Drakkar: el barco vikingo

martes, 4 de junio de 2013


El Drakkar fue sin duda uno de los factores tecnológicos que propiciaron la expansión marítima de los vikingos, el mayor exponente de su tecnología militar y uno de los iconos que más rápidamente asociamos a los escandinavos en la imaginería occidental: sus famosos barcos. Pero, ¿qué es un Drakkar?. Es común leer u oír el nombre de drakkar aplicado a estas embarcaciones, pero el empleo de este término es erróneo pues los vikingos jamás llamaron así a sus barcos. Dicha palabra, drakkar, no es más que la deformación francesa de drekar, plural de dreki (“dragón” en antiguo normánico), y se refiere a las figuras zoomorfas con las que estaban decoradas las proas de los barcos vikingos. 



En realidad los escandinavos poseían diversos términos para referirse a sus embarcaciones, siendo los más comunes knörr, skeið y langskip. El origen de estos knerrir (plural de knörr) es muy antiguo, pues ya desde varios siglos antes del inicio de la Era Vikinga encontramos antecedentes que presentan ya los rasgos fundamentales : casco formado por planchas que se superponen unas a otras, con una característica forma de proa y popa levantadas y casi simétricas, y con un remo-timón atrás, a estribor. Por otra parte, teniendo en cuenta la accidentada orografía de las tierras escandinavas y su abundancia en lagos y fiordos, es comprensible que el barco desempeñase un papel fundamental en esta sociedad, algo atestiguado también por la abundancia de dioses y diosas, tanto de época vikinga (Njörðr) como pre-vikinga (Nerthus, Nehalennia, etc.), cuyas atribuciones principales eran la protección de los que viajaban por mar.

Podemos conocer el proceso y las técnicas de construcción de estas embarcaciones a través de algunos textos escritos y de documentos como el tapiz de Bayeux que lo ilustra ricamente, pero sin duda el aporte de la Arqueología ha sido fundamental, y gracias a multitud de hallazgos, tanto en mar como en tierra, de barcos enteros o fragmentados, podemos saber con gran exactitud cómo eran. Los barcos hallados en Oseberg, Gokstad, Skuldelev y muchos otros yacimientos constituyen interesantes ejemplos de ello.
La primera fase de construcción consistía en tallar, con un hacha y de una sola pieza, la quilla, normalmente hecha de roble; la roda y el codaste se fijaban con remaches de metal o clavijas de madera. Después se disponían las planchas, que se cubrían parcialmente la una a la otra y se unían con remaches, mientras los intersticios se llenaban con cáñamo empapado en alquitrán. Para asegurar la estabilidad se disponían transversalmente varengas diestramente talladas para adaptarse a la forma interior de la quilla. A continuación reforzaba la estructura mediante los baus o vigas transversales que mantenían separadas las varengas y unas piezas que se disponían longitudinalmente cortando la cuaderna, además de la regala. En el centro se instalaba el pie del mástil, en forma de pez, y en él se hundía el mástil. El último paso en la construcción era instalar una especie de plataforma delante y eventualmente detrás para delimitar una cala. Una vez construido el barco, era imprescindible esculpir la figura de proa, que no era fija (se podía quitar y poner); normalmente representaba la cabeza de un animal o un monstruo, y su función era espantar a los malos espíritus. Así,cuando los buques estaban destinados a internarse en el oscuro mundo de la serpiente Midgard, se adornaron con cabezas lo más similares a él. Tanto en símbolo de respeto, como para intentar pasar desapercibidos en sus dominios.
Había que colocar la vela rectangular y hecha de paños cosidos unos a otros, pero los remos eran su principal medio de propulsión. En la parte superior de la borda se hacían unos orificios para introducirlos, por lo que el barco podía ser impulsado tanto mediante éstos como a vela. El mastil podía retirarse con facilidad, para reducir la resistencia al viento y proporcionar una mayor estabilidad cuando el barco se movía a fuerza de remos, o para evitar ser detectado antes de un ataque sorpresa.Por último estaba el timón, un remo de mango corto y de pala ancha fijado detrás, a estribor, por un atadero de cuero y articulado en ángulo recto sobre una barra muy fácil de manipular. En mar abierto, por lo general se utilizaba la vela, y los remos en ríos, arroyos y lagos. El buen diseño y la eficiente combinación de velas y remos, que les permitió adaptarse tanto a las incursiones en ríos como a largas expediciones por los océanos, eran los únicos secretos de los barcos vikingos. La tripulación la formaban de 60 a 80 hombres, pero era posible trasladar en él hasta otros 160 para realizar desembarcos y saqueos.El resultado fue una maravilla de fuerza y navegabilidad. Superaban los 10 nudos de velocidad con buenas condiciones climatológicas y podían navegar una media de 200 kilómetros cada 24 horas para recorrer largas distancias.Los snekkars noruegos, concebidos para su empleo en los profundos fiordos y bajo las adversas condiciones atmosféricas del Atlántico Norte tenían algo más de calado que los snekkes daneses, ideados para su uso en costas poco profundas y playas. Todos, cuando quedaban asignados como buques de guerra estaban provistos de un skjaldrim, un entarimado especial donde se colocaban los escudos de los remeros para servir como protección contra los proyectiles. Su amplia producción y difusión convirtieron al tipo snekke en el barco más popular y frecuente, y en la representación por excelencia de los vikingos.

Por tanto nos encontramos ante una nave de reducido calado (lo que permite maniobrar fácilmente tanto en aguas poco profundas como en alta mar), con capacidad para unos cuarenta tripulantes, ligera, de suave navegación y muy rápida, a lo que se añade el hecho de que se podía transportar fácilmente por tierra. Todo esto hace del knörr un instrumento de primera magnitud para realizar viajes, tanto pacíficos como con carácter de incursión.Estaba muy bien rematado, estéticamente era atractivo y cumplía de sobra las cualidades técnicas que se le exigían, lo que hizo de él uno de los navíos de más éxito que se hayan visto. 


Hay que decir que existían diferentes tipos de barcos, aunque el knörr o skeið sea el más común, ya que es apto tanto para comerciar como para atacar. Así, nos encontramos con la ferja (barco de pesca normal), la skúta (barco de cabotaje de múltiples usos) y el karfi o langskip (literalmente “barco largo”, nave de guerra, más rápida). Pero, en cualquier caso, el término común para designar a cualquier barco será knörr o skeið. 


Las costumbres vikingas más antiguas exigían que los reyes y los grandes jefes fueran enterrados con sus posesiones más preciadas: su nave, sus armas y su esposa favorita. Para ese tipo de ceremonias o las de carácter testimonial se construyeron otros modelos de buques tan grandes como sus quillas lo permitieran. No eran muy frecuentes y sus dimensiones podían variar mucho.

Las acciones bélicas vikingas estuvieron principalmente dirigidas hacia los combates navales, especialmente a lo que hoy denominaríamos operaciones anfibias. Es decir, aproximación a costas previsiblemente hostiles, y a menudo desconocidas; realización de labores de inteligencia, en el sentido de intentar descubrir los puntos débiles del enemigo; aproximar sus naves a la costa, buscando fondeaderos adecuados, y desembarcar una fuerza compacta bien armada y agresiva, capaz de imponerse a cualquier tropa enemiga que se les opusiera. Buscaban islas, penínsulas o colinas, y si no era posible, alguna curva de un río, siempre cerca de sus barcos, en el que poder fortificarse una vez desembarcados para establecer un punto de resistencia ante una reacción enemiga. Este campamento se protegía siempre con una guarnición que se dejaba allí a propósito, cuando el grueso de los expedicionarios marchaban al interior. Su misión era mantener las comunicaciones con la costa y asegurar sus barcos. Los vikingos rara vez combatieron en las costas europeas barco contra barco, ante la habitual ausencia de naves rivales. Gracias a la solidez de sus buques, varaban en las playas y saltaban por las bordas. De ese modo se beneficiaban del factor sorpresa y causaban grandes estragos entre los desafortunados habitantes del lugar elegido para su incursión






Referencias:



Velasco, Manuel (2008) Breve Historia de los Vikingos, 
Yves Cohat, Los vikingos, reyes de los mares 
Arias Jordan,Cristina, Las incursiones vikingas en la Peninsula Iberica


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