Aunque pocos son los registros que nos quedan, muchos fueron los piratas que asolaron las aguas del Mediterráneo en la época arcaica sobre naves fenicias, griegas o romanas. La piratería fue siempre un fenómeno complejo que podía ofrecer una forma de vida para los piratas, un lugar de refugio para las minorías étnicas, religiosas, raciales, culturales o sexuales expulsadas de sus lugares, un negocio lucrativo para grandes empresarios y armadores o una empresa con motivaciones globales de hegemonía mundial para los monarcas y sus allegados.
Aunque, por lo general, los piratas no reconocían más leyes ni gobiernos que los propios y su empresa era un acto autónomo en el cual arriesgaban la vida por una fortuna rápida, las actividades piráticas en una determinada región tenían como consecuencia la dinamización de la vida económica de la ciudad que les servía de base y en donde se volcaban los productos obtenidos. Allí se creaban numerosos empleos que generaban aumento de la población, se reactivaba la vida social y surgían especialidades profesionales, incluso dentro de la misma piratería, que exigía expertos en navegación, oficiales y capitanes, maestres de velamen, pilotos, médicos cirujanos, músicos, carpinteros, artilleros, herreros.Si bien muchas ciudades fueron asoladas y gran cantidad de pequeños asentamientos desaparecieron, crecieron prósperas ciudades donde antes solo había aldeas de pescadores o costas desiertas.
No todos los que llegaban a ser piratas procedían de las zonas más empobrecidas, muchos de ellos eran comerciantes adinerados que encontraban en el saqueo una manera de acrecentar sus fortunas.Otro motor fundamental de esta actividad fueron los reinos o los países que rivalizaban por el control marítimo y que, al no poseer la fuerza necesaria para competir de igual a igual, vieron en la piratería una forma de entorpecer el tráfico de sus enemigos y de poder socavar su hegemonía. Era el complemento perfecto a la actividad de sus flotas militares regulares y comenzaron a contratar a estos grupos de saqueadores dando lugar a la figura del corsario.En el siglo VI, Histieo y Dionisio el Foceo usaron la piratería para su batalla personal contra los persas, mientras que los piratas cilicios fueron un eficaz instrumento del rey Mitridates en su guerra con Roma. Al tiempo que asaltaban las naves para saquearlas, asesinaban a la tripulación o a los pasajeros que pudieran causar problemas, seleccionaban a los notables para secuestrarlos y pedir rescate, también se apropiaban de toda la información técnica o científica que hasta entonces controlaban.Se copiaban los diseños de las naves, las armas, los instrumentos de navegación y todo lo que fuera de utilidad.
El griego antiguo tenía diferentes vocablos para denominar al pirata. Por lado estaba leistes que deriva de la raíz leis (botín) y es empleado con frecuencia por Homero y otros autores. El otro es peirates que procede de peira o peirao (tentativa, intentar algo) y, aunque no es mencionado en los textos de Homero ni en los autores del Periodo Clásico (500 al 330 a. C.), es el vocablo que ha seguido en uso desde entonces. Ambos términos podían referirse indistintamente a un pirata o a un bandido. Otra palabra en griego es katapontistes, que significa «aquel que se lanza al mar» y se empleaba exclusivamente para referirse al pirata. A la palabra peirates, que fue la que finalmente perduró y llega hasta nuestros días, se la encuentra por primera vez en una inscripción ática de mediados del siglo III a. C. en un decreto en honor a Epichares, responsable de la defensa costera. El decreto menciona un intercambio de prisioneros llevados por peiratai y el castigo para sus cómplices.
Focea era una ciudad griega fundada en el siglo VIII a. C. por los focidios bajo liderazgo ateniense a escasos kilómetros al noroeste de Esmirna en el Asia Menor. Debía su nombre a la foca, animal que era el símbolo de la ciudad. Fueron los primeros griegos que realizaron largos viajes por mar hasta el Adriático, el Tirreno y llegaron a Iberia. Se transformaron en un importante puerto que comerciaba activamente con todo el Mediterráneo, pero, en estos y en todos los tiempos de mares peligrosos, no bastaban las habilidades mercantiles para asegurar las ganancias, se necesitaba, además, de un número de naves militares acorde al despliegue comercial para proteger los intereses y asegurar las buenas transacciones.De esta manera, los foceos habían conformado un buen número de naves militares que muchas veces no solo servían de protección sino que llegaban a convertirse en piratas temibles.Cuando comienzan a acabarse los recursos y las reservas de la zona asiática, a aumentar la presión por la llegada de nuevas oleadas de refugiados empujados por los persas que, a su vez, amenazaban con devorar toda Jonia, los focenses ya habían fundado diversas apoikiais (casas lejanas) hasta en los puntos más distantes del Mediterráneo occidental.
Todo el comercio convivía en una relativa armonía y sus productos circulaban en todas las colonias, ya fueran púnicas, etruscas o griegas. Pero al extenderse la figura del persa Ciro el Grande en forma amenazadora comenzó a resentirse este equilibrio en el Mediterráneo.Los foceos, que poseían importantes colonias entre ellas Massalia (Marsella), Aegitna (Cannes), Nicea (Niza), Emporion (Ampurias) en España y Alalia en la costa oriental de Córcega, se estaban tornando cada vez más agresivos y los actos de piratería eran cada vez más frecuentes y más importantes.Aunque los foceos no eran los únicos que se valían de la piratería para lograr un enriquecimiento rápido ésto sirvió pretexto para que en el año 537 a. C. se concretara la alianza entre cartagineses y etruscos. Reunida su flota (entre 100 y 120 naves) mientras se dirigieron hacia Alalia, a la que consideraban un verdadero nido de piratas, con la firme intención de sacarla de la escena. Los foceos contaban con poco mas de 60 naves, pero gracias a su superioridad táctica consiguieron suplir esta inferioridad numérica y lograron destruir a la flota enemiga, aunque a un alto costo (40 de sus naves fueron destruidas y el resto quedaron muy dañadas).
La consecuencia inmediata fue el fin de la política expansionista en el Mediterráneo occidental de los griegos focenses y el comienzo de la cartaginesa. Con la pérdida de tantas naves, las rutas marítimas comerciales focenses quedaron maltrechas y fueron ocupadas por los cartagineses.Los foceos abandonaron Córcega y buscaron refugio en terreno itálico donde fundaron la ciudad de Elea. Los intrépidos marineros que no dudaban en ir al abordaje, pasaron de esta manera a convertirse en ricos mercaderes y en espléndidos intermediarios. Pero su fama de navegantes y de estrategas perduraría.
Al tiempo que el mundo griego competía en crecimiento con los fenicios, Cartago se transformaba en uno de los principales centros de poder y comercio y Roma comenzaba a extender sus dominios por tierra y por mar, en el extremo oriental del Mediterráneo surgía con mayor empuje una fuerza marginal que pondría en apuros a los poderosos: Cilicia. Situada en la zona sur de la región costera de la península de Anatolia, se extendía tierra adentro desde la costa sudoriental de Asia Menor (actual Turquía) hacia el norte de la isla de Chipre. Poseía tierras fértiles y una ubicación privilegiada muy cerca de las principales rutas comerciales, con una gran multitud de pequeños puertos resguardados entre islas y acantilados, y facilitó el crecimiento de varias generaciones de piratas que la hicieron su patria y su refugio.
En Asia Menor estuvieron frecuentemente en guerra con la dinastía Ptolemaica de Egipto; la anarquía política fue la oportunidad para la expansión de los piratas cilicios que, tolerados y utilizados alternativamente por diferentes gobernantes, fueron organizados por Diodotus Tryphon como un recurso para hacer frente a los rivales que pretendían la tierra cilicia. Entre el 146 a. C. y el 138 a. C. la costa de Cilicia Tracheia se convirtió eventualmente en el cuartel general de los piratas y, muchos años después, sería el último baluarte frente a la acometida romana.Este puerto, ubicado en la costa sur, yacía en una península rocosa que abultaba en el mar con profundos precipicios escarpados y paredes de natural fortificación. Abundantes cantidades de madera para la construcción naval, una posición ideal para controlar las rutas comerciales, multitud de escondrijos entre los acantilados con promontorios fácilmente defendibles y aguas poco profundas, infranqueables para los grandes barcos de guerra enemigos, convertían a estas costas en un verdadero paraíso para los piratas. El progresivo decrecimiento del poderío naval de Rodas en aquella parte del Mediterráneo ofreció las condiciones ideales para que la piratería cilicia se convirtiera en toda una pesadilla.Tras la muerte de Tryphon en el año 138 a. C., sus fuerzas navales continuaron actuando como piratas independientes y autónomos, asolando Siria y el resto de las costas del Asia Menor.
Las incursiones piratas habían sido toleradas por los reinos del Mediterráneo oriental, ya que contribuían de forma significativa a la economía gracias al comercio de esclavos y propiciaban la reventa de bienes robados. Precisamente, entre los negocios más lucrativos de los piratas, se encontraba el control del mercado negro de toda clase de productos, siendo capaces de suministrar algunos de los bienes cruciales a los mercados legales.Pero la violencia en sus acciones se fue haciendo cada vez más indiscriminada y, paulatinamente, a extenderse hacia el resto del Mediterráneo. Hacia el fin del siglo II a. C. la piratería ya era un verdadero problema en todo el Mediterráneo. La mayoría de las ciudades costeras habían construido muros defensivos y muchas directamente abandonaron las costas y se desplazaron hacia el interior para evitar la amenaza permanente de saqueo.
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