El “Reich de los mil años” con el que soñaba Hitler terminó abruptamente el 7 de mayo de 1945. Tras la toma de Berlín por el Ejército Rojo, Alemania se rindió incondicionalmente a los aliados. Tres millones de soldados y casi dos millones de civiles habían muerto;el país estaba devastado.
En las zona ocupadas por los aliados occidentales,bajo pena de arresto, los soldados tenían prohibido el contacto amigable con los alemanes: charlar con ellos, darles la mano, hacerles regalos… Se les exigía tratarles como a un pueblo conquistado, no liberado. Incluso a los niños. “Dad órdenes, sed firmes, mostrad una actitud distante, fría y correcta, o incluso mostrad odio”, detallaba la reglamentación. Para alentar esa conducta se rodaron películas educativas como «Your Job in Germany» (1945), una de las más difundidas, donde se recordaba a los soldados que “estaban en territorio enemigo” y que “por mucho que extendieran la mano y dijeran lo siento, los alemanes empezaron la guerra y lo que sienten es haberla perdido”. También se repartieron folletos educativos. Algunos, como «The German Character» que explicaban a los soldados que los alemanes ensalzaban la muerte y eran “sensibleros, suicidas y sádicos”. Otros advertían que no eran gente de fiar, “por muy amables, limpios, rubios y amantes de la música que parezcan”. En la zona soviética, sin embargo, sí se permitía el contacto con la población. Las autoridades rusas no prestaron demasiada atención al carácter profundamente racista del nazismo. Lo equipararon al fascismo y, por lo tanto, a un producto del capitalismo. Fueron muy duros con la nobleza prusiana (los Junkers, cuyas posesiones fueron liquidadas tras una reforma agraria), los empresarios (casi dos mil compañías fueron expropiadas y, posteriormente, nacionalizadas) y los altos funcionarios (a quienes expulsa-ron de sus cargos).A la clase trabajadora, sin embargo, había que seducirla con vistas a instaurar un régimen comunista. Había que reformar la sociedad, no al individuo.
Todas las potencias vencedoras, más Francia, trabajaban para castigar a Alemania. En la Conferencia de Potsdam, celebrada en julio de 1945, las tres potencias aliadas llegaron a varios acuerdos. Entre ellos estaban la desmilitarización, la desnazificación y la democratización de Alemania, con el objetivo de impulsar “la futura reconstrucción del país sobre una base democrática y pacífica”. Todos tenían en mente que en un futuro próximo habría que reconstruir el país partiendo de unos valores sociales y políticos muy diferentes. Así, la Junta de Jefes de Estado mayor aprobó la directiva 1067 (JCS 1067), un documento en el que se hacía hincapié en la responsabilidad colectiva de Alemania en la guerra y en la necesidad de desmilitarizarla y desnazificarla, pero no de desindustrializarla por completo. Se acordó desmantelar la indus-tria armamentística y reducir la capacidad industrial del país a la mitad del nivel alcanzado antes de la guerra.
La desmilitarización fue lo primero que se acometió. Se abolieron las fuerzas armadas alemanas y se prohibió toda manifestación de militarismo en el país: realizar entrenamientos y desfiles, vestir uniformes oficiales salvo los de policía y bomberos, llevar armas, portar condecoraciones o medallas y, por supuesto, efectuar el sa-ludo nazi y exhibir sus símbolos (prohibición que se mantiene hasta la actualidad).También se eliminaron todos los vestigios visibles del nacionalsocialismo. Se cambiaron nombres de calles y edificios, se destruyeron imágenes y símbolos, se quemaron retratos del Führer y se requisaron libros que hicieran apología de la violencia y el militarismo.
Para desnazificar el país, los aliados pusieron en práctica varias iniciativas. Algunas de carácter propagandístico, para inculcar al pueblo alemán un sentimiento de culpa colectiva;las calles de las ciudades alemanas se llenaron con carteles en los que se veían fotografías de las pilas de cadáveres acompañadas con textos como “Tú eres culpable de esto” o “Estas atrocidades: ¡Culpa tuya!”.También se rodaron documentales sobre los campos. Para no llevar hasta el extremo el controvertido concepto de “culpa colectiva” e intentar discernir el grado de responsabilidad individual de la población alemana, se puso en marcha el más ambicioso plan de toda la desnazificación: la elaboración de los Fragebogen, cuestionarios con los que los aliados occidentales pretendían cuantificar la presencia del nacionalsocialismo en Alemania e identificar a los más implicados para excluirlos de la vida pública. Hasta 1947 se distribuyeron 16 millones de encuestas entre la población. Su cumplimentación era un requisito imprescindible para cualquier alemán que quisiera reintegrarse a la vida normal. Negarse suponía quedarse sin posibilidad de acceder a un puesto de trabajo y sin cupones de racionamiento, incluso exponerse a ser juzgado como criminal de guerra.Los Fragebogen estaban compuestos por 133 preguntas distribuidas en 12 páginas. La mayoría tenían que ver con el pasado político del encuestado: si había formado parte del partido nazi o alguna organiza-ción afín, si tenía familiares que hubieran sido nazis, a quién había votado en las últimas elecciones, cuál era su opinión sobre Hitler o el nazismo. Se preguntaba al entre- vistado sobre su situación actual (si los bombardeos habían afectado a su salud, en qué estado se encontraba su vivienda), sobre sus antepasados (para saber si estaba emparentado con la nobleza) e incluso sobre las marcas que tenía en su cuerpo, como cicatrices o tatuajes. Con esto último esperaban conocer si el encuestado tenía alguna herida de guerra, si había pertenecido a algún cuerpo militar (los miembros de las SS, por ejemplo, llevaban grabado su grupo sanguíneo en el brazo) o si había sido miem-bro de una fraternidad estudiantil de carácter nacionalista (como las Burschenschaften
, que practicaban duelos a espada como ritual de iniciación).
Una vez cumplimentado el cuestionario, y bajo la advertencia de que “la informa-ción falsa tendrá como consecuencia una acción procesal por parte de los tribunales del gobierno militar”, se incluía al entrevistado en una de estas cinco categorías: “culpable”, “comprometido”, “medianamente comprometido”, “simpatizante” y “exonerado”. De esta manera, en función de su complicidad con el nazismo, los alemanes podían acceder a mejores o peores puestos de trabajo y a cartillas de racionamiento más o menos abundantes. Pero al terminar la guerra, había ocho millones de afiliados al partido nazi y muchos más vinculados a organizaciones relacionadas con el nazismo. Médicos, educadores, empresarios, ingenieros, altos cargos de la administración… Una parte importante de los profesionales más cualificados, los que estaban llamados a reconstruir el país bajo los principios democráticos, se encontraban teóricamente vetados por su pasado político.Las tensiones entre americanos y soviéticos “resolvieron” el problema;el creciente enfrentamiento entre los dos bloques provocó que la desnazificación fuera perdiendo interés a favor de la reeducación ideológica.Había que ganarse a la población alemana, convencerla de las virtudes del modo de vida capitalista o comunista.
Grandes personajes de la cultura alemana fueron investigados; El director de orquesta Herbert von Karajan que sí fue nazi (se afilió al partido en 1933 y contó con el favor de Goebbels) durante el proceso de desnazificación se defendió alegando que no lo hizo por convicción, sino presionado por las circunstancias,siendo exonerado. Leni Riefenstahl,la autora de «El triunfo de la voluntad» y «Olimpiada» tuvo una relación muy estrecha con la cúpula del partido nazi, por lo que sufrió un proceso de desnazificación especialmente largo. Hasta su absolución en 1949, fue arrestada, ingresada en un manicomio, sus bienes confiscados y su reputación pisoteada (se la acusaba de ser “la puta de los nazis. Hugo Boss cuya empresa era una de tantas que confeccionaba uniformes del Ejército, tampoco salió bien parado. Militante nazi desde 1931, Boss fue acusado de utilizar mano de obra esclava y condenado a pagar 80.000 marcos. El filósofo Martin Heidegger cometió el “error pasajero” (como dijo sin empacho en una entrevista en el semanario Der Spiegel) de ser nazi. Fue acusado de “simpatizante” por un tribunal de desnazificación y destituido como docente en la Universidad de Friburgo.
Poco a poco, todos aquellos funcionarios y profesionales cualificados que no tuvieron una implicación directa en los crímenes del nazismo fueron readmitidos, y el trabajo de desnazificación se fue dejando en manos de los propios ale-manes. En 1949, la recién fundada República Federal de Alemania clausuró todas las investigaciones sobre el pasado político de funcionarios y oficiales del Ejército.De un total de 3,6 millones de casos examinados, únicamente se incriminó a 175.000 personas. Y de ellas, solo 1.667 fueron halladas culpables, siendo ajusticiadas la mitad.Los soviéticos, por su parte, despidieron de sus trabajos a medio millón de antiguos nazis, pusieron en su lugar a empleados antifascistas e invitaron a los exnazis con un pasado menos compro-metido a unirse a ellos. Muchos huyeron a la zona occidental, pero otros muchos se quedaron y, con el tiempo, se transformaron en comunistas ejemplares.
0 comentarios