De Guillermo el Bastardo a Guillermo el Conquistador

martes, 1 de octubre de 2019

Una de las historias más curiosas de la Europa medieval es la de la dinastía y el pueblo normandos. Es la historia de un oportunismo, de un hombre en una época de violencia e inestabilidad. No es la historia de la construcción consciente de un reino y un pueblo, o de un hombre visionario, tampoco de un genio militar.  Sus seguidores eran tripulaciones de barcos procedentes de todas las costas del norte del Atlántico. Pero gracias a su oportunismo y a la codicia de tierras de sus seguidores, se fundará un nuevo reino y con él, un nuevo pueblo. También una dinastía de príncipes y reyes que perdura hasta nuestros días. No hubo pueblo ni frontera a la que estos guerreros no llegasen, desde Inglaterra hasta el imperio bizantino; derrocaban dinastías, conquistaban tierras y ciudades y desafiaban a grandes imperios de su época. De paganos a cristianos, de piratas a príncipes y reyes, los normandos ascendieron meteóricamente. Desde un pequeño asentamiento en el Sena en el año 911 hasta la conquista de Inglaterra, hoy acompañaremos a los normandos en la fundación y creación de su poderoso ducado y a uno de sus duques más célebres, Guillermo el bastado, como era llamado comúnmente, aunque con toda seguridad, no a la cara, desde su tempestuosa y tambaleante asunción del trono ducal hasta su coronación como rey de Inglaterra. Esta es su Historia.

FUNDACION DEL DUCADO DE NORMANDIA Y PRIMEROS DUQUES

El fenómeno normando comenzó con una pequeña flota de barcos escandinavos y sus diversas tripulaciones, que se adentraron en el estuario del Sena a principios de la segunda década del siglo X. Estos barcos no eran barcos no fueron, ni mucho menos, los primeros de su clase en navegar por ese río como tampoco sus tripulaciones fueron las primeras en apoderarse de la maltrecha ciudad de Ruán. ¿Qué tenían diferente? un líder de cierta habilidad, Hrolfr. No era un vikingo de gran linaje o con conexiones reales. Era uno de los muchos guerreros ambiciosos a la deriva en el Atlántico norte en aquellos días, un hombre cuyo barco había surcado los mares de Noruega a las Hébridas y hacia abajo en el Canal de la Mancha.  Hrolfr era más hábil que sus compañeros condes. Era capaz de imponerse a sus hombres y hacer que aceptaran su liderazgo incondicional. Su historia es una historia de oportunismo de un hombre en una época de violencia e inestabilidad. Y gracias a su oportunismo y a la codicia de tierras de sus seguidores, se crearon un nuevo reino y un nuevo pueblo.  Su nombre era Hrolfr Ketilsson. Nació en la segunda mitad del siglo IX en algún lugar de los asentamientos noruegos al borde del Atlántico y se convirtió en vikingo. Debió de ser un hombre de noble ascendencia guerrera ya que, de lo contrario, nunca habría sido aceptado como jarl de una flota vikinga, por pequeña que esta fuera y fue comandante de una de las divisiones de un gran ejército vikingo que llegó a la costa atlántica de Francia a finales del siglo IX. 

Este ejército, acampó en el estuario del valle del Loira y comenzó a extenderse en todas direcciones. Pero a medida que los vikingos subían por el río se encontraban con los poderosos castillos que aún hacen famoso al valle del Loira, ocupados por los señores francos, respaldados por escuadrones de caballería blindada, demasiado poderosos para vencerlos. Así que los vikingos del Loira hicieron lo que siempre hacían los vikingos cuando se enfrentaban a enemigos difíciles: trasladarse a otros lugares en busca de objetivos más fáciles. Un grupo, en el que Hrolfr era un líder dominante, navegó hacia el este, cruzó la bahía del Sena y llegó al estuario del gran río, desembarcando allí a principios de la segunda década del siglo X; descubrieron que la campiña estaba expuesta e indefensa y marcharon río arriba, tomando la ciudad de Rouen sin demasiados problemas tras lo cual, Hrolfr estableció su campamento dentro de las murallas romanas de la gran ciudad. Poco a poco, los escribas se comenzaron a referir a él con el nombre latinizado de «Rollo». Así pues, Rollo bien pudo ser un líder vikingo que, tras la rendición de Ruán, logró establecerse en la ciudad y luchó y negoció para dominar a los demás señores de la zona. De ser así, no es improbable que tuviera que lidiar a diario con las ambiciones de otros condes y tal vez incluso de magnates locales supervivientes. Tampoco fue el primer jarl o rey vikingo que hizo de Ruán su cuartel general; la ciudad ya estaba deteriorada por generaciones de ataques vikingos, pero, como York en Northumbria, Rouen era una ciudad demasiado valiosa como centro comercial como para abandonarla por completo. Probablemente encontró la ciudad ya estrechamente ligada al mundo del norte y habitada por una población mixta y endurecida.

La Francia occidental del imperio carolingio de principios del siglo IX había sido administrada desde las mismas ciudades que los romanos habían administrado la Galia. Cada ciudad tenía un obispo y un conde, y también una provincia civil subordinada o pagus, en francés moderno pays. Rouen era también la sede de un arzobispo metropolitano que gobernaba sobre una provincia eclesiástica, superviviente de la desaparecida provincia imperial romana de Lugdunensis Secunda. Sobre sobre esos antiguos cimientos romanos se erigió Normandía. Entorno al año 918, el rey Carlos se reunió con Rollo en St-Clair en el río Epte, límite entre las dos provincias del Vexin y Roumois, cuya capital era Ruán y le concedió a Rollo la ciudad de Ruán y las provincias hasta Bretaña. Rollo había acordado con el rey Carlos su sometimiento y a adoptar la fe cristiana, si se le cedían los territorios costeros situados al norte del Sena.

Si hemos de creer a Dudon de Saint-Quentin, cuando Rollo llegó con sus fuerzas a Saint Clair sir Epte, envió al arzobispo de Ruan con un mensaje para el rey francés, Carlos el Simple: Rollo y sus hombres exigían todo el territorio situado entre el Epte y la costa, una franja 50 km más ancha. Tratándose de cualquier otra persona, probablemente le habría costado la cabeza, pero Carlos no podía permitírselo con Rollo. Roberto de Neustria, advirtió a Carlos que no conseguiría el vasallaje de un guerrero tan importante sin hacer concesiones y el rey, reculo.Rollo estaba listo para someterse y colocó en público sus manos entre las del rey en un acto ritual de encomio u homenaje; ninguno de sus antepasados había estado dispuesto a someterse de esta manera, pero tampoco ninguno de ellos había tenido a su alcance tan valiosas recompensas. Pero Rollo no perdió completamente su orgullo, ya que se negó a besar los pies del rey en señal de gratitud, como mandaba la costumbre, enviando a uno de sus hombres, que estaba tan poco dispuesto como su señor. Así que, en lugar de arrodillarse para besar los pies del monarca, el vikingo alzo la pierna del rey sin contemplaciones hasta su propia cara, por lo que el rey Carlos terminó rodando por el suelo. Esto, es lo que nos cuenta Dudon, con el que muchas veces, es difícil saber dónde termina la realidad y donde comienza la fantasía. Lo que sí sabemos es que a principios del año 918 ya se había cedido una parte importante de que se convertiría en Normandía a Rollo y sus hombres. Una práctica particularmente popular en este momento era asentar grupos de vikingos en las comarcas costeras y dejar que las defendieran de sus propios compatriotas; podríamos decir que intentaban atrapar a un ladrón, poniendo al cargo a otro ladrón, o como dice el aforismo, ladrón que roba a ladron….. Es muy posible que Carlos se basará en esta costumbre para endosarle a Rollo la región.

El paisaje preexistente de Normandía, tanto político como agrícola, no fue borrado por los vikingos, que construyeron sobre él. No hay duda de que hubo asentamientos escandinavos alrededor de Rouen, pero el asentamiento vikingo no fue en ningún lugar de Normandía tan denso como en Anglia Oriental o en Yorkshire Oriental, donde los nombres de campos y arroyos siguen siendo muy escandinavos. Rollo y sus socios se establecieron en Ruán como una especie de base de avanzada hacia París, y colonizaron el valle del Sena hacia el mar. También estaban muy presentes en el Pais de Caux, entre el Sena y la costa del Canal hasta el este y en los alrededores de Dieppe. Estas provincias coinciden perfectamente con las «provincias costeras junto a Ruán» de la concesión territorial del rey Carlos el Simple a los vikingos y es aquí donde podemos situar el corazón del señorío de Rollo. Hasta dónde se extendía, ya es cuestión de conjeturas. Rollo había recibido Rouen y su interior a cambio de su alianza con los francos y era de interés tanto para él como para sus aliados extender su autoridad sobre otros colonos vikingos.  Por desgracias, sabemos muy poco de la mecánica del asentamiento y de la aculturación. Sin duda, la conversión al cristianismo habría sido una parte importante del proceso. Dudon nos cuenta que Rollo fue bautizado en St Clair sur Epte siendo su padrino Roberto de Neustria. No obstante, el bautismo, por sí solo, no supone ninguna garantía de seguir una conducta cristiana, la apostasía, sería un problema común, por lo que seguramente, pasaría al menos una generación o dos para que el proceso se completara. Todo indica que los colonos de Rollo aceptaron la fe cristiana con relativa rapidez. Aunque es posible que muchos de los recién llegados hubiesen llevado consigo a sus mujeres e hijos, los hombres sin duda habrían superado a las mujeres en número, por lo que los matrimonios mixtos, con lugareños, debieron ser muy frecuentes. Y dado que las madres desempeñan un papel fundamental en el aprendizaje del lenguaje, estas habrían sido un poderoso motor de integración, asegurando que la segunda generación de escandinavos del valle del Sena fuera en su mayoría, francófona.

El asentamiento de Rollo debió perjudicar al duque Roberto de Neustria; durante más de medio siglo, la familia del duque había dominado la marca de Neustria y los territorios entregados a Rollo pertenecían a esta. Así que cuesta creer que el duque estuviese contento y menos aún, que fuera el quien convenció al rey para cederle las tierras a Rollo. Pero desde el punto de vista político, la maniobra fue un éxito para el rey: Rollo no solo demostró su eficacia contra otros vikingos, sino que también fue un acérrimo aliado en la política interna de la Francia del siglo IX. Y hete aquí, que precisamente, la mayor amenaza de Carlos, era Roberto, cuyo hermano mayor había sido rey en los años 90 del siglo IX.  A finales del año 922 o principios del año 923, Roberto se rebeló y reclamó la corona. Aunque murió en la batalla de Soissons, en el año 923, su partido se impuso finalmente y su yerno, el duque Raúl de Borgoña, heredó el trono de Francia. En este momento, Carlos pedirá ayuda a Rollo, que fue incapaz de liberarlo. El rey Raúl será el patrocinador de un nuevo acuerdo en el año 924 por el que se concedía a un grupo de norteños las provincias de Bessin y Maine: es lógico suponer que se trataba de Rollo y sus socios, que desplazaban su autoridad hacia el oeste desde el norte de Francia. En la época de Rollo aún quedaban muchos vestigios del pasado romano; la basílica episcopal romana de Santa María, del siglo IV d.C., permanecía aun en pie, maltrecha pero intacta y es muy posible que Rollo fuera bautizado en una u otra de estas antiguas basílicas en ruinas. Una de las pocas cosas que sabemos sobre Rollo es que entró en relaciones inmediatas y amistosas con el arzobispo de Rouen, sin duda una relación más beneficiosa que puramente espiritual. Parece que pocos funcionarios civiles francos sobrevivieron a las incursiones vikingas, pero en los años de crisis algunos de los obispos se quedaron con sus rebaños. ‘Normandía’ era una entidad nueva, pero dependía de ideas más antiguas y el ducado de Normandía se construyó dentro de los límites de la provincia de Rouen, que se convirtió en la ‘Iglesia normanda’ del siguiente siglo. De acuerdo a las crónicas de Dudon de Saint-Quentin, el padrino de Rollo fue Roberto de Neustria, que le dio un nuevo nombre cristiano. Lo habitual, en estos casos es que Rollo tomase el nombre de Robert, en homenaje a su padrino.

Guillermo I, hijo de Rollo, apodado Espada Larga, establecerá el poder del fundador, lo redefinirá y le dará continuidad. Es muy posible que Rollo hubiese sido poco más que un pirata pagano, pero Guillermo tenia todos los atributos que se podían esperar en un noble francés: era piadoso, cristiano y francófono. Pero Guillermo no había nacido en Francia; el lamento latino, compuesto poco después de su muerte, habla de su nacimiento “más allá de los mares, en tierras paganas”. De ser así, Guillermo habría nació mucho antes de que su padre se embarcara en sus empresas vikingas y su educación habría sido entre paganos vikingos y probablemente, bautizado en Rouen junto a su padre. Igualmente, debió de tomar el nombre de Guillermo de su padrino de bautismo. Un candidato a este puesto sería Guillermo el Piadoso, duque de Aquitania, otro, Guillermo de Eble Manzer, conde de Poitiers, que se casó precisamente con la hermana de Guillermo, Gerloc. Guillermo tomo el poder antes de que su padre muriera; aunque las crónicas describen a un Rollo enfermo, otorgando su autoridad a su hijo y heredero en presencia de un consejo ducal ordinario, la verdad pudo haber sido que Rollo fue visto como un fracaso por sus hombres, por la razón que sea, y Guillermo tuvo que luchar para reafirmar el control sobre los vikingos que su padre había perdido. Hacia 927 Guillermo parece haber obtenido la aquiescencia del rey Raul, que trajo beneficios al naciente principado normando. En 933 el rey Guillermo se reunieron y Guillermo, líder (princeps) de los hombres del norte juró fe a ese mismo rey, recibiendo a cambio de su juramento dio la tierra de los bretones a lo largo de la costa, el este de la Bretaña oriental, Cotentin y Avranchin.

Los vikingos habían ocupado Nantes y la Bretaña oriental y los bretones nativos, reprimidos durante mucho tiempo, comenzaron por fin a moverse contra sus opresores vikingos en 931. Esto dejó a los vikingos de Cotentin expuestos y aislados y aunque estos colonos pueden no haber tenido originalmente ninguna conexión con el grupo de Rollo más al este, eso iba a cambiar. Tal vez, en la concesión del rey Raul del 933, fuese un estímulo para que Guillermo Espada Larga asumiese el señorío de esta colonia vikinga ahora aislada, al oeste de Bayeux, y ver qué más podía hacer en la Bretaña, que volvía a ser gobernada ahora por condes nativos en Rennes y Nantes. Guillermo estaba claramente entusiasmado por la oportunidad y se hizo con el señorío del Cotentin, asumiendo ahora activamente el papel de príncipe cristiano franco. También emitió monedas en Ruán a partir de una ceca restaurada, asumiendo así una de las prerrogativas reales. Pero a algunos de sus súbditos más antiguos no veían con buenos ojos que un carismático líder guerrero vikingo se convirtiera en un magnate franco, más mundano. Dudon nos cuenta que en el año 934 se produjo una revuelta entre los súbditos escandinavos de Guillermo, dirigida por un líder rival, Riulf.

Riulf y su facción acorralaron a Guillermo en Ruán, y este se vio obligado a dirigir a su guardia personal cuerpo a para luchar y afirmar su liderazgo y Riulf se vio obligado a huir para salvar su vida. Y así, a finales del 935, el proceso de transformación continuó; ahora se les pedía a los vikingos que reconocieran a Guillermo, hijo de Rollo, como el comes Rothomensis, o «conde de Rouen”. Si bien es verdad que los títulos de conde y duque se concedían a discreción del rey carolingio, en el 935 había muchos otros poderosos magnates bretones que asumían tales títulos por iniciativa propia. Y además, el título iba acompañado de una ideología de gobernante cristiano, que la Iglesia se complacía en proporcionarle. «¡Oh Guillermo! Hacedor y amante de la paz; consolador y defensor de los pobres; mantenedor de viudas y huérfanos«, declamaba el clérigo que compuso el lamento por su muerte.  Todas eran cualidades que se esperaban de todos los príncipes cristianos. Y si un gobernante cristiano mantenía estas virtudes bíblicas, entonces su gobierno era legítimo, y era un pecado resistirse a él. Y dada la necesidad de afirmar su legitimidad entre los demás condes y duques, es muy posible que Guillermo se tomara muy en serio esta ideología.

Hacia 936-37 se casará con Luitgarda, hija del conde Herberto II de Vermandois, descendiente directo de Carlomagno por línea masculina y el magnate más poderoso del norte de Francia en ese momento. Los hijos del matrimonio compartirían el linaje imperial de su madre, y el matrimonio introdujo a Guillermo como un miembro del selecto club de príncipes que comenzaba a repartirse Francia Occidental entre sus miembros. Con Arnulfo I de Flandes, Herberto II de Vermandois y Hugo el Grande, Guillermo I formaba parte de un pequeño grupo de príncipes que tenían un cometido preponderante en el Norte del reino. Las relaciones entre Normandía y Flandes eran precarias. En 925, cuando Rollo era todavía el jarl de los normandos, Arnulfo I había tomado la fortaleza de Eu, pero en 939 Guillermo y Arnulfo prestaron juramento, conjuntamente, al rey Otón I de Alemania, en contra del rey de los francos. Unas veces aliados, otras enfrentados, apoyaban o se oponían al rey indistintamente. Cuando los normandos, marinos expertos, se asentaron Francia, se convirtieron en un problema para los condes de Flandes, que tradicionalmente, habían controlado el más que lucrativo comercio a lo largo de la costa septientrional; mientras Rollo y Guillermo comenzaban a expandir sus dominios, el Conde Arnulfo se había centrado en ampliar los suyos hacia el sur y el oeste. Aunque no tardo mucho en estallar el conflicto, se esperaba de ambos, como miembros destacados de la nobleza que se comportaran como tales, es decir, que se tratasen uno al otro con respeto.

Ese mismo año 939, el conde Guillermo se enemistará con Arnulfo por su implicación en la restitución de un tal Herluin, conde de Ponthieu, como conde de la región de Montreuil, que él mismo había intentado anexionarse. Esto parece haber convencido a Arnulfo de que los que los norteños estaban inquietos y volvían a ser una amenaza y su reacción fue tan despiadada como cabría esperar de un conde flamenco del siglo X al tratar con paganos forasteros: atrajo a Guillermo a una conferencia en Picquigny, una isla en el río Somme al oeste de Amiens, situada aproximadamente a medio camino de sus respectivas zonas de influencia y los dos condes se reunieron en una isla en la tarde del sábado 17 de diciembre de 942 para acordar la paz. Guillermo no tenía ninguna razón para sospechar nada, por lo que acudió confiado, sin pedir rehenes a Arnulfo. Tras una larga y amistosa discusión, que el astuto Arnulfo prolongó hasta que el sol de invierno empezaba a ponerse, tras los matorrales de alisos negros de la orilla del río, Guillermo regresó a su barca mientras Arnulfo iba a la suya. Mientras se alejaba por río, que estaba crecido, varios miembros de la familia de Arnulfo lo llamaron diciendo que su señor quería contarle información importante. Guillermo regresó, sólo para ser recibido en la orilla por las espadas de hasta seis asesinos. Murió de un salvaje corte en la cabeza, pero sus hombres, indiferentes a las heridas, recuperaron su cadáver y lo arrastraron hasta la barca, devolviéndolo al otro lado del río. Si la intención del conde Arnulfo había sido desestabilizar y neutralizar el principado que Guillermo Espada Larga había construido en el 935, sin duda debió de haber estado bastante satisfecho de sí mismo durante algún tiempo. Guillermo dejó un hijo, Ricardo, cuya madre era su concubina bretona, capturada en la guerra y unida a Guillermo por un matrimonio danés. Este término hace referencia al matrimonio polígamo que practicaban los vikingos establecidos en Normandía. Su conversión oficial al cristianismo, desigual según las regiones, no les impidió el seguir manteniendo varias esposas, como antes en Escandinavia . A diferencia de los cristianos y de la Iglesia católica, que consideraba a las frilla (las segundas esposas) como concubinas y a sus hijos como bastardos, los normandos los asumían como perfectamente legítimos y esto será de suma importancia, como veremos más adelante.

Si fue concebido durante las campañas bretonas de 933-34, Ricardo I no podía tener más de nueve años cuando murió su padre. Los enemigos de la casa de Normandía sin duda esperaban que el principado se hundiría en el caos al estallar las disputas internas por el liderazgo y aunque los problemas llegaron, sorprendentemente para una entidad política tan nueva, el principado de Guillermo I Espada Larga sobrevivió. En parte eso puede haber tenido mucho que ver con la propia acción de Guillermo al abrazar los modelos franco y cristiano de gobierno legítimo. Se había establecido una dinastía y entre sus pares como «el conde de Rouen». Y naturalmente, cuando un conde moría, otro debía sucederle. Como Guillermo sólo tenía un hijo, ése debía ser Ricardo. Así, en medio del caos consustancial a una sucesión repentina, mientras el conde muerto descansaba en la catedral de Rouen, el niño y heredero era traído desde Bayeux bajo escolta militar en medio de un ambiente cargado, nos encontramos con la población de la ciudad alarmada y aprensiva, y con la nobleza inmersa en un intenso cónclave, al filtrarse las noticias de que se acercaba el ejército del rey. Para los francos y medio-francos de entre la nobleza provincial, la lógica de abrazar al niño Ricardo como único heredero varón era la elección evidente, pero para los antiguos nobles vikingos, los colonos originales del 911 que tendrían ahora al menos cincuenta años, la lógica no habría sido tan obvia: su costumbre era elegir al varón más apto de linaje adecuado para dirigir el ejército o la flota.

La Iglesia, la ciudad de Rouen dominada por los francos y un partido entre la nobleza escandinava apoyaban claramente a Ricardo. El niño había sido llevado a Rouen por el oficial y capitán de confianza de su padre, Bernardo el Danés, quien permaneció como un prominente e incondicional pilar de la causa de Ricardo. Pero los líderes escandinavos no fueron unánimes en aceptar al niño y un tal Harald o Haroldo, tal vez con apoyo vikingo extranjero, tomó el control de partes de las antiguas tierras del conde Guillermo en el Cotentin, extendiendo su control en 944 a Bayeux. Como resultado, el principado de la dinastía de Rollo se redujo aparentemente a Ruán y al valle del Sena. La llegada Luis IV a Ruán complicó aún más las cosas y pudo haber precipitado una división. El rey había reconocido las legítimas pretensiones de Ricardo y lo había tomado bajo su protección, aunque no por razones altruistas. Sabemos por Dudon que el duque Hugo «el Grande», hijo de Roberto de Neustria, empezaba a interesarse por el condado de Rouen. El hecho de que el rey pidiera a algunos súbditos de Ricardo que juraran fidelidad al duque indica que se contemplaba algún tipo de partición en su propio interés. Al año siguiente, con la ayuda de los flamencos, el rey penetró en el condado de Rouen y ocupó la ciudad, mientras que el duque Hugo invadió el Bessin, con la intención de apoderarse de Bayeux.

Afortunadamente para los normandos, el rey y duque se pelearon en el curso de la campaña, y se le ordenó a Hugo que se retirarse a sus propias tierras, mientras que la herencia de Richard era ahora confiada por el rey a un aristócrata franco local, Raul Torta, quien debía administrar el principado desde Ruán en interés del rey. Entre tanto, Harald comenzó a avanzar contra Ruán en 945, obligando al rey a regresar. Una conferencia de paz fallida entre este, Harald, Bernardo el danés condujeron a la captura de Luis por parte de los hombres del norte, para gran la satisfacción de todos, especialmente la del duque Hugo el Grande. Con el rey en sus manos, los Hombres del Norte aceptaron su liberación a cambio del joven conde Ricardo, que fue devuelto y, a la edad de sólo trece años tomó el control de su herencia. Su rival occidental, el Vikingo Harald, fue persuadido de alguna manera para que se retirara o partiera, y el gobernador franco de Rouen, Raul Torta, fue exiliado a París. Luis fue entregado al duque Hugo, quien se convirtió en el poder detrás del trono y Ricardo y sus asesores, pudieron centrarse en la reconstrucción del poder y la autoridad ducal.

De esta manera, en el año 945 Ricardo I comenzó un largo reinado como conde de los norteños de Rouen, que duraría cincuenta y un años. Cuando Ricardo comenzó su gobierno, las lenguas escandinavas todavía se hablaban en Bayeux  que es donde él mismo aprendió la lengua nativa de su padre y muchos de los asociados originales de Rollo debía haber estado todavía activos. Para ellos, su cristianismo era una práctica religiosa adquirida y posiblemente incómoda. También habrían existido bastantes francos que recordaban un mundo diferente, cuando Ruán y sus provincias vecinas eran neustrias, gobernadas por condes nombrados por la dinastía robertiana. Cuando Ricardo murió en 996, Neustria había caído en el olvido y la tierra que gobernaba empezaba a llamarse «Northmannia», «Normannia» o «Normandía», aunque las primeras apariciones del nombre en fuentes escritas pertenecen a la segunda década del siglo XI. Su pueblo, de origen bretón o escandinavo, hablaba francés y la mayoría de sus costumbres y modo de vida no se diferenciaban de los angevinos de sus vecinos angevinos, parisinos o picardos. En el año 1000, Normandía era de nuevo una tierra de distinguidas iglesias y monasterios, y fue aceptada como uno de los principados integrantes que formaban el gran reino de Francia. Su padre y su abuelo habían impuesto su gobierno en sus tierras mediante una mezcla de carisma guerrero y miedo a las espadas y hachas de sus guerreros. La autoridad ejercida por Rollo y Guillermo Espada larga era muy inestable, pero el conde Ricardo vivió en un mundo diferente desde el principio. Su sucesión fue regular en términos francos, aunque impugnada, y él se convirtió en un gobernante civil legítimo con la bendición del rey ungido de los francos occidentales. Por lo tanto, su tarea debía ser convencer a sus súbditos escandinavos escandinavos de la necesidad de reconocer lo que era un gobierno legítimo y de la importancia de respetarlo, incluso sin amenaza militar.

Uno de los retos que tuvo que enfrentar Ricardo fue como integrar a los nuevos grupos de vikingos que habían acudido al ducado en sus primeros años; a diferencia de aquellos que servían como mercenarios, a estos hombres, no se les podía expulsar sin más, por lo que debía ganarse su lealtad. Y lo conseguirá haciendo hincapié en su propia herencia escandinava, en enorgullecerse del legado nórdico que compartían. Aunque en la primera mitad del siglo X se produjeron importantes asentamientos vikingos en Normandía, reforzados por la llegada de más colonos en los años 40, los hablantes de nórdico debían ser una minoría salvo en algunos reductos. Ricardo I fue enviado a Bayeux en su juventud para que pudiera cultivar el conocimiento de la lengua danesa, algo que ya de por si es indicativo de que el francés, era el idioma habitual de la corte ducal. Asi mismo, que la parte occidental del ducado seguía siendo más nórdica, queda claro con el matrimonio con Gunnora, hija de un noble local, concebido para garantizar la lealtad de la región.  Ricardo I utilizó mercenarios vikingos cuando reconstruyo su sistema de gobierno en los años 60 del siglo X. Puede que los normandos fueran ya culturalmente franceses, pero continuaban destacando sus raíces escandinavas. Esta estrategia, ligada a la longevidad de Ricardo, demostró ser exitosa, ya que el haber ocupado el trono ducal durante medio siglo permitirá el arraigo de esa identidad nórdica.

La relación de Ricardo con su rey fue tan desigual como la de cualquier otro príncipe franco. Entre 961 y 962, cuando aún era un joven gobernante de veinte años, Ricardo tuvo que lidiar con una peligrosa alianza entre el rey carolingio Lotario, hijo de Luis IV, y su vecino del sur, el conde de Blois-Chartres, que provocó dañinas invasiones de sus tierras. La explicación posterior de Dudon a las diferencias entre Ricardo y el rey fue el descontento de éste con el grado de reconocimiento de su señorío por parte de Ricardo. En parte por esto, y en parte por la alianza matrimonial de Ricardo con la hermana de Hugo Capeto, Emma, que unió a los Normandos y los Capetos en una alianza que naturalmente amenazaba a los carolingios. Ricardo se sintió lo suficientemente amenazado por las incursiones hostiles como para acabar con ellas mediante el reclutamiento de mercenarios daneses entorno, que saquearon el alto valle del Sena y aterrorizaron al rey Lotario, que firmó la paz. A partir de entonces, los dos parecen haber mantenido relaciones si no cordiales, tranquilas, hasta la muerte del rey. Ricardo será nombrado marques, por el rey Lotario en el año 965; esta elección de título era una opción establecida desde hace mucho tiempo para los condes superiores que regían las regiones fronterizas; eran condes que controlaban otros condes menores. En el año 990, Ricardo fue nombrado con una distinción al estilo romano, ‘cónsul’, que en este periodo se estaba convirtiendo en un distinguido sinónimo de ‘conde’. Queda claro que este primer Ricardo insistió mucho en su propio prestigio como gobernante, buscando un estatus más allá del de conde de Rouen que había heredado. Los primeros caudillos normandos, eran conocidos como príncipes, o más a menudo, como condes. Ricardo I será el primero en ser llamado duque y Ricardo II, el primero en llevar de manera rutinaria el título.

La dinastía carolingia tradicional se había extinguido en el año 987, reemplazada por la de Hugo Capeto, hijo y sucesor de Hugo el Grande, y por tanto, nieto de Roberto de Neustria. Hugo Capeto, o Hugo el Grande, acabó sucediendo a Lotario como rey en 987, y Ricardo parece haber estado encantado de ayudar a su cuñado en su ascenso al trono y en la lucha posterior contra sus enemigos, haciendo del apoyo de sus poderosos vecinos robertianos la piedra angular de su política en el trato con sus vecinos: una estrategia simple seguida por todos sus sucesores hasta el 1050. Los normandos eran ahora un pueblo reconocible dentro de límites bajo un príncipe legítimo; ya no eran los «hombres del norte del Sena», sino un pueblo de una variedad de descendientes reunidos en una unidad política, dentro de unas fronteras concretas. De hecho, ya en el año 968 los «normandos» se habían convertido en una de las subdivisiones del reino de los francos occidentales, como los bretones y los aquitanos. Como se consideraba que estos pueblos tenían una identidad regional distinta, su gobernante se distinguía por títulos mayores: los bretones tenían su príncipe o rey, y los aquitanos su duque. Y Ricardo I fomentó este concepto de príncipe normando y pueblo normando. Su refundación en Mont St-Michel de una comunidad de monjes en 966, por ejemplo, fue un claro ejemplo de que había recuperado la autoridad sobre la marcha bretona que había ejercido su padre.

Ricardo creo abadías respetables y prestigiosas que lo reconocieron como su patrón; como herederos espirituales del emperador Constantino, los verdaderos príncipes y reyes cristianos necesitaban ser vistos nombrar y promover obispos y abades y Ricardo ahora podía hacerlo, nombrando a su hijo menor, Roberto, para la sede de Rouen hacia el año 990. Para ese año 990 había restablecido la jerarquía eclesiástica de la provincia carolingia, pues junto al arzobispo Roberto en ese año había seis obispos sufragáneos. La otra cosa que las abadías y las comunidades religiosas podían dar a Ricardo, algo muy importante, era la memoria. En Fecamp se enterró y conmemoró a Ricardo y es de Fecamp de donde proceden los primeros anales de Normandía. Y es que Ricardo enfermó durante el otoño de 996 y se trasladó de Bayeux a su residencia favorita de Fecamp, donde deseaba morir y ser enterrado. El relato de un testigo presencial de su final, dado a Dudon por el medio hermano de Ricardo, habla de una asamblea de nobles reunida en la que Ricardo nombró formalmente a su sucesor. Piadosa y laboriosamente, el duque Ricardo caminó descalzo para recibir la última comunión en la abadía cercana y, estando en la iglesia, seleccionó un lugar de entierro en el pórtico. La noche siguiente, 21 de noviembre de 996, un ataque repentino lo llevó a sus sesenta y tantos años, luchando por pronunciar las palabras de elogio del evangelio de Lucas: ‘En tus manos, oh Cristo, encomiendo mi espíritu.’ Fuera de Normandía, Ricardo logró identificarse indisolublemente con la fundación del ducado. En las ultimas décadas de su gobierno, Normada era ya un principado territorial bien consolidado, a la par con Flandes o Aquitania. Rollo y Guillermo habían conquistado Normandía, pero sin duda había si Ricardo I quien había asegurado su futuro. Con su muerte y apoteosis, llegamos a una nueva etapa en la historia de su dinastía, en la que las fuentes históricas de repente se multiplican y la leyenda retrocede. 

Las mujeres jugaron un papel muy importante en los primeros días de la dinastía normanda. En el siglo X, el matrimonio aún no era lo que sería dos siglos más tarde. El «matrimonio cristiano» no existía todavía, es decir, la monogamia exclusiva basada en una relación contractual entre un hombre y una mujer libremente contraída dentro de una iglesia y con la bendición de un sacerdote. En el siglo X, el matrimonio seguía siendo en gran medida una relación contraída entre familias, no entre individuos. Las figuras que presidían el contrato solían ser los padres de la pareja, siendo el momento clave de un matrimonio en el otorgamiento a la pareja de las propiedades que les habían regalado sus familias al contraer matrimonio. Las celebraciones del matrimonio podían incluir la asistencia a una misa oficiada por un sacerdote, pero no era una parte esencial del proceso. El vínculo matrimonial del siglo X creaba marido y mujer, pero no siempre era un vínculo exclusivo, de hecho, casi nunca lo era. El marido podía tener ya una pareja sexual antes de su matrimonio, y no siempre la alejaba simplemente por el mero hecho de tener una esposa «oficial». Del mismo modo, la existencia de una esposa oficial no impedía a un hombre rico y poderoso entablar nuevas relaciones sexuales y afectivas y cuando le convenía, vivía abiertamente con otra mujer, su «concubina», como la llamaban a menudo los escritores latinos.

Sus mujeres tendrían sus propias casas y hogares, pero la podía ser la madre de sus hijos, y de hecho, los primeros miembros masculinos de la dinastía normanda nacieron de concubinas, no de matrimonios dinásticos arreglados.  Guillermo llamaba a estas concubinas esposas «según la costumbre danesa», como si los primeros gobernantes normandos continuasen con una práctica matrimonial vikinga irregular, porque no conocían nada mejor. En realidad, no hacían nada distinto de sus contemporáneos francos, como el rey Carlos el Simple, que tenía esposa, pero que también una concubina con la que tuvo cuatro hijos. La concubina se convirtió en un hecho embarazoso de la vida familiar medieval sólo en el siglo XI, cuando las ideas sobre el matrimonio habían cambiado. Para los escritores de la época de Guillermo de Jumieges, la legitimidad de los hijos nacidos de concubinas era una cuestión preocupante para sus ideas sobre la legitimidad de la dinastía normanda. Los niños nacidos fuera del matrimonio comenzaron a ser llamados «bastardos», y para el año 1100, porque eran bastardos, estaban siendo excluidos de los derechos sobre la propiedad de sus padres.  La primera concubina de la que oímos hablar es Popa, la pareja de Rollo, que Según Dudon, ella era la hermosa hija de un conde franco, capturada por Rollo cuando saqueó la ciudad de Bayeux. Puede o no haber existido una Popa y sólo podemos decir que convenía a los propósitos de Dudon que la madre de Guillermo Espada Larga fuera cristiana y de alta cuna. Su hijo y sucesor el conde Guillermo Espada Larga, siguió su ejemplo al acostarse con una cautiva, en este caso una mujer bretona, a la que Guillermo de Jumieges llama Sprota. Dudon no menciona su nombre, sólo su existencia, y habla de su relación, pero como de «matrimonio». El conde Guillermo contrajo matrimonio dinástico con Leutgarda, hija del conde de Vermandois y dado que el matrimonio era dinástico, Leutgarda recibió un importante patrimonio terrateniente, centrado en Longueville, en el País de Caux. Tras su muerte, se casó con el conde con el conde Teobaldo de Blois y tuvo varios hijos más. Sprota, mientras tanto vivió bajo la protección de Guillermo en su propia casa de Bayeux, donde nació su hijo Ricardo. Sin duda, Guillermo esperaba hijos del enlace con Leutgarda y, en vista de su sangre carolingia esos niños probablemente habrían sido preferidos a Ricardo en la sucesión, pero no tuvieron hijos.

Fuentes posteriores nos dicen que Sprota también se volvió a casar tras la muerte del conde Guillermo, tomando por esposo a un tal Esperleng, presumiblemente un acaudalado rico terrateniente. Sprota y Esperleng tuvieron varias hijas y un hijo, Rodulf, que fue nombrado conde de Ivry por su hermanastro, Ricardo I. Ricardo I repitió el modelo de su padre y posiblemente de su abuelo, al contraer matrimonio dinástico fuera de Normandía y buscar satisfacción emocional y sexual en otras relaciones. Tuvo numerosos hijos de varias relaciones, y todos ellos fueron reconocidos por el conde. Dudon nos da a entender que el matrimonio con Emma Capeto duró sólo hasta finales de 965, no más de una década, y sólo después de su muerte prematura el conde Ricardo comenzó su principal relación con Gunnor o Gunnora, una mujer danesa de su reino, hija de un potentado local de Cotentin, con la que se casó formalmente tras un periodo de concubinato. Su familia era grande en el oeste de Normandía, y ella misma tenía fama de ser muy rica, por lo que, al tomarla como esposa, puede haber estado creando un vínculo con una de esas supuestas dinastías vikingas rivales dentro de su principado.  Gunnor y conde Ricardo tuvieron como heredero al conde Ricardo II; a Roberto, arzobispo de Rouen y conde de Evreux (989-1037); y también Mauger, conde de Corbeil; y otros dos varones, uno de los cuales se llamaba Roberto «el Danés”, que murió joven, en el año 980. Además de engendrar el escalón más alto de una nueva aristocracia, Ricardo I también tuvo numerosas hijas con Gunnor y otras parejas. Con Gunnor tuvo a Emma, Hawise y Mathilda, a las que utilizó para sus relaciones matrimoniales con sus vecinos. Emma llegó a ser reina de Inglaterra, casándose sucesivamente con el rey Etelred II y el rey Cnut, Hawise se casó con el conde de Nantes en Bretaña, y Mathilda con el conde Odo II de Blois.

De esta forma, en la tercera generación de la dinastía normanda ya había tejido una red de conexiones con las familias principescas que gobernaban el noroeste de Europa, incluyendo las dinastías reales sajonas occidentales. Esto trajo consigo un alto estatus, una importante ventaja diplomática y la seguridad que los matrimonios mixtos aportaban a las nuevas casas. En un nivel más bajo, la dinastía había producido miembros  masculinos y femeninos que habían empezado a fundar sus linajes menores dentro del principado, consiguiendo altos cargos clericales y vinculando a otros magnates a la dinastía reinante mediante matrimonios mixtos. Además de inventar un ducado, los primeros condes de Ruán también originaron gran parte de su aristocracia.

El reinado de Ricardo II de Normandía (996-1026) se caracterizó por una nueva crisis de identidad en la antigua colonia vikinga que ahora era su reino. Los últimos años del reinado de Ricardo I habían visto como la actividad vikinga se reanudaba e intensificaba en el Canal. A lo largo de la década del 980, la costa inglesa fue asaltada por bandas vikingas, y sabemos que los vikingos cruzaron al lado normando del Canal para encontrar un terreno listo para el comercio. Es posible que Ricardo estuviese dispuesto a permitir esto en lugar de tener que ver sus propias costas siendo saqueadas, o puede ser que los vikingos supiesen que los normandos les abrirían sus puertos por razones históricas y culturales. Seguramente ambas razones. Pero la hospitalidad gratuita ofrecida a los incursores paganos por un principado cristiano, causó un gran escándalo y la agitación inglesa llego tan lejos como para que el Papa interviniera condenando lo que estaba sucediendo. El día de Navidad del año 990 un enviado papal llegó a la corte de Ethelred con autoridad para negociar un tratado entre el rey y el conde Ricardo. El 1 de marzo de 991 el obispo de Sherborne encabezó un grupo de enviados ingleses que concluyeron un tratado formal en Ruán por el que Ricardo se comprometía, entre otras cosas, a no dar más refugio a los enemigos de Ethelred. Pero parece que para el año 1000 ya estaba claramente olvidado, ya que en el verano de ese año un ejército vikingo que saqueaba Inglaterra huyó a Normandía, permitiéndosele desembarcar pacíficamente, aunque no fuera bien recibido.

En el año 1002 el rey Ethelred envió embajadores a Normandía para negociar una alianza matrimonial con el duque Ricardo y a finales de la primavera Etelred se casaba con Emma, la hermana del duque, que recibió la ciudad de Exeter como dote. La alianza matrimonial en ese momento en particular parece un intento de cerrar futuros apoyos para los ejércitos vikingos y prolongar la paz que el rey había comprado tan costosamente, pero la breve alianza de Ricardo con y Etelred probablemente no sobrevivió al nuevo asalto danés a Inglaterra.Guillermo de Jumieges registra una infructuosa incursión inglesa en el Cotentin en algún momento no especificado después del matrimonio. Según su relato, Etelred pretendía con esta incursión devastar la Baja Normandía, pero los soldados ingleses fueron sorprendidos por la rápida respuesta de la caballería del vizconde de Cotentin y destruidos. Guillermo no fecha este primer episodio de la guerra anglo-normanda, pero un posible período bien podría ser los años 1008-9, cuando por por última vez Etelred movilizó una gran flota inglesa en el Canal de la Mancha. En 1013, Ricardo había llegado tan lejos y el prestigio de Ethelred era tan bajo, que el duque se apresuró a dar la bienvenida al rey danés Svendn en Rouen, ofreciendo ayuda y refugio a las tripulaciones danesas que buscaban sus puertos y de paso, mercados para la venta del botín vikingo. A finales de año, la reina Emma y sus hijos habían cruzado el Canal como como refugiados e Inglaterra era de Svend. Los normandos podrían haber cerrado sus puertos a los vikingos, como los ingleses habían querido, pero la represalia habría sido terrible. Si los normandos se hubieran negado a ser colaboradores vikingos, entonces habrían simplemente pasado a ser víctimas potenciales.

Ricardo II era en todas sus aspiraciones un príncipe franco y un leal vasallo del rey capeto, continuando la antigua alianza de su padre con París como piedra angular de su política. En 1003, una gran fuerza normanda se unió a la invasión de Borgoña del rey Roberto II en pos de su pretensión sobre este ducado y muchos soldados normandos cayeron en el asalto a Auxerre. Ricardo parece haber mantenido su apoyo al rey en Borgoña hasta que el rey consiguió finalmente el ducado en 1005. Su elección de esposa recayó en Judith, hermana del conde Geoffrey de Bretaña, que estaba casada con su propia hermana Hawise. Se casaron en una ceremonia eclesiástica en la abadía de Mont St-Michel, en la frontera normando-bretona entorno al año 1003. Ricardo II será el primer duque de la casa de Normandia en seguir una política fronteriza que se convertirá en una táctica común entre sus descendientes para durante el próximo siglo siguiente: buscó alianzas con los condes menores alrededor de sus fronteras del sur y del este, aspirantes a principados que afirmaban su independencia del control del rey. De este modo conseguía una zona tampón frente a sus poderosos enemigos, los condes de Blois-Chartres y contra una fuerza emergente, los condes de Anjou.  Ricardo estableció un sistema de administración local basado en las divisiones carolingias tradicionales de su ducado, los pagi o comitatus. Cada una de estas divisiones contaba con un funcionario ducal, un «vizconde». El cargo de vizconde (vicecomes) había aparecido por primera vez en el siglo IX como adjunto judicial del antiguo conde provincial carolingio. Ricardo II recupera el título y lo asigna a sus oficiales regionales y con el tiempo estas familias de vizcondes dieron lugar más tarde a grandes casas aristocráticas normandas. Durante su gobierno, los secretarios que redactaban sus instrumentos escritos le dignificaron con el título de duque “por la generosa misericordia de la gracia de Dios”, por “ la de la misericordia divina» o “por la concesión de la gracia de Dios». Otro préstamo que el Duque Ricardo hizo de la dignidad real fue el uso de funcionarios de la corte con título: chambelanes, un ujier, escribanos, un notario, un canciller y capellanes (uno de ellos el omnipresente Dudo de St-Quentin) dignificaban el séquito de Ricardo II antes de 1026.

Consciente de que su señor deseaba ser visto como un distinguido príncipe francés y principal apoyo de la monarquía capeta, Dudon desplegó su pluma a principios de 10205 para contrarrestar las dudas sobre la legitimidad normanda. Y se enfrentó a las críticas de frente. Escribió profusamente de la nobleza innata del vikingo Rollo y dio a entender su alta cuna. Se detuvo en su sincero cristianismo y rápida transformación en un conde franco normal, con consejeros, nobles y séquito clerical. El hijo de Rollo, igualmente vikingo, recibió una pátina hagiográfica: Guillermo era en el fondo un verdadero monje, un amante del de la paz, y al final murió como un mártir cristiano. Un retrato de tales predecesores se reflejaba naturalmente en el actual patrón de Dudon; eran los antepasados que uno de los más grandes duques franceses de su época, especialmente en un momento en que el inconveniente vikingo de su dinastía se interponía en sus pretensiones de esplendor postcarolingio. Ricardo II dejó dos hijos ya adultos a su muerte en agosto del año 1026, tras una larga y dolorosa enfermedad, Ricardo y Roberto. Ricardo ya era un guerrero probado y exitoso, con varios hijos propios de una concubina. No había duda de que iba a suceder a su padre, el anciano duque, y esta sucesión tuvo lugar el 23 de agosto de 1026 en Fecamp, la amada ciudad de Ricardo el Viejo, como Ricardo III.

Su hermano menor, Roberto, no aceptó la ascendencia de Ricardo; la animosidad entre ambos hermanos parece datar de la década de 1020, pero a pesar de todo era algo nuevo en la casa ducal normanda.  Aunque Ricardo II alcanzó una dignidad largamente esperada como duque, fue incapaz de replicar el éxito de su padre en la gestión de su propia sucesión. Cuando Ricardo II había sucedido a su padre en el año 996, había sido el mayor de varios hermanos, pero sus hermanos menores habían sido en su mayoría mucho más jóvenes que él y el más cercano en edad, Roberto, fue neutralizado al ser nombrado arzobispo de Ruán hacia el año 990 y con la dignidad secular de conde de Evreux. Ello no impidió, claro está, que el arzobispo tomara una concubina y tuviera hijos. La relación entre sus hijos era lo suficientemente antagónica como para poner en jaque la integridad del ducado.

El duque normando y sus aristócratas en el año 1000 mantenían contingentes militares a caballo, y habían adoptado con entusiasmo el estilo de vida militar que había sido una característica de la sociedad nobiliaria franca. Una aristocracia militar era útil, e incluso necesaria, para el duque de los normandos, pero tenía algunos inconvenientes. Cuando un duque era poderoso, estos hombres magnificaban su poder, pero cuando un duque era débil, socavaban aún más el poco poder que tenía. Un príncipe fuerte e indiscutible se encontraría con que su aristocracia competiría ansiosamente por su favor y su servicio con entusiasmo, y las cosas le irían bien. Pero un príncipe que se viera comprometido por una mala reputación o por un rival peligroso, vería como esa misma aristocracia se dividiría en facciones contra él, dando esperanza y apoyo a los pretendientes a su autoridad.

Los breves reinados del duque Ricardo III (1026-27) y del duque Roberto I (1027-35) demostraran como la aristocracia podía ser una fuerza potencialmente desestabilizadora para el ducado. Como decíamos, Ricardo III sucedió a su padre en agosto de 1026 e inmediatamente, su hermano Roberto desató una revuelta armada contra su hermano. Su padre había intentado proveer a Roberto de la misma manera que su propio padre había había hecho con sus hermanos, pero, a diferencia de la mayoría de sus tíos, Roberto no se dio por satisfecho, reunió una fuerza militar y desafió la autoridad de su hermano, causando considerables daños y trastornos en la diócesis de Bayeux, ante las airadas quejas del obispo, su primo. La revuelta se centró en controlar la poderosa fortaleza de Falaise que fue asediada y reducida sin piedad, siendo Roberto obligado a reconocer la autoridad de Ricardo III. Ricardo consolidó su poder con un matrimonio arreglado en enero de 1027 con Adela, hija pequeña del rey Roberto Capeto, que fue agraciada con una suculenta dote que incluía la ciudad y el condado de Coutances. A principios de ese verano, Ricardo se reunió con su suegro, el rey, anunciando así la continuación e intensificación de la relación de su padre con el rey capeto. Así, el joven duque Ricardo III, soldado eminente, recién casado con la hija de un rey, ya padre por concubina de un heredero varón y dos hijas, estaba claramente embarcado en una carrera a la altura de sus ilustres predecesores. Pero murió en Rouen menos de doce meses después que su padre.

Y por supuesto, contemporáneos suyos como Adhemar de Chabannes y Guillermo de Jumieges repiten la habitual sospecha asociada con la muerte repentina e inesperada: que Ricardo fue envenenado. A principios del siglo XII, el sospechoso principal del envenenamiento era su propio hermano, Roberto por la simple formula del cui bono, es decir, ¿Quién se beneficia?, un principio del Derecho Romano. Un siglo después del suceso, Guillermo de Malmesbury estaba incluso dispuesto a identificar al agente de Roberto en el asesinato, un tal Ralph Mowin, una versión tergiversada de Ralph le Moine, nombrado tutor por el duque de su hijo Guillermo. Más tarde se explicó que la posterior peregrinación de Robert a Tierra Santa fue para limpiar la culpa de su fratricidio. Lógicamente, podemos dudar de todo esto ya que en la sociedad medieval eran muy comunes feroces enfermedades internas, que provocaban muertes inesperadas. La muerte repentina no dejaba tiempo para la preparación y la confesión y, por ende, eran sospechas de que Dios tenía algo que ver en ellas. Así que era preferible que la muerte repentina y sin motivo de un príncipe se atribuyera a la maldad humana que a la fatalidad y el desagrado divino. «¡Que mueras sin avisar!, era una maldición medieval común contra el enemigo. La muerte de Ricardo III fue seguida inmediatamente por la asunción del ducado por su hermano Roberto. Si Ricardo hubiera vivido otros diez años, Roberto no le habría sucedido, porque para entonces el hijo de Ricardo, Nicolás, tendría edad suficiente para asumir el ducado después de su padre. Pero en 1027 Nicolás era como mucho un adolescente y su tío maniobró rápidamente poniéndole fuera de juego tras los muros de la abadía de Fecamp. Nicolás entró en la vida religiosa de Fecamp sin remordimientos aparentes, siendo nombrado abad de St-Ouen por su tío en 1034, y gobernando la gran abadía a las afueras de Rouen con distinción hasta su muerte en el año 1092.

Roberto I no fue un duque muy querido; los cronistas monásticos contemporáneos no lo aprobaban del todo: fuentes de las abadías de Jumieges y St-Wandrille hablan de dificultades experimentadas en su reinado, que atribuyen a su falta de voluntad para contener sus «perversos» socios aristocráticos. Estas fuentes hablan de una reputación caracterizada por la falta de juicio y de moderación, que había adquirido durante su juventud. El posterior cronista francés, Hugo de Flavigny, que viajó por Normandía en la década del 1090 para investigar la historia de los reyes Capetos, recogió historias del conflicto del duque Roberto con una parte de su nobleza. Con todo, teniendo en cuenta la renuencia de los cronistas normandos a criticar a un duque que murió peregrino en tierra extranjera, suficientes comentarios negativos se tamizan más allá de su discreción para insinuar una personalidad obstinada y descontrolada, que estaba plagada de conflictos entre la aristocracia, que él mismo había promovido activamente en su reinado de su hermano. Así, el duque Roberto I fue el primero de su linaje, desde la entronización de desde Rollo, su tatarabuelo, sobre el que las fuentes normandas no admiten un éxito rotundo como gobernante.

tumba de Roberto, Duque de Normandía

Y con este carácter, al poco tiempo de convertirse en duque, Roberto comenzó a encontrar enemigos con quien ajustar cuentas. Una de sus primeras acciones fue dirigir un ejército contra su distinguido tío, el arzobispo Roberto de Ruán, culpable de haber apoyado a su hermano el año anterior, a quien puso sitio en su ciudad de Evreux, donde era conde. El arzobispo resistió al duque el tiempo suficiente dentro de los muros romanos de Evreux para asegurarse una tregua por la que podía abandonar Normandía para exiliarse en la corte de los capetos, no sin antes dejar el ducado bajo anatema, que sólo se levantó cuando su sobrino le devolvió Evreux y levantó el destierro. Pero no fue el único asalto violento del duque Roberto a un pariente episcopal; no no, en algún momento alrededor del año 1028 atacó a su primo el obispo Hugo de Bayeux, hijo de su tío abuelo, el conde Rodulfo de Ivry. Al igual que el arzobispo, Hugo también poseía grandes posesiones seculares en la frontera normanda. Tras un estrecho asedio y su rendición, el castillo no fue devuelto al obispo, que permaneció en el exilio hasta el año 1032. Las aventuras de Roberto en el extranjero fueron más variadas y agresivas que las de su padre. Su primera gran empresa fue aprovechar una guerra civil en Flandes, donde el conde Balduino IV había sido expulsado de su reino por su hijo Balduino V, en alianza con el rey Roberto II, su suegro. El duque Roberto ofreció apoyo militar suficiente para intimidar al joven Balduino a firmar la paz con su padre en Oudenarde en 1030. En la parte occidental de su ducado, Roberto emprendió una gran campaña contra su primo hermano, Alano III que estaba causando problemas por sus ambiciones en la región de Mont Saint Michel. Roberto saqueó Dol en algún momento a principios de 10308, y el intento de represalia de Alan en Avranches fue enérgicamente rechazado. En 1033, tras nuevas incursiones, Alano y Roberto se reconciliaron en una paz auspiciada por el arzobispo Roberto de Ruán, tío de ambos. Pero también se dedicó a afirmar su autoridad a lo largo de su frontera sur hacia Chartres y Maine. Sus principales esfuerzos se dedicaron a el poderoso clan de los Belleme, que había erigido un señorío marqués en el espacio donde los gobernantes de Maine, Chartres y Normandía competían.

Pero la empresa más espectacular del duque Roberto en su breve reinado fue su participación en la sucesión capeta tras la muerte del rey Roberto II en 1031. Hay indicios de algo parecido a una ruptura en la antigua alianza normando-capeta en los últimos años de su reinado, que se invirtió en 1033, cuando el joven rey Enrique I de Francia fue derrocado por su madrastra, la reina Constanza. La reina se había aliado con Odno II de Blois para tratar de establecer a su propio hijo y hermano menor de Enrique, Roberto, en el trono. El rey Enrique huyó con una pequeña escolta a Fecamp, donde buscó la ayuda del duque de Normandía. Roberto movilizó a su ejército y a sus aliados fronterizos en el Sena hacia París y entregó al rey dinero y tropas para llevar a cabo una campaña. La ayuda de los normandos y también del otro enemigo de Odo de Blois de Blois, el conde de Anjou, fue suficiente para que el rey Enrique obligara su madrastra y a su hermano a llegar a un acuerdo y recuperar su debilitado trono. La exorbitante recompensa del duque Roberto fue, al parecer, el regalo del señorío de todo el Vexin por parte del rey. Si bien esto asegurará la frontera normanda hacia París hasta Pontoise, pero también creara una futura disputa entre normandos y capetos.

Fue probablemente en Fecamp, en su corte navideña del año 1034, cuando el duque Roberto asombró a sus magnates con el anuncio de que emprendería una peregrinación a Tierra Santa. Guillermo de Jumieges creía que era simple piedad y el producto de una decisión tomada cuando el duque era más joven; puede ser ser cierto, aunque podría verse en el repentino acto de la entrega del poder, la necesidad de un hombre exhausto de escapar durante un tiempo de una vida que le resultaba cada vez más pesada y estresante.  Aunque todavía soltero, el duque Roberto como su hermano antes que él, entrado en una relación con una concubina, Herleva, una joven de la ciudad de Falaise, hija de un tal Fulbert, chambelán ducal, con la que había tenido un hijo. Roberto no siguió la estrategia dinástica de su hermano mayor y no contrajo matrimonio dinástico. Puede ser que se sintiera desalentado por el enorme costo en tierras de dote involucradas en los matrimonios de su padre y hermano. Por lo tanto, su hijo y heredero fue engendrado en una relación sexual informal con una mujer de bajo estatus social, aunque en este momento no parece haber causado muchos problemas o escándalos. Herleva fue decentemente apartada tal vez antes de la peregrinación del duque Roberto y casada con un terrateniente menor de Lieuvin, Herluin de Conteville, con quien tendría otros dos hijos otros dos hijos, Roberto y Odo, ambos famosos más tarde en los asuntos de Inglaterra Inglaterra y Normandía.

Su hijo Guillermo nació en el año 1028, y de niño vivía en la casa paterna o cerca de ella. Guillermo aparece en varias actas su padre junto a él en Ruán en un momento indeterminado antes de 1034, como “Roberto, el noble príncipe y duque de los normandos y su hijo Guillermo, su heredero (sucesor)”. En la corte de Navidad del año 1034, cuando Guillermo tenía unos siete años de edad, fue presentado como heredero de su padre, en caso de que el duque no regresara de su peregrinación. Los preparativos debieron de durar varios meses. Se nombraron guardianes y tutores para cuidar tanto de Guillermo como de Normandía mientras su padre estaba en el extranjero, y el duque partió finalmente hacia Jerusalén en la primavera del año 1035, con un noble séquito y una gran provisión de riquezas portátiles; su prodigalidad con los regalos durante su viaje le garantizó el título póstumo de Roberto «el Magnífico». Probablemente viajó por tierra pasando por Metz y la cuenca del Danubio hasta Constantinopla, entonces la ruta preferida. Allí, al parecer, él y su séquito impresionaron a la corte imperial con las riquezas que llevaban consigo, recibiendo permiso para continuar a través de las provincias cristianas de Asia, atravesando los reinos armenios, para llegar a la Palestina musulmana. Llegó a Jerusalén para asistir a las fiestas de Pascua y Pentecostés. El duque vio la Semana Santa y el Triduo en la iglesia del Santo Sepulcro. A su regreso por Asia Menor, se alojaba en la ciudad de Nicea cuando enfermó repentinamente, muriendo el 2 de julio del año 10xxx, o cerca de esa fecha, siendo enterrado en la basílica de la Virgen de Nicea. Como de costumbre, hubo acusaciones de envenenamiento. De este modo, los arreglos temporales del duque para la custodia de su hijo y su ducado hasta su regreso se convirtieron en permanentes. Pero lo único realmente importante en el año 1035 era que Guillermo II era hijo de su padre.

LA BRITANIA VIKINGA

Detengámonos ahora unos instantes para ver que estaba sucediendo al mismo tiempo en la antigua provincia romana de Britania. A partir del último cuarto del siglo IV Britania se veía amenazada por los ataques de piratas sajones, anglos y jutos, así como por las incursiones de escotos y pictos. Estas invasiones se verían favorecidas por el gradual abandono de la isla por parte de los ejércitos imperiales en el siglo V, llamados a defender otros puntos de mayor importancia estratégica localizados principalmente en el continente europeo. El palpable vacío de poder que derivó de la lenta marcha de los romanos fomentaría el desarrollo de formas de gobierno indígenas que acabarían por demostrar ser la única solución eficaz para combatir las agresiones exteriores. A mediados del siglo V los ataques sajones, anglos y jutos se harían cada vez más frecuentes y pasarían de ser simples incursiones de saqueo a formar parte de una invasión con objetivos colonizadores. La mayor parte de las grandes ciudades desaparecerían y darían paso a minúsculas aldeas celtas o a pequeños núcleos germánicos de población. Las instituciones y la administración romanas también se desvanecieron, a diferencia de lo que ocurrió en Italia, Hispania y la Galia tras su ocupación por los godos y francos, pueblos germánicos que conservarían buena parte de la burocracia e, incluso, del idioma latino en estas tierras fuertemente romanizadas. En Britania, en cambio, la lengua hablada por los romanos cedería su lugar a los idiomas empleados por los habitantes celtas y los invasores germanos. 

Los piratas germánicos destruirían prácticamente la totalidad de la antigua provincia imperial y, a diferencia de otros invasores bárbaros, no se ocuparon de reconstruir ni lo más mínimo la obra romana precedente y desde mediados del siglo VI comenzarán a conformar núcleos políticos de cierta consideración. De esta configuración territorial derivada de las invasiones anglosajonas deriva precisamente el motivo por el cual actualmente Gran Bretaña se divide en tres países. «Inglaterra», la «tierra de los anglos» (sajones y jutos); Gales, en el este, donde resistirían los bretones; y Escocia, al norte, dominada primero por los pictos y más tarde por los escotos. Estas agrupaciones étnicas evolucionarían hacia la formación de los llamados «reinos regionales», variables en número, aunque finalmente siete de ellos serán los más importantes (motivo por el cual a este período de la historia de la Inglaterra anglosajona se le conoce también como heptarquía): tres serían los reinos de los sajones, localizados en el sur de Britania (Sussex, Essex y Wessex); otros tres, los que quedaban más al norte, estarían en poder de los anglos (Northumbria, East Anglia y Mercia) y solamente uno, en el sureste de la isla, poseerían los jutos (Kent). En muchas ocasiones combatían unos contra otros, de forma que, a veces, uno de ellos se alzaba sobre los demás como estado hegemónico. A lo largo del siglo VIII Mercia poseía la supremacía sobre el resto de territorios, bajo el reinado de los poderosos monarcas Ethelbaldo (716-757) y Offa (757-796). Este último codificó leyes, acuñó moneda y dividiría el reino en shires («condados»), al frente de los cuales pondría a un conde. Hasta entonces no hallamos prácticamente actividad legislativa ni circulación monetaria alguna en los reinos anglosajones, del mismo modo que, hasta que en el siglo IX se generalizara la división de los reinos en condados, la base de su administración territorial se basaba simplemente en la agrupación tribal. La preeminencia política y militar pasaría a manos de los reyes de Wessex durante el siglo IX. El primero de sus grandes monarcas, Egberto (802-839), conseguiría dominar definitivamente a los celtas de Cornualles. No obstante, Egberto sería sucedido por soberanos poco aptos para perpetuar su labor. Las invasiones vikingas harían el resto para que su obra pronto se desmoronara. Los vikingos ocuparían Northumbria, Mercia y East Anglia, pero por suerte para los anglosajones Wessex resistiría hasta que otro poderoso monarca pudo sentarse en su trono e intitularse por primera vez rey de los anglosajones: Alfredo I el Grande (871-899). Alfredo vencería a los invasores escandinavos en el 878 en la batalla de Edington. Con ello lograría librar a Wessex del yugo vikingo y, en definitiva, salvar a la Inglaterra anglosajona. Durante su reinado Alfredo I sentaría además las bases para que sus sucesores pudieran derrotar definitivamente a los vikingos.

Pero hasta que esto ocurriera los vikingos afianzarían sus asentamientos en Britania, un territorio conocido como Danelaw o «ley de los daneses», llamado así porque dicho enclave político se hallaba sometido a las normas de estos invasores del norte de Europa. Su capital quedaría establecida en York, corte desde la cual Danelaw sería repoblada por daneses procedentes del continente europeo. Y en contra de la imagen popular de los vikingos, durante el período de ocupación vikinga el territorio dominado por los daneses experimentaría un grado de desarrollo que no había existido allí ni en el resto de la isla de Britania durante toda la época de predominio anglosajón. Destaca en este contexto su compleja organización política, el crecimiento urbano, así como la acuñación y circulación de moneda, dato este último que indica claramente un amplio desarrollo de las actividades comerciales por su parte. Alfredo el Grande sería sucedido por Eduardo I (899-924), monarca que reconquistaría casi todo el Danelaw. El rey Athelstan (924-939) daría continuidad a estos logros, mientras que Edmundo (939-946) y Eadredo (946-955) serían los soberanos que someterían definitivamente a los daneses asentados en la isla de Britania. A finales del siglo X se iniciaría una segunda oleada de ataques vikingos que se prolongarían hasta el año 1016, acciones que serían apoyadas por la población danesa de Inglaterra. Los daneses dominarían la isla de Britania hasta que en el año 1042 la dinastía de Wessex pudo ser restaurada bajo la figura de Eduardo el Confesor (1042-1066), príncipe sajón que como hemos visto, hasta entonces había estado exiliado en la corte del duque de Normandía. El fallecimiento sin descendencia de Eduardo en 1066 provocaría una confusa situación en medio de la cual la Inglaterra anglosajona sería destruida definitivamente. Nada más fallecer Eduardo el confesor, Harold, noble sajón que dominaría el reino de Inglaterra durante los años finales de vida del Confesor, sería coronado rey con el nombre de Harold II. Pero existían dos poderosos pretendientes más al trono de Inglaterra: Guillermo de Normandía, sobrino de Eduardo, y Harald Hardrada, rey de Noruega.

GUILLERMO EL BASTARDO

En la historia de toda dinastía que se precie, acostumbra a haber un hombre que es el más grande de su linaje. Según la mayoría de los historiadores y también de los contemporáneos, esa distinción recaería en Guillermo, hijo del duque Roberto II. El hecho de que fuera el conquistador de Inglaterra, y el hecho aún más notable de que mantuviera su dominio, ha garantizado su preeminencia histórica. No obstante, como hemos visto, no fue necesariamente el mejor duque que tuvo Normandía; su bisabuelo, Ricardo I, hizo mucho más para preservar y moldear el ducado que él. Lo que no se le puede negar a Guillermo es su lugar como figura de la historia mundial ya que su decisión de reclamar Inglaterra en el año 1066 cambió irreversiblemente el curso de la historia europea.  Tras nueve décadas de paz y prosperidad, en el año 1035 Normandía se vio sumida en el caos debido a la repentina muerte del padre de Guillermo, el duque Roberto I mientras peregrinaba. El resultado: una crisis similar a la de los años 40 del siglo X, en la que surgirán tendencias centrifugas cuando los señores locales intenten establecer sus propios dominios independientes y varios vecinos aprovechen la incertidumbre para repartirse partes del ducado. Guillermo había nacido en Falaise entorno al año 1028 como hijo ilegítimo de Roberto I de Normandía, esta procedencia le granjeó rápidamente el sobrenombre de «el Bastardo». Roberto el Diablo, como también era conocido su padre por su crueldad y su disposición a la cólera, no tenía hijos legítimos, pero tenía uno ilegítimo de una concubina llamada Arlette de Falaise y era su deseo que este niño le sucediese. El problema central era que Guillermo era hijo de una unión informal; en circunstancias normales, un bastardo no sería el primero en la línea de sucesión, pero estos niños podían llenar un vacío, llegado el caso. Y lo hicieron. El termino bastardo en francés antiguo no designaba a un niño nacido fuera del matrimonio, sino más bien a un hijo nacido de una unión desigual, por lo general de un noble con una mujer de rango inferior. Es lo que había sucedido con Ricardo I en el año 942 sin ninguna consecuencia para el poder ducal y Guillermo, estaba dispuesto a hacer lo mismo. Pero el mayor problema aquí, era su edad, no tenía más de ocho años, puede que tan solo seis. 

En cualquier caso, muchos de los potenciales rivales dinásticos de Guillermo compartían la misma discapacidad; lo que hizo que los años de la minoría de edad de Guillermo fueran tan tensos y en ocasiones, trágicos, fue la indecisión de su padre al tratar con su aristocracia mientras fue duque. En 1035 los cadetes varones de la familia ducal se habían expandido hasta formar un formidable cuadro a la cabeza de la nobleza. Los parientes varones mayores de Guillermo controlaban honores impresionantes, castillos y ciudades y la mayoría llevaba el título de «conde», título que el propio que el propio Guillermo utilizaría en la mayoría de sus actos oficiales escritos. Eran hombres que podrían desafiar su derecho a ser duque. Y Guillermo aprenderá esta lección de su infancia, ya que posteriormente racionará severamente la dignidad comital en Inglaterra. Su padre se había topado con ellos, pero no había logrado dominarlos. Asi que la mayor parte del reinado de Guillermo II fue una lenta y dolorosa escalada hacia el nivel de control ducal que su abuelo había ejercido claramente y que su padre había dilapidado. Entre la Navidad de 1034 y agosto de 1035, mientras el duque Roberto se preparaba para su peregrinaje, mientras viajaba por Oriente y antes de que la noticia de su muerte llegara a Normandía, su reino tuvo tiempo de acostumbrarse a la idea de Guillermo como su heredero designado. Si Roberto hubiera muerto repentinamente en casa, es menos probable que Guillermo le hubiera sucedido, pero en el otoño del año 1035, sus muchos primos tíos, y abuelos poderosos habían aceptado públicamente que Guillermo sería el duque y todos habían jurado apoyar su sucesión, aunque no esperaban ni por lo más remoto, que lo fuera tan pronto. Antes de partir, el duque Roberto había hecho jurar fidelidad a Guillermo a todos sus vasallos, de la manera habitual, sobre reliquias sagradas. Romper tal juramento implicaba la condenación, pero un sorprendente número de señores estaban más que dispuestos a correr el riesgo cuando existía la perspectiva de obtener más poder y más tierras ya que, a fin de cuentas, siempre podían hacer penitencia. El apoyo real también haría mucho para que tal sucesión fuese legal. Estaba en el interés de Roberto el Diablo, pues, hallar algún modo de que el rey Enrique de Francia estuviese en deuda con él y por ello, el duque acudió enérgicamente en ayuda de Enrique, y en 1032.

Al asociar a su primo hermano, Alano III de Bretaña, como tutor, el duque Roberto estaba involucrando a un miembro cercano de la familia con el que sería su heredero. Es probable que el duque esperara que otro primo, el conde Gilbert de Eu-Brionne, hijo del conde Godofredo de Eu y nieto de Ricardo I, reuniera a la parentela masculina del joven Guillermo y proporcionara la fuerza militar necesaria para defender al muchacho. La protección de su anciano tío abuelo, el arzobispo Roberto de Rouen, asoció al mayor y más antiguo de sus parientes masculinos y la selección de su primo y mayordomo Osbern como tutor muestra cómo el duque Roberto intentaba unir a la familia y a la corte en una causa común.  Y así, durante años, el joven Guillermo fue mantenido prácticamente escondido y en secreto, para evitar que alguno de los señores rebeldes lo capturase y lo quitase de en medio. Si el rey Enrique de Francia no hubiera hecho todo lo posible para apoyar al muchacho, los señores podían haber tenido éxito. En principio, Alano de Bretaña recibió la custodia del duque; los dos primeros años de la minoría de edad de Guillermo parecen haber sido relativamente para él, pero la muerte del arzobispo Roberto en 1037 desencadeno una grave inestabilidad en Normandía. El Conde Gilberto y el Conde Alano intentaron mantener unido el ducado. Tras su muerte en 1039 o 1040, de Alano, ocupó su lugar Gilberto de Brionne. Tanto éste como su sucesor en el puesto de tutor y regente, Turchetil, fueron asesinados a los pocos meses. Otro de sus tutores, Osbern, fue asesinado en la habitación de Guillermo a comienzos de la década de 1040, mientras el joven dormía. Guillermo de Montgomery, cuyo padre había sido expulsado del ducado por los custodios de Guillermo, se abrió paso hasta en la alcoba del duque, donde también dormía Osbern, y degolló degolló al anciano en presencia del muchacho.

A finales de 1041, los arreglos para la custodia del niño-duque se habían derrumbado, y él estaba claramente en peligro personal de una aristocracia que estaba en guerra consigo misma. Entre 1041 y 1043 los castellanos de Normandía dejaron de respetar cualquier poder superior. Precisamente en este año, 1043, se produce la primera actividad militar documentada de Guillermo, cuando le arrebató Falaise a Thurstan Goz, vizconde de Avranches. Falaise era una importante residencia ducal, en la que había nacido el propio Guillermo y su reconquista simbolizaba el nuevo poder y autoridad de su corte. El duque Guillermo habría alcanzado la mayoría de edad hacia 1044; hasta entonces estuvo bajo tutela y parece haber vivido en la casa de sus tutores mientras su séquito se movía por las residencias ducales. Sus tutores lo habían entrenado para tener las cualidades de un excelente soldado. Pero el joven duque combinaba su entusiasmo bélico con las cualidades de un hábil político. Como superviviente que era, tenía la habilidad para detectar aliados potenciales y oportunidades. La Crónica anglosajona le define como un hombre sabio, poderoso y gentil con los buenos amantes de Dios. Aunque también afirma que tenía una severidad sin límites con aquellos que se resistían a su voluntad. Su condición de hijo ilegítimo y su juventud le causaron numerosas dificultades cuando sucedió a su padre, así como la anarquía que se extendió por sus dominios en los primeros años de su reinado.  Desde que tomó posesión del Ducado de su padre, pasó su infancia aliándose con unos y otros nobles para sofocar las revueltas de aquellos que no veían con buenos ojos que les dirigiera un señor de madre desconocida. Así pues, el joven duque dependió en sus primeros años, para su supervivencia política (y física), de una facción nobiliaria, del apoyo de la Iglesia, y del rey Enrique I de Francia. Guillermo creció junto a tres primos que serían más tarde importantes seguidores suyos: Guillermo Fitz Osbern, Roger de Beaumont y Roger de Montgomery. Aunque muchos de los nobles normandos se enzarzaron en numerosas disputas particulares durante la minoría de edad de Guillermo, los vizcondes siguieron reconociendo el gobierno ducal y la jerarquía de la Iglesia también apoyaba al duque. ​ El rey francés Enrique I tampoco le retiró su apoyo.

A fines de 1046 varios opositores a Guillermo II pusieron en marcha una rebelión en la Baja Normandía, liderada por su primo hermano Guido de Borgoña, conde de Brionne, y apoyada por Nigel, vizconde de Cotentin, y Ranulfo, vizconde de Bessin. Es posible que Guido tuviera las miras puestas en el trono ducal y su rebelión fuese una respuesta al creciente empoderamiento de Guillermo. Según los relatos, que contienen muchos elementos legendarios, estos intentaron capturar a Guillermo en Valognes, pero el duque consiguió escapar en la oscuridad y encontró refugio en el rey Enrique. A comienzos de 1047, Guillermo y Enrique regresaron a Normandía con una gran fuerza de guerreros apoyados por el partido minoritario entre la aristocracia normanda derrotando a Guido y sus aliados en la batalla de Vales-Dunes, a las afueras de Caen. Guillermo había solicitado la ayuda del rey en tanto que su señor feudal y como este tenía poco que ganar con la inestabilidad en su frontera norte, estuvo encantado de proporcionársela. Guillermo sofoco la rebelión, comenzando a afianzar su poder sobre el ducado, un proceso que no culminó hasta el año 1060. En esa misma época Guillermo situó a varios de sus partidarios como obispos y abades de la iglesia normanda. Desde luego, no fue el primer duque normando en aprovecharse de la iglesia de esta manera, recordemos que Ricardo I había nombrado a su hijo menor Roberto para el arzobispado de Ruen en 1037.

Con la situación interna resuelta, por el momento, Guillermo estaba en condiciones de ocuparse en las relaciones con sus vecinos.  En el año 1049, participó en la campaña de Enrique I contra el conde Godofredo de Anjou; dos años más tarde, Godofredo contraataco y se aseguró los castillos de Domfront y Alencon, a ambos lados de la frontera y propiedad de la familia Belleme, fiel a Guillermo. Este, respondió personalmente a la amenaza asediando ambos castillos. Se dice que, en este sitio, los defensores se burlaron del duque golpeando pieles de animales sobre la muralla y gritando “pellejero”, en alusión a sus orígenes humildes. Quizá este fue el comienzo de la leyenda de que Herleva, su madre, había nacido de un curtidor. Sin embargo, la broma era más sutil, como enterrador o embalsamador, el padre de Herleva había tratado con pieles humanas. Guillermo no lo paso por alto y cuando tomo el castillo, se cobró cumplida venganza: hizo cortar en público las manos y los pies a 325 de sus defensores y en cuanto los defensores de Domfront se enteraron, se apresuraron a rendirse. La consolidación del poder le permitió expandir sus horizontes y en el año 1062 se aseguró la provincia vecina de Maine. No se ha encontrado ningún retrato auténtico de Guillermo y las representaciones coetáneas en el Tapiz de Bayeux y en sus sellos y monedas son retratos estereotipados destinados a afianzar su autoridad. Algunos textos afirman que era un hombre fornido y robusto con una voz gutural. Gozó de una excelente salud hasta avanzada edad, aunque engordó mucho en la vejez. Era lo suficientemente fuerte como para doblar arcos que otros no podían tensar y tenía una gran resistencia. Su enemigo Godofredo Martel dijo de él que no tenía rival como luchador y como jinete. El examen de un fémur de Guillermo, único hueso que ha sobrevivido, pues sus restos fueron destruidos, indica que medía aproximadamente 1,78 m, una gran estatura para la época. ​

Se sabe que Guillermo tuvo dos tutores en su infancia y juventud, pero no está claro hasta qué punto era un hombre cultivado. No se tiene constancia de que fuera mecenas de escritores y apenas hay menciones a su patrocinio de la cultura o de cualquier actividad intelectual. Orderico Vital afirma que Guillermo trató de aprender el idioma inglés antiguo al final de su vida, pero que fue incapaz de dedicarle el tiempo necesario y enseguida desistió. ​Al parecer, la principal afición de Guillermo era la caza. Algunos cronistas criticaron a Guillermo por su codicia y crueldad, pero sus contemporáneos elogiaron de manera unánime su piedad. ​Guillermo estaba ahora firmemente instalado como en su trono ducal y se dispuso a reforzar aún más su ducado. Aunque sus señores le juraron fidelidad, Guillermo sabía perfectamente lo que ésta valía por su propia experiencia y se mantuvo duro con ellos, castigando la menor infracción rápidamente con fuego y sangre. Normandía llegó rápidamente al apogeo de su poder bajo el duque Guillermo el Bastardo. Enrique, aunque fuese rey, era mucho más débil que el duque, militar y económicamente. Sólo de manera indirecta podía oponerse a Normandía, y un modo de hacerlo era aliándose con Anjou, vecino meridional de Normandía y su eterno enemigo. El matrimonio con Matilde, hija del conde Balduino V de Flandes, en la década de 1050, le granjeó el odio eterno del rey francés por el temor a que se uniesen dos regiones poderosas como Normandía y Flandes. Tambien significaba que ahora estaba emparentado con los condes de Flandes, principales partidarios de los enemigos del rey inglés, los Godwin; y las relaciones con Inglaterra serán de particular importancia para el futuro, como veremos. Fue, no obstante, un matrimonio afectuoso y no han trascendido señales de que Guillermo le fuera infiel, algo nada habitual en los monarcas medievales.

En el año 1052 el rey volvió a ser amigo de Godofredo de Anjou, con quien había estado enemistado hasta entonces y hostil a Guillermo. Los motivos del rey habría que buscarlos en la creciente importancia y las ambiciones de Guillermo en Inglaterra ya que el rey de Francia tenía muy poco que ganar si uno de sus duques ocupaba el trono inglés. Es necesario subrayar la importancia de esta decisión. Desde la época de Guillermo Espada Larga, los capetos y normandos habían mantenido una sólida alianza que había sido ventajosa para ambas partes. Los duques Capetianos y reyes de Francia tenían protección contra las incursiones vikingas y un fuerte respaldo militar en sus relaciones con las potencias al este y al sur de París. Y los duques normandos tuvieron ayuda mutua igualmente contra los rivales del sur y el oeste, pero también cierta respetabilidad y aceptabilidad que de otro modo no habrían tenido. La alianza fue buena para ambas partes. Al romperla, París dejaba a Rouen a la deriva y se debilitaba mucho, pues Guillermo no olvidaría lo que había hecho el rey Enrique. La dudosa decisión del rey comenzó un siglo y medio de inestable guerra entre Ruán y París que no terminó hasta que Normandía fue extinguida como principado independiente en 1204. Las fuerzas conjuntas de Enrique de Francia y Godofredo de Anjou, aliados ahora contra Guillermo, serán completamente derrotadas dejando a Guillermo en una posición de fuerza para ampliar su poder e influencia sobre sus vecinos, asegurando su influencia sobre el condado de Ponthieu. Tres años más tarde, en 1057, Godofredo y Enrique volvieron a las andadas, aunaron fuerzas y marcharon hasta Bessin, en el oeste de Normandía. Con esta operación Enrique y Godofredo, que habían sido humillados por Guillermo, trataban de salvar las apariencias y buscaban venganza. No conseguirán ni lo uno, ni lo otro. Guillermo era demasiado astuto para estos dos y siguió de cerca a la fuerza invasora, esperando el momento oportuno para atacar, oportunidad que se presentó cuando cruzaban el rio Dives, en Varaville. La marea sube rápidamente, y esto distrajo al ejercito mientras cruzaba, momento en el que Guillermo, atacó su retaguardia varada. En la otra orilla, Enrique y Godofredo no pudieron más que mirar, impotentes, como una parte importante de su ejército era masacrada. La Victoria de Varaville resultará decisiva por lo que en los años siguientes, Guillermo pudo asegurar su frontera sudoeste sin oposición. A continuación, concertó el matrimonio de la heredera de Belleme, Mabel, cuyas tierras se extendían por las disputadas regiones Normandia y Maine, con su estrecho aliado Roger de Montgomery, asegurando con ello el apoyo del hermano de Mabel, Yvo de Sees. En 1063, determinó que su hijo mayor fuera el sucesor en Maine y en 1064 o 1065, dirigió una expedición al interior de Bretaña.

El gobierno normando en época de Guillermo fue similar al que había existido con los duques anteriores, una estructura administrativa bastante sencilla construida alrededor de la casa ducal que estaba compuesta por varios oficiales, entre ellos administradores, mayordomos y mariscales. El duque viajaba constantemente por todos sus dominios, firmando documentos y recaudando impuestos. La mayor parte de sus ingresos provenían de las tierras ducales, de los peajes y de algunos impuestos. ​Guillermo cuidó mucho las relaciones con la Iglesia; participaba en los concilios y nombró a diversos cargos de la Iglesia normanda, entre ellos a Maurilio como arzobispo de Ruan. Otra elección importante del duque fue el nombramiento de su medio hermano Odón como obispo de Bayeux.​ También buscó asesoramiento en miembros del clero, caso de Lanfranco de Canterbury, un italiano que llegó a convertirse en uno de los asesores eclesiásticos más destacados de Guillermo desde la década de 1040 hasta la de 1060. Además, el duque fue muy generoso con la Iglesia​ y desde 1035 hasta 1066 la aristocracia normanda fundó al menos veinte nuevos monasterios, entre ellos dos patrocinados por el propio Guillermo en Caen, lo que supuso una importante expansión de la vida religiosa en el ducado de Normandía.​ Desde principios de la década de 1050, estaba claro que Eduardo el Confesor, rey de Inglaterra, no tendría hijos con su esposa Edith, por lo que Guillermo era pretendiente al trono de Inglaterra, entonces en manos de su primo Eduardo el Confeso, que era débil y pronormando, su madre era normanda y él mismo había sido criado en Normandía, y que no tenía descendencia. Por ello, Eduardo comenzó a romper con la familia de su esposa. El duque Guillermo, fortalecido por las recientes victorias sobre el rey de Francia y el conde de Anjou, se hallaba en la cúspide de su poder; aspiraba nada menos que a la conquista de Inglaterra y al tomar Maine e intimidar a Bretaña, preparaba el comino para una ausencia prolongada. Igualmente, es revelador que eligiera ese momento, en torno a 1062 o 1063, para designar como heredero a su hijo primogénito, Roberto. Era costumbre que los duques designaran a su sucesor en vida, pero normalmente, lo hacían en sus últimos años. Existían riesgos, y se cubría las espaldas.

Aunque el Inglaterra estaba convulsionada por las enconadas rivalidades de sus señores, la tarea era difícil para Guillermo ya que no era el único que codiciaba la corona inglesa, pues tenía un poderoso rival, el conde de Wessex, Haroldo Godwinson, que disfrutaba del favor de la reina y estaba casado con Judith de Flandes. El interés de Guillermo se pudo ver alentado por la visita de Haroldo en 1064 a la corte ducal. Es posible que esperara conseguir un acuerdo con Guillermo, por su cuenta, ya que debía ser consciente de sus ambiciones. Pero en ese momento, su hermano más joven y más pobre, Tostig conde de Northumbria, representaba una amenaza más inmediata. En 1064 Haroldo se enfrentó a Tostig en Northumbria, que se había rebelado contra Eduardo, derrotándolo y obligándolo a exiliarse. Pacificó así el reino, pero jamás se reconciliaría con su hermano a pesar de que poco después le restituyó sus tierras. Sea cual fuesen las intenciones de Haroldo, no le salieron bien ya que, al volver por mar a sus dominios del sur de Inglaterra, sufrió un naufragio cerca de Ponthieu y arribó de forma accidental a las costas de Normandía, donde fue hecho prisionero por el duque Guillermo. Esto cambiará la dinámica de poder entre ambos. Es evidente de que llegaron a algún tipo de acuerdo, ya que tanto la crónica de Eadmer como el tapiz de Bayeux, aluden a un juramento de Haroldo en este sentido; puede que fuera un juramento de fidelidad; de hecho, Haroldo aparece en el tapiz recibiendo armas de Guillermo, como haría un vasallo a cambio de su lealtad. Desde el punto de vista de Guillermo, le debía fidelidad absoluta en el caso de ser necesario en sus aspiraciones al trono. 

Consciente de que Haroldo era su principal rival en su futura sucesión al trono, Guillermo se negó a liberarle hasta que Haroldo jurara apoyarle en su pretensión a la Corona de Inglaterra. Eduardo había sido ambiguo en su sucesión; aunque le había prometido el trono a su primo, poco antes de morir comenzó a recomendar fuertemente la elección de su yerno Haroldo como su sucesor. Con el fin de forzar su apoyo, Guillermo hizo firmar a Haroldo sobre reliquias sagradas, cosa que no le reveló hasta después de que terminase de hacerlo. En el futuro, si Haroldo accedía finalmente al trono de Inglaterra, Guillermo podía invocar ese juramento forzado y declararle la guerra por haber faltado a su palabra y honor.

De vuelta a Inglaterra en 1065, Haroldo se enfrentó nuevamente con Tostig. Molesto profundamente con su hermano, decidió apoyar una revuelta en Northumbria que derrocó a Tostig y le sustituyó por el noble Morcar. Tras esta acción se ganó el apoyo de muchos nobles sajones en su candidatura como heredero, pero la relación con su hermano se rompió definitivamente. A partir de entonces, Tostig comenzó a buscar el apoyo de Harald III Haardrade de Dinamarca y Noruega, que también aspiraba al trono inglés, con el fin de que se enfrentase a su propio hermano.  La consagración de la preciada abadía de Westminster de Eduardo se adelantó al 28 de diciembre, pero este, ya muy enfermo, no pudo asistir y murió finalmente el 5 de enero de 1066; había gobernado Inglaterra durante veinticuatro años y la mayor parte de ese tiempo no había sido más que una figura inoperante que ocupaba el trono mientras otros disputaban a lo largo de años para controlar el reino y decidir sobre la sucesión. La mayoría de las fuentes inglesas coinciden en que el rey había designado a Haroldo como heredero, o al menos, le había confiado su reino. Seguramente, había aceptado lo inevitable. Haroldo estaba presente el Londres cuando Eduardo murió, por lo que podía aprovechar su ventaja para asegurarse la sucesión real. En este momento era rey en todo menos en el título, así que, con el fin de crear un hecho consumado, se proclamó rey inmediatamente con el nombre de Haroldo II y fue coronado en la nueva abadía de Westminster, por lo que potencialmente empezó una nueva dinastía.

Sin embargo, la reclamación del trono por parte de Haroldo no estaba asegurada porque había otros pretendientes, uno de los cuales era su propio hermano exiliado Tostig.​ El rey de Noruega Harald Hardrada también era pretendiente, como tío y heredero del rey Magnus I, que había hecho un pacto hacia 1040 con Canuto Hardeknut.​ Y el último pretendiente y no menos importante, era Guillermo de Normandía. Haroldo de Wessex había maniobrado mejor para lograr hacerse con el trono sin apenas oposición, pero su alegría duró muy poco. Cuando Guillermo recibió la noticia de la muerte de Eduardo y la subida al trono de Haroldo, inició de inmediato los preparativos de una invasión. Después de todo, él era sobrino del viejo rey mientras que Haroldo no tenía ningún parentesco con él. En cualquier caso, importaba muy poco a quién asistía el derecho. El duque Guillermo ofreció a los voluntarios una buena paga y la oportunidad de un buen combate, además de la promesa de gloria, botín y tierras. Los hombres acudieron a él y Guillermo los aceptó a todos. Guillermo podría haber sido frenado bastante fácilmente si un rey francés vigoroso se le hubiera opuesto resueltamente, pero en 1066, cuando se estaba preparando la invasión, el rey francés tenía solamente catorce años y su regente, Balduino de Flandes, era nada menos que el suegro de Guillermo que le acompaño en la invasión, dejando que el joven rey Felipe de Francia se apañase con sus reales deberes. No había ningún poder que ejerciera presión sobre Guillermo o amenazase con ocupar Normandía si la expedición de Guillermo fracasaba. El Condado de Anjou, que se hallaba inmediatamente al sur de Normandía y estaba en estado de guerra crónica con ésta, se encontraba paralizado por las luchas internas. Además Guillermo tenía un aliado importante en el Papa;. el papa Hildebrando, estaba amargamente ofendido por el nombramiento de Stigand como arzobispo de Canterbury. Había pedido repetidamente la destitución de Stigand, pero Haroldo se había negado firmemente. Era muy consciente de que una toma hostil de la corona seria problemática, así que intento socavar la legitimidad de Haroldo y de paso, darle importancia a la suya. Era una lucha contra un usurpador y un incumplidor de juramentos, un enemigo de dios y del hombre. Su causa se vio favorecida por el hecho de haber apoyado las iniciativas papales en Normandía durante los últimos años. Ahora se erigía como un aliado papal en Inglaterra y por ello, el Papa Alejandro II le dio la bendición pontificia al proyecto de Guillermo; esto alentó mucho a los hombres que seguían al normando y mejoró mucho las posibilidades de reclutar a otros. 

Para conmemorar el gran suceso, según la tradición, Matilde, esposa de Guillermo y duquesa de Normandía había tejido un largo tapiz (del que aún existen unos 77 metros) de cincuenta centímetros de ancho, conservado en la catedral de Bayeux, ciudad de la costa normanda, en tiempos medievales, por lo que es llamado el Tapiz de Bayeux. Es también notable porque muestra a hombres contemplando maravillados un cometa. En efecto, en ese decisivo año de 1066 apareció un cometa, el mismo que más adelante sería llamado cometa de Halley visible cada setenta y seis años. En tiempos antiguos, estaba difundida la creencia de que, puesto que las estrellas y los planetas en general influyen en los sucesos terrestres, la repentina aparición de un objeto celeste no común sólo podía tener como finalidad indicar que algún suceso no habitual o catastrófico se produciría en la Tierra. Si los normandos creían que el cometa era un seguro indicio de que Haroldo estaba condenado, su moral se fortalecería y combatirían más duramente. Si se podía convencer a los sajones de que su rey había roto un juramento y con ello se había atraído la cólera de Dios, su ánimo decaería. Creyese Guillermo o no en tales cosas, indudablemente le convenía explotar a fondo el cometa.

Durante la primavera y el verano del año 1066, Guillermo había dejado el gobierno en manos de su esposa, Matilde; también recorrió su ducado y sus inmediaciones asegurando sus fronteras. Necesitaba un ejército mucho más grande de lo habitual por lo que necesitaba convencer a muchos de sus principales varones; para el verano, había conseguido el apoyo de nobles desde Flandes hasta Bretaña. Tenía a su disposición 700 barcos de diferentes tamaños y calidades, una poderosa flota para los estándares de la época. El ejército se reunió en Dives, al norte de Caen, a finales de la primavera de 1066; aunque hacer un cálculo del tamaño de los ejércitos medievales es difícil, los historiadores creen que contaba con entre 7.000 y 14.000 hombres, situándose la opinión general más cerca de los 7.000; no obstante, una fuerza expedicionaria grande. Pero una cosa era reclutar un ejercito y otra muy distinta, hacerle cruzar a salvo el canal. Había estado esperando todo el mes de agosto vientos que le permitiesen partir para llevar su flota hacia el Norte, a través del canal. Si la flota normanda hubiese llegado en agosto, Haroldo habría estado listo para hacerle frente y muy probablemente, la habría derrotado. Mantener y aprovisionar, mientras tanto, a un ejército inactivo durante varios meses, debió suponer un gran desafío y fue sin duda el mayor logro de Guillermo de ese año. Es imposible mantener en secreto durante mucho tiempo la concentración de tal flota y ejército, por lo que Haroldo, al tanto de las intenciones de Guillermo, vigilaba de cerca sus costas meridionales. Haroldo tampoco era ningún débil o cobarde, sino todo lo contrario; era un renombrado guerrero que había pasado su vida en los campos de batalla. Conocía los preparativos de Guillermo y tomó medidas contra ellos. Reunió un ejército en el sur y mantuvo preparada una flota en el canal. Y estaba totalmente listo para hacer frente a toda eventualidad cuando su hermano Tostig, que aún anhelaba venganza a toda costa por la disposición de Haroldo a permitir que lo expulsasen de Northumbria, consiguió la ayuda de Haroldo Hardrada, o «Gobernante Duro», de Noruega.

En septiembre de 1066, las fuerzas noruegas remontaron el Humber y avanzaron por Northumbria. Haroldo, que esperaba ansiosamente a Guillermo en el sur dejó la defensa del norte a Morcar, pero esta defensa resultó ser inadecuada y Haroldo Hardrada y Tostig obtuvieron la victoria y marcharon sobre York. Haroldo reclutó un ejército y una flota, “las mas grandes de los que hubiera reunido ningún otro rey antes en esta tierra”, de acuerdo a los cronistas sajones, listos para aplastar a Guillermo. Los apostó en Wight y a lo largo de la costa meridional. Pero no tuvo en cuenta la meteorología y mientras, la invasión de Guillermo se retrasaba de semana a semana y de mes a mes y el aburrido ejército de Haroldo se estaba disgregando. Los barcos sajones, agotados de realizar inútiles patrullas marinas, volvieron a puerto, mientras al rey Haroldo le llegaban las noticias de las victorias vikingas en el norte. A medida que se alargaban las semanas, las provisiones se agotaban y por fin, el 8 de septiembre se vio obligado a disolver el ejército y trasladar la flota a Londres. Tenía que avanzar hacia el norte para hacer frente a la nueva amenaza, dar cuenta de ella y volver lo más rápidamente posible para seguir esperando a Guillermo. Reunió su ejército y se abalanzó hacia el Norte, con tal rapidez y habilidad, que estuvo sobre los invasores antes de que éstos se percatasen de lo que estaba ocurriendo. Los ejércitos se encontraron en Stamford Bridge, a trece kilómetros al este de York, el 25 de septiembre de 1066; Tostig y Haroldo Hardrada murieron y su ejército fue aplastado, quedando el norte asegurado.

batalla de Stamford Bridge

 LA BATALLA DE HASTINGS Y LA INVASIÓN DE INGLATERRA

Solo unos días después de esta victoria, los vientos cambiaron por fin en el canal permitiendo a Guillermo cruzarlo en la noche del 27 al 28 de septiembre. Paradójicamente, este largo retraso causado por la meteorología, había jugado a favor del Duque. El 28 de septiembre de 1066, tres días después de la batalla de Stamford Bridge, la expedición normanda desembarcaba sin oposición en Pevensey, dirigiéndose hacia el este, hasta Hastings, donde unos terraplenes de la Edad de Hierro podrían servir como defensa. Se cuenta que cuando el duque Guillermo bajó de su barco, se tambaleó y cayó de bruces. Se hizo un silencio mortal en el ejército ante ese augurio de mala fortuna, pero el duque se puso en pie, levantó los brazos con un puñado de tierra inglesa en cada mano y gritó: ¡Me he adueñado de Inglaterra! Bien es verdad que esta anécdota recuerda a otra similar atribuida a Julio César, cuando éste condujo una expedición a África. Guillermo no se internó inmediatamente tierra adentro ya que no quería ser sorprendido por un contraataque de Haroldo, como les había ocurrido a los noruegos. En cambio, se fortificó en la costa, cerca de sus barcos, para el caso de que tuviera que retirarse, y esperó.  En Hastings montó su campamento y ordenó la construcción de una mota de estilo normando, un terraplén elevado rematado con una fortificación de madera, para mejorar sus defensas. A continuación, arrasó el campo circundante, en parte por necesidad dado que el ejército había cruzado con raciones para unos pocos días, por lo que deberían vivir del terreno. Pero también con la intención de atraer a Haroldo al combate. El padre de este, provenía de Sussex y Guillermo estaba arrasando las tierras ancestrales de su familia. Era el final de la temporada de campañas militares y la llegada del invierno, favorecía a Haroldo y a los ingleses, ya que Guillermo se encontraría en un serio problema para abastecer a su ejército. 

Pero Haroldo, se tragó el anzuelo. Su ejército y su flota estaban a trescientos kilómetros de distancia; El 2 de octubre, el rey inglés marcho hacia el sur sin dejar descansar a su ejército y reagruparlo, pasó por Londres, haciendo apenas una pausa para que su ejército cobrase aliento y llegó a la costa meridional el 13 de octubre, once días después de conocer las noticias de la invasión. Acampo a 12 km al norte del ejercito de Guillermo que estaba en Hastings. Las tropas de Guillermo habían tenido quince días de reposo durante los cuales planear la batalla y levantar fortificaciones. El ejército sajón, en cambio, había hecho una angustiosa marcha hacia el Norte, había librado una desesperada batalla y luego había hecho otra angustiosa marcha hacia el Sur. El número de contendientes de ambos bandos era similar, pero mientras que Guillermo contaba con caballería, infantería y arqueros, Haroldo solo tenía infantería y muy pocos o ningún arquero. La espina dorsal del ejército normando consistía en mil quinientos caballeros montados, una fuerza enorme para la época; los caballeros aún llevaban armaduras ligeras ya que la armadura pesada que cubriría a caballeros y monturas vendría más adelante. Los caballeros recibían vigoroso apoyo de arqueros con pequeñas ballestas; tampoco había aparecido en este momento el mortal arco largo que caracterizaría la táctica de batalla inglesa algunos siglos más tarde. Haroldo tenía siete mil hombres y superaba en número a los normandos, pero esto tenía poca importancia porque al menos la mitad del ejército sajón estaba formado por campesinos inexpertos que habían sido llevados allí. De haber tenido paciencia, podía haber reunido un gran número de hombres, incluidos los del ejército regular que aún no habían sido reunidos. Podía haberse fortificado en una posición defensiva segura y esperado a que Guillermo atacase. Éste se habría visto obligado a hacerlo tarde o temprano, pues de lo contrario su ejército se disgregaría, y no era fácil recibir refuerzos a través del Canal. Si Haroldo hubiese esperado y hubiera dejado descansar a sus hombres, seguramente habría ganado, pero con un ejército a medio reunir y exhausto, decidió atacar.

La batalla de Hastings comenzó sobre las nueve de la mañana del 14 de octubre de 1066 y duró todo el día. Se conoce su desarrollo en líneas generales, pero los detalles no están claros por los relatos contradictorios de las fuentes.  De haberse tratado de una batalla a pie, los ingleses habrían tenido la ventaja. Los housecarls eran famosos por su habilidad con el hacha y la espada, y la milicia inglesa era excelente en el uso de proyectiles. Además, el muro de escudos anglosajón había sido probado como un dispositivo eficaz en la guerra. Al igual que los antiguos macedonios, que habían marchado en una falange escudo contra escudo, los anglosajones luchaban en formación cerrada, utilizando el muro de escudos tanto ofensiva y defensivamente. Harold echó un vistazo a los normandos y supo que él había cometido un error al avanzar tan lejos tan rápido. Sus enemigos eran más móviles, y dado el momento adecuado, la caballería normanda podría romper su muro de escudos y dispersar a sus hombres en grupos dispares. Sólo había una esperanza: permanecer en la ladera y recibir los ataques del enemigo. Cualquier tipo de movimiento ofensivo llevaría a sus hombres bajo el alcance de los cascos de los caballos. El hermano de Harold instó al rey una vez más a abandonar el terreno, que le dejara el mando del campo a él, de manera que ganara o perdiera, los ingleses no perderían a su monarca. Harold se negó y su intuición era probablemente correcta ya que si se corría la voz de que el rey había abandonado el campo de batalla, el caos y la desesperación habrían cundido entre los sajones antes de que el ejército de Guillermo atacara. Así que Haroldo tomó la posición central, donde su emblema personal flameaba al viento y sus hermanos tomaron el mando de ambos flancos; entonces los anglosajones se prepararon para el inevitable asalto. Este día no hubo banderas de tregua ni parlamentos. Ambos bandos sabían que los golpes debían prevalecer. Guillermo tenía tanto su bandera personal como el estandarte que el Papa había enviado para bendecir la invasión normanda. Antes de comenzar la batalla, exhortó a sus hombres, recordándoles que estaban en una misión sagrada para reclamar la Iglesia de Inglaterra y conducirla de nuevo a una completa conformidad con la de Roma.

batalla de Hastings, 14 de octubre de 1066

Guillermo se apresuró a avanzar para forzar la batalla pillando por sorpresa a los sajones, quienes lograron apresuradamente formar una línea defensiva en un lugar que no era ideal para tal fin. Los soldados ingleses formaron un muro de escudos en lo alto de la colina y en un principio repelieron a los normandos con tanto éxito que los hombres de Guillermo tuvieron que retirarse después de sufrir numerosas bajas. La batalla comenzó alrededor de las nueve de la mañana. La infantería normanda subió por la colina de Senlac, siendo recibida por un aluvión de proyectiles de mano. Algunos normandos cayeron antes de llegar a la cresta de la colina y los que alcanzaron el terreno llano se estrellaron contra el muro de escudos inglés. Esto era algo diferente para los normandos que en sus muchas batallas en el continente, estaban acostumbrados a luchar con enemigos que, como ellos, eran una mezcla de tropas de a pie, a caballo, y arqueros. Podían cantar baladas sobre encontrarse con un muro de escudos, pero la experiencia real era devastadora. Muchos normandos cayeron antes del impacto y el resto corrió colina abajo. El primer choque había terminado, una aparente victoria para los ingleses. Aunque el día era fresco, un típico día de otoño en Inglaterra, las armaduras que llevaban los hombres de ambos bandos provocaron calor y agotamiento por lo que ambos bandos descansaron después de este primer asalto. Guillermo presionó ahora con su caballería: la colina debía ser tomada por sus jinetes. Pero la ventaja de terreno de que gozaban los ingleses favorecía la muralla de escudos que seguía intacta con el dragón de Wessex aún invicto flameando sobre la colina de Senlac. Nuevamente, los normandos fueron rechazados retirándose en desorden colina abajo. Algunos de los hombres del rey Haroldo de su flanco izquierdo pensaron que era la señal de una retirada normanda a gran escala y corrieron colina abajo tras ellos. El punto de inflexión había llegado para el ejército normando; a medida que continuaba retrocediendo, con los ingleses en su persecución, se extendió el rumor de que el duque Guillermo había muerto. Los normandos estaban a punto de la desintegración.  Solamente el duque Guillermo los había unido,los había guiado a través del Canal, y los había llevado a este punto y no había nadie que pudiera tomar su lugar. En cuanto supo lo que sucedía, Guillermo comenzó a galopar a través de sus líneas sin el casco, para que los hombres pudieran mirarle a la cara. El pánico ceso y los Normandos se volvieron de nuevo para enfrentar a sus enemigos. Los ingleses que habían roto sus líneas y bajado la colina eran ahora vulnerables a un contraataque y el flanco derecho normando giró y rodeo al relativamente pequeño grupo de ingleses que fueron rápidamente capturados o muertos, algo que supuso un fuerte golpe ahora para la moral inglesa. 

El mediodía llegó y pasó y los ejércitos se detuvieron mientras los hombres se desplomaban para breves descansos. Incluso los más fuertes no podían soportar los rigores de la batalla y el peso de sus armaduras durante mucho tiempo. Temprano en la tarde, tal vez alrededor de la una, Guillermo volvió al ataque. El tapiz de Bayeux nos muestra normandos a caballo atacando la muralla de escudos. El muro de escudos y lanzas resistió, pero el número de hombres detrás de la pared estaba empezando a disminuir rápidamente.  En algún momento de la tarde, Guillermo empleó a sus arqueros con mejores resultados. Había habido muchos disparos de arco y flechas disparadas a lo largo del día, pero muchos habían terminado inofensivos, desviados por el muro de escudos. Ahora, sin embargo, como el número de ingleses comenzaba a disminuir, el muro de escudos era menos eficaz. Guillermo ordenó a sus arqueros disparar al aire y que las flechas cayeran entre los grupos de anglosajones en la colina.

La misma táctica habría fracasado tal dos horas antes, pero ahora dio exactamente en el blanco. Los ingleses comenzaron a caer de la formación, con flechas en sus brazos o piernas. El muro de escudos estaba peligrosamente cerca a la desintegración. Viendo el éxito de sus arqueros, Guillermo decidió arriesgar el todo por el todo en un ataque frontal completo. El primer ataque del día, a las nueve de la mañana no había tenido el peso de este asalto final. Todos los normandos, infantería, caballería y arqueros hicieron una última carga sobre la colina de Senlac, y esta vez encontraron mucha menos resistencia que antes. Ninguna fuente, ni siquiera el Tapiz de Bayeux, nos dice de manera convincente lo que ocurrió en este último asalto. Sabemos que los normandos subieron a la colina, que hubo siguió una lucha cuerpo a cuerpo en la cresta. Pero si Haroldo y sus hermanos murieron en combate cuerpo a cuerpo o si Haroldo cayó muerto por el impacto de una flecha en el ojo, como muchas fuentes sugieren, sigue siendo un misterio hoy en día. Todo lo que podemos decir con seguridad es que, en los últimos momentos de la tarde, justo antes del anochecer, la última resistencia inglesa se derrumbó y el Rey Haroldo y sus dos hermanos murieron en la colina, al igual que más de la mitad de los hombres que habían traído con ellos; los restos del ejército inglés desaparecieron en la oscuridad que se avecinaba. Aunque fue una victoria completa para Guillermo, esto no oscurece cuán dura había sido la batalla, que en algunos momentos bien podría haberse inclinado hacia el otro lado, siendo el Duque Guillermo, su hermano Odo, y sus hombres quienes murieron esa tarde. No fue así.

Haroldo habla sido rey durante diez meses; su cadáver fue identificado después de la batalla, ya sea por su armadura o por las marcas en su cuerpo. La madre del rey muerto, Gytha, ofreció a Guillermo el peso de su hijo en oro si le entregaba el cuerpo, pero el normando no aceptó. La mayoría de las crónicas coinciden en que el cadáver fue violado en la tarde de la batalla; que los caballeros normandos patearon y embarraron el cuerpo. Después Guillermo ordenó que el cuerpo se arrojara al mar, aunque no se sabe dónde. La abadía de Waltham, fundada por Haroldo, dijo tiempo después que el cuerpo del rey había sido enterrado allí secretamente. Como nunca se nunca se probó realmente que paso con el cuerpo, comenzaron a circular todo tipo de cuentos populares según los cuales el Rey Haroldo había sobrevivido a la batalla y continuado su vida como un humilde campesino en algún pueblo de Wessex.  Esa única batalla hizo oscilar el péndulo. Lo que los sajones habían ganado en un siglo de guerras contra los britanos, lo que habían salvado en un siglo y medio de luchas contra los daneses, lo perdieron ahora ante los normandos en una sola batalla de una mañana y una tarde únicas en la que fue destruido lo mejor de la nobleza sajona. Inglaterra iba a ser gobernada por los normandos.

GUILLERMO EL CONQUISTADOR 

La batalla de Hastings había terminado, pero la campaña continuaba. Guillermo había obtenido su gran victoria y su rival estaba muerto, pero el reino todavía tenía que ser conquistado. Tras la batalla hizo que sus hombres pasaran al menos dos días enterrando a los muertos; también hizo la promesa de que construiría y mantendría una abadía en la colina de Senlac para dar gracias a Dios por la victoria, algo que tuvo que esperar.  El duque actuó con cautela en los días y semanas posteriores a la batalla de Hastings. Otro hombre podría haberse dirigido directamente hacia el norte, cubriendo las 60 millas hasta Londres, pero Guillermo fue metódico y sensato y no avanzó hasta que sus flancos estuvieron asegurados. Una semana después de la batalla de Hastings, Guillermo estaba en marcha de nuevo, pero no hizo la marcha directa por tierra por tierra hacia Londres, sino que regresó a la costa y comenzó una marcha tortuosa que haría suyas las ciudades portuarias del sureste de Inglaterra. Era una buena estrategia ya que asegurando las ciudades portuarias aseguraría la posibilidad de su propia retirada, si fuera necesario. Pero quizás más importante, quería socavar la fe de los ingleses en sus líderes. Dover se rindió sin lucha; era una ciudad que tenía una gran importancia simbólica porque Guillermo afirmó que Haroldo, en su juramento de 1064, había acordado apoyar una guarnición normanda aquí. Situada cerca la parte más estrecha del Canal de la Mancha, le proporcionó una excelente comunicación con Normandía. Guillermo comenzó a reconstruir sus fortificaciones que habían caído en decadencia. Tenía un faro, construido por los romanos 700 años antes y Guillermo comenzó a construir una serie de nuevos edificios alrededor de este faro. Canterbury también se rindió a Guillermo sin lucha y fue otro paso importante para establecer la legitimidad del reinado de Guillermo. Aunque era un hombre completamente mundano, conocía la importancia de la religión y de los símbolos espirituales y uno de los más importantes para los ingleses era la iglesia de Canterbury que fue y sigue siendo hoy, profundamente importante para la espiritualidad inglesa. Al tomar y ocupar Canterbury, Guillermo pudo afirmar haber cumplido su promesa al Papa Alejandro de que traería a la Iglesia Inglesa de vuelta a la plena conformidad con la Iglesia Católica de Roma.

El arzobispo Stigand, que había sido uno de los asesores más cercanos de Haroldo, no estaba en Canterbury cuando Guillermo llegó; se había ido a Londres, donde orquestó la selección de un nuevo rey anglosajón con el arzobispo Aldred de York. La lucha aún no había terminado y los ingleses necesitaban un nuevo líder. No consideraban a los hijos de Haroldo como posibles sucesores ya que el viejo estigma de la familia de Haroldo y su falta de conexión con el trono a través de la sangre, resurgían ahora tras su derrota. Así que los dos arzobispos se remontaron a la época del rey Eduardo el Confesor, e incluso más atrás, a su abuelo Ethelred el Desprevenido. El único miembro que quedaba de esa línea era Edgardo Atheling, un niño. Aunque lo que a Edgardo le faltaba en edad, lo compensaba de sobra en legitimidad. Edgar se convirtió en rey en noviembre, aunque nunca tuvo una ceremonia de coronación. Guillermo dejó Canterbury en algún momento de noviembre y de nuevo, como después de Hastings, no tomó la ruta más directa. En lugar de acercarse a Londres, Guillermo marchó con su ejército hacia el oeste, manteniéndose al sur del río Támesis, que cruzaron probablemente en Wallingford. Una vez en el lado norte del río, Guillermo comenzó una lenta pero metódica aproximación a Londres. No le gustaba la idea de un asedio ya que Londres era demasiado grande y su población demasiado militante. Incluso si ganaba tal asedio, no quería convertir en mártires a aquellos que se le resistieran. Así que se acercó día a día y se viendo como la resistencia se desintegraba ante él. Cuanto más devastaba Guillermo, más sopesaban sus opciones los magnates ingleses locales. Pero apostar al caballo equivocado era peligroso y el pragmatismo suele superar al idealismo… Solo Guillermo ofrecía unas posibilidades realistas de estabilidad. Una vez que cruzo el Támesis, la mayoría accedió a someterse. Incluso el arzobispo Stigand vino a besar la mano de Guillermo en su marcha, y para cuando alcanzó la capital, no hubo necesidad de luchar. 

Esta relativamente incruenta toma de Londres muestra las mejores cualidades en el arsenal del Duque Guillermo: su paciencia y previsión. La ciudad ya era suya y ahora reclamaría el trono y el reino. Edgar Atheling fue abandonado por los mismos hombres que lo habían proclamado rey sólo seis semanas antes. Guillermo se reunió con los líderes de Londres, y acordaron una ceremonia de coronación para el día de Navidad de 1066. Eligió recibir la corona en la abadía de Westminster en lugar de en el corazón de la ciudad vieja, para reforzar la idea del heredero legítimo de Eduardo el Confesor siendo coronado en la iglesia que Eduardo había construido. El Duque Guillermo de Normandia, que había sido llamado Guillermo el Bastardo en su juventud, era ahora el Rey Guillermo, el primero de su nombre. Poco después de la coronación comenzó a construir un nuevo castillo normando en la orilla norte del río Támesis, en la parte antigua de Londres. La piedra se extrajo en Caen y fue enviada a través del Canal para edificar lo que se conoció como la Torre Blanca que hoy en dia sigue siendo la parte central del complejo conocido como la Torre de Londres. permaneció en Inglaterra después de su coronación y trató de ganarse a la aristocracia sajona. Los condes supervivientes, Edwin de Mercia, Morcar de Northumbria y Waltheof de Northampton, conservaron sus tierras y títulos. ​ Waltheof contrajo matrimonio con Judit, sobrina de Guillermo y se propuso un matrimonio entre Edwin y una de las hijas del nuevo rey. Al parecer, Edgar Atheling también recibió tierras. Dejó en el gobierno de la isla a su hermano Odón, obispo de Bayeux, y a Guillermo FitzOsbern, hijo del que fuera en el pasado uno de sus más firmes apoyos y regreso a Normandia. ​ FitzOsbern recibió el título de conde de Wessex y Odón el de conde de Kent. ​ Aunque Guillermo dejó a dos normandos a la cabeza del gobierno, los cargos de sheriff siguieron en manos de ingleses. ​

FitzOsbern y Odón tuvieron muchas dificultades para controlar inglaterra y por ello pusieron en marcha un ambicioso plan de construcción de castillos que permitieran controlar el recién conquistado reino. ​ Guillermo regresó a la isla en diciembre de 1067 y sitió Exeter donde la familia del anterior rey Haroldo encabezaba una rebelión; la ciudad resistió el asedio dieciocho días y tras su rendición el rey ordenó levantar un castillo en ella para asegurar su dominio. Mientras tanto, los hijos de Haroldo, huidos a Irlanda, comenzaron a atacar en las costas del sur de Inglaterra y desembarcaron en Brístol, donde fueron derrotados por Eadnoth, un conde local afín al nuevo régimen. El domingo de Pascua de 1067 Guillermo estaba de vuelta en Winchester, donde poco después se le unió su esposa Matilde, que fue coronada reina de Inglaterra en mayo de 1068.  Partes del norte de Inglaterra no aceptaron inmediatamente el reinado del nuevo rey. En 1068 Edwin y Morcar iniciaron una revuelta apoyados por Gospatric, conde de Northumbria. A comienzos de 1069 Edgar Atheling se rebeló y atacó York. Con York en su poder, Edgar Atheling fue proclamado rey por sus seguidores, algo que Guillermo no podía dejar pasar y que desató una respuesta inmediata; dejó de atender una revuelta en Maine, Francia, para viajar a Inglaterra inmediatamente y respondió con su habitual determinación. Como como consecuencia, llevó a cabo campañas que asolaron el norte, estableciéndose firmemente como el líder más despiadado de la época:  Guillermo se paseó con su corona de rey por las ruinas de York el día de Navidad de 1069. Edgar huyó hacia Escocia, ​ cuyo rey Malcolm III estaba casado con su hermana Margarita. Waltheof y Gospatric, que habían estado implicados en la rebelión, se rindieron y Guillermo permitió que conservaran sus tierras. Pero había que dar una lección ejemplar, un aviso a navegantes, por lo que los hombres de Guillermo arrasaron de forma sistemática el campo, buscando infligir el mayor daño posible. Murieron muchas más personas de hambre que víctimas de las espadas normandas. Era no solo una táctica del terror, destinada a aplastar la voluntad de resistir, sino también una maniobra estratégica, ya que los ejércitos medievales dependían para su marcha de los estómagos de sus tropas y Guillermo se aseguró de que los rebeldes no encontraran nada con que sustentarse. Fue una catástrofe de la que aún se estaban recuperando décadas más tarde, pero un éxito en el plano político, ya que la mayoría de los rebeldes se sometieron y el norte no se volverá a levantar. Las operaciones contra la resistencia inglesa finalizaron en abril de 1070, cuando Guillermo volvió a lucir su corona real en Winchester.

Sus últimos años no estarían exentos de más revueltas; El rey rondaba los cuarenta años y se encontraba en pleno vigor de mente y cuerpo; una nueva generación de nobles normandos había crecido bajo su reinado. Él y sus compañeros, que habían luchado en las grandes batallas contra contra el rey Enrique y Godofredo de Anjou, eran ahora la generación mayor. Esta nueva generación, que incluía ahora a sus propios hijos adultos, Roberto y Ricardo, iba a ser el enemigo de sus últimos años, no los ingleses ni los franceses. No hay peor cuña, que la de la misma madera…Su más viejo y cercano amigo y partidario, Guillermo fitz Osbern, fue asesinado mientras acompañaba al ejército del rey Felipe de Francia en su invasión de Flandes. En 1071 el rey dividió la herencia de Guillermo fitz Osbern entre los dos hijos mayores del conde: Guillermo de Breteuil tomó su gran patrimonio normando, mientras que al hijo menor, Roger, se le asignó una porción de los intereses ingleses de su padre, un condado basado en Hereford y otros intereses al otro lado del Wye, en el Gwent galés. A diferencia de la generación de su padre, Roger de Breteuil no se identificaba con las ambiciones e intereses de Guillermo. Y al mismo tiempo, Guillermo y sus circulo intimo no se identificaban con la generación de Roger, y muy pocos entre de ellos llegaron a formar parte de su consejo, lo que provocó más resentimiento. La lealtad y la estabilidad que habían sido tan características de la aristocracia normanda durante dos décadas temblaron por primera vez en el otoño de 1074.  Y comenzó con una alianza matrimonial entre el joven conde Roger de Hereford y otro recién llegado, Raúl de Gael, el nuevo conde de Anglia Oriental. A pesar de que el rey desaprobaba el matrimonio, el conde Roger casó a su hermana con el nuevo conde. Hubo una costosa lujoso y costoso festival nupcial, que solía durar más de una semana, en la mansión de Exning, en Suffolk. Las reuniones sociales de nobles eran siempre lugares donde podían surgir conspiraciones; de hecho, los torneos fueron más tarde tan notorios como nidos de conspiración. En Exning, con el el rey a salvo en Normandía, el conde Roger persuadió a sus invitados de que debían desafiar a Guillermo y arrancarle concesiones. Así pues, Raúl de Gael, conde de Norfolk, y Roger de Breteuil, conde de Hereford, conspiraron para derrocar a Guillermo en la que se conoció como la Rebelión de los Condes, en el año 1075. Raul tenía antepasados bretones y había estado toda su vida anterior a 1066 en Bretaña, donde poseía tierras.​ Roger era normando, hijo de Guillermo FitzOsbern, pero había heredado mucho menos poder que el que tuvo su padre. ​ Al parecer la autoridad de Raúl era mucho menor que la que habían gozado sus predecesores en el condado y ello fue probablemente la causa de la revuelta. De todas maneras, la causa exacta de esta rebelión no está del todo clara. Se puso en marcha durante la boda de Raul con una pariente de Roger, celebrada en Exning. También estuvo implicado otro conde, Waltheof, uno de los favoritos de Guillermo, y otros señores bretones que apoyaban a Raul y Roger. Además, como no podía ser de otra manera, Raul solicitó ayuda a los daneses.

En principio, el rey Guillermo no viajó a Inglaterra y dejó que sus hombres sofocaran esta rebelión. Mientras tanto, Canuto, hermano del rey de Dinamarca, había llegado a Inglaterra al mando de una flota de doscientos barcos, pero demasiado tarde porque Norwich ya se había rendido. Los daneses atacaron algunas localidades costeras y se marcharon. ​ Guillermo volvió a Inglaterra a finales de 1075 para enfrentar la amenaza de los daneses y dejó a su esposa Matilde gobernando en Normandía. Celebró la Navidad en Winchester y se ocupó de los responsables de la rebelión.​ Roger fue encarcelado y Waltheof ejecutado en mayo de 1076. Sus bienes fueron entregados intactos a su viuda, sobrina del Conquistador. Pero antes el rey tubo que regresar al continente para encarar la rebelión que el recalcitrante Raul había continuado en Bretaña, donde se aseguró el control del castillo de Dol. En septiembre de 1076 Guillermo avanzó por Bretaña y puso sitio a la fortaleza. Sin embargo, el rey Felipe I de Francia acudió en auxilio de Ralph y consiguió derrotar a Guillermo y obligarlo a replegarse a Normandía. Aunque esta fue la primera derrota en batalla del rey Guillermo, no tuvo graves consecuencias. Los angevinos atacaron en Maine a fines de 1076 y acabaron derrotados en una acción en la que el propio Fulco IV resultó herido. Más grave para los intereses normandos fue la retirada a un monasterio de Simon de Crépy, conde de Amiens, pues antes de convertirse en monje había entregado su condado de Vexin al rey de Francia. El Vexin había sido una región fronteriza y neutral entre Normandía y el reino de Francia y Simon de Crépy aliado de Guillermo. En 1077 el rey de Inglaterra firmó la paz con Felipe I y consiguió una tregua con el conde Fulco de Anjou.

A raíz de estas rebeliones, asistiremos a unos esfuerzos constantes por reemplazar a la elite gobernante inglesa por normandos y flamencos. Al hacerlo, mataba dos pájaros de un tiro: recompensaba a los que le habían sido leales y castigaba a los que seguían amenazando su régimen. La resistencia inglesa y el asentamiento normando iban de la mano: cuanto más se rebelaba la aristocracia autóctona, más decidido estaba Guillermo a extirparla y la consecuencia fue el reemplazo más completo de una elite gobernante en la historia británica. En 1086, menos de 8% de la tierra estaría ya en manos autóctonas. Tras su primer regreso a Inglaterra a finales del año 1067(había partido a Normandía en marzo siguiente a la batalla de Hastings), empezamos a ver a normandos reemplazando a ingleses en los rangos medio y bajo del funcionariado real, un proceso que se intensificó en los años siguientes.  El rey Guillermo introdujo en Inglaterra una forma de feudalismo más estricta. Durante los 20 años anteriores a la conquista, Guillermo había se había convertido en un maestro en el uso del sistema feudal centralizado en Normandía. Lo que trajo a Inglaterra fue el concepto de un señor y muchos señores menores, sin ninguna interconexión entre ellos; todos y cada uno de los nobles de Inglaterra debió jurar lealtad directamente al Rey Guillermo y a ninguno se le permitió jurar a un conde o duque, que luego transmitían su lealtad al rey. Guillermo fue el primer rey de Inglaterra que aplicó el principio de que toda la tierra del reino pertenecía en primer lugar al monarca quien podía asignar secciones de la misma y recibir a cambio la lealtad tradicional de los grandes señores, pero todo pertenecía al rey. Y algunos de los descendientes de Guillermo se lo tomaron al pie de la letra dificultando a sus súbditos cazar y pescar como estaban acostumbrados.

En tan solo cuatro años desde 1066, la mitad de las sedes episcopales del reino habían cambiado de manos; en todos los casos, los obispos ingleses fueron sustituidos por obispos continentales, generalmente, normandos. El nuevo arzobispo de Canterbury, Lanfranc, era un miembro destacado de la iglesia normanda, con excelentes relaciones tanto con el rey como con el Papa. Era ya un hombre anciano para los cañones medievales, tendría más de 60 años, carecía de experiencia previa con la iglesia o la sociedad inglesa y no hablaba ni una palabra de inglés.  El arzobispo de Canterbury encabezará los esfuerzos reformadores en los concilios de 1070 pondrán en marcha una serie de cambios muy importantes: se planteó la posibilidad de reubicar muchas sedes episcopales, se prohibió la posesión de más de un obispado y las ordenaciones simoniacas y se reformo en otros temas como la ordenación eclesiástica, el pago de diezmos o la celebración periódica de sínodos diocesanos. El pasado normando de Guillermo tuvo graves consecuencias para Inglaterra y Francia. Guillermo conservó su posición como duque de Normandía cuando se convirtió en rey de Inglaterra y por lo tanto, era técnicamente un vasallo del rey de Francia mientras que también era rey de Inglaterra. Este claro conflicto de lealtades significó que la mayoría de los sucesores de Guillermo vivieron lo que casi podría llamarse doble vida, culturalmente hablando. Vivieron parte del tiempo en Inglaterra, y parte del tiempo en Normandía, y muchos de ellos realmente permanecieron siendo. Incluso uno de los más grandes héroes ingleses, Ricardo Corazón de León, hablaba francés como primera. A finales de 1077 o principios de 1078 comenzaron los problemas entre Guillermo y su hijo mayor, Roberto. La sociedad del siglo XI poseía una cultura aristocrática de vida libre, un modo de vida despreocupado que podía alejar a la generación anterior de la más joven: la primera estaba establecida y tenía el control de los recursos familiares mientras que la otra era adicta a un estilo de vida caro que era incapaz de pagar. Los peligros sociales de esta tensión eran evidentes para todos.

Guillermo había sido padre antes de que la batalla de Mortemer lo estableciera definitivamente como indiscutible en el norte de Francia. Su primer hijo, a quien llamó Roberto en honor a su padre, nació en algún momento de 1052 o poco después y fue asociado con su madre en el gobierno de Normandía en 1066. Tuvo un hermano, Ricardo, que nació antes de 1056, que había muerto en un accidente de caza antes de 1074. A Roberto su padre le había concedido el título de conde de Maine en 1063, dignidad que con el tiempo habría sido una ironía sin el poder que la acompañaba. A mediados de la década de los 70 del año mil, Roberto estaba molesto por las restricciones que su decidido padre le imponía. Para entonces, un tercer hijo, Guillermo,sin duda nacido antes de 1060, se habría unido a él en su airada necesidad de independencia. El cronista Orderico Vital afirma que los problemas se iniciaron por una pelea entre Roberto y sus dos hermanos menores, Guillermo y Enrique, en la que estos dos arrojaron agua a su hermano mayor. Sin embargo, lo más probable es que el primogénito del rey de Inglaterra sintiera que gozaba de poco poder. Orderico relata que Roberto había exigido sin mucho éxito gobernar Maine y Normandía, por lo que abandonó el ducado en compañía de un puñado de jóvenes seguidores, muchos de ellos también hijos de los hombres de confianza de Guillermo.  El cambio generacional dentro de la clase dirigente normanda se aprecia con mayor claridad en la forma en que los hijos de principales amigos y partidarios del viejo rey se transforman en sus principales adversarios y en los aliados de su hijo rebelde.El grupo de jóvenes se dirigió al castillo de Rémalard y lo atacaron junto con algunos enemigos de Guillermo. ​ La respuesta del rey fue inmediata: los expulsó de Rémalard, pero el rey Felipe I de Francia les ofreció ocupar la fortaleza de Gerberoy en enero de 1079, donde Roberto recibió más refuerzos. Felipe estaba dispuesto a ayudar a cualquiera que pudiera desestabilizar el reino anglo-normando y Roberto fue un regalo caído del cielo para el rey francés, que lo usó para inaugurar una estrategia que sería utilizada por las siguientes generaciones de Capetos hasta la caída de Normandía en 1204: apoyar al descontento heredero contra el rey reinante y así debilitar a ambos. Guillermo asedió Gerberoy, pero los sitiados consiguieron burlar el cerco de las fuerzas del rey de Inglaterra y entablaron un combate en el que Guillermo resultó desmontado del caballo por su propio hijo Roberto y fue salvado por la intervención de un soldado inglés. Las fuerzas de Guillermo hubieron de levantar el asedio y el rey regresó a Ruan. El 12 de abril de 1080, padre e hijo llegaron a un acuerdo por el que Roberto recibiría el ducado de Normandía a la muerte de su padre. La noticia de la derrota del rey Guillermo espoleó nuevamente a sus enemigos en el norte de Inglaterra. En agosto y septiembre de 1079, el rey escocés Malcolm III atacó al sur del río Tweed y durante un mes devastó la zona. La falta de respuesta por parte de los normandos hizo crecer la inquietud entre los habitantes de Northumbria y por ello en la primavera de 1080 se rebelaron contra Walcher, obispo de Durham y conde de Northumbria. El obispo fue asesinado el 14 de mayo de 1080 y Guillermo hubo de enviar a su medio hermano Odón a ocuparse del asunto. El rey partió de Normandía en julio de 1080​ y en otoño encargó a su hijo Roberto que emprendiera una campaña contra los escoceses, en el transcurso de la cual atacó en Lothian, forzó a Malcolm III a aceptar sus condiciones y ordenó que se erigiera un castillo en Newcastle upon Tyne mientras regresaba a Inglaterra.

En 1082 Guillermo ordenó el arresto de su medio hermano Odón por razones nada claras, pues ningún cronista registró información sobre la disputa entre ambos. Tan solo Orderico Vital dejó escrito que Odón tenía aspiraciones papales y que además trató de persuadir a algunos de los vasallos de Guillermo para que se unieran a una invasión del sur de Italia. Quizá esto fue considerado como una intromisión en la autoridad real que Guillermo quiso castigar. Odón permaneció encarcelado el resto del reinado de Guillermo, pero no perdió sus tierras. En 1083 surgieron nuevos problemas cuando el hijo del rey, Roberto, se rebeló una vez más con el apoyo del rey de Francia, Felipe I. Otro duro golpe para Guillermo fue la muerte de su esposa Matilde el 2 de noviembre de 1083, a la que siempre estuvo muy unido. Guillermo conocía muy bien la importancia de los impuestos, por lo que quería conocer las propiedades de todos sus nuevos súbditos, así que en el año 1086, concibió la compilación del Libro de Domesday, que calculaba y evaluaba toda la propiedad inglesa; esto le convirtió en el rey más más rico de Europa Occidental, no tanto porque Inglaterra fuera rica, sino porque el rey conocía el valor exacto de las propiedades de sus súbditos y por lo tanto podía gravarlos en la mayor medida posible. Partió de Inglaterra a finales de 1086 y nada más regresar al continente, casó a su hija Constanza con Alano IV, conde de Bretaña, siguiendo su política de buscar aliados contra la monarquía francesa. Su hijo Roberto, aliado del rey francés, seguía creando problemas hasta el punto de que su padre lideró una expedición contra la región francesa del Vexin en julio de 1087. Mientras asediaba Mantes, hizo quemar la ciudad, incluyendo la gran iglesia de la Virgen y mientras se dedicaba a esta poco edificante actividad en la humedad y el calor de finales de julio en el valle del Sena, mientras cabalgaba entre el acre humo de una ciudad en llamas, Guillermo experimentó un repentino y espasmo, tan grave que se desplomó hacia adelante. Guillermo de Malmesbury repitió una historia de que en ese momento sufrió una grave herida interna con el pomo de su montura, cuando su caballo patinó sobre las cenizas del camino. De hecho, la enfermedad mortal del rey probablemente había estado creciendo en él durante algún tiempo. Malmesbury también nos cuenta que había estado confinado en cama durante un tiempo antes de la campaña de Vexin con órdenes estrictas de sus médicos de perder peso, y esto sólo podía ser porque estaba experimentando malestar interno. El Rey Guillermo había engordado peligrosamente como resultado de una dieta aristocrática, muy común en su época, rica en carne y pescado y baja en verduras y productos lácteos, que se consideraban más apropiados para la mesa del pueblo. El resultado lógico de una dieta excesivamente rica en proteínas provocó problemas hepáticos o una diabetes tardía. El rey parece haber sucumbido en julio de 1087 a un grave fallo en alguno de sus órganos internos, que sus médicos en Rouen fueron capaces de diagnosticar como fatal, probablemente porque lo veían con frecuencia en las clases altas.

El rey languideció en Ruán, primero en el castillo; después, a causa del calor y el ruido de la ciudad, fue llevado al priorato de St-Gervais, en una colina al oeste, donde el aire era más limpio al encontrarse sobre el valle del río. Recibió los mejores cuidados médicos, incluidos los servicios del erudito obispo de Lisieux, Gilbert Maminot. Su declive hacia la muerte duró seis semanas; tras una leve recuperación, sus médicos le convencieron de que se estaba muriendo e hicieron lo posible por aliviar sus síntomas tras lo cual, la principal preocupación paso a ser el estado de su alma. Tras algunas reticencias iniciales que Anselmo de Bee atestigua, el rey fue llevado a confesar sus pecados y se dieron instrucciones para para su entierro, aunque desde hacía tiempo se había establecido que debía yacer en abadía que había fundado en honor de San Esteban en Caen hacia 1063.  Al igual que había hecho su difunta esposa, el rey donó sus galas,corona, espada y cetro, a su iglesia funeraria. También hubo que desembolsar grandes sumas de su tesoro para los pobres.. En cuanto a su testamento político Roberto debía recibir Normandía, mientras que al fiel Guillermo Rufo le correspondería Inglaterra y la realeza. El hijo menor, Enrique, recibiría la enorme suma en efectivo de 5000 libras. Enrique también afirmó más tarde que el rey le había prometido las propiedades de la difunta Reina Mathilda en Gloucestershire y en Gloucestershire y otros lugares, aunque nunca las obtuvo. Guillermo el Conquistador murió a la edad de cincuenta y nueve años justo después del amanecer del jueves 9 de septiembre del año 1087. Nadie esperaba que el rey muriera tan repentinamente. Un par de días antes, el 7 o el 8 de septiembre, había instado a Guillermo a partir hacia Inglaterra, después de encomendarle su gobierno con una carta en la que pedía a Lanfranco que ayudara al nuevo y joven monarca. Enrique también había sido enviado lejos para asegurar su legado en efectivo, así que cuando el rey expiró no hubo nadie que se hiciera cargo.

La muerte de Guillermo el Conquistador provocó los inevitables disturbios, por lo que los nobles y obispos presentes se dispersaron como alma que lleva el diablo para proteger sus hogares y posesiones, así que los sirvientes sin supervisión alguna, saquearon la cámara mortuoria y desvalijaron el cadáver del rey,tirándolo al suelo. Allí permaneció toda la mañana hasta que el arzobispo de Ruán reunió a la comunidad eclesiástica de su ciudad y comenzó las conmemoraciones litúrgicas adecuadas con una gran procesión por las calles de St-Gervais. El siguiente problema era la preparación del cuerpo, que se dejó a la piedad de un terrateniente local que se encargara de preparar el cuerpo y llevarlo al puerto de Ruen donde debía ser transportarlo en una pequeña barcaza hasta Caen, porque nadie más estaba dispuesto a organizarlo. La recepción del cadáver de Guillermo en su propia ciudad no fue  nasa auspiciosa; mientras era recibido en la abadía, se produjo un gran incendio en Caen y el velatorio tuvo que ser abandonado mientras la gente se apresuraba a ayudar en la lucha contra el fuego. Una hueste de obispos y abades estuvo presente en Caen, pero pocos laicos de importancia. Enrique, estaba allí, pero aún no había rastro del duque Roberto. De hecho, el miembro más anciano de la familia real presente era el Abad de St-Ouen, hijo del duque Ricardo III y primo hermano mayor del difunto rey. Aquel niño que el padre de Guillermo había apartado del trono. Al final de la misa fúnebre, cuando el féretro vacío féretro sido depositado en una tumba en el santuario preparada para recibir el cuerpo amortajado, aún visible en la superficie sobre su féretro, Evreux subió al púlpito de la abadía para dirigirse al pueblo y pedir oraciones por el difunto. Él y todos los presentes se sorprendieron cuando un ciudadano de Caen se adelantó y se quejó de que que Guillermo le había quitado a su padre el terreno sobre el que se construyó la abadía y no le había dado ninguna compensación. Y lo que es peor un fuerte murmullo de acuerdo surgió en la iglesia cuando el airado reclamate exigió que el cuerpo del ladrón no fuera enterrado en lo que de hecho era su tierra.

Y para sorprendernos más aún, si cabe, con todo este sainete, el conde Enrique, hijo del rey , en lugar de enfrentarse a un motín en el funeral, le hizo un pago para satisfacer al hombre en el lugar y la promesa de una compensación posterior. Pero la cosa no quedó ahí…ya que el siguiente bochorno fue el entierro mismo, cuando se descubrió que el cuerpo real era demasiado grande para para el sarcófago que se le había proporcionado. Cuando los desesperados asistentes intentaban introducir el cadáver en el sarcófago, el inadecuado embalsamamiento realizado en Rouen cedió y el cadáver se abrió, derramando la suciedad de la descomposición interna y expulsando al clero del borde de la tumba como si se hubiese tratado de una explosión. Así, el funeral del rey más grande de su época terminó en una ordalía de confusión y humillación. La tumba del rey Guillermo fue debidamente terminada, se inscribió en ella un solemne epitafio de inspiración clásica y se decoró ricamente con metales preciosos y gemas a expensas de su sucesor como rey, Guillermo. Pero Guillermo no descansó en paz perpetuamente rodeado de las misas y oraciones de sus monjes. La tumba ha sido alterada varias veces desde 1087, la primera de ellas en 1522, cuando fue abierta por orden de la Santa Sede. En aquella ocasión el cuerpo se dejó intacto, pero en 1562, durante las Guerras de religión de Francia, la tumba se profanó y los restos del rey fueron esparcidos, con lo que se perdieron todos salvo un fémur. En 1642 este único resto de Guillermo fue enterrado de nuevo bajo una lápida, la cual fue sustituida un siglo después por un monumento más elaborado. Esta tumba volvió a resultar destruida en la Revolución francesa, y a principios del siglo xix se colocó la lápida que se puede contemplar hoy.

Con la batalla de Hastings la dominación sajona de Inglaterra llegó a su fin después de unos seis siglos, y fue reemplazada por el linaje de Guillermo I, que se adueñó en forma permanente del trono. El duque de Normandía se había convertido en rey de Inglaterra y Guillermo el Bastardo en Guillermo el Conquistador, como ha sido llamado en la historia desde entonces. Unos cuarenta monarcas han reinado en Inglaterra en los nueve siglos transcurridos desde la conquista normanda, y todos ellos descendían de Guillermo I. El actual monarca inglés, Isabel II, es el vigésimo noveno de una de las líneas de descendencia de Guillermo el Conquistador, y en este linaje hubo dieciséis monarcas. Pero el linaje de Alfredo el Grande no murió totalmente. Edgar Atheling y su hermana Margaret Atheling fueron llevados a Normandía en 1067 por Guillermo para su custodia. Lograron escapar, y en 1068 llegaron a Escocia. Malcolm III, el hijo de Duncan, el que fue asesinado, y vencedor y sucesor de Macbeth, aún gobernaba el país. Los años que había pasado en Inglaterra habían hecho de él un sajón a medias. A su retorno a Escocia, introdujo la versión romana del cristianismo con todo vigor, y casi barrió con los restos de la vieja Iglesia Céltica, que había perdurado en el lejano norte desde que el sínodo de Whitby la eliminó de Inglaterra, cuatro siglos antes. Ahora Malcolm fue, a su turno, el refugio del linaje real sajón. El rey escocés halló a Margaret Atheling de su agrado, y sin duda tenía conciencia de que, si se casaba con ella, sus sucesores algún día podían aspirar al trono inglés. Llevó a cabo el matrimonio, pues, y, así, todos los reyes posteriores de Escocia pudieron hacer remontar su ascendencia a Alfredo el Grande. Puesto que los reyes de Escocia más tarde fueron también gobernantes de Inglaterra (aunque no a causa de este matrimonio), lo mismo puede decirse de los monarcas ingleses de los últimos tres siglos y medio. Isabel II es el número treinta y seis en la línea de descendencia de Alfredo, línea en la cual hubo cinco gobernantes sajones de Inglaterra, diez gobernantes de Escocia y ocho de la moderna Gran Bretaña.

 

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