez que éstos cruzaban la Gran Muralla, huían sin siquiera combatir. Otro afirmó en 1609 que los guardias de las torres, incapaces de defenderse a sí mismos, al descubrir mongoles en las cercanías no se atrevían a dar la voz de alarma y preferían fingir que no los habían visto.
La dinastía Ming se debilitó como consecuencia de dos siglos de enfrentamiento con los nómadas. Además, en su obsesión por los mongoles, descuidaron protegerse de otros enemigos, como los manchúes, que aprovecharon este error para convertirse en un poder a tener en cuenta y, cuando se desató una rebelión interna en China, atravesaron la Gran Muralla, cuya guarnición les franqueó el paso, y derrocaron a los Ming en 1644.
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