El 4 de diciembre de 1977 miles de centroafricanos se lanzaron a las calles atónitos para ver lo que sus ojos no podían creer Jean-Bédel Bokassa, militar, hijo de un jefe del poblado, se colocaba una corona de laureles en una escena propia del Primer Imperio de Napoleón y exigía la sumisión de todo su imperio.“Su majestad Bokassa I, emperador de Centroáfrica, mariscal de Centroáfrica, apóstol de la Paz y servidor de Cristo Dios“. Tal era el título que se autoconfirió el dictador.
Nació en una choza en Bobangui, a unos 100 kilómetros de la capital centroafricana, en 1921.Su padre fue condenado a muerte y, ejecutado en la plaza pública por haber liberado a hombres que se negaban a realizar trabajos forzados. Huérfano de padre y madre a los seis años, Bokassa fue educado por su abuelo y por misioneros franceses. Eclesiástico frustrado, a los 18 años se enroló en el Ejército francés y en 1944 participó en el desembarco aliado en la Provenza. Tras combatir en Indochina y después una discreta carrera militar se retiró, en 1961, con el grado de capitán. Francia fue extremadamente eficaz a la hora de desmontar su imperio colonial y organizar su “zona de influencia” neocolonial. El Hexágono balcanizó África negando la independencia conjunta al África Occidental Francesa y al África Ecuatorial Francesa; temía que unos territorios demasiado grandes tuvieran más oportunidades de escapar al control de la ex metrópolis. Luego colocó a hombres próximos a Francia en el poder de los nuevos Estados. Oubangui-Chari era uno de los territorios de África con mayores dificultades para sobrevivir de forma independiente. El principal dirigente político de esta colonia, Barthélemy Boganda, reclamaba que, para paliar estos problemas, se diera la independencia conjunta al África Ecuatorial Francesa. Pero Boganda murió en un misterioso accidente de avión, atribuido a los servicios secretos franceses, y en 1960 Oubangui-Chari accedió a la independencia en solitario, como la República Centroafricana. El nuevo líder del país, David Dacko, en principio parecía más dúctil a los intereses franceses, pero pronto abolió la constitución y empezó a aproximarse a la China de Mao. Será su primo David Dacko, flamante presidente de la República Centroafricana quien precisamente reclame a su lado para que Bokassa crease su nuevo ejército; poco a poco las fuerzas armadas, muy profrancesas, comenzaron a dar signos de descontento pero aDacko le preocupaba más el comandante Izamo, de la gendarmería, y con razón, ya que efectivamente, tramaba un “putsch” con el apoyo de Francia. Pero Bokassa se le adelantó: la noche del 31 de diciembre de 1965 arrestó a Dacko, hizo desaparecer a Izamo y tomó el poder. Bokassa era sobrino del primer presidente centroafricano y primo del segundo.
Tras una primera fase revolucionaria en la que decretó “la abolición de la burguesía” y abolió la constitución el 4 de enero de 1964,comenzando a gobernar por decreto. Poco después se hizo nombrar secretario general del partido político MESAN: Mouvement por l’évolution sociale de l’Afrique Noire (Movimiento por la Evolución Social del África Negra, en francés). Un año más tarde, en enero de 1967, se erigió en cabeza de dicho partido político, el único existente. Un golpe de estado fallido en abril de 1969 fue aprovechado por Bokassa para consolidar su poder, y eliminar a su principal rival del régimen militar, el coronel Alexandre Banza, que fue sumariamente ajusticiado. En marzo de 1972 se hizo auto proclamar presidente vitalicio por un Congreso extraordinario del MESAN convocado a tal efecto. Del mismo modo, se hizo proclamar Mariscal del país dos años más tarde. Superó otro golpe fallido en diciembre de 1974 y sobrevivió a un intento de asesinato en febrero de 1976. Este último intento de asesinato fue el detonante que convenció a Bokassa de la necesidad de perpetuarse en el poder aún más y crear un régimen monárquico, ya en mayo de 1976.
Después de un encuentro con Muammar al-Gaddafi, en septiembre de 1976, Bokassa decidió adoptar un modelo de gobierno inspirado en el libio. Disolvió formalmente el gobierno, renunció a casi todos los cargos ministeriales que venia ostentando, creó el Conseil de la Révolution Centrafricaine (Consejo de la Revolución Centroafricana), como nuevo órgano de gestión del Estado bajo su presidencia. En octubre de 1976, aprovechando la visita a Bangui de Gaddafi, Bokassa decidió convertirse al Islam y cambió su nombre a Salah Eddine Ahmed Bokassa. Todo esto no fue más que un acto calculado para asegurar ayuda económica por parte de Libia, ya que su plan personal de erigirse en monarca estaba ya decidido.
El 4 de diciembre de aquel año, en el congreso del MESAN, Bokassa cambió el estatus del país de república a monarquía y declaró con gran pompa la creación del Imperio Centroafricano, autoproclamandose emperador. El soberano promulgó una constitución imperial, se convirtió al catolicismo y se coronó a sí mismo como Emperador Bokassa I en una fastuosa ceremonia el 4 de diciembre de 1976, que causó estupor en el resto del mundo. Bokassa se alió con Francia pero pronto se convirtió en un aliado incómodo para su “hermano”, el presidente Valéry Giscard d’Estaing. De 1966 a 1979, Bokassa gobernó de forma tan brutal como ridícula la República Centroafricana. Los medios occidentales le convirtieron en el paradigma del déspota africano. Pero tras él siempre estuvo la larga sombra de Francia, que protegió, exprimió y derrocó al último emperador. Pero para Bokassa ser el todopoderoso Presidente Vitalicio de la República Centroafricana no era suficiente y en un «paralelismo histórico» (así lo veía el) con su mayor ídolo, Napoleón Bonaparte, decidió imitarlo y convertirse en emperador.
Se estima el costo de la ceremonia de coronación en más de 20 millones de dólares de la época El propio emperador se encargó de todos los detalles: el nombramiento de su hijo como delfín, su corona y la de su principal esposa, la “emperatriz” Catherine, las bandas militares, los medios de comunicación…Cambió el nombre a la catedral de Bangui po ‘Notre Dame’, pero como el sitio le parecía demasiado pequeño para la ceremonia optó por un estadio que “disfrazó” de palacio imperial. Le pidió a su “hermano” el papa Pablo VI que oficiara la ceremonia (para emular la coronación del emperador francés en París) a lo que el Vaticano se negó aunque envió un representante especial.No hubo presencia de las casas reinantes extranjeras en el evento. Los trajes que lucieron Bokassa y su decimoquinta esposa durante la ceremonia de coronación imperial fueron confeccionados por un descendiente de los bordadores que vistieron a Napoleón en 1804, que engarzaron 800.000 perlas en el traje del emperador y un millón de perlas de oro en el de la emperatriz. Ocho caballos blancos, llevados desde Normandía, tiraban de las carrozas que transportaron a la pareja imperial hasta el falso Palacio, donde un trono en forma de águila imperial bañado en oro esperaba al nuevo emperador. Francia enviará cascos de metal para la flamante guardia imperial, toneladas de comida, vino, fuegos artificiales y 60 Mercedes-Benz para transportar a la familia imperial y a los invitados más distinguidos. Expertos en protocolo y etiqueta llevados de París controlaron al milímetro el ritual, cuyas ideas Bokassa había sacado también del jubileo de Isabel II y de la coronación del shah de Irán, así como de la película “Napoleón”, de Sacha Guitry.
Desde su boda, la principal esposa y también la favorita, fue Catherine, a quien coronaría emperatriz. Tras la autoproclamación, ella vivió en el palacio principal mientras las demás esposas se alojaban en residencias cercanas. Bokassa, que era terriblemente celoso, vigilaba constantemente a Catherine, quien le dio seis hijos. Sofocada por semejante acoso, Catherine sólo se sentía relajada en las temporadas navideñas que pasaba en Francia, en su castillo de Haudricourt,un palacio del siglo XVIII comprado por Bokassa y redecorado a todo lujo sin reparar en gastos. A lo largo de su vida, Bokassa tuvo numerosas amantes y esposas; buscó por lo menos una mujer hermosa de cada país del planeta, y se mostró tremendamente decepcionado al no no poder ‘adquirir’ una de la Unión Soviética. En sus viajes encontraba tiempo para el amor. Elegía en el aeropuerto a una de las azafatas. «Siempre con el consentimiento del Gobierno local», contaba el propio Jean Bedel;si le gustaba, se entrevistaba con sus padres y se casaba con ella. Entre sus muchas mujeres había una bailarina de ballet rumana que lo abandonó al descubrir que no sería designada emperatriz. Sediento de venganza, el emperador condenó a muerte a “La Rumana” y a tres policías del palacio acusándolos por haber sido hallados en posesión de fotos pornográficas de su mujer, con la que mantenían relaciones ilícitas. Bokassa tuvo 54 hijos, la mayoría de los cuales murió en la indigencia
El despotismo de Bokassa no parecía tener límite. En la calle ya empezaba a conocérsele como el ogro de Berango. Berango era el palacio donde Jean Bedel intentaba imitar los fastos de las grandes cortes imperiales. Las cuotas de sadismo de su gobierno fueron ocupando cada vez más espacio en las noticias de los medios internacionales: apaleaba a los ladrones ante las cámaras de televisión, asesinó a todos aquellos de los que sospechaba que querían derrocarlo, no sólo a los enemigos políticos, sino a los ciudadanos pertenecientes a otras etnias distintas de la suya (la mbakas mbati, que era minoritaria). La tribu de los bandas, que representa un tercio de la población, fue la más castigada. Los métodos de asesinato fueron múltiples: por asfixia, sacándoles los ojos él mismo con su bastón o haciendo comer a la víctima carne podrida. El diario ruso «Izvestia” llegó a afirmar que “se comió al único matemático del país”.
Bajo su mandato el país se empobreció progresivamente; coleccionista de palacios en Europa, amante de la música y de los uniformes de gala, Bokassa I fue un fiel representante de los intereses franceses. Y a pesar de la dictadura, Francia continuó apoyando a Bokassa. El presidente Valéry Giscard d’Estaing era amigo y fiel defensor del emperador, y suministró al régimen importante ayuda económica y militar. En respuesta, Bokassa llevaba frecuentemente a Giscard d’Estaing a excursiones de caza en África y proveía a Francia de uranio, mineral vital para el programa de armas nucleares francés. De hecho, esa relación tan estrecha podía llegar a convertirse en una causa de complicaciones, como sucedió cuando los negocios entre el coronel Bokasa (autoproclamado emperador de la República Centroafricana) y el presidente Giscard d’Estaing, a finales de la década de 1970, contribuyeron a desacreditar al presidente y a su propio partido antes de las elecciones presidenciales francesas de 1981.
En enero de 1979 el apoyo francés a Bokassa disminuyó considerablemente después de que disturbios en la capital Bangui llevaran a una masacre de civiles por parte de las fuerzas armadas. Del 17 al 19 de abril un importante número de escolares fueron arrestados después de que protestaran contra el uso de costosos uniformes cuyo uso era obligado por el gobierno. Este incidente fue el detonador de manifestaciones y protestas que poco a poco se politizaron. Así se produjeron los disturbios de los días 17, 18 y 19 de abril último en Bangui, en los que los niños, los estudiantes, los padres de estos últimos y todos los descontentos del régimen denunciaban esencialmente el «poder absoluto» del emperador sanguinario. Alrededor de 100 murieron; El propio emperador, según coinciden todos los testimonios, presenció la matanza, le sacó el ojo a un niño con su bastón y mató él mismo a 39 personas.
El expresidente Dacko, apoyado por Francia, intervino aprovechando una visita oficial del emperador a Libia y un nuevo golpe de Estado patrocinado por Francia condujo al fin de la monarquía centroafricana el 20 de septiembre de 1979. La república fue restaurada.
Una vez derrocado, Muamar el Gadafi se negó a recibirle, ya que no representaba a ningún Estado. Bokassa decidió volar directamente a París para pedirle explicaciones al presidente francés. Su avión privado consiguió aterrizar cerca de París y el gobierno francés rehusó cualquier contacto oficial con el derrocado emperador.Bokassa terminó en Costa de Marfil, cuyo presidente, Houphouet-Boigny fue el único que accedió a los requerimientos del gobierno francés. Pero la venganza de Bokassa fue inmediata y fulminante: el derrocado emperador dio una entrevista al semanario francés “Le Canard Enchaîné” en el que reveló la cantidad los diamantes que había regalado a la desagradecida familia Giscard y políticos de su entorno y desató una tormenta política que terminó con el fin de la presidencia de su “hermano” Valéry en mayo de 1980. Los siete años siguientes Bokassa los pasó exiliado en Francia y Costa de Marfil. Se alojó en una lujosa villa con 15 de sus hijos en las afueras de París, donde era propietario de cuatro castillos, un hotel, una villa y un avión. En 1986, Bokassa regresó a Bangui como si nada hubiera sucedido pero las multitudes no lo esperaban para coronarlo de nuevo, tal y como él creía, sino para sentarle en el banquillo de los acusados. Fue juzgado por genocidio y canibalismo ( cargo que no pudo ser demostrado) y condenado a muerte, aunque fue indultado gracias a que la mayor parte de los jueces había sido miembro de su gobierno. Durante el juicio, su cocinero ofreció un testimonio detallado; había sido cocinero en la escuela de cadetes del campamento de Kassai. El ex emperador, que había oído hablar de sus dotes culinarias, le convocó, en su palacio de Berengo y abrió ante él una cámara frigorífica, en la que se encontraba el cadáver de un hombre descabezado, y le ordenó se lo preparase al mechui. Bokassa «apreció» el plato, que comenzó a comer por los testículos; pidió que le guardasen los restos, puso un vehículo a disposición de su cocinero para que volviese a Bangui y le dio algo de dinero.
El único emperador centroafricano salió de la cárcel en 1993 y murió en 1996, enfermo del corazón, de los riñones y de varios ataques cerebrales. Antes de su muerte, Bokassa se declaró a sí mismo el decimotercer apóstol de Cristo.
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