El muro de Adriano

sábado, 24 de noviembre de 2018

«Fui el primero que trazó un muro, de ochenta mil pasos, para separar a los bárbaros de los romanos», afirma Adriano en la Historia Augusta. Decidido a poner límites a las fronteras del Imperio en Britania, el emperador Adriano ordenó construir un muro de más de cien kilómetros que cruzara la isla de este a oeste. Por primera vez en su larga historia de victorias y conquistas parecía que Roma había encontrado los límites de su Imperio. 

El reinado de Adriano había comenzado con los peores augurios. A la muerte del gran emperador Trajano, su predecesor, en agosto de 117, se habían sublevado tanto los judíos como los territorios recientemente conquistados por Trajano en su campaña contra los partos, Mesopotamia y Armenia. Y había problemas en otros lugares. De Britania llegaban terribles noticias; se hablaba de la imposibilidad de seguir dominando la isla y de multitud de romanos muertos en combate. Adriano no era un gran militar como lo había sido Trajano y ante estos problemas decidió abandonar las últimas provincias conquistadas por Trajano que tanta resistencia oponían. Pensaba que Roma debería conservar sus fronteras y fortalecerse en su interior.

El 21 de abril de 121, Adriano celebró el aniversario de la fundación de Roma. Ese día se conmemoraba el trazado por Rómulo del recinto sagrado de la ciudad, el pomerio. Para la ocasión, el emperador ordenó renovar las marcas y los mojones que lo limitaban. En la tradición romana, la superficie de la ciudad de Roma sólo podía ser acrecentada por quienes hubiesen añadido nuevas provincias al Imperio, lo cual no era el propósito de Adriano, que se limitó a restaurar los límites tradicionales. El mensaje que el emperador quería enviar estaba claro: el tiempo de la expansión había terminado. 

Pocos días más tarde, el emperador abandonaba Roma para realizar una gira por las provincias occidentales: Galia, Germania, Britania e Hispania. La transformación empezó en Germania. Bajo Domiciano, las legiones habían controlado los campos que se extienden al sureste del Rin y el norte del Danubio, en el valle del río Meno (Main). Estas tierras habían recibido el nombre de Agri Decumates porque sus ocupantes pagaban como impuesto el diezmo, la décima parte de la cosecha. La defensa de estos territorios se fundaba sobre una calzada militar y algunos puestos de vigilancia. Adriano decidió levantar allí una empalizada continua para marcar los límites de los territorios romanos y para ello se talaron miles de árboles. Así, los cursos del Rin y del Danubio quedaron unidos por la primera barrera artificial del Imperio. Roma empezaba a tener un auténtico límite.

Adriano tenía nuevos planes para la provincia de Britania. Consciente de que el deterioro de la guarnición era la causa última de los problemas que la isla había vivido, organizó el traslado de algunos contingentes desde provincias vecinas. Un tal Pontio Sabino fue el oficial encargado de llevar tres mil legionarios de refuerzo. Provenían tanto de Germania como de la legión VII Gemina, acantonada en Hispania. El emperador se hizo acompañar de la legión VI Victrix, que hasta entonces había tenido su cuartel en Vetera, la actual Xanten, en Alemania. Pero estos refuerzos no estaban destinados a reiniciar la conquista, sino a reforzar la frontera. En la línea entre el río Tyne y el golfo de Solwey, límite efectivo de la dominación romana, ya se habían levantado algunas infraestructuras fronterizas. La más importante de ellas era la vía militar que la recorría de este a oeste, la Stanegate, la «carretera de piedra». A lo largo de esta vía se habían construido algunos fuertes y torres de vigilancia. Este sistema no era nuevo: en Oriente, para vigilar el desierto, se había construido del mismo modo la Vía Trajana.

En el año 122, Publio Elio Adriano desembarcó en Britania (era la primera vez que un emperador romano ponia pie en britania desde la época de la conquista, en el año 43), marchó hacia el norte, hasta la actual Newcastle, y allí ordenó la construcción de una nueva y faraónica obra: un muro que atravesara la isla de mar a mar.Es posible que comenzara antes de la llegada de Adriano a Gran Bretaña y que el mayor cambio en los planes de construcción fuera el resultado de su intervención. El sentido político y militar de aquella obra sigue siendo objeto de debate. Ni su altura ni la anchura de su adarve o camino de ronda parecen suficientes para ofrecer una resistencia efectiva. Además, su enorme longitud impediría una distribución eficaz de las fuerzas romanas. Evidentemente, un grupo organizado de bárbaros podría asaltar el muro por algún punto determinado sin que las legiones fueran capaces de frenarlo (los pictos consiguieron atravesarlo en tres ocasiones: en 197, 296 y 367. La derrota de estos posibles invasores debería realizarse ya sobre suelo romano. Por eso, al sur del muro se mantuvieron los grandes fuertes para las legiones y las unidades auxiliares, que debían proporcionar la necesaria defensa en profundidad. Por otra parte, no debe olvidarse que el muro estaba sembrado de puertas. Cada milla (unos 1.500 metros) se había construido una puerta, con lo que la estructura presentaba numerosos puntos débiles.

La Muralla estaba construida con sillares de piedra y contaba con un espesor de diez pies romanos, desde Pons Aelius (Newcastle) en el este hasta el río Irthing. La distancia restante desde el río hasta Maia (Solway Firth) en la costa oeste debía ser fortificada con una muralla de tierra apisonada y madera, de veinte pies de ancho en la base. Este tramo se completaría posteriormente por sillares de piedra y estaría completado antes de terminar el siglo II. Alcanzaba una extensión de 118 km, contaba con una anchura de tres metros (posteriormente reducida a 2,4m.) y una altura de 4,5m. A partir de los años 124-125 d.C. se reforzó el entramado defensivo con la construcción de fuertes de mayor tamaño, cada siete millas (once kilómetros), reemplazando a las antiguas edificaciones militares de la era de Agrícola, construidas más hacia el sur. Toda la linea de fortificación será equipada con fuertes (14 fuertes militares principales y 80 fortines) situados a intervalos regulares de una milla romana, unos 1.500 metros, aproximadamente, con dos torretas entre cada fortificación, a un tercio de milla. Compactos, robustos y eficientes, los fuertes son excelentes ejemplos de planificación militar romana. Junto a estos, los fortines deberían considerarse realmente como una puerta fortificada, probablemente guarnecida por no más de dieciséis hombres, posiblemente menos. Si bien se pueden hacer varias sugerencias sobre el propósito preciso de estas estructuras, parece totalmente razonable considerarlas como puntos a través de los cuales una fuerza romana podía acceder al territorio al norte del muro sin perder tiempo ni ventaja táctica moviéndose siempre al fuerte más cercano. Las pequeñas torres de guardia proveían a las tropas romanas de puntos de observación protegidos y de puntos de acceso al adarve de la muralla;también pueden haber servido como estaciones de señales en ciertos lugares donde la visibilidad se veía obstaculizada por la irregularidad del terreno.

En el lado norte de la muralla, en el lado interior de la fortificación, una zanja de aproximadamente veintisiete pies de ancho y diez pies de profundidad daba mayor fuerza a la barrera, excepto donde el muro corría a lo largo de la parte superior de escarpados riscos, que hacían superflua tal excavación. Detrás del muro y cerca de el corría la calzada militar, un camino de unos veinte pies de ancho y al sur de él, a una distancia variable, se situaba el vallum, una zanja de fondo plano con un promedio de veinte pies de ancho en la parte superior, diez pies de profundidad y ocho pies de ancho en la parte inferior. La tierra obtenida en su excavación se depositó a ambos lados de la zanja, a unos treinta pies de distancia de los bordes, proporcionando crestas continuas de unos seis pies de altura. El propósito del vallum parece haber sido marcar el límite de una zona militar estricta detrás del muro, probablemente para que no hubiese impedimentos para el movimiento rápido de tropas por el camino militar. Si bien esta era la función principal del vallum, adicionalmente, habría presentado un obstáculo considerable para cualquier fuerza hostil que se acercara desde el sur y se podría haber hecho aún más defendible con relativa facilidad en caso de necesidad.

Los trabajos de construcción fueron llevados a cabo por topógrafos, ingenieros y albañiles de tres legiones: la Legio II Augusta, la recién llegada Legio VI Victrix Pia Fidelis y la Legio XX Valeria Victrix (esta legion había sido galardonada con el título de «victrix» por su participación en las operaciones para sofocar la revuelta de la reina Boudica en 61 AD, a la que dedicamos un post aquí).A medida que cada centuria completaba su sección asignada de la obra, situaban una piedra inscrita en el muro para registrar el hecho; un número considerable de estas piedras de construcción han sobrevivido y pueden verse conservadas en museos a lo largo del recorrido de la muralla. Los trabajos de construcción menos especializados, más simples,como el vallum, por ejemplo, probablemente emplearan principalmente auxiliares para los trabajos de excavación.

Entre la guarnición romana destacada en el muro, había una gran cantidad de caballería que podía salir por cualquiera de las puertas;de la infantería no se esperaba ni había sido entrenada al nivel necesario para defender el muro como si de una muralla de ciudad se tratase. Aunque fue construido principalmente por legionarios, el Muro fue guarnecido principalmente por auxiliares. Estaban organizados en regimientos nominalmente de 500 o 1,000 de infantería, caballería o mixtos. La unidad de infantería mixta y caballería de 500 hombres era el caballo de batalla de la frontera. Cada fuerte en el Muro parece haber sido construido para contener una sola de estas unidades auxiliar. Las tropas con base en las fortalezas del Muro fueron reclutadas en su mayoría de las provincias noroccidentales del imperio romano, aunque algunas eran de más lejos. A lo largo de la historia, todas las unidades del ejército tienden a estar acompañadas por seguidores del campamento. Poco se sabe de estas personas en los primeros años del Muro; no se les permitió establecerse en la zona entre el Muro y el Vallum. La excavación ha demostrado la existencia de asentamientos civiles en el siglo III y un estudio geofísico ha registrado la expansión urbana que se extiende más allá de los fuertes. El cuartel general estaba en Uxelodunum (actualmente Stanwix) cerca de Carlisle, donde se basaba el Ala Gallorum Petriana. Un sistema de señalización permitía la comunicación en minutos entre Stanwix y York.

Sólo una fuente antigua habla explícitamente del muro. La biografía de Adriano en la Historia augusta informa del propósito imperial: «Fue el primero que trazó un muro, de ochenta mil pasos, para separar a los bárbaros de los romanos». Este pasaje proporciona la clave para entenderlo. Aunque construido por las legiones y vigilado por tropas auxiliares, el valor del muro estaba en su capacidad de regular los límites de la vida civilizada, de canalizar los intercambios entre el suelo romano y el bárbaro. Cuando las gentes del norte quisieran comerciar en tierras romanas, las puertas del muro se abrirían tras los necesarios controles de seguridad y tras haber pagado los portoria, los impuestos a la importación. Otro tanto ocurría con los mercaderes romanos que quisieran vender sus productos en territorios no ocupados. Además, las patrullas romanas que continuaron recorriendo las tierras al norte del muro tenían en él el soporte logístico y operativo para realizar sus tareas con seguridad. Y así, el muro se convirtió en una frontera abierta, pero bien controlada, que habría de permitir no sólo la consolidación de la vida civilizada en las tierras del sur, sino una relación pacífica y ordenada con los bárbaros del norte.

El Muro fue abandonado entre los años 138-139 debido a las campañas expansivas llevadas a cabo por el emperador Antonio Pío en tierras caledonias, dando origen a nueva nueva frontera, el Muro de Antonino. En el año 142, cuatro años después de la muerte de Adriano, su sucesor, Antonino Pío, ordenó el inicio de la construcción de un segundo muro entre el estuario del río Forth, al este, y el fiordo del Clyde, en la costa occidental. Las tropas romanas ya habían alcanzado estas tierras en el siglo I bajo el mando de Julio Agrícola.la construcción de este segundo muro, 140 kilómetros al norte del primero, era el reconocimiento del éxito del muro de Adriano. La obra de este emperador se había concebido como un instrumento de regulación de la frontera y las consecuencias habían sido absolutamente positivas. No sólo se había protegido el proceso de romanización de los pueblos al sur del muro, sino que los vecinos del norte, los que vivían allende la muralla, habían recibido el beneficioso efecto de la civilización romana. Gracias a esto, Antonino Pío los pudo incorporar sin peligro a los dominios imperiales, aunque por lo demás siguió fielmente el precepto de Adriano de no acrecentar los dominios de Roma. Las tribus que habitaban las tierras de Escocia no pudieron ser tan fácilmente atraídas a la civilización. Tras la muerte del emperador, en el año 161, y como consecuencia de la presión bárbara, el muro de Antonino fue abandonado y la frontera volvió a instalarse en la antigua muralla de Adriano.

El Muro de Adriano será reparado y ampliado en el año 209, durante el reinado de Septimio Severo y definitivamente abandonada en el año 383 cuando Roma abandonó Britania para siempre y el muro se vació de vida. Los arqueólogos han revelado que algunas partes de la muralla permanecieron ocupadas hasta bien entrado el siglo quinto. En Birdoswaldel fuerte permaneció en activo y el comandante del regimiento quizás se convirtió en un jefe local. Se ha sugerido que algunas fortalezas continuaron siendo guarnecidas por tropas británicas locales. Las últimas monedas encontradas en el Muro de Adriano se acuñaron en el año 403–6. Después de su abandono los habitantes de la región utilizaron el muro como cantera,reutilizando muchas piedras de la muralla para construir granjas, iglesias y otros edificios, hasta que el movimiento de conservación en los siglos XVIII y XIX puso fin a eso. Solo a partir de mediados del siglo XIX, los primeros arqueólogos e historiadores como John Clayton, John Hodgson y John Collingwood Bruce comenzaron a estudiar seriamente el Muro de Adriano y trataron de proteger sus magníficos restos.

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