La vida de Mitrídates VI, rey del Ponto y formidable rival de la Roma republicana, está envuelta en las brumas de la leyenda. Su mito tuvo una enorme pervivencia posterior y fascinó no solo a sus enemigos romanos sino también a la posteridad.Se dice que su nacimiento y su ascensión al trono estuvieron marcados por la aparición de un cometa que se pudo ver durante dos largos meses, entre otras señales del hombre divino y providencial que fue.Mientras otros rivales desafiaron al creciente Imperio de Roma durante años, o incluso décadas, Mitrídates del Ponto mantuvo a raya a los romanos durante casi medio siglo mediante su habilidad política y militar yo sobre todo, por su astucia. Era rey del Ponto,uno de los mayores reinos de los muchos en los que se había desmenuzado Asia Menor después de la caída del Imperio Seléucida. Mitrídates, el sexto monarca que llevaba ese nombre (se le conoce a veces como Mitrídates VI Eupator, o «Mitrídates el Grande») hablaba con fluidez una docena de idiomas, era un autentico maestro de la intriga política y un experto en venenos, algo muy necesario para sobrevivir en el trono del Ponto. Para unos bárbaros que admiraban la capacidad física, Mitrídates era un rey formidable. Era extraordinariamente alto, y poseía una fuerza suficiente para controlar un carro tirados por dieciséis caballos. Disfrutó de muy buena salud durante casi toda su vida, a pesar de que le hirieron varias veces.
Aunque aseguraba descender de Darío, rey de Persia, e incluso de Alejandro Magno, la familia de Mitrídates procedía probablemente de una dinastía persa originaria de la ciudad persa de Cius, en el norte de Asia Menor. Mitrídates Ctestes (o «el Fundador») abandonó los conflictos de la política local de Cius y huyó al Ponto, que por entonces era un remanso político bajo el laxo y débil control del Imperio Seléucida, y allí consiguió en poco tiempo crear un reino y una dinastía. Estrabón, que era originario del Ponto, no la muestra como una tierra de contrastes; los marinos griegos habían fundado ciudades costeras y controlaban un intenso comercio con el mundo mediterráneo, mientras que las cadenas montañosas que se extendían por el interior del territorio desde la costa albergaban fértiles valles y montañas en donde vivían tribus salvajes que aún desafiaban el poder de Roma trescientos años después. Las cadenas montañosas se cruzaban con las líneas de comunicación entre el este y el oeste y, en consecuencia, el Ponto estaba formado por ciudades-estado casi autónomas, confederaciones de pueblos y entidades feudales.El clima templado y húmedo del Ponto favorecía la existencia de gran cantidad de olivos, madera y cereales, a lo que había que añadir la riqueza mineral en cobre, plata y hierro.Los recursos naturales abundantes y una población eminentemente campesina que no tenía excesiva necesidad de un gobierno central hicieron del Ponto un lugar capaz de resistir cualquier gran invasión recibiendo un daño mínimo; además, los resistentes pueblos de las montañas ofrecían excelentes guerreros.
Aproximadamente en el año 120 a. C, Mitrídates Evergetes, padre de Mitrídates el Grande, fue asesinado envenenado en un banquete por sus consejeros más cercanos, o acaso por su esposa y madre del joven Mitrídates, quizá por todos ellos. Puesto que era el hijo mayor, aunque sólo tenía once años, Mitrídates ascendió al trono como Mitrídates VI. En realidad, el poder lo ejerció su madre,que gobernó apoyándose en una precaria alianza con algunos de los consejeros que habían asesinado a su esposo. La facción de la nobleza que apoyaba a su hermano menor conspiraba para que su reinado fuera lo más breve posible, y tampoco estaba seguro de poder contar con el favor de su madre.por aquella época Mitrídates comenzó a tomar dosis homeopáticas de veneno con la intención de desarrollar una resistencia al mismo. Fingiendo una adicción a la caza, consiguió apartarse del centro regio de Amaseia y pasó la mayor parte de su adolescencia en las regiones más salvajes y remotas de su reino.Cuando regresó ya adulto,dispuso de inmediato el asesinato de su madre y su hermano menor, a lo que siguió una purga entre la nobleza.Durante los años que pasó en aquel exilio autoimpuesto quizá también forjó la idea de vengarse de Roma por haberse anexionado la región de Frigia que dependía del Ponto.A continuación, el joven rey se dispuso a ampliar su reino y sus ejércitos conquistaron a los escitas y extendieron su reino, casi alrededor de toda la orilla norte del Mar Negro, hasta las fronteras de Macedonia. Tras esto dirigió su atención hacia el sur, obligando al pequeño estado de Armenia Menor a convertirse en una satrapía, y haciéndose con el control de su valioso puerto de Trapezonte. Entregó a su hija Cleopatra para que se casase con Tigranes, el monarca armenio y luego reclamó la soberanía de Paflagonia, alegando que ésa había sido la intención de su difunto padre, aunque se echó atrás cuando intervino Roma, trasladando sus miras al cercano reino de Capadocia. Quizá ya había estado allí antes, pues una tradición asegura que viajó de manera anónima por la región en los últimos años del siglo II a. C. para observar la situación por sí mismo (y ejecutó a su esposa, que había intentado envenenarlo a su regreso).
Como ocurría en la mayoría de reinos de Asia Menor, las querellas dinásticas en Capadocia eran constantes y caótica;Cuando la nobleza forzó la sucesión de Ariarates VI, éste fue asesinado por un tal Gordio, que rápidamente cayó bajo el control de Mitrídates. Tras el asesinato de Gordio, su viuda Laodice, hermana de Mitrídates, gobernó en nombre de su hijo pequeño Ariarates VII. Nicomedes, el rey del vecino reino de Bitinia apeló a Roma, y bajo la protección de ésta los capadocios expulsaron a las marionetas de Mitrídates e instalaron en el trono a un noble llamado Ariobarzanes. Puesto que no deseaba arriesgarse a un enfrentamiento directo con Roma, Mitrídates invitó a su suegro Tigranes a invadir Capadocia; Ariobarzanes huyó y se nombró rey a un pelele póntico. Roma respondió enviando como embajador al prometedor y ambicioso Lucio Sila, que consiguió hábilmente la restauración de Ariobarzanes en el trono. Cuando falleció Nicomedes de Bitinia,Roma se hallaba inmersa en plena revuelta de sus aliados italianos, por lo que Mitrídates aprovecho la ocasión y colocó en el trono bitinio a un pretendiente llamado Sócrates respaldado por el ejército póntico,invadió Capadocia y ejecutó a Ariobarzanes. Cuando Roma protestó, Mitrídates depuso dócilmente a sus marionetas de Capadocia y Bitinia.Pero M. Aquilio, presidente de una comisión enviada por los romanos para restaurar a los monarcas legítimos, no estaba interesado en las disculpas de Mitrídates, viendo en la mano una guerra fácil con la que obtener un buen botín en el rico Ponto; animó a los bitinios para que provocaran a Mitrídates mediante una serie de rápidos ataques de saqueo y este protestó ante el senado romano hasta que en vista de la inacción romana, se decidió a atacar él mismo a los salteadores bitinios, e inició así la primera guerra Mitridática (89-85 a. C). Aquilio y sus aliados se lanzaron a la invasión del Ponto pero Mitrídates estaba preparado y los esperaba. Derrotó a los romanos y bitinios en batalla y los rechazó en completo desorden hacia su provincia de Asia. Oprimida por administradores romanos corruptos y codiciosos recaudadores de impuestos, la población de esta provincia se rebeló alegremente y puso la provincia en manos del Ponto. Aquilio fue capturado y paseado por la región atado a un burro. Luego Mitrídates entregó a Aquilio el oro que éste tanto había codiciado, pero fundido y vertido por su garganta. Mitrídates envió órdenes secretas para que cualquier romano o italiano que fuera hallado en sus tierras fuera asesinado y en un solo día (conocido como las «Vísperas asiáticas») fueron asesinados más de 80.000 romanos e italianos.
Gracias a su poderosa flota de más de 300 naves Mitrídates consiguió conquistar las islas excepto Rodas, que mantuvo su lealtad a Roma a pesar de un intenso asedio. La mayor parte de las fuerzas pónticas marcharon a Grecia al mando del general Arquelao, y parecía que se iba a repetir la victoria de Asia Menor. El gobernador romano de Macedonia estaba ocupado con una invasión bárbara, y en el año 88 a. C. Aristón, tirano de Atenas, abrió sus puertas al ejército póntico. Eubea cayó poco después y el ejército de Mitrídates avanzó hacia Beocia.La población de Thespies resistió y, mientras intentaban superar este revés, los pónticos se enteraron de la llegada de un ejército romano compuesto por cinco legiones a las órdenes del mismo Sila que había devuelto su trono a Ariobarzanes cinco años antes. Los romanos avanzaron sobre Atenas y aunque Arquelao dirigió una defensa heroica, cuando vio que su causa estaba perdida, evacuó a su ejército por mar y marchó a Tesalia, donde unió sus fuerzas con la de otro ejército póntico que avanzaba desde el norte comandado por Arcadas, un hijo de Mitrídates. En el año 86 a. C. el ejército combinado del Ponto se enfrentó a los romanos en Queronea. La falange póntica, compuesta en su mayor parte por esclavos liberados de las ciudades griegas, combatió de manera heroica; por otra parte, la caballería romana se vio completamente desconcertada por una carga de los carros escitas surgidos de entre las líneas pónticas. No obstante, la habilidad de Sila como general, y la disciplina de las legiones romanas, provocaron primero la pérdida de confianza de sus enemigos y, a la postre, su derrota. Lo que siguió a continuación fue una masacre que destruyó cualquier esperanza póntica de mantener una presencia del Ponto constante en Grecia.
Mitrídates ya había demostrado que estaba dotado para el mando y era implacable en la victoria, pero en este momento dio pruebas de ser igualmente resuelto en la derrota. Rápidamente armó otro ejército para enfrentarse a las fuerzas romanas que habían desembarcado en Asia comandadas por Fimbria, un general que había asesinado al comandante nombrado por Roma. Fimbria derrotó a este nuevo ejército dirigido por otro hijo de Mitrídates, y puso cerco a Pérgamo, con lo que forzó al rey póntico a escapar por barco. Lúculo, almirante de Sila, había posicionado su flota con la idea de capturarlo, pero Fimbria pertenecía a una facción romana que se oponía a Sila; así pues, en lugar de compartir el éxito de la derrota de Mitrídates, Lúculo prefirió permanecer ocioso mientras escapaba. Además, en Roma,la competencia por dirigir la campaña contra Mitrídates había sido tan intensa entre la élite romana sedienta de gloria que la única forma que encontró Sila para resolver la cuestión fue conducir primero su propio ejército contra la misma Roma. La ira que había provocado esta acción se desbordó en un golpe contra Sila, y ahora éste debía regresar a Roma, donde había sido declarado fugitivo y enemigo público. Mitrídates, que también tenía problemas internos envió legados a Sila con la propuesta de renovar su antigua alianza con Roma para derrotar a sus enemigos dentro del país. Sila le contestó: «Es una pena que haya hecho falta la muerte de 170.000 de tus hombres para que te acordases de nuestra amistad». A continuación, invitó a Mitrídates a retirarse de todas sus conquistas, disolver la flota y pagar una indemnización de 2.000 talentos. Sila consiguió que se aceptaran sus condiciones, y Mitrídates recibió el dudoso título de «Amigo y Aliado del Pueblo Romano». Fue,sencillamente, una tregua, de forma que ambos bandos pudieron ocuparse de cuestiones más urgentes antes de regresar a su inacabado conflicto.
Mitrídates restableció el orden en sus provincias rebeldes.En el año 83 a. C. Murena, el comandante romano, se había ofendido por la lenta retirada de Capadocia del ejército de Mitrídates y, olvidándose por completo del tratado de paz, se dispuso a expulsar al rey por la fuerza.Mitrídates y su general Gordio organizaron una enérgica defensa, y Murena fue obligado a retroceder, momento en el que Sila. detuvo el conflicto y obligó a una paz llena de resentimiento en la que Mitrídates se apropió de una porción de Capadocia en compensación por el perjuicio sufrido, y Ariobarzanes reanudó sus varias veces interrumpido reinado sobre el resto del territorio.Otra orden perentoria de Sila le obligó a retirarse a regañadientes de toda la Capadocia, y además el senado se negó a ratificar la paz de Dárdano. Con la llegada de noticias sobre la muerte de Sila en el año 78 a. C, Tigranes de Armenia volvió a invadir Capadocia, llevándose deportados casi a un cuarto de millón de ciudadanos para poblar su nueva capital. Poco después, aproximadamente en el año 75 a. C, murió el rey de Bitinia, y Roma aprovechó la oportunidad para anexionarse todo el reino. Mitrídates no estaba dispuesto a quedarse mirando de brazos cruzados mientras sus mayores enemigos se apoderaban del Mar Negro, de manera que rápidamente invadió Bitinia y,mientras se encontraba todavía en esa campaña, lanzó un nuevo ataque contra Capadocia, de donde se había retirado entonces Tigranes. Roma entregó el mando de las operaciones a Lúculo,el mismo general que había permitido que Mitridates escapara y para colmo,sus tropas avanzaban tan a regañadientes y tan lentamente que Mitrídates tuvo tiempo de volverse contra un colega de Lúculo y derrotarlo.Además la flota póntica aumentó esta victoria al capturar sesenta barcos romanos.Espoleado por estos éxitos, Mitrídates se apresuró a tomar el puerto de Cícico en el que tras un largo asedio fracasó, y debió retirarse protegido bajo una tormenta de nieve.Lúculo lo persiguió, y dio muerte a decenas de miles de soldados pónticos mientras intentaban cruzar los ríos que bajaban muy crecidos, y todavía más cayeron en manos de los habitantes de Cícico que salieron en tropel de la ciudad en pos de sus antiguos sitiadores. Mitrídates consiguió escapar por barco con los restos de su ejército, aunque su flota también sufrió pérdidas debido al mal tiempo. El propio Mitrídates debió ser rescatado de un naufragio por unos piratas cilicios aliados.
Pidió entonces ayuda a Tigranes, y probablemente también a los partos para defender su reino. Envió un embajador para atraerse a su bando a los escitas por medio del soborno, e hizo llamar a su hijo que se encontraba en el norte. La caballería estaba casi intacta a pesar del desastre de Cícico, y fue enviada entonces a hostigar a los romanos que se aproximaban. Las ciudades que se encontraban en la línea de avance de los romanos contaban con poderosas guarniciones, y habían recibido la orden de resistir tanto tiempo como les fuera posible. Así pues, Mitrídates se enfrentó al reto de una invasión con el tipo de capacidad y resolución que los romanos tanto admiraban, en sí mismos.Armenia dio muestras de flaqueza, y el embajador enviado a los escitas se apresuró a huir con el oro, pese a lo cual, en la primavera del año 72 a. C. el Ponto estuvo tan preparado como le fue posible para el asalto de los romanos. Demasiado astuto para enfrentarse directamente a éstos, Mitrídates se concentró en cortar las líneas de abastecimiento de Lúculo. Tuvo algunos éxitos hasta que su caballería realizó un imprudente ataque contra un convoy romano en un valle demasiado estrecho para que sus caballos pudieran maniobrar correctamente. Los escasos restos de la derrota llevaron consigo el pánico al campamento de Mitrídates, especialmente cuando comunicaron que Lúculo les estaba pisando los talones.Mitrídates intentó retirarse, pero esto consiguió únicamente precipitar el derrumbamiento de su ejército, y él mismo corrió peligro de ser capturado hasta que uno de los asnos que cargaba el tesoro regio perdió su carga. Recoger y dividir este tesoro retrasó a los codiciosos soldados romanos con mayor eficacia que cualquier falange, aunque no fue suficiente para salvar al ejército póntico de verse finalmente dividido en varias partes.Esperando el inminente final de Farnaceia, la ciudad que albergaba su harén, Mitrídates ordenó que matasen a todas sus mujeres para evitar que cayeran en manos de los romanos y huyó a Armenia.
Durante los cinco años siguientes, hasta fines del 68 a. C. Mitrídates fue un prisionero a merced de su yerno Tigranes. Pero los soldados de Lúculo mostraron mucho entusiasmo por conquistar el Oriente y después de muchos años de campañas ininterrumpidas, sencillamente se negaron a seguir combatiendo por lo que de un plumazo, Lúculo se quedó sin ejército. Asi que con un puñado de sus propios soldados y un contingente armenio que le prestó Tigranes, Mitrídates se dispuso a reclamar su reino y el talento romano para el mal gobierno del Oriente hizo el resto,llevando a sus ciudadanos a ofrecerle una entusiasta bienvenida y a sus mercenarios tracios, que se habían pasado a los romanos, a regresar al bando de su antiguo señor.Con Ariobarzanes una vez más en Capadocia tras escapar de Tigranes, y el Ponto otra vez seguro, Mitrídates volvió al punto donde todo había empezado. Lúculo fue sustituido en el año 66 a. C. por un poco escrupuloso Pompeyo que había recibido poderes y competencias casi imperiales para resolver asuntos en Oriente. El nuevo comandante romano estableciendo una alianza con Partía que obligó a Armenia a abandonar el bando póntico. Utilizando la misma estrategia defensiva de antaño, Mitrídates se replegó al interior del Ponto, donde había repartido su tesoro entre varios castillos, y desde donde hostigó a los romanos con su caballería y como había ocurrido antes,la estrategia funcionó hasta que los romanos tendieron una trampa a la caballería y la destruyeron. Mitrídates quedó entonces arrinconado en su fortaleza de Dasteira, pero engañó a los romanos esquivando su vigilancia y escapando con su ejército. Los romanos lo alcanzaron y destruyeron su ejército, aunque el rey logró escapar nuevamente a lugar seguro. Pero esta vez no se podía esperar la ayuda de Armenia, cuyo rey se había visto obligado al final a someterse a Pompeyo.
La guerra se prolongó hasta el año 64 a. C. ya que desde el punto de vista práctico, el vencedor fue Pompeyo, pero no habría paz mientras Mitrídates siguiera vivo.Pompeyo sabía que Mitrídates se había retirado hacia el Mar Negro así que bloqueó las salidas de aquel mar, y confió en la diplomacia para que las tribus del norte le entregaran a rey. Esté tenía casi sesenta y ocho años y debía guardar cama a menudo a causa de una úlcera de estómago. Sin embargo, tras entrar en la región casi como un fugitivo, se hizo con el control mediante la pura fuerza de personalidad. Consciente de que su tiempo se acababa, exigió un último esfuerzo a su pueblo: se expropiaron las provisiones, se recaudaron impuestos abusivos y se realizaron levas forzosas reuniéndose una flota y un ejército de unos 36.000 hombres con los que pensaba marchar a lo largo del Danubio, traspasar los Alpes Cárnicos y penetrar en Italia. Pero sus tropas sospechaban, con razón, que Mitrídates solamente pretendía morir luchando en un último impulso desesperado frente al enemigo. El viejo rey, siempre rápido a la hora de descubrir traiciones, desbarató una conspiración en la que el principal implicado era su propio hijo, Farnaces. Por una vez, el hombre que había ejecutado a tantos de su propia sangre dudó, y Farnaces no le dio una segunda oportunidad. En el año 63 a. C, lideró una rebelión del ejército y arrinconó a Mitrídates en su ciudadela de Panticapeo. Intentó quitarse la vida tomando veneno; también sus dos hijas lo hicieron, y estas murieron rápidamente, pero Mitrídates, después de años tomando pequeñas dosis de veneno para prevenir su propio envenenamiento, apenas notó sus efectos, a pesar de dar un enérgico paseo a lo largo de las murallas para que el veneno corriese por todo su cuerpo. Finalmente, acudió a su guardaespaldas celta.El traidor Farnaces hizo lo que Mitrídates había supuesto, y entregó su cuerpo a los romanos.Consciente de que la importancia de un conquistador estaba ligada a la de sus enemigos derrotados, Pompeyo saludó a Mitrídates como el mayor monarca de su época, y su cuerpo fue enterrado con todos los honores.
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