El Proyecto Habbakuk, impulsado por Inglaterra, es una muestra más de que la extravagancia no era exclusiva de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, bien al contrario. Pero para entender la génesis de este proyecto, debemos situarnos en el contexto en el que nace. 1942: Europa esta ocupada por Alemania y sus aliados desde los Pirineos hasta las estepas de la Unión Soviética y los U-boats de la Kriegsmarine están causando enormes perdidas a la flota mercante aliada ya que su principal línea de suministros cruzaba el Atlántico Norte. El almirantazgo llamaba a aquella zona la «brecha del centro del Atlántico»,una franja de mar de 480 kilómetros a la que los marinos a menudo se referían a como «El pozo negro», por la gran cantidad de barcos que habían sucumbido a mano de los torpedos alemanes. Pero al contrario de lo que sucedía con sus homónimos alemanes, los científicos aliados cuentan con presupuestos y recursos casi infinitos que derrochar y se ponen manos a la obra ideando nuevas armas que les permitan dar un giro a la situación. Nace así un ambicioso proyecto: la creación de un portaaviones de hielo, el H. M. Habbakuk.
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Geoffrey Pyke |
Cuenta el anecdotario popular que el Primer Ministro Británico, Winston Churchill , se encontraba tomando uno de sus habituales baños cuando fue sorprendido por Lord Louis Mountbatten, tío del actual rey consorte de Gran Bretaña.“Tengo un material que va a cambiar el curso de la guerra”, y arrojó un pedazo de hielo a la bañera. Otra versión asegura que el pykrete fue presentado durante una reunión en la que Mountbatten quiso destacar su gran poder de resistencia disparando sobre él, pero la bala rebotó y terminó perforando el pantalón del almirante Ernest King. Aunque lo más probable es que ninguna de las dos versiones sean mas que pura invención.
No obstante, la idea original del proyecto la tuvo, meses antes, un científico del Centro de Operaciones Combinadas del ejército británico: Geoffrey Pyke, un hombre de mente lúcida y apariencia descuidada, con una aspecto permanente de no haberse bañado ni peinado en días. Pyke protagonizó una de las fugas más célebres de la I Guerra Mundial cuando escapó de la cárcel de Ruhleben (Alemania). Sus creaciones eran del todo menos convencionales; fue uno de los precursores del radar con su sistema de micrófonos elevados por globos para localizar por triangulación aviones enemigos. Aunque era un hombre de gran inteligencia y vivo ingenio, tampoco era el primero en plantearse semejante ocurrencia. El científico alemán Gerke von Waldenburg propuso exactamente lo mismo en 1930, e incluso realizó algunas pruebas en un lago de Zurich.
Así pues si Pyke aseguraba que era posible construir un buque de guerra con hielo, debía ser factible, pensó Mountbatten, aunque en la Royal Navy era esta posibilidad era vista mas bien con escepticismo, cuando no directamente como una payasada. No obstante Mountbatten le pidió que desarrollara su idea. Obtuvo carta blanca para iniciar su investigación y realizó las primeras pruebas en el almacén de carne de un mercado londinense, el Smithfield Meat Market, donde existía un enorme frigorífico con el que podía experimentar. El diseño inicial de Pyke consistía en un enorme bloque de hielo refrigerado mediante tubos de aire frío construidos en su interior. Pero aunque el hielo es duro, también muy quebradizo y tiende a deformarse bajo altas presiones. De esta manera, el primer objetivo de los investigadores era mejorar las propiedades del hielo para convertirlo en un material muy resistente y fácil de reparar, algo indispensable para soportar los impactos del fuego enemigo.
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pykrete |
Este problema fue resuelto por científicos estadounidenses del Instituto Politécnico de Brooklyn,Max Ferdinand Perutz, un biólogo molecular que obtuvo el Premio Nobel de Química en 1962 y Herman F. Mark. el que sería el padre de los polímeros. Probaron diferentes aditivos para conseguir que el hielo fuese más resistente.
Mezclando agua de mar con virutas de celulosa (serrín) en una proporción del 86-14%, el hielo así formado adquiría una resistencia 14 veces superior al hielo convencional.No solo flotaba y podía ser moldeado con facilidad, sino que además exhibía una notable resistencia a los proyectiles y tardaba mucho más en derretirse. Este «nuevo» material fue denominado «Pykrete» en honor al propio Geoffrey Pykeuna combinación que hacían referencia a Geoffrey Pyke y a concrete, la traducción inglesa de “hormigón”. Según parece fue un pequeño bloque de este material lo que Mountbatten dejó caer en la bañera de Churchill aquel día de 1942.
Esta denominación terminó por ser muy acertada ya que para hacernos una idea de la resistencia del nuevo material baste decir que el punto de rotura del hormigón es de 21 megapascales, mientras que el del pykrete podía oscilar, según fuera su composición, entre los 15 y los 25 megapascales. Salvado el problema de la resistencia, el único bache que debía sortear el nuevo material era el relacionado con su flotabilidad porque, aunque el pykrete podía flotar, Perutz advirtió que las corrientes lentas de hielo producen un fenómeno conocido como “flujo plástico” que puede provocar el hundimiento lento de un barco hecho a base de este compuesto si su temperatura no se mantiene a -16ºC. Así que se debía aislar la superficie del barco, que, además, debía contener un equipo de refrigeración y un complicado sistema de conductos. A pesar de todo, Pike se mostró muy optimista, pues estaba convencido de que estos problemas se solucionarían en el proceso de construcción. Con estas alentadoras noticias y tras pocas semanas de investigación Geoffrey Pyke se apresuró a presentar el nuevo material a los altos cargos del Ejército aliado.
Solucionados estos problemas iniciales, Pyke recibió vía libre para construir un primer prototipo del, el HMS Habakkuk, un portaaviones descomunal: 610 metros de largo, 90 de ancho y 45 de alto, tres veces mayor que el Titanic y casi equivalente a tres portaaviones de la clase Nimitz. Aquel gigante era más una isla flotante que un barco. El hielo de su casco debía tener al menos 12 metros de grosor para resistir el impacto de torpedos y en caso de daños las reparación eran tremendamente simples: añadir más Pykrete. Se movía impulsado por varios motores independientes adosados a su casco que le permitirían alcanzar un máximo de 7 nudos/hora (13 km) y debía tener una autonomía de 11.000 kilómetros. Debía ser capaz de soportar las embestidas de las mayores olas conocidas. La capacidad de transporte del Habbakuk debía ser capaz de poder albergar una flota aérea completa de bombarderos que pudieran despegar y aterrizar en él, lo que requería una pista de aterrizaje de más 600 m de longitud.
En cuanto al armamento incluiría 40 cañones dobles de 4,5”, torretas de combate y decenas de cañones antiaéreos. Para mover la fortaleza sería necesario disponer de turbogeneradores de vapor con una potencia de 33.000 caballos que suministraran energía suficiente a los 26 motores eléctricos que se montarían en el exterior del barco para evitar el calor desprendido por los mismos. Uno de los problemas que nunca llegó a solucionarse fue el relacionado con la dirección del buque. Estaba previsto que este pudiera girar variando la fuerza de los motores instalados en sus laterales, pero la Royal Navy dejó claro que el navío tendría que tener un timón, algo que en una embarcación con una altura propuesta de 30 m se hacía extremadamente complicado. El proyecto se tornaba cada vez más complejo y mientras tanto la guerra mantenía su ritmo acelerado, desencadenando acontecimientos que podían perjudicar el destino del portaaviones de hielo.
A comienzos de 1943, Pyke recibió un presupuesto de 5.000 libras y fue enviado a Canadá donde comenzó la construcción de un prototipo en el Lago Patricia, al pie de las Montañas Rocosas. El prototipo medía 18 metros y pesaba 1.000 toneladas. Situado en un lugar de difícil acceso del parque nacional de Japer (Canadá), un enclave lo suficientemente aislado como para ocultar el prototipo que se mantendría refrigerado gracias a un motor de un caballo de fuerza. Los bloques de hielo eran trasladados desde el lago Louise (Alberta, Canadá). Los trabajadores construyeron una gigantesca base que descansaba sobre la superficie del lago. Sobre ella erigieron el armazón del prototipo, que después se cubriría de bloques de pykrete. Las juntas se cerraban con una especie de alquitrán para mantener la estanquidad de aquel enorme cubo helado. Si el prototipo funcionaba, se esperaba que los canadienses acabaran de construir el buque en 1944, para lo cual necesitarían 300.000 toneladas de pulpa de madera, 25.000 toneladas de tableros de fibra aislante, 35.000 toneladas de madera y 10.000 toneladas de acero.
Los canadienses, desconocedores de lo que estaban construyendo, bautizaron el proyecto como El arca de Noe. Pronto descubrirán que fabricar un barco con aquel material era mucho más complejo y caro de lo habían calculado inicialmente. El serrín no era tan caro como el acero, pero tampoco es que fuera muy abundante y la cantidad necesaria para construir el barco (300.000 toneladas) hubiera afectado a la producción aliada de papel.
Sin embargo, el principal escollo del proyecto seguía siendo el “flujo plástico”, un inconveniente que no se había solventado y que amenazaba con elevar significativamente el coste del prototipo. A pesar de esto, Pyke no se mostró preocupado; por el contrario, tras ver el prototipo acabado y comprobar la fiabilidad del proyecto se sintió ciertamente eufórico. Las complicaciones obligaron a los canadienses a retrasar la entrega del prototipo y a solicitar más acero para terminarlo, lo cual incrementaba, una vez más, los costes. La situación llevó al Reino Unido y a Canadá a solicitar fondos a Estados Unidos, algo que este país aceptó con una única condición: expulsar del proyecto a Geoffrey Pyke. No era un secreto que las relaciones de este con EE.UU. no eran buenas tras las reyertas surgidas en relación con un trabajo anterior del inventor: el Proyecto Plough. De esta manera se vio desvinculado del proyecto y finalmente se suicidó poco tiempo después.
Con Perutz al frente del proyecto, los jefes de Estado Mayor se reunieron en agosto de 1943 para discutir las posibilidades del futuro e innovador barco. Con la incorporación de Estados Unidos el plan inicial se vio modificado y se volvió más ambicioso. Pero el presupuesto inicial de 700.000 libras creció hasta los dos millones y medio (unos 100 millones de libras actuales), no se había decidido cómo instalar un timón para que el barco pudiera maniobrar en alta mar y no dejaban de surgir todo tipo de problemas técnicos. Lo paradójico del caso es que un barco que iba a ser fabricado con hielo para reducir los costes y sustituir al costoso acero iba a necesitar mucho más de este último material de lo que podían imaginar: Kilómetros de tuberías de acero para refrigerar el barco, la construcción de las centrales eléctricas y sus motores e, incluso, de una enorme fábrica-congelador para producir el pykrete requerían toneladas y toneladas de acero. La caca vez mayor importancia del Proyecto Manhattan, contribuyó a que el portaaviones de hielo se fuera “diluyendo” en el olvido.
El gobierno inglés terminó por abandonar la idea y decidió adoptar soluciones más sensatas al problema del centro del Atlántico. Se construyó un aeródromo en las Islas Azores, y se mejoraron los tanques de combustible de los bombarderos aliados para alargar su autonomía. La Junta para el Desarrollo del Habbakuk se reunió por última vez en diciembre de 1943 para llegar a la siguiente conclusión:
“El gran Habbakuk II de pykrete ha resultado ser poco práctico debido a la enorme producción de los recursos necesarios, lo que además se une a las enormes dificultades técnicas que entraña”.
Decenas de planos, cientos de hojas con apuntes técnicos y trazos de ingenieros, y un nuevo material –el pykrete– fueron el legado de un innovador proyecto que brilló más por su originalidad que por su utilidad. Con su suspensión, aquel primer prototipo construido en el lago Patricia permaneció intacto durante todo un año, tras lo cual se derritió. El prototipo fue despojado de todas las piezas que pudieran ser de utilidad y hundido en el lago. El pecio será filmado por primera vez en 1970. Hoy, una placa en la orilla del Lago Patricia conmemora el intento fallido de crear este extravagante navío.
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