Cinco han sido los Presidentes de Gobierno españoles asesinados entre1870, cuando se produce el primer atentado mortal contra un presidente, el General Prim, y 1973, con la muerte del almirante Luis Carrero Blanco, asesinado por la banda terrorista ETA.
Juan Prim y Prats
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Juan Prim y Prats |
Juan Prim y Prats fue una autentica fuerza de la naturaleza: militar de reconocido valor, condecorado con la Cruz Laureada de San Fernando en dos ocasiones, Capitán General de Puerto Rico, comandante de la expedición española enviada a Melilla para sofocar la insurrección de los rifeños en 1856, fue nombrado Marqués de los Castillejos en reconocimiento a sus éxitos durante la Guerra de África (1859-60); comandante al mando del cuerpo expedicionario español enviado a México, en colaboración con fuerzas francesas y británicas, para obtener del gobierno de Juárez el pago de las deudas pendientes, Juan Prim y Prats es una de los personajes más extraordinarios de nuestra historia.
Conspiró continuamente para derrocar a los gobiernos moderados, e incluso a la propia Isabel II: intentó un fallido desembarco en Valencia (1865); organizó la sublevación del Cuartel de San Gil (1866); promovió el Pacto de Ostende entre progresistas y demócratas (1866), al que se sumaron los unionistas tras la muerte de O’Donnell (1867). Y, finalmente, impulsó la Revolución de 1868, en colaboración con Sagasta, Serrano, Ruiz Zorrilla y Topete que destronaría a la reina Isabel II. En el inmediato gobierno provisional presidido por Serrano, Prim se encargó del Ministerio de la Guerra (1868-1870. Serrano pasó entonces a ejercer la Regencia mientras se encontraba un rey para el vacante trono de España, sustituyéndole Prim como presidente del Consejo de Ministros el 18 de junio de 1869. Prim ofreció la corona a Espartero, duque de la Victoria, a sabiendas de que la rechazaría, como así ocurrió finalmente, tras lo cual optó por Amadeo, duque de Aosta, quien puso como condición la conformidad de las principales potencias europeas. Conseguida ésta, finalmente aceptó y el 26 de noviembre de 1870 era elegido por 191 votos como rey Amadeo I de España. El 27 de diciembre partía hacia España. Ese mismo día, 27 de diciembre de 1870, el general Prim era víctima de un atentado en Madrid.
Prim era un hombre confiado que se movía por Madrid sin escolta alguna en una berlina, el frágil carruaje que recibía su nombre de la ciudad en la que había sido concebido. En el Parlamento, acababa de conseguir la aprobación de las últimas propuestas relacionadas con la Casa Real y tenía que preparar el viaje a Cartagena, al día siguiente, para recibir al monarca. Eran alrededor de las 19:30 y en Madrid nevaba profusamente. El general se despidió de diputados y ministros, cruzó unas tensas palabras con el líder de los republicanos y se dirigió a su coche, una berlina verde de cuatro ruedas tirada por dos caballos, que le aguardaba en la puerta del Congreso de los Diputados, con los cristales cerrados para proteger el interior del frío y la tormenta de nieve. El cochero puso en marcha el vehículo en cuanto subieron el general y sus acompañantes: el coronel Moya, que se sentó en la delantera, y su ayudante personal, Nandín, que se acomodó a su lado, en el asiento trasero. La berlina emprendió su ruta habitual, por la calle del Turco, hoy calle del Marqués de Cubas, hacia el Ministerio de la Guerra en el Palacio de Buenavista, donde estaba por entonces la residencia presidencial.
Al llegar a la calle del Turco el cochero observó que había dos carruajes de caballos atravesados en el camino y tuvo que detener la berlina en medio de la densa nevada. Un segundo después el coronel Moya se asomó a la portezuela para tratar de arreglar la situación y contempló con alarma cómo tres individuos vestidos con blusa, sin duda alertados de la llegada de Prim, se dirigían hacia el coche armados con lo que le parecieron carabinas o retacos, aunque uno de ellos llevaba con seguridad una pistola. No tuvo tiempo nada más que para decir: «Bájese usted, mi general, que nos hacen fuego». Sus palabras quedaron interrumpidas por el ruido de las detonaciones, al menos tres por el lado izquierdo y otras dos por el derecho. Los cristales se rompieron y uno de los asesinos consiguió meter en el interior de la berlina el cañón del arma que portaba, tan cerca del general Prim que la cara de éste quedó tatuada por los granos de pólvora. Su ayudante, Nandín, en un movimiento desesperado, trató de protegerlo interponiendo su brazo. Las balas le destrozaron la mano, y quedaron esparcidos esquirlas y pedazos de carne abrasada.
La agresión duró sólo unos segundos, apenas los mismos que el cochero tardó en reaccionar, golpeando con su látigo casi por igual a los agresores y a los caballos hasta romper el cerco y huir hacia la calle Alcalá. Se dirigieron a toda prisa hacia el Ministerio de la Guerra. Al llegar a palacio los dos heridos descendieron de la berlina, ayudados por Moya y el cochero. El general subió por su propio pie la escalerilla del ministerio, apoyándose en la barandilla con la mano afectada y dejando en el suelo un reguero de sangre. Al encontrarse con su esposa forzó un gesto tranquilizador para decirle que sus heridas no revestían gravedad.
Cuando llegaron los médicos apreciaron rápidamente los destrozos en los dedos de la mano derecha, de tal envergadura que fue preciso amputar de inmediato la primera falange del anular, quedando en peligro de amputación el índice. Aunque lo más preocupante era el «trabucazo» que el general presentaba en el hombro izquierdo. Le había sepultado al menos ocho balas en la carne. Los cuidados médicos se prolongaron hasta la madrugada. A las dos de la mañana se le habían extraído siete balas.
Entre tanto, las noticias difundidas mentían sobre la gravedad de las lesiones: se quería que fuesen tranquilizadoras, en un momento en que era preciso mantener la calma en el país. La versión oficial nos cuenta que aun cuando las heridas no eran demasiado graves, el hecho que se infectaran le provocó la muerte tres días después. El motivo de la infección fue la introducción en su pecho de retazos del abrigo de piel de oso que llevaba por el frío y que provocaron una sepsis. «Hoy desembarcará el rey y yo me muero», dijo instantes antes de morir, según «La Correspondencia de España». Recientemente, la Comisión Prim que investigó la muerte del Presidente asegura que murió al ser estrangulado. Según las investigaciones del criminólogo Francisco Pérez Abellán, Prim no murió como consecuencia del atentado de la calle del Turco, sino que fue posteriormente estrangulado por personas de su confianza en el palacio de Buenavista , donde residía y que era la sede del ministro de la Guerra (actualmente es el cuartel general del Ejército). Abellán sospecha que pudo ser el regente, general Serrano. Los mismos que había participado en el atentado del 27 de diciembre decidieron acabar con su vida al comprobar que no estaba herido en ninguna parte vital. Las fotos de la momia evidencian en el cuello lesiones externas causadas por un proceso de estrangulamiento. En la parte de la nuca y cuello, se aprecian claramente grandes surcos profundos que prueban que la muerte de Prim fue por asfixia debido a una estrangulación a lazo o cinto o banda de cuero. Lo cierto es que su brutal asesinato cambió el rumbo de la historia de España y ese hecho convierte su no esclarecido fin en una fuente de hipótesis y conjeturas.
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Amadeo I ante el féretro del general Prim |
Antonio Cánovas del Castillo
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Antonio Cánovas del Castillo |
Dirigente del partido conservador y fundador del régimen de la Restauración Borbónica, Antonio Cánovas del Castillo fue el principal protagonista de la vida política del último tercio del siglo XIX en España. El terrorismo anarquista había sumido a la España de los 90 en una espiral de atentados que pretendían favorecer la insurrección y para vengar la represión sobre los terroristas. El 7 de julio de 1896, cuando estaba pasando la procesión del Corpus por la calle de Canvis Nous de Barcelona hacia la iglesia de Santa María, un anarquista lanzó una bomba que causó 8 muertos. Más de 400 personas fueron arrestadas y trasladadas al castillo de Montjuic. El 4 de mayo de 1897 fueron ejecutados 5 de los condenados y otros 20 condenados a distintas penas de cárcel. El autor del atentado un anarquista francés apellidado Girault había escapado a Argentina.
El 8 de agosto de 1897, Canovas se encontraba junto a su esposa en el balneario guipuzcoano de Santa Águeda de Mondragón, donde estaba reponiéndose de sus dolencias. Se había detenido aquí de camino a San Sebastían, donde tenía previsto reunirse con la Reina Regente María Cristína de Habsburgo-Lorena. Ese domingo, el Presidente oyó misa en la parroquia de Santa Águeda y de vuelta al balneario estuvo leyendo la prensa sentado en un banco situado cerca de la puerta de cristal en el exterior del balneario. A la una del mediodía, se le acercó un individuo y le disparó tres veces: los dos primeros le causaron heridas en la cabeza y el tercero en un costado. Una hora más tarde moría. El diario “la Época” relató así lo sucedido: «El asesino, que sin duda le estaba espiando, se acercó y, apoyándose en la puerta para apuntar mejor, le disparó casi a quemarropa un tiro. La bala atravesó la cabeza del señor Cánovas, entrando por la sien derecha y saliendo por la izquierda. Al primer disparo siguieron otros dos. Por efecto del primero, el señor Cánovas se incorporó, yendo a caer a unos tres metros de distancia. Al incorporarse, le disparó el segundo tiro el asesino. La bala entró por el pecho y salió por la espalda, cerca de la columna vertebral. El tercer disparo fue hecho estando ya el señor Cánovas en el suelo».
El asesino se dio a la fuga, siendo detenido de inmediato la policía al grito de: «Soy anarquista , le he matado»; un teniente de la guardia civil le condujo detenido a la habitación de telégrafos del balneario. El asesino insistía que había asesinado al Presidente para vengar las vidas de sus “hermanos de Montjuic”.Angiolillo Michel, un anarquista italiano, había llegado a Barcelona a finales de 1896 y había trabajado en la tipografía de la imprenta de la calle Santa Margarita. Había estado condenado en Italia a trabajos forzados. Se había registrado en el balneario bajo el nombre de Emilio Rinaldini, como corresponsal del periódico Il Poppolo. Era un individuo que no tenía trato con ningún cliente, y según parece era el único huésped desconocido. En un principio quería asesinar a un miembro joven de la familia real, pero en el último instante, optó por el Presidente. Angiolillo Michel fue condenado y ejecutado por garrote vil el 20 de agosto 1897.
José Canalejas Méndez
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José Canalejas Méndez |
Canalejas se levantó temprano el 12 de noviembre de 1912; rechazó el coche oficial presidencial y decidió hacer el camino a pie hasta el Palacio Real. Después de despachar con el Rey salió de Palacio hacia su casa en la calle de Huertas, de Madrid.. En ella estuvo poco tiempo para dirigirse, caminando de nuevo, hacia la reunión del Consejo de Ministros. Por la Plaza del Ángel, la calle Espoz y Mina y la Puerta del Sol, se encaminó hacia el ministerio de la Gobernación. Cuando miraba el escaparate de la librería San Martín en la Puerta del Sol, el anarquista Manuel Pardiñas Serrano le descerrajó dos tiros en la cabeza, acabando así con la vida del presidente del gobierno de España. El propio reloj de Canalejas, roto en la caída, indicaba la hora exacta del magnicidio: las 11.25 de la mañana. El anarquismo español había vuelto a asesinar a un Presidente del Gobierno.
El diario ABC del 13 de noviembre de 1912, narraba así lo sucedido: «se acercó al presidente y, casi apoyándose en su hombro, le hizo un disparo con una pistola Browning. El criminal hizo un segundo disparo y, al ver que el Sr. Canalejas había caído al suelo, y que la gente se arremolinaba a su alrededor, trato de huir». Uno de los agentes de Policía que seguía al presidente a cierta distancia alcanzó durante la huída al anarquista, golpeándole con un bastón, momento en el cual no encontró otra salida que pegarse dos tiros en la cabeza para morir más tarde durante su traslado a la Casa de Socorro que había cerca de la Plaza Mayor.
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Libreria San Martin, donde fue asesinado el Presidente Canalejas |
El cuerpo de Canalejas fue trasladado al Ministro de la Gobernación, donde se certificó su muerte instantánea alrededor del mediodía del 12 de noviembre de 1912. El Rey llegó al ministerio 10 minutos después de cometido el asesinato y su esposa alrededor del mediodía. Nuevamente, el objetivo del anarquista no era el Presidente, sino el rey Alfonso XIII, que debía pasar por la Puerta el Sol a esa hora pero el asesino se encontró con Canalejas que iba tranquilamente paseando por la Puerta del Sol.
Eduardo Dato Iradier
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Eduardo Dato Iradier |
Martes 8 de marzo de 1921: la sesión del Senado había terminado y el presidente del Consejo de Ministros y líder del partido conservador, Eduardo Dato, acompañado por el marqués de Santa Cruz, se reunió en el despacho de ministros con algunos consejeros (Guerra, Gracia y Justicia, etc.) por espacio de unos minutos. Terminada la reunión, se dirigió a su vehículo que tomó la calle Encarnación hacia Arenal para dirigirse al domicilio del presidente, situado en Lagasca 4. Eran alrededor de las ocho de la noche cuando al alcanzar la plaza de la Independencia, entre Olózaga y Alcalá, junto a la Puerta de Alcalá, una motocicleta con sidecar ocupada por tres individuos, se aproximó a toda velocidad al coche de Dato, que iba recostado en la parte de atrás. En el vehículo del presidente no viajaba ningún escolta.
Abrieron fuego: dos de ellos con una pistola en cada mano mientras el otro guiaba la moto. Una auténtica lluvia de balas barrió el asiento del presidente.Tres balas hirieron mortalmente a Dato. Uno de los proyectiles le penetró por la región parietal izquierda, con salida por la región occipital; otro, con orificio de entrada por la región mastoidea, le salió por la región malar. El tercer proyectil, con orificio de entrada por la región frontal izquierda, no presentaba orificio de salida. Incluso la cartera que Dato llevaba en el bolsillo interior de la chaqueta quedó atravesada por un disparo.
Sin pérdida de tiempo, el chófer giró el coche en dirección a la Casa de Socorro situada en la calle Olózaga mientras los asesinos huían por la calle Serrano. Al llegar los médicos certificaron la muerte del Presidente
Horas más tarde la Guardia ya andaba tras la pista de que los sospechosos se habían ocultado en el número 77 de la calle Arturo Soria, junto a la granja avícola La Asunción.
El domingo 13 de marzo los inspectores encargados del caso lograron saber que los criminales tenían alquilado un cuarto en el número 164 de la calle Alcalá, donde detuvieron al anarquista Pedro Matehu que aunque iba armado con una pistola, no ofreció resistencia. La muerte de Dato se debió a un atentado anarquista que la organización justificaba como una venganza por la represión del anarcosindicalismo en Barcelona. La investigación posterior determinó que los autores materiales del asesinato habían sido Pedro Matehu, Juan Casanellas y Luis Nicolau, que escapó a Alemania, donde fue detenido y posteriormente, extraditado a España. Por el contrario, Casanellas se refugió en la URSS, escapando así al castigo. Matehu y Nicolau fueron juzgados y condenados a muerte, pero Alfonso XIII les salvó del patíbulo. Conmutada la pena por 30 años de prisión, al proclamarse la República fueron favorecidos por un indulto, por lo que los dos asesinos quedaron en libertad.
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Entierro de Eduardo Dato |
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