Estados Unidos invadió Rusia en 1918, en un intento de derrocar a Lenin y a sus pioneros comunistas en los inicios de la Unión Soviética;se había identificado a un futuro enemigo y se pretendía acabar con él en su cuna, el tipo de acción estratégica preventiva que, por razones que resultarán obvias, pocas veces han intentado las democracias actuales.
La Primera Guerra Mundial aún se estaba librando y esta aventura aliada, condenada desde su inicio, tuvo que superar la falta de un plan real. La única planificación que se hizo para la invasión del mayor país de la Tierra fue un breve memorando que el presidente Wilson le mandó al general de división William S. Graves, a quien había elegido para comandar las tropas estadounidenses asignadas a esta desventurada historia. Wilson, profesor univerisitario metido a estratega de salón daba la impresión de no haber pensado en las implicaciones prácticas de un objetivo como el de «derrocar a los comunistas» en un país con una extensión de miles de kilómetros, simplemente con la ayuda de unas pocas brigadas de valientes hombres y un puñado de incontrolables aliados.
El general Graves recibió la nada envidiable tarea de derrocar al gobierno ruso con una minúscula división de infantería. Después de leer el ridículo memorando de Wilson,se imaginó que aquel ampuloso asunto iba a terminar mal, pero a pesar de ello se embarcó diligentemente en la aventura. Las órdenes finales que recibió del secretario de Guerra en la estación de tren de Kansas City fueron: «Que Dios le bendiga y adiós». Una vez en en Rusia pronto se dio cuenta de que sus soldados aguantaban mejor las resacas que los bolcheviques.
Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia se unieron contra el kaiser alemán y Austria. El zar de todas las rusias no era precisamente un democrata, pero a causa de una serie de tratados entrelazados que en realidad nadie comprendía muy bien, los rusos acabaron formando equipo con los franceses y los británicos contra los alemanes, los austríacos y los turcos.
Tras una serie de catastróficas derrotas, los ineptos ejércitos rusos habían sufrido millones de bajas y el pueblo cansado se sublevó a principios de 1917, derrocó al zar y lo sustituyó por un gobierno provisional. Paradogicamente estas noticias fueron bien recibidas por los aliados que pensaban en el nuevo gobierno con un nombre que sonaba mucho más democrático. La situación en Rusia tomó un cariz horriblemente dramático para los aliados a finales de 1917, cuando los bolcheviques, dirigidos por Lenin y Trotski, se hicieron con el control del país mediante un golpe de Estado limpiamente ejecutado (disfrazado inteligentemente como una revolución) y apartaron del poder al gobierno provisional, demostrando el hecho de que si tu objetivo es establecer un nuevo gobierno y lo denominas Gobierno provisional, probablemente acabe siéndolo. En febrero de 1918, cuando los bolcheviques declararon que dejarían de luchar en esa guerra imperialista y capitalista contra Alemania y que sus soldados regresarían a casa, los aliados sufrieron el golpe de la paz con toda su fuerza. La retirada de Rusia significaba la transferencia potencial de unas setenta divisiones alemanas desde el frente del este al del oeste.
En pago de deudas contraídas por Lenin, los bolcheviques firmaron con entusiasmo el tratado de Brest-Litovsk ante Alemania el 3 de marzo de 1918, regalándose una completa y absoluta derrota. Los aliados estaban desesperados por lograr que los rusos regresasen al terreno de juego, y si para ello Rusia tenía que cambiar su gobierno otra vez, pues que así fuese.Y ya de paso finalizar con el experimento del comunismo, cuyo objetivo declarado era erradicar el capitalismo y destruir todos los gobiernos de los aliados.
A Wilson le cayó del cielo una estupenda tapadera: la legión perdida checa. La legión, que contaba con una fuerza de unos 30.000 hombres, había estado combatiendo contra los alemanes y austríacos. Cuando los rusos salieron de la guerra, los checos, cuyas filas estaban repletas de desertores del ejército austríaco, se convirtieron en soldados sin guerra. Los checos obtuvieron entonces permiso de los bolcheviques para viajar en el tren Transiberiano hasta el puerto de Vladivostok, en la costa del Pacífico, desde donde los franceses accedieron a conducirlos de regreso al frente occidental.Además, gran parte del equipo que los aliados habían enviado a los desagradecidos rusos se estaba oxidando en los muelles de Vladivostok, así como en los puertos rusos del norte de Arcángel y Murmansk. Los aliados eran los propietarios del equipo y, ya que los rusos iban a dejar de intervenir en la guerra, querían que se lo devolviesen.
El memorando de Wilson no recogía las ideas concretas de un líder militar; a Graves no le quedó más opción que interpretar el confuso contenido del memorando de invasión de siete páginas, en el que lo único que quedaba claro era el siguiente mensaje: invade Rusia, pero sin causar problemas.
El 1 de septiembre de 1918, después de desembarcar en Vladivostok, el general Graves descubrió que su fuerza de invasión estaba rodeada de enemigos: rusos hostiles (tanto los bolcheviques como los antibolcheviques, los blancos), así como los franceses y los británicos, que estaban trabajando abiertamente para derrocar a los bolcheviques e intentar engañar a los americanos para que los ayudasen a disparar contra a algunos de ellos. La propia ciudad de Vladivostok estaba controlada por una parte de las tropas checas, que al parecer intentaban encontrar el modo de conseguir que sus hermanos, que estaban encallados en mitad de Siberia, saliesen de Vladivostok. Y para acabar de complicar la cuestión,una gran fuerza de tropas japonesas estaba al acecho tratando de aprovecharse del caos existente en Rusia para apoderarse de algunas zonas del territorio ruso.
El general Graves no tardó en deducir, acertadamente, que prácticamente cualquier actividad que realizasen las tropas estadounidenses podría causar una confrontación con alguno de aquellos grupos armados así que aprobó un plan diseñado para frustrar cualquier amenaza contra los soldados de infantería americanos: las tropas norteamericanas se encargarían de vigilar edificios vacíos cuyo alquiler el gobierno norteamericano estaba pagando a los terratenientes rusos, explorar la ciudad, beber vodka y perseguir mujeres. Dormían en los viejos barracones zaristas, que se habían construido sin aseos, al estilo ruso. Las primeras bajas estadounidenses ocurrieron el 16 de septiembre de 1918, después de un encuentro con los bolcheviques, que, tras oír el rumor de que estaban siendo invadidos, se unieron a los prisioneros alemanes y austríacos para atacar a los aliados.
En octubre llegaron más tropas aliadas a Vladivostok y se extendieron por toda Siberia. En total ya sumaban 9.000 americanos, 1.000 franceses, 1.600 británicos, 72.000 japoneses y la inverosímil cifra de 12.000 soldados polacos, todos ellos invadiendo Rusia. El general Graves, con todas sus opciones obstaculizadas por su cargo como jefe de la fuerza de invasión, continuó su desesperada batalla para no desencadenar una guerra:británicos y los franceses querían explotar el frente siberiano para derrocar a los bolcheviques y reemplazarlos por un gobierno que continuase luchando contra Alemania, las tropas japonesas seguían ocupando tierra y no la devolvían…Tal como expresó un confuso soldado norteamericano: «¿Qué demonios estamos haciendo aquí? Después de meditarlo, hemos llegado a la conclusión de que vinimos para evitar que los japoneses se hiciesen con el control, los ingleses vinieron para vigilarnos a nosotros, los franceses para controlar a los ingleses, y así sucesivamente».
El 17 de noviembre, el almirante Kolchak asumió el control del gobierno ruso blanco en Omsk, ciudad siberiana del interior, y se autoproclamó Gobernante Supremo de todas las Rusias. Los aliados, que buscaban a un hombre fuerte que les arrebatase el poder a los rojos, creyeron haberlo encontrado en el Gobernante Supremo y empezaron a suministrarle provisiones mediante el ferrocarril Transiberiano.Graves prosiguió con su brillante estrategia de no hacer absolutamente nada en el creciente tumulto de la guerra civil rusa.
En la primavera de 1919, el gobierno de Kolchak dio su aprobación al plan de los aliados para gestionar los decrépitos ferrocarriles siberianos. Graves, satisfecho de tener al fin a sus soldados haciendo algo que no fuese empinar el codo e ir a los burdeles de Vladivostok, trasladó a sus fuerzas fuera de la ciudad y tomó el control de una sección del ferrocarril apoyando al gobierno de Kolchak.En julio de 1919, Graves recibió instrucciones de Washington para que visitase a Kolchak en Omsk, puesto que el mes anterior, el gobierno americano y los aliados le habían prometido que proporcionaría municiones y comida a su gobierno.Graves llegó a Omsk después de un largo viaje en tren a través de Siberia, por el lago Baikal, en lo más profundo del interior…, a tiempo para ver la caída del gobierno de Kolchak.
Kolchak, sin el apoyo de la legión checa y con un ejército que no era más que una banda ingobernable de cosacos, llegó a la conclusión de que lo mejor era salir de alli y en noviembre traspasó el mando de los blancos a Semenov. Pero los checos lo capturaron y entregaron a los rojos junto con el oro capturado a cambio de un salvoconducto para salir de Rusia.El general Graves, ya firmemente al mando del puerto, los bares y los restaurantes de Vladivostok, veló por la partida de los soldados checos, que, más de un año después de finalizada la Primera Guerra Mundial, zarpaban finalmente hacia su patria. Ya no había más tapaderas, así que ya era hora de irse.Pronto llegó el transporte de barcos americanos, que fueron cargados con el botín de guerra: ochenta viudas rusas de soldados. Los números oficiales cifran las pérdidas americanas en 137 muertos en acción, y otras 216 muertes adicionales por causas tales como accidentes y enfermedades.
En su libro, el general Graves resumió su papel en este sorprendentemente estúpido conflicto con un eufemismo típico: «Estuve al mando de las tropas estadounidenses enviadas a Siberia y tengo que admitir que no sé qué intentaba conseguir Estados Unidos con la intervención militar».
Woodrow Wilson sufrió un ataque al corazón en 1919 y su esposa se convirtió en presidente de facto hasta el fin de su mandato. Mientras ella estuvo al mando, ocultó el presidente enfermo al vicepresidente y al gabinete. Ella no invadió ningún país y Wilson murió en 1924.El general William Graves se retiró del ejército en 1928 y escribió un libro criticando toda aquella experiencia. Los bolcheviques mantuvieron a Kolchak encerrado en prisión durante algunas semanas y, como era de esperar, lo pusieron contra el paredón y le fusilaron el 7 de febrero. La Unión Soviética siguió siendo comunista hasta 1991.
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