El carro de guerra husita

sábado, 8 de diciembre de 2018

Las guerras husitas provocaron una breve pero significativa revolución en el arte de la guerra medieval; las innovaciones de Jan Zizka perdurarían de una forma u otra hasta bien entrado el siglo XVI. Pero, ¿quienes eran los Husitas?.Se trata de un movimiento reformador y revolucionario surgido en la Bohemia del siglo XV, y recibe su nombre del teólogo bohemio Jan Hus condenado y ajusticiado el 6 de julio de 1415 en la hoguera. Hus mantenía una posición muy crítica frente al poder eclesiástico, muy cercano a las de John Wyclif y los valdenses, opiniones que influyeron posteriormente en Martín Lutero. Su ejecución provocó gran indignación en Bohemia y sus seguidores fueron declarados herejes y excluidos de la Iglesia.

El 5 de junio de 1415, el Concilio de Cons­tanza, convocado para solventar el cisma de Occidente, abrió una causa aparte para abordar la figura de Jan Hus. El 18, Hus era condenado a la hoguera. Había llegado a Constanza con una protección expresa del rey Segismundo, a la cabeza del Sacro Imperio Romano, pero al cabo de 25 días fue encerrado en una mazmorra del castillo de Gottlieben, expuesto al frío y encadenado. Solo le dieron la palabra para que se retractase, y para aquello, prefirió callar. Jan Hus se había convertido en la cabeza visible del movimiento reformista bohemio, cuya tradición se remontaba al reinado de Carlos IV, en el siglo anterior.El 6 de julio de 1415 fue conducido a las afueras de la ciudad y amarrado a un poste con una cadena oxidada. Bajo sus pies prendieron los primeros haces de leña. Una comitiva del concilio le preguntó de nuevo si se retractaba, pero él rehusó: “La intención principal de mis predicaciones, de mis escritos y de todos mis actos fue la de arrancar a las gentes del pecado, y hoy quiero morir en paz en esa verdad que he enseñado”.

El movimiento husita asumió un carácter revolucionario desde el momento en que Jan Hus fue ajusticiado en Constanza. Los sacerdotes husitas celebraban un número creciente de asambleas por todo el país y mas y mas personas iban sumándose al movimiento, fundamentalmente entre los campesinos y las clases mas desfavorecidas que pronto se convertirán en el núcleo de los ejércitos husitas. El 2 de septiembre, como líder del Sacro Imperio, Segismundo recibió una carta de protesta (Prostestatio Bohemorum) en la que se declaraba que Hus había sido condenado con perfidia. La misiva llevaba el sello de 452 nobles de Bohemia y Moravia (territorio en la esfera del anterior), una reprobación sin precedentes a una decisión conciliar. La mezcla de nacionalismo y reforma había cuajado en aquella área, y la condena a Hus había avivado un orgullo nacional latente. Constanza alimentó un movimiento que iba a desafiar la autoridad de Roma y del Sacro Imperio durante más de quince años. El emperador Segismundo responderá declarando que aniquilaría de inmediato a todos los wiclifistas y husitas, lo que enfureció aún mas al pueblo, estallando revueltas en diversas partes de Bohemia. Tras la muerte de Hus, el movimiento reformista de Praga se trasladó de la capilla de Belén a la iglesia de Nuestra Señora de las Nieves, donde predicaba un joven e impetuoso discípulo suyo llamado Jan de Zeliv. Este recurría reiteradamente al Apocalipsis de san Juan en sus sermones, anunciando la llegada del Anticristo y apremiando a los partidarios de Hus a tomar la espada y mancharla con la sangre de sus enemigos. El 30 de julio de 1419, sus seguidores se congregaron ante Zeliv armados con palos y espadas, y él mismo, al terminar su sermón, dirigió aquellas hordas al ayuntamiento y una vez allí, lanzaron por la ventana a varios concejales sin mas contemplaciones. Aquella defenestración fue el comienzo de la revolución husita. Segismundo murió a las pocas semanas, el 16 de agosto de 1419 y los husitas no quisieron reconocer como rey a su hermano Segismundo porque en su día no había proporcionado a Hus el salvoconducto prometido, considerándole como su asesino. Durante los días siguientes a la muerte de Wenceslao, masas de husitas se adueñaron de iglesias y conventos en Praga, los destruyeron o los incendiaron. Este levantamiento duró varias semanas. En diciembre de 1419 se produjo el primer encuentro militar en las cercanías de Pilsen entre tropas reales católicas y un pequeño destacamento de husitas, que se alzó con la victoria; la bula del papa Martín V del 17 de marzo de 1420 dará lugar a una auténtica cruzada contra los herejes checos.

Pronto, como sucede con este tipo de movimientos, los husitas se dividieron en dos grupos: los moderados utraquistas o calixtinos moderados y los radicales taboritas (de la ciudad de Tábor en Bohemia del Sur). En 1420, después de la muerte del rey Wenceslao, lograron ponerse de acuerdo en un programa común: los Artículos de Praga, en el que exigían al poder real el reconocimiento de la comunión bajo las dos especies (los comulgantes debían comer la hostia y beber el vino), la libertad de predicación, la pobreza de los eclesiásticos y el castigo de los pecados mortales por igual, sin distinciones según el rango social o nacimiento del pecador. El rey Segismundo de Hungría, hermano de Wenceslao, se negó a aceptar sus peticiones, por lo que los taboritas se sublevaron provocando las guerras husitas (1419-1436). La facción taborita, de la que Jan Zizka creó los primeros ejércitos husitas no sólo exigía el cambio religioso, sino un cambio político y social. En la Bohemia meridional, un noble arruinado llamado Nicolás de Dresde consiguió reunir a cerca de cuarenta mil personas, que, organizadas en un temible ejército, tomaron la ciudad de Sezimovo Ustí y expulsaron de ella a la nobleza y el clero. Al norte de aquel emplazamiento, estos husitas fundaron una ciudad que representaba aquel orden nuevo que habría de venir. Tábor se erigió como una comunidad sin clases sociales ni propiedad privada, donde los jefes militares, los funcionarios e incluso los sacerdotes eran elegidos por la voluntad popular, toda una utopía milenarista.

En la primavera de 1420 llegó a Tábor Jan Zizka de Trocnov, otro noble en decadencia del sur de Bohemia. Zizka había organizado las primeras tropas husitas que se enfrentaron a la nobleza católica en Pilsen. Por su gran experiencia en combate, fue escogido hetman, jefe militar, y como tal condujo a las fuerzas taboritas a su primera gran victoria en Mladá Vozice. Jan Zizka y los otros líderes husitas radicales se enfrentaron con la desagradable perspectiva de contar sólo con campesinos, mal entrenados y equipados, con los que tener que enfrentarse contra los mercenarios y los soldados del emperador Segismundo. Jan Zizka desarrollará estrategias y tácticas nuevas y altamente eficaces para combatir esta amenaza, sobre la base de sus experiencias como mercenario en Polonia. La estructura de mando del ejército husita se organizó en base a cuatro capitanes, uno por cada uno de los cuerpos que los componían: carros, infantería, artillería y caballería.

Para contrarrestar con éxito el gran número de caballeros y a una infantería mejor equipada y entrenada, los husitas dirigieron su atención hacia el humilde carromato o vagón de transporte de mercancías. A partir de estos carros, Zizka creó un método de desplegar rápidamente en laager, en esencia, una fortaleza móvil. Una estructura similar había sido utilizada en la batalla de Tannenberg por los polacos para la protección de su campamento y equipajes. A partir de este wagenberg (literalmente fuerte de carros) los husitas ligeramente blindados estarían mejor equipados y protegidos para defenderse de sus oponentes. Eran carros de 4 ruedas en los que sus paredes laterales se inclinaban hacía afuera, fijando a la parte superior placas adicionales mediante bisagras, que podían ser levantadas y se fijaban formando una estructura parecida a un cobertizo (por lo general sin techo). Sen habían dispuesto orificios para permitir que arqueros, escopeteros y ballesteros pudieran disparar al enemigo con la máxima protección. Algunos carros se modificaron aún más con puertas o una rampa en un lado para permitir que los tripulantes embarcasen o desembarcasen fácilmente. Los carros también tenían un gran deposito lleno de piedras, bien unido a la parte trasera o bien dentro de ella, para aumentar la estabilidad y al mismo tiempo proporcionar proyectiles adicionales para la tripulación. Colgado debajo del cuerpo del carro, podía haber otro gran tablón articulado y perforado con ranuras de disparo que servía para cerrar el espacio bajo el carro permitiendo al mismo tiempo que la infantería pudiera disparar debajo del carro con relativa seguridad.

Carro de guerra Husita

También podían disponer de grandes manteletes para unir el espacio entre dos carros cuando se requería una formación defensiva rápida o extendida. Esta unión también proporcionaba una ventaja táctica, los carros unidos creaban zonas de fuego enfiladas. La fortaleza de carros o wagenberg era generalmente un rectángulo y a veces en círculo con los carros entrelazados y encadenados juntos. Si el tiempo y el enemigo lo permitían, se disponía una zanja a su alrededor y también estacas puntiagudas. Los huecos se cubrían mediante manteletes o paveses grandes. También es posible que estos se utilizasen para construir una segunda línea de defensa detrás de los vagones. En el interior de la fortaleza se mantendría la caballería, todo el bagaje y la impedimenta y la infantería no asignada como defensores a los carros. Esta infantería era utilizada como reserva para apuntalar las zonas debilitadas de la defensa o bien para dirigir un posible contraataque.

Cada carreta o tabor contaba con una dotación de unos 20 hombres: 2 conductores armados, 2 escopeteros, 6 ballesteros, 4 mayaleros, 4 alabarderos y 2 paveseros. Los vagones se organizaron en grupos tácticos básicos de 10 unidades y a su vez, los grupos tácticos de vagones eran asignados a una línea de combate, al mando de un Maestro de Línea (Zeilmeistern). El número de vagones por línea de combate variaba de 50 a 100 unidades, dependiendo del tamaño del ejército desplegado.

La ballesta era el arma predominante entre las tripulaciones de los carros husita, aunque uno de cada cuatro lanzadores de proyectiles en 1.430 probable tuviese un arma de fuego.Las ballestas y armas de fuego requieren muy poco entrenamiento para ser usadas y como tales eran las armas ideales para la creación de una fuerza de combate eficaz en un espacio muy corto de tiempo. El mayor problema de este armamento era el tiempo de recarga que dejaban sus usuarios vulnerables a los ataques. Esto fue parcialmente compensado por su uso dentro de los vagones, donde los laterales altos que protegían los disparadores. Para reducir aún más la vulnerabilidad de los disparadores y los propios carros Zizka convirtió parte de su infantería en unidades de apoyo. Estas unidades estaban equipadas con una mezcla de armas astiles cuya longitud podrían utilizarse eficazmente desde dentro y detrás de los carros. Era típico de las guerras de la época que la infantería usara una táctica basada en la defensa para disolver las líneas de caballería de asalto y a continuación lanza un contraataque; el carro de guerra husita también siguió este principio. La táctica básica consistía en comenzar la batalla en una fortaleza defensiva de vagones utilizando su enorme poder de fuego y su artillería (unidades independientes de los carros de guerra) para desbaratar los ataques enemigos contra los carros. Con el enemigo debidamente debilitado, a continuación suficientemente debilitado contraatacar con su infantería, mientras que su caballería salía de los lados del wagenberg para atacar los flancos del enemigo. El fuerte de vagones era muy vulnerable cuando no estaba cerrado, es decir,cuando no estaba en formación defensiva. Si era atacado por la caballería pesada antes de que fuera formado tenía muchas posibilidades de ser derrotado; esta era realmente la única posibilidad que tenían las unidades de caballería contra el fuerte de vagones, maniobrar rápidamente antes de que la formación fuese cerrada. Las columnas de carros contaban con exploradores y este servicio de reconocimiento funcionaba realmente bien, por lo que eran difíciles de sorprender. En algunas ocasiones los carros también fueron utilizados como un arma ofensiva, como autenticas columnas de carros de combate; según la crónica de Eneas Sylvius Piccolomini, los husitas rodearon a las tropas enemigas utilizando el giro de las alas y atrapando a las tropas opositoras en el interior, destruyéndolas. No obstante, habitualmente la capacidad de ataque se manifestaba en avances dinámicos y ataques de flanco con columnas y no atrapando al enemigo en el interior.

La artillería ligera de campo,llamada «taranisce» (pistola de caballete), era operada por dos hombres y se colocaba en las brechas entre los carros de guerra. Los tamaños de las piezas de artillería más grandes eran diversos; de cada cinco carros se equipó uno con un dispositivo de artillería ligera, cada veinticinco tenía un arma más grande y cada fuerte de carros disponía de una enorme «pistola de carros», que requería de 18 a 20 caballos para remolcarla. Los husitas serán los primeros en integrar la artillería su ejército.La organización que Zizka puso en marcha hizo posible que la artillería fuese dirigida centralmente, lo que permitía enfocar o dividir el fuego de los cañones como se requería tácticamente la situación. Hemos de recordar que hasta este momento la artillería en Europa funcionaba de manera similar a un gremio, donde los artilleros-maestros operaban sus propios cañones por altos salarios. Este método creó una burbuja de modernidad en la medieval forma de hacer la guerra.

Siempre que era posible el despliegue ideal para el wagenberg era ocupando un terreno elevado; si no había alturas, se debía intentar apoyar los flancos en un obstáculo natural como un río, lago o un pantano. El despliegue en un terreno elevado siempre tiene ventajas para la defensa, ya que se ralentizan las cargas enemigas y se cansa al atacar cuesta arriba;, si el suelo era lo suficientemente empinado también podría prever ataques de caballería obligando a los jinetes a desmontar. Aunque normalmente se optaba por un despliegue en forma cuadrada o rectangular, las características del terreno determinaron esencialmente la forma y el posicionamiento. El fuerte de vagones se formaba habitualmente a partir de columnas en marcha, a menudo en las cercanías de la enemigo. Según las tácticas generales de Zizka,inicialmente cuatro columnas avanzaban paralelas, llegando más tarde hasta avanzar en formaciones de 6 y hasta 8 columnas.En el orden de cuatro columnas, las columnas exteriores eran una vez y media más largas que Las dos columnas interiores. Las partes sobresalientes se denominaban alas. Cuando la columna de carros era atacada, las alas giradas hacia adentro y cerraban frente a la columnas internas. Así que prácticamente se formó un tabor dual. Este giro requería de gran habilidad por parte de los conductores de los carros. Solamente los verdaderos carros de guerra fortificados formaban la línea exterior y los carros de suministro y de transporte permanecían en las las líneas interiores.

La lucha de los husitas por sobrevivir contra los cruzados marcó el final de la forma de hacer la guerra de la Edad Media y trajo un muchas innovaciones importantes.El uso casi absoluto de la infantería era una necesidad para ellos ya que el movimiento se basaba principalmente en el campesinado. Zizka encontró la solución perfecta a los problemas de la movilización y de la defensa de la infantería. Como los campesinos tenían muchos carros, usó estos vehículos; los carros tenían que seguir a las tropas de todos modos, por lo que ofrecían una solución ideal para la fortificación de su campamento (el tabor). También brindaba a las fuerzas en retirada tras una batalla perdida la oportunidad de reagruparse y descansar. El papel del componente urbano en el movimiento husita facilitó el extenso empleo de las armas de fuego y necesitaban armas de fuego fáciles de manejar, que requiriesen de poco entrenamiento en su utilización; el arma personal de los fusileros era la “pistala”, (del checo píšťala,flauta, por la forma de estas armas), una pistola previa al mosquete. Se disparaba sin apuntar (las armas de fuego manuales no se dispararon apoyadas en el pecho o en el hombro hasta alrededor de 1450), por lo que los agujeros triangulares en los carros podrían haber ayudado a aumentar la precisión de los disparos.

Para 1433, Segismundo y los príncipes del imperio eran conscientes de que no podían resolver el conflicto con el poder de sus armas.El rey convocó dos cruzadas más en los años sucesivos, y en ambas se estrelló ante sus fieros rivales. En tiempos de paz, el equilibrio entre los rebeldes era poco menos que una acrobacia. Sin embargo, ante la amenaza exterior, ambas facciones se hermanaban, y el genio militar de Jan Zizka bastaba para contener a los cruzados.El hetman husita supo aprovechar el fanatismo religioso de sus hombres para formar un ejército disciplinado y cruel de una eficacia asombrosa. Zizka y sus victorias encontraron un sucesor a su altura en Procopio el Grande, que tuvo su bautismo de fuego en la batalla de Ústí. Fue en 1426, en el marco de la cuarta de las cruzadas que Segismundo lanzó contra los husitas, con idéntico resultado que las anteriores. Durante el mandato de Procopio, los rebeldes se hicieron dueños de la mayor parte de Bohemia y ganaron extensos territorios en Silesia, Moravia, Hungría y lo que hoy es Eslovenia, llegando en 1429 a las mismas puertas de Núremberg.

Roma envió a Bohemia a un nuevo legado, Julián Cesarini para convocar una quinta cruzada, movilizada dos años después, que prácticamente se quedó en el nombre: las fuerzas husitas eran tan abundantes que los cruzados, al ver el polvo que levantaban, emprendieron la huida sin dudarlo. Cesarini, en un ataque de pánico, abandonó en el campo de batalla su ropero, su sombrero cardenalicio y todos sus documentos.Cinco cruzadas fueron suficientes para Roma, que optó al fin por resolver el conflicto husita a través de la negociación en el marco del Concilio de Basilea, iniciado aquel mismo año de 1431. Roma pactó con los utraquistas su vuelta al redil a cambio de una versión muy atemperada de los Artículos de Praga, los Compactata, que les permitían seguir comulgando bajo las dos especies y mantener los bienes arrebatados a la Iglesia en Bohemia, aunque, como contrapartida, debían sostener materialmente al clero.

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