El 20 de julio de 1944, un grupo de oficiales del ejército alemán intentó asesinar a Adolf Hitler en su Cuartel General de Prusia Oriental, la Wolfsschanze o la Guarida del Lobo. La operación fue audaz porque la seguridad en torno a Hitler era extremada en un momento en el que el Führer temía ser capturado por sus enemigos. Sus movimientos eran un secreto muy bien guardado, aunque en realidad, en esta etapa de la guerra, Hitler rara vez dejaba ya su búnker de cemento en Wolfsschanze que el mismo había diseñado a prueba de las bombas aliadas más pesadas. El intento de asesinato no solo fue audaz por los peligros físicos que conllevaba para sus ejecutores, sino que también lo fue porque los conspiradores planeaban asesinar al líder legalmente elegido de Alemania y a un hombre al que habían jurado fidelidad. Esto significaba que sus acciones eran alta traición por lo que si el atentado fallaba, se deberían enfrentar a la máxima pena. La torpeza y la mala suerte de los conspiradores y la rápida y despiadada respuesta del liderazgo nazi significaron el fracaso de la operación y la muerte para la mayoría de los conspiradores, ya sea por sus propias manos o por ejecución.
Pero, ¿existía en Alemania una verdadera resistencia al régimen de Hitler?. Parece existir cierto consenso entre los historiadores en que, si bien se afincaron corrientes opositoras en el seno de determinados grupos sociales, el escaso número de sus integrantes y su reducido poder, coartó toda posibilidad de modificar la situación política existente. Varias han sido las razones aducidas para explicar tan bajo nivel de resistencia, y quizá la mas importante era el alto grado de aceptación popular que el régimen mantuvo hasta el final de la guerra. No resultaron ajenos a él algunos logros de preguerra, como la erradicación del desempleo o la incorporación de Austria al Reich, así como las primeras y victoriosas campañas militares. La rápida eliminación de la oposición política y sindical y la inicial aceptación de Hitler por prácticamente todos los sectores de la vida nacional forzaron a los disidentes que aún no habían emigrado a sumergirse en la clandestinidad. Cualquier esperanza restante de que un gobierno liderado por los comunistas en la clandestinidad obtuviera apoyo popular fue extinguida por el Pacto nazi-soviético del 23 de agosto de 1939 .Por lo tanto, la oposición ofrecida por la izquierda estaba dividida e incapaz de establecer un movimiento unido capaz de enfrentar a los nazis. Paradógicamente, hemos de buscar entre los ambientes que menos se opusieron a la ascensión de los nazis al poder: las Iglesias, las élites conservadoras y el Ejército. La resistencia en las dos primeras quedaba circunscrita a un ámbito intelectual y moral; el 20 de julio de 1933, el Vaticano firmó un concordato con Alemania reconociendo el régimen nazi, lo que dificultaba la oposición a los nazis. Como tal, la Iglesia Católica nunca sancionó la resistencia política.La Iglesia Protestante puso el deber patriótico por encima de los intentos de atacar al régimen: atacar a los nazis era atacar a Alemania. Aunque hubo cierto grado de oposición, nunca importante, en otros sectores, incluidos la propia administración del Estado y el ámbito académico, nunca fue posible unir a los diversos grupos en un solo movimiento.
Solo las Fuerzas Armadas y en especial el Ejército de Tierra (Heer) contaban con los medios suficientes para provocar un cambio de régimen. Al principio al adoptar una posición en el mejor de los casos neutral, si no entusiasta, los militares permitieron la consolidación del dominio nazi. En el ejército alemán, la aceptación del nacionalsocialismo se articulaba en el respeto a dos premisas básicas: el levantamiento de las restricciones establecidas por el Tratado de Versalles (y la expansión de las fuerzas armadas) y la no injerencia en sus decisiones internas. Sin embargo, Hitler consideró este último aspecto una concesión transitoria que resultó ya evidente a la muerte del presidente Hindenburg ( 2 de agosto de 1934 ), cuando los militares fueron obligados a prestarle un juramento de fidelidad personal. En 1936, en contravención de los términos impuestos a Alemania por el tratado de Versalles, Hitler planeó remilitarizar Renania. El Generaloberst Ludwig Beck, Generalstabschef des Heeres (Jefe del Estado Mayor del Ejército), imploró a sus superiores Generalfeldmarschall Werner von Blomberg, Reichskreigsminister (Ministro de Defensa) y también Oberbefehlshaber der Wehrmacht (Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas) y al Generaloberst Werner Freichr von Fritsch , Oberbefehlshaber des Heeres (Comandante en Jefe del Ejército) que actuasen, pero no hicieron nada. El punto de inflexión llegó a principios de 1938, con las irregulares dimisiones de ambos y su sustitución por personas adictas al régimen. Hitler utilizó esta crisis para fortalecer su control sobre los militares. En febrero de 1938 Hitler estableció el Oberkommando der Wehrmacht (OKW o Alto Mando de las Fuerzas Armadas alemanas) nombrando Comandante Supremo (Oberster Befehlshaber) al General der Artillerie (General de Artillería), luego Generalfeldmarschall, Wilhelm Keitel. Beck continuó presionando al reemplazo de Fritsch, el Generalfeldmarschall Walther von Brauchitsch, para que actuara.
Varios dirigentes de la oposición civil se pusieron en contacto con los dos grupos más reticentes al nacionalsocialismo en el seno del Ejército: el capitaneado por el almirante Wilhelm Canaris, jefe del Abwehr, la Inteligencia Militar, y el establecido en torno al general Ludwig Beck, jefe del Estado Mayor, preocupado por la agresividad adoptada por Hitler. Elaboraron un plan que preveía el arresto del canciller para juzgarlo por un delito contra el Estado y sería internado en un psiquiátrico, para lo que se disponía de un informe médico que cuestionaba su cordura. La anexión de Austria (el Anschluss del 12 de marzo de 1938 ) sin disparar un solo tiro, supuso un enorme éxito para el Führer, frenando los esfuerzos de los conspiradores.
Los planes para deponer a Hitler serán reactivados en el momento en el que el Führer decide incorporar al Reich la región checa de los Sudetes; Beck estaba aterrado ante el estallido de una guerra general y con el propósito de evitarla, el jefe del Estado Mayor propuso a los generales una dimisión colectiva. Ni que decir tiene que no fue secundada, aunque él sí presentó la suya. Mientras tanto, se habían enviado emisarios a Londres para entrevistarse con relevantes políticos (entre ellos, un Churchill sin cargo alguno) para recabar ayuda e informarles de que se gestaba un golpe de Estado para el 29 de agosto de 1938. Hitler sería encarcelado, seguido por el establecimiento de una junta militar hasta que el poder pueda ser devuelto a un gobierno democrático. Sin embargo, los mensajeros alemanes fueron vistos con suspicacia y sus esfuerzos resultaron baldíos. Los jefes de gobierno de Gran Bretaña, Francia, Italia y Alemania se reunieron en Múnich para buscar una solución al problema de los Sudetes, que acabaría convirtiéndose en un nuevo éxito del Führer. Iniciada ya la Segunda Guerra Mundial y tras la rápida conquista de Polonia, la resistencia se puso en contacto con medios holandeses para informarles de los planes de ataque alemán. El cambio, hasta 23 veces, de la fecha y el desprecio de los británicos, que los consideraban no sin cierta razón unos traidores, hizo que los informes no se tuvieran en cuenta. La Europa continental fue invadida o controlada prácticamente en su totalidad y muchos en Alemania, incluido el ejército, ahora estaban exultantes por las victorias aparentemente interminables.
La guerra también dificultó la resistencia a Hitler porque difuminó los límites entre Alemania y el gobierno nazi. Sería difícil atacar a Hitler sin las críticas de «apuñalar al país por la espalda», una acusación expuesta después de la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial cuando los políticos habían firmado un armisticio mientras «el ejército alemán no había sido derrotado en el campo de batalla». Conforme avanzaba la guerra, el grupo opositor ampliaría su red, beneficiado por la creciente desazón una vez comienzan a encadenarse las derrotas, aunque manteniendo un tono exclusivista y minoritario. Entre los recién llegados se hallaba el conde Claus von Stauffenberg, un joven y mutilado coronel. La resistencia basada en la repugnancia moral, muy minoritaria, continuó durante los años de las victorias pero no fue sino hasta que la marea de la guerra comenzó a cambiar que se volvió a considerar seriamente la eliminación de Hitler. Hubo intentos de dispararle, volar su avión e incluso usar un terrorista suicida, pero ninguno tuvo éxito. El fracaso de los diversos intentos de asesinato coincidió con una serie de contratiempos para la resistencia. En primer lugar, el Abwehr, durante mucho tiempo un refugio para la resistencia, se disolvió, absorbida por la Sicherheitsdienst o SD,la agencia de inteligencia de las SS en febrero de 1944. Ademas, el líder del llamado Círculo de Kreisau, Helmuth James Graf von Moltke, había sido arrestado por la Gestapo en enero de 1944 junto con varios otros miembros, eliminando así otro centro de resistencia.
Los intentos anteriores por parte de los militares para asesinar a Hitler generalmente se habían perpetrado cuando estaba de viaje y en consecuencia, era más vulnerable a los ataques. Sin embargo, el secreto que rodeaba todos los movimientos del Führer y su tendencia a alterar su horario en el último minuto, hicieron que planear y ejecutar un ataque fuera problemático. Sería más fácil atentar contra el Führer cuando estuviese en una de sus residencias privadas o en uno de sus cuarteles generales. La seguridad en torno a Hitler era extremadamente rigurosa y no sería factible para los conspiradores intentar un atentado «normal», como lo habían intentado anteriormente; ahora intentarían asistir a una reunión con el Führer, colocar una bomba y salir inmediatamente con cualquier pretexto. Los peligros físicos de tal plan eran considerablemente menores que los planteados por un golpe de estado, pero aún requeriría una enorme cantidad de coraje. Por encima de todo, los conspiradores no se hacían falsas ilusiones; eran perfectamente conscientes de que representaban a una reducida minoría sin apenas apoyo popular. En general, el país los consideraría traidores y la venganza de los nazis contra ellos y sus familias sería atroz. Sin embargo, aunque todo parecía que estaba contra ellos, sentían firmemente la obligación de erigirse en el bastión moral que pusiera fin a los crímenes del régimen.
El plan para matar a Hitler que los conspiradores habían diseñado era relativamente simple. Con el pretexto de asistir a una de las sesiones informativas de Führer, Stauffenberg colocaría una bomba que sería detonada por un simple temporizador. Después de colocar la bomba, se excusaría para abandonar el edificio y luego escaparía del Cuartel General en la confusión que seguiría a la explosión. Sin embargo, si la mecánica del asesinato era sencilla, el plan para tomar el poder a continuación no lo era tanto. Incluso con Hitler muerto, la estructura de poder nazi aún estaría intacta, en su lugar y alguien del círculo del Führer aprovecharía el vacío de poder para sucederle. Para evitar esto, la administración nazi debía ser destruida, o al menos usurpada y el mecanismo para conseguir esto ya estaba listo. Dentro de Alemania existía una amenaza muy real de insurrección por parte de los millones de trabajadores forzados extranjeros que trabajan en el país. Para hacer frente a cualquier eventualidad se había desarrollado un plan de emergencia, la Operación Valkyrie o Valquiria, en virtud de la cual el poder ejecutivo y el mando supremo militar se confiarían al comandante del Ejército de Reemplazo o Ersatzheer .
Como había sucedido durante la Primera Guerra Mundial, el ejército alemán (Heer) se dividía en dos partes: el Ejercito de Campaña y el Ejercito de Reserva o Ersatzheer, responsable del reclutamiento, la instrucción de las nuevas tropas y el reemplazo del personal, así como de las pruebas de nuevos equipos militares. También era responsable de los soldados en licencia (cualquier tipo de permiso) y en hospitales, siendo la asignación al ejército de reemplazo automática y hasta que el soldado regresaba a su unidad en el frente; la Oficina de Personal del Ejército también estaba subordinada a la Ersatzheer. Se basaba en Alemania e incluía unidades de mando y administrativas, así como tropas de guardia. Pero su función principal era proporcionar reemplazos para las divisiones de combate del ejército regular; todas las divisiones tenían, en su área de origen, unidades de entrenamiento de una fuerza aproximada de un regimiento que estaban subordinadas al ejército de reemplazo. En estos regimientos, todos los soldados recién reclutados eran sometidos a entrenamiento básico y luego enviados a la unidad de combate en el frente.
Olbricht había reconocido el potencial del plan Valquiria para su utilización en provecho del derrocamiento de Hitler, por lo que se adaptó en varias ocasiones para satisfacer las necesidades de la conspiración, convirtiéndose en un plan para un golpe de estado. Uno de los aspectos fundamentales del Valquiria era evitar cualquier participación de la SS y asegurar que todas las responsabilidades en lo concerniente al orden interno estuvieran en manos del Ejército de Reserva. Los conspiradores encontraron numerosos obstáculos. Hubo que apartar a los oficiales simpatizantes del régimen, enviándolos a otros destinos y enseguida se hizo evidente que el Generaloberst Fromm no era un hombre en el que se pudiera confiar. El plan se basaba excesivamente en la cadena tradicional de mandos, circunstancia sumamente peligrosa debido a la politización de la Wehrmacht emprendida por los nazis. Resultaba particularmente arriesgado en lo tocante al oficial al mando del batallón de la guardia Grossdeutschland en Berlín, Otto Ernst Remer. A Stauffenberg le advirtieron de que Remer era un nazi leal. Sin embargo, el Generalleutnant Paul von Hase, uno de los conspiradores que era el superior de Remer, estaba convencido de que su subalterno iba a acatar las órdenes. Para respaldar el golpe, los conspiradores contaban con la unidad de entrenamiento panzer de Krampnitz y con otros destacamentos de las afueras de Berlín. Pero no tomaron todas las medidas pertinentes para asegurarse las principales emisoras de radio de la capital y sus alrededores.
Una vez que Hitler hubiera sido asesinado, los conspiradores usarían las órdenes de Valkyrie para tomar el control de las oficinas clave del gobierno, el partido y la Wehrmacht en Berlín y en todo el Reich. El Generaloberst Ludwig Beck (Jefe del Estado Mayor del Ejército de 1935 a 1938) se convertiría en Jefe de Estado y miembros de la resistencia previamente identificados tomarían puestos clave en el gobierno, dando inicio a continuación a negociaciones de paz con los Aliados occidentales para conseguir una paz por separado que permitiese a Alemania continuar luchando contra la Unión Soviética. Una vez que se hubiese logrado la estabilidad, habría una transición a un gobierno elegido democráticamente. Sus principios éticos, a menudo fruto de sus arraigadas creencias religiosas, se combinaban con posturas políticas bastante conservadoras: varios de ellos habían apoyado a Hitler antes de que el Führer lanzara la Operación Barbarroja. El tipo de gobierno que querían para su país tenía muchas más cosas en común con la Alemania prusiana del káiser que con una democracia moderna. Y los fundamentos en los que pretendían basar su propuesta de paz a los Aliados carecían completamente de realismo, pues deseaban mantener el frente oriental para seguir combatiendo contra la Unión Soviética y conservar algunos de los territorios ocupados.
El Oberst (coronel) Claus Schenk Graf von Stauffenberg estaba ahora decidido a tener éxito donde otros habían fracasado y en su intento, otros miembros de su familia se unieron a este esfuerzo: su hermano Berthold, su primo Oberstleutnant (teniente) Cäsar von Hofacker, que establecería un enlace entre los conspiradores en París y Berlín y otro primo, Peter Yorck Graf von Wartenburg, que era miembro del Círculo Kreisau. El Teniente general Carl-Heinrich von Stülpnagel lideraría el golpe de estado en París. Por su parte, el general Henning von Tresckow, que había liderado varios intentos de asesinato desde su puesto en el Grupo de Ejércitos Centro, en el frente del Este, ayudó a Olbricht a adaptar los planes de la Operación Valkyrie, pero no pudo ayudar en su implementación debido a sus deberes en el Frente Oriental.
Para julio de 1944, los conspiradores se estaban desesperando. Los aliados habían desembarcado en Normandía y varias figuras clave de la resistencia habían sido arrestadas. Para intentar una salida negociada de la guerra, era ahora o nunca. En noviembre de 1943, Stauffenberg había sido nombrado Jefe de Gabinete del general der Infanterie (general de infantería) Friedrich Olbricht, jefe de la Allgemeines Heeresamt u Oficina General del Ejército; en junio de 1944 fue nombrado Jefe de Gabinete del Generaloberst Friedrich Fromm, el Comandante en Jefe del Ersatzheer Ejército de Reemplazo o de Reserva. Irónicamente, la decisión de nombrar a Stauffenberg fue tomada por el ayudante en jefe de Hitler, el teniente general Rudolf Schmundt, uno de los asesores más cercanos al Führer que sería gravemente herido por la explosión de la bomba el 20 de julio. Casi inmediatamente después de asumir su cargo, Stauffenberg le explicó a Fromm que tenía intención de asesinar a Hitler. Fromm recibió las noticias con indiferencia y ni la conversación ni el plan de Stauffenberg volvieron a mencionarse. Así que sin una orden explícita de su superior para abandonar la idea, Stauffenberg continuó con sus preparativos. Los explosivos de fabricación británica fueron suministrados por un contacto en el Grupo de Ejércitos Centro y enviados por mensajería a Prusia Oriental a Mauerwald, donde se encontraba el cuartel general de OKH cerca de la Wolfsschanze. Normalmente, esta habría sido la ubicación ideal, pero debido los trabajos de construcción y ampliación de su cuartel general (la construcción de una serie de nuevos bunkers y el fortalecimiento masivo de los edificios existentes, incluido el Führerbunker), Hitler y su personal se habían trasladado temporalmente a Berchtesgaden. Por este motivo y para que estuvieran disponibles para cualquier intento, los explosivos fueron transportados en tren a Berlín, donde se le entregaron a Stauffenberg el 25 de mayo.Ya disponía de las herramientas, ahora solo necesitaba la oportunidad de usarlas.
Los eventos en Alemania y en el frente estaban haciendo imperativo una acción inmediata : el 6 de junio de 1944 se produjo en desembarco aliado en Normandía y el 22 de junio los soviéticos habían lanzado su ofensiva de verano en el Frente Oriental y en menos de tres semanas el Ejército Rojo había destrozado 28 divisiones alemanas; a principios de julio, el Dr. Julius Leber y el Dr. Adolf Reichwein, líderes socialistas cercanos a Stauffenberg, habían sido arrestados.
Los conspiradores acordaron que Hitler, Göring y Himmler deberían ser asesinados al mismo tiempo, algo poco práctico ya que Göring ya rara vez acudía a las sesiones informativas militares en el Cuartel General y Himmler lo hacía de forma muy irregular. Hasta este momento Stauffenberg creía que el general Helmuth Stieff colocaría los explosivos. El 7 de julio Stieff tuvo una oportunidad de colocar una bomba cuando Hitler acordó asistir a una exhibición de nuevos uniformes y equipos para el ejército en el palacio de Klessheim, cerca de Salzburgo, pero Stieff suspendió el intento, no esta claro si por cobardía o porque Göring y Himmler no estaban presentes.
El 9 de julio, un primo de von Stauffenberg, el Oberstleutnant Cäsar von Hofacker, había visitado a Rommel en La Roche-Guyon. En el curso de la entrevista, preguntó al mariscal cuánto tiempo podían resistir en Normandía los ejércitos alemanes, y la respuesta fue que aproximadamente unas dos semanas. Esta información tenía una importancia vital para los conspiradores, que sospechaban que se les iba el tiempo de las manos para poder entablar negociaciones con los americanos y los británicos. Sin embargo, otros detalles de esa conversación siguen siendo objeto de controversia. No se sabe con certeza si Hofacker pidió a Rommel que se uniera a la conspiración para asesinar a Hitler, y mucho menos si Rommel aceptó. Pero parece que el mariscal sí pidió a von Hofacker que redactara una carta dirigida al general Montgomery invitándolo a discutir los términos de una paz. Como había imaginado von Stauffenberg, los altos oficiales iban a ser los más reticentes. El Generalfeldmarschall von Manstein, e incluso Kluge, que tiempo atrás había permitido la creación de un grupo de resistencia —encabezado por Henning von Tresckow— en el cuartel general del Grupo de Ejércitos Centro, se opusieron a la acción. Pero los conspiradores estaban completamente seguros de que Kluge se uniría a ellos una vez muerto el Führer. En Francia, el jefe de estado mayor de Rommel, el Generalleutnant Hans Speidel, fue uno de los principales conspiradores, y aunque Rommel se opusiera a la idea de atentar contra la vida de Hitler, todos estaban convencidos de que al final el mariscal se uniría a ellos. Pero el 17 de julio, un Spitfire acribilló a balazos el automóvil en el que viajaba Rommel de regreso a La Roche-Guyon tras realizar una visita al frente, eliminándolo efectivamente de cualquier participación en la conjura.
El 11 de julio Stauffenberg asistiría a una reunión informativa con Hitler en el Berghof, pero Stieff también aplazó el intento porque, una vez mas, los respectivos jefes de la Luftwaffe y las SS no asistirían. Tres días después, Hitler trasladó de nuevo su cuartel general a la Wolfsschanze a pesar de que los trabajos de construcción estaban incompletos. El 15 de julio, a Fromm y Stauffenberg se les ordenó viajar al Wolfsschanze para asistir a una serie de reuniones informativas con Hitler y Stauffenberg planeó detonar su bomba durante una de estas reuniones. En Berlín, Mertz von Quirnheim activó la Operación Valkyrie y puso a las tropas en la ciudad en alerta a las 11.00 horas, aproximadamente al mismo tiempo que Stauffenberg partía hacia Rastenburg, Cuando Stauffenberg llegó a Rastemburg, Stieff le comunicó que se había acordado que como mínimo, Himmler también debe perecer en cualquier explosión. Cuando quedó claro que solo Hitler estaría presente, Stieff abortó nuevamente la operación. Stauffenberg perplejo e indignado ya que sabía que la orden Valkyrie se había activado y que las tropas en Berlín y sus alrededores habían sido puestas en alerta para ocupar el barrio del gobierno y tomar los puntos claves de la capital, mostrando una compostura admirable asistió a las diversas reuniones informativas, pero se excusó en dos ocasiones para hacer llamadas a sus cómplices en las que los presionó para que reconsideraran su decisión y aprovechar la oportunidad, sin éxito. Frustrado, llamó a Mertz von Quirnheim y decidieron actuar unilateralmente pero para entonces las sesiones informativas habían concluido y la oportunidad se había esfumado. Las unidades que habían sido puestas en alerta fueron retiradas justificándose en un simple ejercicio. Sin embargo, cuando Fromm se enteró de lo sucedido, reprendió a Olbricht; No permitiría tomar tales libertades en el futuro por lo que la movilización a partir de ahora solo podría ocurrir después del atentado contra la vida de Hitler, lo que introdujo un retraso en el plan que sería crítico el 20 de julio.
El 17 de julio les llegó la noticia de que se había emitido una orden de arresto contra Carl Friedrich Goerdeler, ex alcalde nazi de Leipzig y durante mucho tiempo, líder de la resistencia civil. El 18 de julio Stauffenberg recibió órdenes de dirigirse al Wolfsschanze el día 20 para informar a Hitler: debía proporcionar detalles de los planes para el establecimiento de dos nuevas divisiones para defender Prusia Oriental. En la mañana del 20 de julio, el cabo Karl Schweizer condujo a Stauffenberg al aeródromo de Rangsdorf para tomar el vuelo regular de mensajería a la Wolfsschanze. Haeften, el ayudante de campo de Stauffenberg, lo recibió en el aeródromo y los dos abordaron el vuelo. Schweizer dejó el maletín que contenía los explosivos junto a Stauffenberg. Cuando se preparaban para partir, Schweizer recibió instrucciones de recoger a Stauffenberg y Haeften del aeródromo esa tarde. El avión aterrizó en Rastenburg poco después de las 10.00 hrs y Stauffenberg fue llevado al Cuartel General donde desayunó con miembros del personal del Comandante del campamento. Mientras tanto, Haeften y Stieff se dirigieron a Mauerwald con los explosivos. Después del desayuno, Stauffenberg tuvo que asistir a una serie de sesiones informativas, la última de las cuales fue a las 11:30 horas con el Generalfeldmarschall Keitel. Aunque no fue invitado a esta reunión, Haeften regresó al Wolfsschanze y, mientras las discusiones continuaban en la oficina de Keitel, lo espero en el pasillo con los explosivos. Heinz Linge, ayuda de cámara de Hitler, llamó a la oficina de Keitel para recordarle que, debido a una visita de Mussolini, la sesión informativa con Hitler se adelantó 30 minutos y ahora comenzaría a las 12:30 h, por lo que Keitel finalizó su reunión para no llegar tarde a la reunión con Hitler. Puesto que necesitaba tiempo para preparar los explosivos, Stauffenberg pidióun momento para refrescarse y cambiarse la camisa y con la ayuda de Haeften preparó los explosivos y fusibles.
Contaba con dos bloques de explosivo plástico, más que suficiente para la tarea. Sin embargo, el fusible era difícil de configurar, especialmente para un hombre con una sola mano (el fusible debía retirarse del cebador, cargar; luego, la carcasa de metal debía ser aplastada con unos alicates para romper el frasco de vidrio en su interior que contenía ácido que lentamente corroería el alambre que sujetaba el pasador y una vez hecho esto, el pasador de seguridad debía ser retirado y el fusible reinsertado en la carga del cebador), a pesar de que los alicates que usaba habían sido especialmente adaptados para su uso. Stauffenberg dejo listo un paquete de explosivos cuando fue interrumpido por el sargento Vogel, irónicamente para informarles acerca de una llamada del general Erich Fellgiebel, un compañero conspirador. Vogel permaneció en la puerta insistiendo en que Stauffenberg se apurara, recibiendo una respuesta brusca, pero dejo a los conspiradores sin oportunidad de preparar el segundo paquete de explosivos; Stauffenberg dejó caer el primero en su maletín y se compuso mientras Haeften ocultó el segundo paquete en su maletín. Keitel y los demás esperaban afuera y se impacientaban. Stauffenberg se dirigió a la reunión informativa con el general Walter Buhle, su antiguo oficial al mando; cuando llegaron a la cabaña de información, Stauffenberg le pasó el maletín que contenía los explosivos a John von Freyend y pidió que se le diera un lugar cerca del Führer, para escuchar todo lo que necesito para su reunión posterior.
Cuando Stauffenberg y los demás entraron en el Lagezimmer (sala de reuniones), el teniente general Adolf Heusinger ya estaba desarrollando su resumen de la situación en el Frente Oriental. Keitel anunció a Stauffenberg y Hitler le estrechó la mano mientras von Freyend colocaba el maletín debajo de la mesa. Stauffenberg ocupó su lugar junto a Heusinger, quien a su vez estaba junto a Hitler. El almirante Konterad Hans-Erich Voss, en representación del comandante en jefe de la Kriegsmarine, Grossadmiral Karl Dönitz, se movió al otro lado de la mesa. La sesión informativa se reanudó y Hitler se inclinó sobre la mesa, con la lupa en la mano. Stauffenberg movió subrepticiamente el maletín lo más cerca posible de Hitler, pero reconoció que una de las grandes patas de la mesa estaba en medio, por lo que no pudo hacer mas ya que haber intentado colocarlo más cerca habría despertado sospechas.
En este momento, Stauffenberg le indicó a von Freyend que necesitaba hacer una llamada y ambos salieron de la habitación. Von Freyend le pidió al operador telefónico, sargento mayor Arthur Adam, que llamara a Fellgiebel y luego regresó a la sesión informativa. Stauffenberg no esperó la conexión, abandonó el edificio (dejando el sombrero y el cinturón) y se fue al Adjutantenhaus (edificio de los ayudantes) que estaba a unos 200 metros de la cabaña de información. Después de que Stauffenberg dejara la conferencia, Heinz Brandt, que estaba de pie junto a él, movió el maletín un poco para que no se interpusiera, mientras Heusinger continuaba brindando su informe sobre el Frente Oriental; durante su presentación, se planteó un punto que Stauffenberg habría podido responder, pero no estaba en la sala. Buhle fue a buscarlo, pero solo pudo comprobar por Adam que Stauffenberg había abandonado el edificio. En la Adjutantenhaus, Stauffenberg encontró a Fellgiebel y Haeften que habían estado haciendo los arreglos para el transporte de vuelta al aeródromo de Rastemburg. Cuando Stauffenberg y Fellgiebel salieron de la oficina, los explosivos detonaron. Eran las 1240 horas.
Mientras se marchaban, Stauffenberg y Haeften pudieron ver el humo que emanaba de la cabaña de información y las figuras que corrían hacia y desde la escena. En medio del caos, vieron a alguien llevado bajo la capa de Hitler; Stauffenberg estaba seguro de que este era el Führer.
La explosión había hecho un agujero en el suelo y había destrozado la pesada mesa de reuniones. La placa de yeso que cubría las paredes y el techo había sufrido graves daños y lel relleno de fibra de vidrio tras el yeso estaba esparcida por toda la habitación.
Todo el mundo en la sala intentaba escapar de la carnicería; existía el peligro real de que pudiera haber otra bomba o que el techo se derrumbara. Warlimont trepó por una ventana y una vez afuera, recuperó la compostura y se dio cuenta de que Brandt también estaba tratando de escapar de la habitación devastada, tan gravemente herido que no pudo salir solo. Von Freyend lo ayudó a ponerse a salvo, rescatando también al general Schmundt, gravemente herido. Mientras tanto, Warlimont intentó volver a entrar al edificio para recoger sus papeles, pero para entonces el área había sido asegurada por los guardias de las SS y cuando llegó a la sala de reuniones se derrumbó y tuvo que ser evacuado por su personal. El coronel Nicolaus von Below también había escapado milagrosamente de la muerte; al comienzo de la reunión estaba lejos de la mesa principal, discutiendo la visita de Mussolini con los otros ayudantes. Sin embargo, Heusinger hizo un punto interesante y se acercó para estudiar el mapa. En ese momento, la bomba explotó y quedó momentáneamente inconsciente. Cuando se recuperó salió por una ventana y se dirigió a la entrada principal, donde vio a algunos de los heridos siendo retirados del edificio. Once asistentes fueron hospitalizados, el resto sufrió heridas leves, incluidos tímpanos rotos. Sorprendentemente,
Keitel, que estaba a la izquierda de Hitler en la sesión informativa, no sufrió ningún daño y, aunque sorprendido, pronto recuperó el sentido e inmediatamente llamó a Hitler. Buscando entre el polvo y el humo lo encontró y lo sacó. Aparte de su ropa, que había sido destrozada, parecía estar bien. El ayudante personal de Hitler, SS-Gruppenführer Julius Schaub, y el ayuda de cámara del Führer, SS-Obersturmführer Heinz Linge, llegaron inmediatamente y ayudaron a Hitler a regresar a su búnker para un examen médico. Inicialmente, este fue realizado por el profesor von Hasselbach, pero luego fue sustituido por el doctor Morell, el médico personal de Hitler y Hasselbach se dirigió al hospital Karlshof cerca de Rastenburg para tratar a los otros heridos en la explosión.
Mientras los heridos eran evacuados al hospital, Below se dirigió al Nachrichtenbunker (búnker de señales); el oficial de señales Ludolf Sander, ordenó que no se enviaran mensajes a menos que lo ordenasen Hitler, Keitel o Jodl, Un golpe de suerte para Fellgiebel, cuya misión era cortar toda comunicación de la Wolfsschanze para que los conspiradores pudieran activar con libertad la operación Valkyrie. Aunque Fellgiebel era jefe de comunicaciones de la Wehrmacht, su autoridad sobre esto era limitada y le habría sido difícil, por si solo establecer un apagón de las comunicaciones. Hitler tan solo había sufrido heridas superficiales, el brazo derecho lesionado, un codo magullado, quemaduras leves en las piernas y abrasiones en la mano izquierda. Sus dos tímpanos habían estallado y aunque sus oídos estaban ensangrentados, su audición no parecía verse afectada. Se retiró a su habitación y se cambió, listo para saludar al Duce que debía llegar en una hora. Poco después, Fellgiebel vio a Hitler caminando dentro de su complejo. Sorprendido, llamó al general Fritz Thiele, su jefe de gabinete en Berlín que a su vez habló con Olbricht, quien a su vez contactó al General Eduard Wagner, Jefe Adjunto del Estado Mayor del Ejército en Zossen ( sede de OKH, ubicado a 30 km al sur de Berlín). Acordaron que no harían nada hasta que tuvieran noticias definitivas sobre el destino de Hitler.
Mientras sucedía todo esto, Stauffenberg y Haeften se dirigían al campo de aviación, convencidos de que su misión había sido un éxito. Sortearon el primer punto de control con relativa facilidad; los guardias habían bajado la barrera al escuchar la explosión, pero sin ninguna razón para detener a nadie, dejaron pasar a Stauffenberg. Los dos conspiradores y su conductor ahora se dirigieron al perímetro exterior y al punto de control final antes del aeródromo que resultó más problemático. Cuando llegaron a esta puerta, la alarma había sonado y el cuartel general estaba cerrado. Nadie podía entrar o salir y los guardias fueron tajantes ante las protestas de Stauffenberg, que hizo una llamada a von Möllendorff, con quien había desayunado esa mañana. Este, suponiendo que su compañero tendría asuntos urgentes en Berlín, ordenó que se le permitiera pasar, aunque no tenía autoridad para hacerlo. Se levantó la barrera y el conductor se alejó acelerando. Se apresuraron al aeródromo de Rastenburg y en el camino aprovecharon la oportunidad para deshacerse de los explosivos no utilizados. El conductor vio que arrojaban un paquete a la maleza, pero en ese momento lo pensó poco y dejó a sus pasajeros a salvo en su destino. El He 111 de Wagner los estaba esperando, lleno de combustible y listo para partir, y a las 13.15 horas despegaron.
Con la situación segura en el búnker de señales, el Oberstleutnant Sander se dirigió a la cabaña de información para verificar el equipo allí. Wachtmeister Adam todavía estaba en su puesto, explicó que Stauffenberg había abandonado la conferencia inmediatamente antes de la explosión, lo que implica que el oficial estaba involucrado de alguna manera. Sander se indignó y le espetó que no quería saber nada más de la historia y que si estaba convencido de sus hechos, con quien debería hablar era con la seguridad y Adam se dirigió directamente a Martin Bormann, el secretario privado de Hitler, quien lo invitó a hablar con Hitler (la historia de Adam resultó ser correcta y fue recompensado generosamente con un ascenso, dinero y una casa). Inmediatamente, se ordenó una búsqueda de Stauffenberg pero pronto se hizo evidente que había abordado un avión en Rastenburg. El conductor que había llevado a Stauffenberg al campo de aviación confirmó que algo había sido arrojado desde el automóvil en el viaje. Se ordenó de inmediato a las tropas que revisaran la carretera, donde encontraron los explosivos desechados. Stauffenberg estaba ahora claramente implicado en el complot . Una vez informados, Himmler y el SS-Obergruppenführer Ernst Kaltenbrunner, jefe del Reichsicherheitshauptamt (RSHA – Oficina Central de Seguridad del Reich), partieron hacia Berlín.
Mientas tanto en Berlín, los conspiradores esperaban noticias del Wolfsschanze para activar la operacion Valkiria, Fellgiebel informó que «Algo terrible ha sucedido, el Führer está vivo». Para Thiele y Olbricht esto podría significar dos cosas: o bien la bomba no había sido detonada (como había sucedido en otras ocasiones) o por el contrario Stauffenberg había sido descubierto. Lo que no parecen haber considerado es la posibilidad de que la bomba haya detonado y que Hitler hubiese sobrevivido. Después de descartar esta alternativa, creyeron que el mejor curso de acción era la inactividad. Después de los acontecimientos del 15 de julio no podían ordenar una nueva alerta ya que Fromm no respaldaría una orden de movilización cuando el mensaje de Wolfsschanze era equívoco. Así que fueron a almorzar. Una vez que se hubieran recibido las noticias definitivas, actuarían, no antes. Sin embargo, von Quirnheim, que había escuchado la noticia de la supervivencia de Hitler al mismo tiempo, fue mucho más proactivo y siguió adelante con la primera parte de Valkyria. Alrededor de las 1400 horas envió las órdenes de colocar las unidades en alerta.
Hitler se preparó para saludar a Mussolini que llegó a la Wolfsschanze aquel 20 de julio por la tarde, para realizar una visita que había sido organizada bastante tiempo atrás. Los dos se encontraron en la estación de Görlitz a las 14:30 h. Hitler saludó a su visitante y exclamó: «¡Duce! Acabo de tener el golpe más enorme de buena fortuna «. Hitler insistió, con un fervor enfermizo, en mostrar al Duce el escenario del que había salido milagrosamente ileso. El Führer no paraba de hablar, haciendo constantemente hincapié en su convicción de que la intervención divina lo había salvado para continuar la guerra. El dictador italiano, por su parte, no veía «con insatisfacción el atentado con bomba perpetrado contra Hitler, pues ponía de manifiesto que la traición no era una exclusiva de Italia».
Aproximadamente a las 15.45 horas, Stauffenberg y Haeften llegaron al aeródromo Rangsdorf de Berlín y desde allí Haeften telefoneó al Bendlerblock para confirmar la muerte de Hitler, tras lo cual ambos partieron hacia allí, llegando a las 16:30 h. Una vez que Mertz von Quirnheim se enteró de la llegada de Stauffenberg a Berlín, presionó a Olbricht para que pusiera en marcha la segunda etapa de Valkyrie. Olbricht aún dudaba pero finalmente decidió aceptar que el Führer había sido asesinado. Mertz von Quirnheim informó al personal del Bloque Bendler que Hitler había muerto, que Beck era Staatsoberhaupt (Jefe de Estado) y que el Generalfeldmarschall Erwin von Witzleben era ahora el Comandante en Jefe de la Wehrmacht. Justo antes de las 1600 horas, se emitió la palabra clave «Valkyrie Stage 2» a todos los Wehrkreise (distritos militares) y, lo que es más importante, a las diversas unidades militares en Berlín. Las órdenes fueron retiradas de la caja fuerte para que Fromm las firmara, y tanto Mertz von Quirnheim como Olbricht fueron a ver al comandante del Ejército de Reemplazo. Los dos oficiales le explicaron la situación a Fromm, pero comprensiblemente después del desastre solo cinco días antes, este se mostrara reacio a firmar. Anticipándose a esto y ahora convencido de que la opinión de Stauffenberg sobre los acontecimientos era correcta, Olbricht organizó una llamada urgente a Keitel. Fromm descolgó el auricular y habló con Keitel, explicandole que circulaban rumores en Berlín sobre el bienestar del Führer. Keitel confirmó que había habido una explosión, pero que Hitler estaba bien, preguntando por el paradero de Stauffenberg. Fromm respondió que aún no había regresado a Berlín.
Olbricht y Mertz von Quirnheim dejaron a Fromm y a las 16:30 horas, emitieron una orden general a todos los Wehrkreise. Era de Witzleben y declaraba:
El Führer Adolf Hitler está muerto … Para mantener la ley y el orden en esta situación de máximo peligro , el Gobierno del Reich ha declarado el estado de ley marcial y me ha transferido el poder ejecutivo junto con el comando supremo de la Wehrmacht … Cualquier resistencia contra las autoridades militares debe ser reprimida sin piedad.
La orden de Witzleben fue seguida por un mensaje adicional que pedía a las unidades que aseguraran edificios clave (estaciones de radio, centrales telefónicas, etc.) y que arrestaran a los funcionarios del partido (a nivel de Gauleiter, ministros y gobernadores) y altos funcionarios de la Gestapo y las SS. La longitud del mensaje (el pasaje anterior está resumido), el número de destinatarios y el hecho de que el texto tuvo que ingresarse en las máquinas de codificación Enigma significaron que tomó bastante tiempo enviarlo y en consecuencia, no llegó a algunos distritos militares hasta mucho más tarde, cuando algunos oficiales clave se habían ido a casa. Tuvieron que ser localizados y debieron volver a sus respectivas oficinas centrales, lo que aumentó aún más la demora en la implementación de la orden.
A las 1700 horas Hitler se sentó a tomar el té con Mussolini. Poco después, recibió una llamada de Goebbels en Berlín. Estaba claro que se estaban tomando medidas para derrocar a Hitler y le pidió al ministro de propaganda que transmitiera un mensaje confirmando que estaba vivo. A las 1900 horas, el té concluyó y Mussolini se fue: los dos líderes nunca se volverían a encontrar.
Cuando Stauffenberg llegó al Bendlerblock a las 16.30 hrs, reiteró que Hitler había muerto y, al mismo tiempo, se puso al día sobre los acontecimientos en Berlín, especialmente la intransigencia de Fromm a colaborar con los conspiradores. Cuando este se enteró de que la operación valkiria estaba en marcha,intentó salvarse y ordenó que los conspiradores fueran arrestados pero este fue relevado de sus deberes y fue puesto bajo arresto domiciliario. Las órdenes habían sido emitidas y los conspiradores ahora tenían que esperar a que las tropas se movilizaran. Tras el arresto de Fromm, se envió otro mensaje que detalla el nombramiento de Hoepner como comandante del Ejército de Reemplazo y posteriormente, se emitieron instrucciones insistiendo en que las transmisiones de radio que hablaban de la supervivencia de Hitler estaban equivocadas y que las órdenes de Valkyrie deberían llevarse a cabo con la mayor rapidez.
Entre tanto Beck y Hoepner habían aparecido en el Bendlerblock. Ambos llegaron vestidos de civil, Beck para evitar sospechas de un golpe y Hoepner porque en diciembre de 1941 Hitler le había negado el privilegio de usar uniforme. Ambos ahora asumieron sus respectivas posiciones en el nuevo régimen: Beck como Jefe de Estado y Hoepner como comandante del Ejército de Reemplazo. Hoepner se dirigió a la oficina de Fromm y habló con el hombre al que había reemplazado. La opinión de Fromm no había cambiado. Hitler todavía estaba vivo, insistió, y era un error continuar con el Putsch.
Mientras tanto, Beck habló con el general Wagner en Zossen, explicando la situación y declarando que Witzleben pronto estaría con él para asumir el cargo de comandante en jefe de la Wehrmacht. Zossen, el cuartel general de OKH, estaba mucho mejor equipado para que el comandante en jefe dirigiera las operaciones. Después de esta llamada, Wagner recibió una llamada de Stieff en Wolfsschanze. Stieff sabía que Hitler había sobrevivido e insistió en que continuar era una locura y Wagner le pidió a Stieff que le dijera a Keitel lo que estaba sucediendo y las llamadas que Wagner había recibido del Bendlerblock. Más tarde, Wagner declaró que nunca había apoyado el golpe, pero este intento de cubrir su rastro ( después de todo, le había prestado a Stauffenberg su avión) , no lo salvó. Se suicidó el 23 de julio.
El 20 de julio, el comandante Egbert Hayessen se reunió con el presidente de la policía de Berlín, Wolf Heinrich Graf von Helldorf. Hayessen debía actuar como oficial de enlace entre los conspiradores y la policía para asegurarse de que estuvieran listos para actuar cuando se declarara un estado de emergencia. Se le asignarían ministerios del Reich con instrucciones explícitas para arrestar a los ministros y otras figuras clave y debía apoyar al ejército en el cierre de carreteras y desvío del tráfico en el barrio gubernamental así como en el establecimiento de bloqueos de carreteras en la autopista circular de Berlín. Alrededor de las 17:00 horas, Helldorf llegó al Bloque Bendler y fue informado por Olbricht, quien le explicó que la Wehrmacht había asumido el poder tras el intento de asesinato del Führer. Regresó a su cuartel general en Alexanderstrasse y alertó a la Policía de Seguridad, pero, según lo acordado con Olbricht, no movilizó de inmediato su fuerza. A las 19:00 hrs, Helldorf todavía no había recibido órdenes por lo que envió un asistente para ver qué estaba pasando, pero para entonces ya era demasiado tarde para hacer algo. Se había perdido una oportunidad significativa.
El SS-Oberführer Humbert Achamer-Pifrader llegó al Bendlerblock desde la sede de la Gestapo para arrestar a Stauffenberg y llevarlo a ver al SS-Gruppenführer Heinrich Müller, jefe de la Gestapo, pero fue arrestado. Stauffenberg centró todas sus energías en mantener el impulso en el golpe. Llamó a los diversos distritos militares y reiteró que Hitler estaba muerto y cuáles eran las órdenes. Sin embargo, la reacción a las órdenes de Valkyrie fue irregular. La clave del éxito de los golpistas estaba en controlar la capital, Berlín. Los conspiradores necesitaban apoderarse de los puntos clave de la ciudad y esto debía hacerse mediante la movilización de unidades controladas por el general Paul von Hase, el comandante de la ciudad de Berlín y del Wehrkreis III, que cubría Berlín y sus alrededores. Hase tenia frente a si una ardua tarea, ya que para reducir las posibilidades de comprometer la operación, los mandos y tropa no conocían los detalles del golpe en la creencia por parte de los golpistas de que los oficiales se limitarían a acatar las órdenes. El Wehrkreis III estaba bajo el mando del general Joachim von Kortzfleisch, leal a Hitler; el 20 de julio le ordenaron presentarse en el Bendlerblock, llegando pasadas las 1700 horas. Esperaba encontrarse con Fromm, pero fue recibido por Beck, Hoepner y Olbricht que le explicaron lo que había sucedido. Kortzfleisch se negó a creer que Hitler estaba muerto y seguro de que lo que estaba sucediendo era un golpe de estado, por lo que se negó a seguir las órdenes de Valkyrie y desplegar sus tropas siendo encarcelado y reemplazado por el general teniente Karl Freiherr von Thüngen. Este llegó a la sede de la III Región Militar ( Wehrkreis ) para tomar el mando, pero no fue proactivo e hizo muy poco para acelerar la movilización de las tropas ahora bajo su mando. Y esto resulto catastrófico, ya que las unidades de Wehrkreis III debían apoderarse de una serie de edificios clave en la capital, incluidos las oficinas del partido, los ministerios, especialmente Propaganda e Interior, la sede del Gau de Berlin y las de Juventudes Hitlerianas y el Frente Alemán de Trabajo (Deutsche Arbeitsfront – DAF), así como las oficinas de las SS. Además, hemos de tener en cuenta que las principales unidades de esta región militar, se encontraban lejos de la capital, por lo que su movilización llevaría tiempo: la Ersatz-brigade Grossdeutschland en Cottbus (80 km al sureste)y la Infanterieschule (escuela de infantería) de Döberitz, ( 25 km al oeste).
La Grossdeutschland recibió noticias de que la orden Valkyrie se había promulgado alrededor de las 1600 horas; se ordenó a una compañía que asegurara la estación de radio Herzberg (Deutschlandsender III), lo que hizo a las 18.15 horas y a otro grupo apoderarse de las estaciones de radio en Königswusterhausen (Deutschlandsender I) y Zeesen (Deutschlandsender II), lo que hizo antes de las 2000 horas, aliviando a las tropas de Panzertruppenschule II. Hacia las 1800 horas, los grupos de reconocimiento anticipados de la Infanterieschule estaban listos para desplegarse y el comandante Jakob recibió la orden de ocupar el Haus des Rundfunks en Masurenallee. Al llegar desplegó sus tropas para proteger las instalaciones y ordenó que se detuvieran todas las transmisiones. Le aseguraron que todo estaba apagado, pero no siendo un experto y sin oficiales de señales que lo apoyaran, no pudo confirmar que ese fuera el caso. De hecho, los estudios y la sala de interruptores habían sido trasladados a un búnker cercano y permanecieron en el aire en todo momento. Cunado llegó una unidad de las SS intentó colocarlos bajo su mando, pero se negaron a cumplir esas ordenes y dado que a las tropas de las SS también habían sido desplegadas para proteger el edificio ambas unidades lo protegieron ya que esto no socavaba sus respectivas ordenes. Las tropas de la escuela de infantería también fueron enviadas al transmisor de radio en Tegel y al transmisor para el extranjero en Nauen que quedaron aseguradas hacia las 2100 horas, pero nuevamente, sin expertos en señales para apoyar al grupo de asalto, los oficiales al mando nunca estaban seguros de que las transmisiones hubieran sido interrumpidas.Pero los oficiales de la escuela habían recibido mensajes contradictorios sobre los eventos del día y la situación actual, y se inclinaron a no ejecutar las órdenes pendientes hasta que hubieran confirmado por escrito. Hacia las 2300 horas los suboficiales de la escuela se negaron a actuar; ahora sabían que era un golpe de Estado y que las fuerzas leales a Hitler habían recuperado la ventaja. A medianoche, las tropas de la escuela de infantería recibieron la orden de regresar a sus cuarteles.
Dentro de Berlín, la movilización fue más exitosa, sobre todo porque muchos de los oficiales involucrados estaban al tanto de los planes y sus tropas tenían menos distancia para viajar. Hase, comandante de la ciudad de Berlín, fue informado por el mayor Egbert Hayessen en la mañana del 20 de julio, pero hasta las 16:00 horas Hase no fue telefoneado con la segunda orden que detalla un estado de emergencia. En ese momento fue movilizado el Wach-Bataillon Grossdeutschland y se le ordenó trasladarse a la sede de Hase en Unter den Linden donde recibirían mas ordenes; alli se celebró una sesión informativa con el Mayor Remer, a quien se le ordenó asegurar el barrio del gobierno y arrestar a Goebbels. Luego sería reforzado por unidades de la Escuela de tropas acorazadas de Krampnitz, que debía reconocer el cuartel SS-Leibstandarte ‘Adolf Hitler’ en Lichterfelde y tratar con cualquier resistencia; el resto de las unidades de la Escuela de Krampnitz se reunirían en la Siegessäule (Columna de la Victoria) en el centro de Berlín y desde allí, dos batallones de tropas ayudarían a asegurar el barrio del gobierno, mientras que otros protegerían el Bloque Bendler. El resto de las unidades se mantendrían como una reserva móvil para tratar cualquier otro problema desde el cuartel general del comandante de la guarnición de las SS en Berlín. Las unidades avanzaron hacia sus objetivos y se reunieron en la columna de la victoria, pero para las 21:00 hrs Guderian que ya estaba al tanto de lo que estaba sucediendo ordenó a las tropas que se trasladaran a la Fehrbelliner Platz, donde se encontraba la sede de la Inspección de medios acorazados y que no siguiera ninguna otra orden del Bendlerblock.
En este momento, Wach-Bataillon Grossdeutschland de manera similar ya no seguía las órdenes del Bloque Bendler, Sin saber en qué lado estaba Guderian, Remer llamó a la Ersatz-brigade Grossdeutschland en Cottbus y pidió que se pusieran a su a disposición tanques y armas pesadas en caso de que fueran necesarias para contrarrestar la fuerza de Guderian, pero resultó innecesario; uno de los miembros del personal de Remer se puso en contacto con los oficiales de la escuela de medios acorazados en Fehrbelliner Platz, quienes confirmaron la lealtad de Guderian al Führer. El Mayor Otto Ernst Remer, comandante del Wach-Bataillon Grossdeutschland era un nazi acérrimo,ex líder de la Juventud Hitleriana y receptor de la Cruz de Caballero.
Los conspiradores, que sabían esto, sugirieron que fuese enviado de servicio fuera de Berlín el día del golpe pero Hase insistió en que Remer seguiría las órdenes. El 20 de julio, Remer asistió a la oficina del Comandante de la Ciudad en el Unter den Linden según las instrucciones recibidas y Hase le mostró el área que debía proteger. Aunque desplegó a sus tropas alrededor de las 1830 horas, el y sus suboficiales estaban inquietos por lo que se les había pedido que hicieran, sintiendo que estaban siendo utilizados como parte de un Putsch. El teniente Hagen preguntó a Remer alrededor de las 17:00 horas si podía hablar con Goebbels para obtener una aclaración de la situación. Remer estuvo de acuerdo ya que después de todo Goebbels era coronel honorario de la unidad. Hagen fue recibido por el ministro de propaganda que a su vez le pidió a Hagen que invitara a Remer a verlo para discutir el asunto. Remer estaba dividido entre sus órdenes y una citación del ministro de propaganda del Reich (que ademas era el Gauleiter de Berlin) y decidió hablar con Goebbels, llegando a su oficina alrededor de las 1900 horas. Goebbels jugó su carta de triunfo y llamó al Führer (los golpistas no habian cortado las comunicaciones de su ministerio), Remer recibió el receptor y Hitler le preguntó si reconocía su voz, ordenando a Remer que lidiara con la insurrección hasta que llegara Himmler, como nuevo comandante en jefe del Ejército de Reemplazo. Remer ordenó que las tropas que vigilaban el barrio del gobierno se reunieran en el jardín de la residencia de Goebbels, donde el ministro de propaganda se dirigió a ellos. Los hombres del Wach-Bataillon Grossdeutschland fueron reasignados para proteger el área alrededor del Ministerio de Propaganda, mientras que otros fueron posicionados en rutas clave hacia la ciudad para interceptar unidades que se dirigían a la capital. El Oberleutnant Rudolf Schlee, al mando de las tropas que protegían el Bloque Bendler, recibió información sobre la situación, por lo que solo se debían obedecer las órdenes del Mayor Remer.
Schlee pidió entonces hablar con Olbricht que no estaba disponible, así que habló con Mertz von Quirnheim, quien insistió en que no debía seguir las órdenes de Remer, tras lo cual se retiró para informar a Olbricht sobre este grave desarrollo, oportunidad que Schlee aprovechó para salir del edificio. Estaba claro que algo andaba mal y sus sospechas fueron confirmadas por otro oficial dentro del edificio: los líderes del golpe estaban en el Bloque Bendler. Schlee le pasó esta noticia a Remer que estaba con Goebbels. El ministro de propaganda telefoneó de inmediato a Hitler y este ordenó que la unidad de Remer detuviese a los conspiradores. Al regresar al Bendlerblock, Schlee aseguró todas las entradas y se preparó para entrar al edificio. Sin embargo, dentro del edificio, los oficiales «leales» habían comenzado a retomar el control por sus propios medios.
Alrededor de las 17:00 horas, el gobierno emitió una transmisión de radio anunciando que se había cometido un intento fallido de atentado contra la vida de Hitler; este anuncio, sin embargo, no tuvo una difusión amplia por lo que a las 1830 horas que se hizo el primer anuncio en la radio alemana, que se fue repitiendo en varias ocasiones, asegurando que una audiencia lo más amplia posible fuera consciente de que Hitler estaba vivo y se encontraba bien. A las 22.00 horas, emitieron otro mensaje de radio: «Por segunda vez en esta guerra iniciada por los judíos, se ha cometido un sucio intento de asesinato contra la vida de nuestro Führer … La Providencia protegió al hombre que tiene en sus manos el destino del pueblo alemán». . El Führer permaneció ileso … «. El mensaje continuó antes de concluir: «Con el Führer: hacia la victoria«.
Pasadas las 20:00 hrs en la sede de Wehrkreis III Thüngen se dirigió a su personal y ordenó que las órdenes del Bloque Bendler fueran ignoradas. Poco después de que comenzó a cancelar las órdenes que había emitido antes y a las 22:30 h Thüngen abandonó la sede y no regresó. Hase regresó a su oficina en Unter den Linden justo después de las 21:00 horas y recibió una llamada del general Hermann Reinecke, a quien Keitel había puesto a cargo de las tropas en Berlín. Reinecke ordenó a Hase que todas las tropas en la capital se pusieran bajo su mando para que pudieran desplegarse contra las fuerzas hostiles en el Bloque Bendler. Hase a su vez contactó a Remer y le ordenó que regresara a la sede del Comandante de la Ciudad, pero Remer se negó, insistiendo en que ahora estaba siguiendo las órdenes del Führer. De hecho, Remer insistió en que Hase fuera a la casa de Goebbels,.Cuando Hase llegó, le explicó que había sido relevado de su mando y sus tropas ahora deberían informar a Reinecke. Goebbels, a su vez, explicó que Remer era personalmente responsable ante el Führer para restaurar el orden en la capital del Reich y como tal, no se sometería a Reinecke. La reunión concluyó y habiendo cumplido sus órdenes, Hase preguntó si podría tener algo de comer. Se quedó a cenar antes de ser arrestado más tarde.
En el Bloque Bendler, aunque estaba bajo arresto, el Generaloberst Fromm había logrado establecer contacto con el mundo exterior a través de una puerta de uso poco frecuente en su celda de la prisión improvisada que, sorprendentemente, no estaba vigilada. Utilizando esta salida, su ayudante, Rittmeister Heinz-Ludwig Bartram, contactó a las fuerzas leales a Hitler y les ordenó que tomaran medidas para arrestar a los conspiradores y liberar a Fromm. Mientras tanto varios oficiales en el edificio estaban cada vez más preocupados por el conflicto entre los mensajes que recibían por radio y los que salían de la oficina de Olbricht. El Oberstleutnant Franz Herber, organizó una reunión con Olbricht para establecer de una vez cual era la verdad y a las 21.00 horas, los oficiales se encontraron con Olbricht, que no pudo persuadirlos con sus evasivas respuestas. No convencidos, ignoraron su orden de ayudar a proteger el edificio y en su lugar fueron a la oficina del Oberstleutnant Bolko von der Heyde para discutir su próximo movimiento. Decidieron no actuar directamente, sino que presionarían a Olbricht para obtener respuestas directas, pero Olbricht fue una vez más evasivo, explicando que había recibido noticias de que Hitler había muerto pero que también estaba al tanto de las transmisiones que decían que el Führer estaba vivo. La conversación fue interrumpida por un disparo en el exterior que condujo a un combate cuerpo a cuerpo más general. Cuando Herber salió de la oficina de Olbricht, el capitán Friedrich Klausing (que había sido ayudante de Stauffenberg en ausencia de Haeften) le disparó y Herber a su vez devolvió el fuego. Stauffenberg, disparó contra el Oberstleutnant Karl Pridun. Se intercambiaron más disparos y Stauffenberg recibió un disparo en el hombro izquierdo. Perdiendo sangre, se dirigió a la oficina de Fromm. Aquí se encontró con los principales cabecillas del golpe, Olbricht, Hoepner, Beck, Mertz von Quirnheim y Haeften, que estaban ocupados quemando pruebas incriminatorias. Estaba claro que el juego había terminado, y se rindieron a Herber y sus hombres.
Fromm se dirigió a su oficina. Cuando llegó, los conspiradores estaban detenidos a punta de pistola. Ordenó que fueran desarmados y declaró que serían juzgados por una corte marcial. Beck, como su antiguo oficial superior, le pidió su pistola para suicidarse, Fromm accedió y Beck colocó el arma en su frente y apretó el gatillo. La bala solo lo rozó, por lo que volvió a disparar; herido de gravedad, cayó al suelo aún vivo y se ordenó a un soldado del Wach-Bataillon Grossdeutschland que le diera el golpe de gracia. Mientras esto sucedía, Hoepner y Olbricht pidieron escribir su testamento final, una solicitud con la que Fromm estuvo de acuerdo, pero cuando después de 30 minutos aún no habían terminado, perdió la paciencia; los conspiradores debían ser ejecutados. Hoepner dio un paso adelante y pidió hablar con Fromm en privado. Cuando regresaron, Fromm ordenó que Hoepner se salvara y que fuera llevado a prisión. Se organizó un pelotón de fusilamiento en el patio del Bloque Bendlerdonde los conspiradores fueron colocados frente a una serie de camiones cuyas luces se utilizaron para iluminar la pila de arena frente a la cual los hombres condenados debían ser fusilados. Olbricht fue el primero; luego Stauffenberg, pero cuando se lanzó la segunda descarga, Haeften se interpuso en el camino al mismo tiempo que Stauffenberg gritaba «Larga vida a la sagrada Alemania», antes de caer. Elfue Mertz von Quirnheim. Fromm se dirigió a las tropas y cerró la acción con tres entusiastas «Sieg Heils» antes de ir a ver a Goebbels. Los cuerpos sin vida fueron cargados en un camión y llevados al cercano cementerio Alter Sankt Matthäus Kirchhof, en Schöneberg, donde fueron enterrados.
La primera teleimpresión de Berlín llegó a Viena ( Wehrkreis XVII ) alrededor de las 1800 horas, cuando la mayoría de los oficiales superiores se habían ido ; el coronel Heinrich Kodré, jefe de gabinete, desplegó un pelotón de Wach-Bataillon Wien (Batallón de la Guardia de Viena) alrededor de su cuartel general. Inmediatamente, recibieron un segundo mensaje de Berlín que ordenaba el arresto de los funcionarios nazis, personal de las SS y del SD. Kodré ordenó a todos los oficiales superiores en Wehrkreis XVII que se presentaran al antiguo Ministerio de la Guerra (Kriegministerium, ubicado en Stubenring de Viena) para una conferencia a las 1900 horas. Cuando llegó su superior,el general Esebeck, leyó los mensajes y acordó con Kodré que debían seguirse. A las 1920 h comenzó la conferencia. Los presentes fueron informados sobre los desarrollos y se les ordenó promulgar la orden Valkyrie en sus respectivas áreas. El general teniente Adolf Sinzinger, comandante de la ciudad de Viena, se encargó de arrestar a dignatarios del partido y altos funcionarios de las SS. Ordenó que fuesen invitados a asistir al Kriegministerium y luego detenidos; la fuerza solo debía usarse como último recurso. La mayoría pareció, aunque algunos tuvieron que ser obligados a entrar al edificio y otros vinieron armados. Cuando se reunieron, se les informó sobre las órdenes recibidas y específicamente sobre la orden de arrestarlos. Aceptaron que Esebeck solo estaba cumpliendo con su deber y se sometieron a encarcelamiento. A continuación se recibió un nuevo mensaje en la sede de Wehrkreis XVII que detalla el nombramiento de representantes políticos para asumirlos papeles clave en la administración de la ciudad. Se sabía que estos individuos no simpatizaban con el régimen, lo que generó dudas en Esebeck sobre lo que estaba sucediendo. Estas preocupaciones se intensificaron con la recepción de otro mensaje que indicaba que el mensaje de radio que hablaba de la supervivencia de Hitler era falso. Si quedaba alguna duda, fue barrida por una llamada telefónica de Keitel, quien dejó muy claro a Kodré y Esebeck, en términos inequívocos, que Hitler estaba vivo y que las órdenes de Berlín no debían seguirse. Las órdenes de Valkyrie ahora fueron canceladas y todos los prisioneros fueron liberados. Al día siguiente, Esebeck, Sinzinger y Kodré se explicaron ante Baldur von Schirach, el Gauleiter de Viena, sin éxito y fueron encarcelados hasta el final de la guerra.
La adhesión a la orden Valkyrie fue mucho más exitosa fuera del Reich,algo sorprendente porque las unidades alemanas en Checoslovaquia y Francia estaban en países «ocupados» y por lo tanto, rodeadas de una población hostil a las fuerzas alemanas de cualquier color. En consecuencia, existía un peligro muy real de que cualquier Putsch pudiera provocar disturbios internos. En Praga, el general Ferdinand Schaal, comandante de Wehrkreis Böhmen und Mähren (Bohemia y Moravia), se enteró del intento de asesinato en una recepción,regresando a su cuartel general donde recibió la orden Valkyrie. Confundido, trató de hablar con Fromm, pero se comunicó con Stauffenberg, quien confirmó que Hitler estaba muerto y le dijo que implementara los poderes de emergencia de inmediato. Movilizó a sus tropas y aseguró ubicaciones estratégicas, pero, antes de tomar medidas adicionales para arrestar a los nazis, SD y SS, intentó llamar a Karl Hermann Frank, el Ministro de Estado alemán para Bohemia y Moravia. La lógica de Schaal era simple: las SS eran más fuertes que el ejército en Praga y cualquier arresto socavaría la seguridad en la ciudad. Para cuando los dos hombres finalmente hablaron, Frank había recibido noticias de la Wolfsschanze de que solo debía actuar por orden del Führer. Schaal y Frank acordaron reunirse en un lugar neutral para discutir el asunto, pero antes de que Schaal se fuera, él también recibió una llamada del Wolfsschanze informándole del golpe y que solo las órdenes de Keitel y Himmler, el nuevo jefe del Ejército de Reemplazo. , debían ser obedecidos. Con esta nueva información se reunió con Frank y se acordó que no se tomarían más medidas. Cuando Schaal visitó a Frank al día siguiente, también fue arrestado y detenido hasta el final de la guerra.
En París, las órdenes se implementaron con éxito, debido en gran parte al hecho de que varios oficiales de alto rango estuvieron involucrados activamente, o al menos al tanto, en el complot. En la tarde del 20 de julio, el general Günther Blumentritt, jefe de gabinete del comandante en jefe del Oeste, fue informado de que Hitler había muerto y que se había formado un nuevo gobierno interino. Blumentritt intentó contactar al Generalfeldmarschall Kluge,pero estaba en el frente por lo que se dirigió a La Roche-Guyon para esperar el regreso de Kluge. En Paris, el Oberstleutnant Cäsar von Hofacker, uno de los conspiradores, recibió noticias de Stauffenberg de que el golpe estaba en marcha; informó inmediatamente a su comandante, el general der Infanterie Carl-Heinrich von Stülpnagel que actuó directamente, llamando a sus oficiales superiores, ordenando al comandante de la ciudad de París arrestar a todo el personal de las SS. Para evitar que la población local fuera testigo de una lucha indecorosa entre alemanes, ordenó que se llevara a cabo después del anochecer. Cuando Kluge regresó a su cuartel general, habló con Beck, quien le informó sobre los acontecimientos del día y subrayó la importancia de la participación de Kluge. En respuesta, Kluge pidió tiempo para pensar. Mientras Kluge reflexionaba sobre su próximo movimiento, llegaron informes de una transmisión de radio que indicaba que Hitler estaba vivo. Kluge ahora llamó al general Stieff, un viejo colega, a Mauerwald, y le preguntó qué sabía. Stieff confirmó que Hitler estaba vivo. Kluge llamó a Fromm en Berlín, pero fue pasado a Generaloberst Hoepner, quien mantuvo que los informes de radio estaban equivocados y que Hitler estaba muerto. Kluge estaba comprensiblemente confundido. Entre tanto Blumentritt había llegado y Kluge discutió con él los planes para acordar un alto el fuego en el oeste.
Pero a las 20:00 horas recibió un mensaje de Keitel que decía que Hitler estaba vivo y cambió de opinión nuevamente. Con Hitler vivo, el golpe no podía tener éxito y no quería tener nada más que ver con eso. Cuando llegaron Stülpnagel y Hofacker, reiteró su postura, lo que puso a Stülpnagel en una posición difícil porque era muy consciente de las acciones que había puesto en marcha en París. La única esperanza de Stülpnagel era que el éxito de su plan pudiera cambiar la opinión de Kluge. No lo hizo. Cuando se enteró de los acontecimientos en París, Kluge cesó a Stülpnagel de su mando y ordenó a Blumentritt que cancelara la orden, pero ya era demasiado tarde ya que la orden se había llevado a cabo de manera rápida y eficiente. Sin embargo, los comandantes de las unidades Kriegsmarine y Luftwaffe en París amenazaron con liberar a los hombres de las SS cuando se enteraron del golpe. A primera hora del 21 de julio se dio la orden de liberar a los prisioneros; algunos de los hombres que habían sido encarcelados pensaron que su liberación era un truco y se negaron a irse. En un intento de presentar un frente unificado, el ejército y los comandantes de las SS acordaron un comunicado conjunto para explicar los eventos acontecidos esa noche y Kluge felicitó a Hitler.
Cuando Hitler descubrió que los conspiradores en Berlín habían sido ejecutados y enterrados, se puso furioso y ordenó que los desenterraran. Sus cuerpos fueron quemados y las cenizas esparcidas a los cuatro vientos. Esa misma noche, el personal de Hitler en el Cuartel General se reunió junto con los heridos del atentado que podían caminar para ver a su Führer emitir una transmisión a la nación utilizando equipos obtenidos rápidamente en Königsberg. En el discurso que dirigió a la nación aquella noche Hitler confirmó que el Coronel Graf (barón) von Stauffenberg había atentado contra su vida y que la explosión había matado o herido a varias personas, pero que el estaba bien. Continuó: «En un momento en que los ejércitos alemanes están involucrados en una lucha muy dura, un grupo muy pequeño … pensó que podría apuñalarnos por la espalda como en noviembre de 1918. Pero esta vez han cometido un gran error … ‘. Hizo hincapié en que el grupo no era representativo de la Wehrmacht y que esta «pequeña camarilla criminal ahora será exterminada sin piedad«. La mayoría de los alemanes quedó conmocionada por el atentado contra la vida de Hitler en un momento tan crítico de la guerra.
La Gestapo y la SS, enloquecidas por hacer justicia y vengarse del ejército y, sobre todo, de su estado mayor, empezaron a detener a todos los involucrados y a sus familiares. En un momento en el que las tropas alemanas se retiraban de todos los frentes, y Hitler responsabilizaba a los «traidores» del estado mayor de los errores que él mismo había cometido en el frente oriental, hasta los mariscales de campo perdieron espectacularmente su autoridad. Para los nazis, supuso toda una victoria en el frente nacional. Su principal prioridad no era «optimizar el esfuerzo de guerra, sino cambiar la estructura de poder del Reich, en detrimento de las élites tradicionales». Se calcula que hubo en total unos 5000 arrestos y 200 ejecuciones de opositores al régimen nazi, aunque no todas referidas a conjurados del 20 de julio. Los detenidos que no habían sido aún ejecutados quedaron a disposición de la Corte Popular, dirigida por su presidente, el infame juez nazi Roland Freisler. Himmler ordenaba la detención de todos los miembros del clan Von Stauffenberg, hombres, mujeres y niños, para su posterior ejecución bajo el concepto de Sippenhaftung. Los primeros procesos empezaron el 7 de agosto de 1944 pero ya Hitler había ordenado que los directamente implicados fueran condenados a muerte y ejecutados en la horca, sin excepción; entre los condenados estaban Carl Friedrich Goerdeler, Popitz, Julius Leber, Friedrich Graf von der Schulenburg, Ulrich von Hasell, entre otros. Otros jefes militares fueron acusados también de haber tenido contacto con jefes de la sublevación y en consecuencia arrestados. Una excepción fue el general Erwin Rommel, que fue acusado de omisión por haber contactado con los líderes de la conspiración y por no haber alertado a sus superiores al tener conocimiento de tales planes; por ello, se le ofreció la opción de suicidarse y así evitar un juicio público con el arresto de sus familiares. De modo similar, el general Günther von Kluge fue llamado a Berlín para ser investigado, pero temiendo ser considerado como conspirador debido a sus fuertes críticas a Hitler dentro del OKW, también se suicidó. Las ejecuciones de conspiradores u opositores al régimen nazi relacionados con la conspiración del 20 de julio de 1944 continuaron hasta los últimos días de la Segunda Guerra Mundial en mayo de 1945.
Las noticias de la conspiración fueron censuradas en el extranjero, mientras la versión oficial del Tercer Reich era la de un pequeño grupúsculo de oficiales descontentos realizando un acto de traición, evitando mostrar la existencia de una conspiración amplia con varios cientos de involucrados y miles de simpatizantes. La Unión Soviética, los Estados Unidos y el Reino Unido no consiguieron información detallada sobre lo sucedido sino hasta el final de la guerra, pero tal como se había observado en la Conferencia de Teherán, dichas potencias no mostraron interés en estimular una resistencia antinazi activa dentro de Alemania, menos aún en la conspiración del 20 de julio. La familia de Stauffenberg con sus cinco niños y su esposa, la baronesa Nina Freiin von Lerchenfeld, se salvó de ser ejecutada porque las SS que les custodiaban al norte de Italia se entregaron a los británicos.
Bibliografía consultada:
Galante, Pierre. Operation Valkyrie : The German Generals’ Plot Against Hitler. Cooper Square Publishers Inc.,U.S. 2002
Jones, Nigel. Countdown to Valkyrie: The July Plot to Assasinate Hitler. Frontline Books 2009
Short, Neil. Kill Hitler: Operation Valkyrie 1944 (Raid Book 40). Osprey Publishing. 2013
Von Boeselager, Philipp. Valkyrie : The Plot To Kill Hitler. Orion Publishing Co 2009
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Muy interesante, como es habitual en este blog ?