La historia de Marco Polo es ampliamente conocida en todo el mundo occidental. Su libro fue un gran éxito ya en su época (siglo XIII) y los relatos de sus viajes encendieron el interés por los viajes y la exploración en toda Europa, fiebre que culminará con el descubrimiento del Nuevo Mundo. Rabban Bar Sauma, monje chino de origen mongol contemporáneo – aunque menos conocido que Marco Polo – intentó una hazaña similar: viajó desde Pekín en China hasta Burdeos en Francia.
A diferencia de lo que sucede con Marco Polo, sabemos mucho de Rabban (que es un título equivalente a rabino, maestro o similar) Bar Sauma. Nacido en Beijing alrededor de 1220 en Pekin, Sauma era miembro de la fe nestoriana, una rama del cristianismo que considera a Cristo radicalmente separado en dos naturalezas, una humana y una divina, que es Dios y hombre al mismo tiempo, pero formado de dos personas (prosopōn) distintas. A la edad de 20 años, decidió convertirse en monje y vivió en una cueva difundiendo sus enseñanzas religiosas. Alrededor de 1.260, Sauma y uno de sus alumnos más jóvenes decidieron emprender una peregrinación a Jerusalén y los Santos Lugares de la tradición cristiana, atravesando el vasto Imperio Mongol a lo largo de la Ruta de la Seda tomando una ruta similar que Marco Polo también usaría. Ni mas ni menos que unos siete mil kilómetros a través de Asia bordeando el desierto del Gobi y atravesando los altiplanos del Himalaya a través del gran Ilkanato, en guerra continua con la Horda de Oro y el Kanato de Chagatai. Se trataba de una aventura sin precedentes en la época. El mismísimo Kublai Khan apoyó el viaje de los dos monjes proveyéndolos de fondos y de los salvoconductos necesarios. Pero al llegar a Siria, no pudieron seguir camino de Jerusalén por el supuesto peligro a lo largo de la ruta. En su lugar, visitaron a Maragheh en la actual Irán para la elección de un nuevo obispo de la Iglesia Nestoriana. Para sorpresa de Sauma, fue su discípulo, Rabban Marcos, el elegido.
El nuevo líder de su fe le asignó a Sauma la tarea asegurar una alianza europeo-mongol para aplastar a los musulmanes y retomar Jerusalén. El primer destino de Sauma fue Constantinopla, donde se encontró con el emperador bizantino Andronikos II. Sauma se sorprendió de la belleza de la ciudad pero tuvo poco éxito en su tarea diplomática y pronto partió hacia occidente, llegando a Sicilia en 1287. Alli observó la erupción del Etna del 18 de junio de 1287. Seis días después, también pudo ver la gran batalla naval en la bahía de Sorrento entre las flotas de Carlos II de Nápoles y de Jaime II de Aragón, rey de Sicilia, durante el conflicto de las Vísperas sicilianas. Pudo entrevistarse con el rey siciliano,aunque no tuvo más suerte de la que tuvo en Constantinopla.
Sauma viajó a Roma, donde llegó en mitad de una epidemia de peste,demasiado tarde para ver al Papa Honorio IV, que había muerto hacia unas semanas. Allí se reunió con los pocos cardenales que se hallaban en la ciudad para el cónclave y que no habían muerto o huido ante la enfermedad (el de 1287-1288 fue el cónclave más mortífero de la historia, con seis de los dieciséis electores muertos).Sin embargo, éstos parecían menos interesados en su misión diplomática que en sus creencias (el nestorianismo había sido declarado herejía en occidente en el siglo V en el Concilio de Éfeso) asi que Bar Sauma cambió su discurso religioso por el diplomático y continuo su viaje después de visitar Roma rumbo a Francia.
En París se entrevistó con el rey Felipe IV y le entregó los regalos enviados por el Ilkán, joyas y sedas persas.Puede que Felipe fuese joven e impetuoso pero no era estúpido y tras recibir a Bar Sauma con todos los honores le asignó un noble para que le acompañara en su viaje de regreso a territorio mongol. Antes de salir de Francia se dirigió a Gascuña, feudo entonces de la corona de Inglaterra, donde se reunió con Eduardo I en su castillo de Burdeos. Allí Eduardo Piernas Largasse sintió halagado de recibir a tan alto dignatario… y le manifestó su imposibilidad de alianza debido a las guerras en Gales y las revueltas en Escocia. Tras la negativa del rey de Inglaterra, a Bar Sauma ya sólo le quedaba pendiente la entrevista con el Papa.
El nuevo papa Nicolás IV, el primer papa franciscano de la historia, le concedió audiencia en marzo de 1288, entregándole una carta para el Ilkán donde le manifestaba su deseo de retomar Tierra Santa, «algo que desgraciadamente no estaba en sus manos». Y así, con promesas y buenas palabras, pero sin ninguna alianza formal y real, Rabban Bar Sauma emprendería el viaje de vuelta a Bagdad con las manos vacías, tras haber sido el primer diplomático oriental en entrevistarse con papas y monarcas europeos. Se instaló en monasterio de Maraghe, en el norte de Persia, y allí permaneció durante el resto de su vida escribiendo el relato de sus viajes. Allí murió en 1294, a la edad de 74 años, sin haber regresado a su tierra natal.
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